Después de confesar ante la Asamblea Nacional su impotencia ante los graves problemas del país –“Dios proveerá”–, a Nicolás Maduro no le quedaba otra que renunciar a la Presidencia de la República; sin embargo, prefiere que antes de marzo le den un golpe de Estado, cuando se venza uno de los gigantescos pagos de la deuda por un monto de 2,2 millardos de dólares, que no hay modo de honrar. Por eso se fue a los funerales del rey de Arabia Saudita, cuando podía representarlo su embajador, y seguirá viajando para dar oportunidades a los militares de que lo depongan y tener la excusa de que no lo dejaron enderezar su propio desbarajuste.
Son muy grandes las presiones que recibe Maduro, incluso desde el “nido de alacranes” del PSUV y de su entorno, que también trabajan para que se constituya un gobierno de transición. En la Fuerza Armada hay un gran descontento, 90% de la Fuerza Aérea y de la Armada está en contra del régimen, solo en el Ejército hay divergencias a nivel del generalato.
Él solito está buscando que lo tumben, por eso en su discurso del pasado 23 de Enero dio por seguro que lo querían sacar del poder. El ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López, tuvo la oportunidad de conversar el tema largamente con él durante la gira presidencial; según nuestras fuentes militares, a su regreso, en una reunión privada, el ministro le informó al Alto Mando Militar y a un grupo de generales –que acusan a Padrino de guabinoso– que sí le había planteado “que no regresara al país porque existía el riesgo de que lo devolvieran”, pero que él se había negado y llamó a Diosdado (a quien le preocupa que en esa coyuntura también lo puedan meter preso), para que movilizara gente que lo recibiera.
Maduro responsabiliza a la oposición, que no tiene modo de instigar un alzamiento militar y a expresidentes comprobadamente democráticos como Pastrana de Colombia, Piñera de Chile y Calderón de México, de apoyar un golpe de Estado. ¡Patadas de ahogado! Si continúa allí es porque en el Ejército los superiores no se han puesto de acuerdo.
En este momento la principal preocupación de la oficialidad es evitar un enfrentamiento entre militares y evitar muertes, para que no se repitan los hechos del 23 de Enero de 1958, cuando fue derrocado el dictador Marcos Pérez Jiménez, porque los equipos de hoy, tanto en la Armada como en la Aviación son muy superiores y mejor artillados; por eso quieren prevenir aquella acción, cuando el primer componente que se sublevó fue la Fuerza Aérea. Padrino López no quiere que suceda otro “Caracazo” para no cargar con la responsabilidad de los muertos.
A un tris…
El país está completamente ingobernable, el desabastecimiento, la inflación y la indignación que se evidencia en las colas es una señal clara de desestabilización.
Hugo Chávez, que sí era un estratega, no dejó que la crisis del desabastecimiento llegara desde la provincia hasta Caracas. Entre las órdenes que dejó a Diosdado y a Nicolás, antes de morir, fue precisamente que no dejaran de surtir de alimentos a la capital, decía que si eso pasaba el gobierno se caía. Se trata de un asunto estratégico, el gobierno cree que con propaganda y represión, además de buscar chivos expiatorios en comerciantes que conserven algún inventario, podrá justificar el colapso provocado por su incompetencia y la corrupción.
Chávez tenía razón en eso, había que evitar el desabastecimiento en Caracas, pero “los dos ligaditos”, condenados a su misma suerte, no pudieron resolverlo y no podrán mantenerse en el poder. Ni siquiera pueden contar con los cubanos, que fueron los primeros que les dieron la espalda.
Marianella Salazar
Patadas de ahogado
El Nacional. Caracas, 28 de enero de 2015