lunes, 1 de septiembre de 2014

Editorial Tal Cual: Régimen loco de metra

Moisés Moleiro me dijo una vez, hacia el 2002, hablando de la política gubernamental: mira, hay que estar claros, el chavismo no es fascista, eso lo inventaron Manuel Caballero y Elías Pino porque los historiadores siempre tienen que buscar un referente del pasado para explicar cualquier cosa en bien de la profesión; tampoco es comunista, eso viene de las señoras sifrinas del Este aterradas porque dizque les van a quitar sus casas playeras y hasta sus hijos. El chavismo, simplemente, es una locura. Y por tanto sólo comprensible en profundidad por métodos siquiátricos.
Yo de muchacho me quedaba siempre alelado ante un orate que pasaba por mi casa gritando sin cese "échenme agua, carajo" y me preguntaba por qué actuaría así, más crecidito ya lo tuve claro.
Por supuesto que había mucho de humor negro y sarcasmo en esa respuesta de ese político culto, inteligente, y con el olfato de un perro de caza. Pero a mí se me ha quedado esa conversa en la cabeza y muchas veces me he dicho, cuando oía de gallineros verticales u otras joyas del repertorio, la verdad es que aquello de Moisés como que es la explicación a tanto disparate.
Locura por supuesto quiere decir incoherencia del discurso, ignorancia supina, incapacidad de una acción sensata, obsesión por la mentira, delirios de grandeza, odio y crueldad paranoicos, incontinencia verbal, caprichos aberrantes... y, en consecuencia, efectos perversos y enormemente destructivos de la realidad nacional.
Esto viene a colación por las captahuellas alimentarias. Yo creo que esto es único en la humana historia, esta mezcla de arepas con registros electrónicos. Para empezar impracticable, dado que son ochenta mil establecimientos que venden alimentos y un gobierno que no sabe ni tapar los huecos de las calles, lo más probable es que esto conduzca a un despelote nunca visto; donde la señora María, quien, dada su avanzadísima edad marca la huella asistida, resulte acusada injustamente de acaparamiento de pechugas de pollo.
O los verdaderos contrabandistas "internos" le den lo debido a los cajeros para pasar ellos sin dejar huella. Y que no se vende hoy porque hay apagón y se arme un tumulto guarimboso. O que la cola no camine porque el portugués dice que la máquina se trancó y está esperando al Servicio popular bolivariano de asistencia biométrica (el SPBAB) y aquella gritadera y la propensión al linchamiento del buenazo de Joao.
Como dijo muy sensatamente Lorenzo Mendoza, después de echarle coco al gobierno en quiebra con su prosperidad empresarial, que por unos pocos malandros no había que atormentar a veintiocho millones de ciudadanos. Y uno piensa, realmente, que sería más fácil que Rodríguez Torres mandara unos cuantos agentes a husmear quién anda vendiendo, a pleno sol y en la calle, alimentos de la cesta básica.
Lo cual además le permitiría al general multiplicar su presencia mediática, ya cuantiosa. Aquí, Perencejo que vendía mantequilla y leche descremada en la redoma de Petare.
Pero no hay manifestaciones psíquicas sin un fin por absurdas que parezcan, decía Freud. Y aquí es claro que el gobierno nos quiere poner a hablar pistoladas y olvidar los horrores económicos, el desastre que lograron en tres lustros de administración demencial y, de paso, convertir a la señora María y al buhonero mantequillero en agentes de la guerra económica que impulsa Obama (y Uribe) para acabar con la revolución y la patria. Échenme agua, carajo.





Fernando Rodríguez
Editorial Tal Cual
Régimen loco de metra
Tal Cual. Caracas, 1 de septiembre de 2014

Armando Durán: El cacerolazo de la MUD

mediados de enero de este año, con un manifiesto titulado Mover ficha: convertir la indignación en cambio político, hizo su aparición en el escenario político español un nuevo partido, Podemos. Apenas cuatro meses después, en las elecciones europeas, sus candidatos obtuvieron 8% de los votos, un fenómeno político que desde entonces no ha dejado de crecer. “Entiendo”, declaró hace pocos días Cristina Cifuentes, delegada del gobierno español ante la comunidad autónoma de Madrid, “que los ciudadanos estén hartos de los políticos: tienen razón”.
 Una afirmación imposible en Venezuela, donde el lugar más común del discurso opositor es acusar a Hugo Chávez de haber abusado de su poder para demoler a los partidos de siempre nada más instalarse en Miraflores. Una gran mentira. La gradual pérdida de identidad de Acción Democrática y Copei desde comienzos de los años ochenta ocasionó la defenestración bipartidista de Carlos Andrés Pérez, el triunfo electoral de Rafael Caldera en contra del partido que él había creado y tanto la frívola selección de Irene Sáez como candidata de Copei para las elecciones de 1998, como la imposición en Acción Democrática de la de Luis Alfaro Ucero. La naturaleza contra natura de ambas decisiones determinó que a partir de ese instante la candidatura de Hugo Chávez creciera como la espuma. En el último momento, Sáez y Alfaro fueron arrojados por la borda y los dirigentes adecos y copeyanos que habían promovido sus candidaturas corrieron a abrazarse con Henrique Salas Romer. Peor que peor. Nada misteriosamente, el discurso de Chávez, su borrón y cuenta nueva, suerte de ajuste de cuentas definitivo con el pasado, le dio paso entonces a lo que hoy tenemos entre manos.
La anemia actual de la oposición es producto de aquellos pasos en falso. En primer lugar, porque la mayoría de quienes a lo largo de estos 15 años se han creído los únicos dirigentes posibles del descontento progresivo de la población, son precisamente quienes en 1998, con su mediocridad, le abrieron de par en par las puertas de Miraflores al ex teniente coronel golpista. En segundo lugar, porque conscientes de su debilidad como fuerza electoral para enfrentar la avalancha chavista, crearon la Coordinadora Democrática. Y al fracasar esta, hace 5 años montaron la Mesa de la Unidad Democrática, el mismo perro con diferente collar, pero sin la presencia de la sociedad civil ni de las voces más radicales de la oposición.
Tras la “victoria” de Nicolás Maduro en las elecciones de abril del año pasado, Henrique Capriles convocó a los ciudadanos a marchar y exigir a las puertas del CNE la auditoría de todos los votos, pero la MUD dio la contraorden de inmediato. Ese 17 de abril arrancó la agonía de la MUD. Entretanto, se forjó la indignación de los ciudadanos. Un irrevocable malestar colectivo que nada tuvo que ver con rencillas personales ni nada parecido, y que culminó, por ahora, con la renuncia necesaria de Ramón Guillermo Aveledo y las encerronas propuestas por Antonio Ledezma para reanimar la alianza. Sólo que en lugar de autocrítica y nuevo rumbo, las dichosas encerronas se quedaron en agua de borrajas. Por una parte, la MUD acordó sustituir el llamado G-7 por algo así como una Junta Directiva y convocaron un gran cacerolazo nacional para protestar sonoramente por el racionamiento de comida y medicamentos, con captahuellas incluido. Un fiasco. En lugar de las cacerolas, la noche del jueves pasado sólo se escuchó un silencio ominoso. ¿Será eso lo que queda de la MUD? ¿El silencio y más de lo mismo? O sea, ¿nada?



Armando Durán
El cacerolazo de la MUD
El Nacional. Caracas, 1 de septiembre de 2014