martes, 16 de septiembre de 2014

Manuel Malaver: La Universidad de Harvard contra Maduro

Me arriesgaría a apostar que Maduro jamás soñó que alguna vez sería señalado en un comunicado de la archifamosa y archicelebrada Universidad de Harvard. Y no porque no tenga título académico, que no es un déficit para infamar a nadie, sino porque siendo un ciudadano que, en sentido estricto, a hecho algo que lo acerquen a las ciencias o las humanidades, creía no merecer, no digamos un doctorado “honoris causa”: una mención incidental de su vida y acciones.
Ayer Maduro amaneció en un comunicado de la Harvard University y fue para ser repudiado y denunciado como un presidente de la especie --afortunadamente en vías de extinción- que amenaza a un profesor por afirmar que su gobierno tiene a Venezuela a un paso del “default económico”.
Se trata de Ricardo Hausmann, un distinguido economista venezolano, que fue ministro de un gobierno venezolano, tiene esposa e hijos venezolanos, y ha proclamado el amor por esta tierra, una de sus pasiones fundamentales.
Pero no ha sido, exclusivamente, por tan altos méritos por los que Harvard defiende a Hausmann, sino por uno superior: el de ser un ciudadano del mundo que, por el solo hecho de serlo, deben respetársele el derecho humano a disentir, sea de gobiernos, partidos, escuelas, religiones e ideologías.
Máxime en el campo de la ciencia que profesa, el de la Economía, en la cual, bien como académico, ministro o experto, es uno de los más reconocidos en el mundo.
En otras palabras: que más le hubiera valido a Maduro quedarse y reflexionar sobre el diagnóstico de Haussmann y no salir a amenazarlo con su policía, que no es otra que una cohorte de fiscales, jueces y magistrados de unos tribunales de justicia con juicios que nunca terminan y pueden tardar decenas de años en dictar sentencias.
Como ocurre en las novelas de Franz Kafka, quien realizó su obra anticipando a Stalin, Hitler, Mao, Castro y parece también que a Maduro.

Manuel Malaver
La Universidad de Harvard contra Maduro
Diario de Caracas. Caracas, 16 de septiembre de 2014

Roberto Giusti: Las desventuras de un hipertenso

No se trata solo del comunismo sino, más bien, de consumismo, es decir, de los hábitos de consumo porque casi sin darnos cuenta los venezolanos hemos venido perdiendo "derechos adquiridos" en un aspecto tan importante como el de la alimentación, aun cuando la situación también se manifiesta en la adquisición de bienes y servicios no comestibles. En realidad el asunto no se refiere solo a la imposibilidad de acceder a los bienes de primera necesidad sino, también, a la pérdida progresiva de hábitos, muchas veces por prescripción médica, ante un suministro espasmódico, caprichoso e irregular de determinados productos. Esto sin considerar otros factores como la bajísima calidad de artículos que, en ocasiones, nos vemos forzados a adquirir porque hace tiempo perdimos otro derecho, en este caso, el de escoger entre diversas opciones, teniendo a nuestra disposición la potestad de elegir sobre la base de precio, cantidad, composición y procedencia del bien.

Así, por ejemplo, enfrentar un mal tan frecuente como la hipertensión en Venezuela adquiere ribetes trágicos. En primer lugar por la escasez de los medicamentos, en otros países de acceso inmediato y permanente. Luego, si el médico te recomendó, como medida elemental, no estresarte porque eso sube la tensión, ya de por sí alta, el solo hecho de ir de farmacia en farmacia, con el récipe, en la mano, clamando por el remedio o, al menos, un sustituto parecido, es un factor que te acerca aún más al temido infarto. Considera, también, que debes modificar totalmente la dieta y tu estilo de vida: dejar el cigarrillo, no beber alcohol en exceso, eliminar grasas y fritangas, reducir el azúcar, controlar los carbohidratos, privarte de  harinas (arepas, pasta, pan blanco) y consumir, de preferencia, alimentos saludables como frutas y legumbres, además de hacer ejercicios tan simples como caminar.

Pues bien, lo de reducir es posible  porque la harina no se consigue, el azúcar mucho menos. No se diga el aceite y si debes olvidarte de la copa de vino, no hay problema porque el precio de un chileno, común y corriente, sobre pasa los 500 bolívares. En eso sí ayudan la escasez o la carestía. Pero trata de sustituir el cochino frito por un róbalo al vapor, un cartón de leche completa por uno bajo en grasa o la galleta achocolatada por un pedazo de patilla, el queso madurado uruguayo por la cuajada criolla y te toparás con el muro de lo imposible. No se diga caminar de noche, por una calle caraqueña, para cumplir la orden médica. A semejanza de los países del socialismo real tendrás que enfrentarte con la triste realidad: No consigues lo que buscas. Se consigue pero se trata de un sucedáneo de baja calidad. O se consigue pero el precio es tan alto que está fuera de tu alcance. Entonces comprendes que debe bajarte de la nube, consumir lo que haya y si no te gusta, te niegas o reniegas, no te vayas a morir; hay escasez de urnas.

@rgiustia


Roberto Giusti
Las desventuras de un hipertenso
El Universal. Caracas, 16 de septiembre de 2014