lunes, 30 de junio de 2014

Asdúbal Aguiar: El último andino, el último ilustrado

Nuestro siglo XX comienza teniendo las manos sobre las riendas de la República de Venezuela un personaje atrabiliario, como los de ahora, a quien sus detractores llaman el Cabito. Se trata de Cipriano Castro, andino, gestor de la República Militar que cristaliza con Juan Vicente Gómez, otro andino.

Y cuando se aproxima el siglo citado hasta su abismo, en su proximidad al siglo corriente, el país tiene como conductor a otro andino más, pero muy distinto de los anteriores. Es el emblema de nuestra civilidad, como José María Vargas. Se trata de Ramón José Velásquez Mujica, quien cumple 77 años al apenas asumir el poder y frisa los 98 años al despedirse, hace pocos días, en Caracas.

La República de partidos, que deja de ser tal para el momento en que nos gobierna, hecha rompecabezas, exige de los cuidados urgentes de este hombre con sentido del equilibrio, de visión profunda y capaz de otear más allá de las circunstancias, como de empujarla sin maltratos hasta devolverla a manos de sus verdaderos dolientes, los electores de diciembre de 1993.

Ramón Jota, como le llaman sus afectos próximos, nace en San Juan de Colón, estado Táchira, y gradúa como doctor en Ciencias Políticas y Sociales en 1942, en la Casona de San Francisco, sede primaria de la Universidad Central. Pero a lo largo de su vida es esencialmente periodista, hasta que lo conquista el frustrado candidato Diógenes Escalante para hacerlo su colaborador en tiempos del general Medina Angarita. Tiene a su cargo, más tarde, la dirección de los periódicos El Mundo y El Nacional, mas se le recuerda por su exitoso desempeño como secretario de la Presidencia durante el Gobierno de Rómulo Betancourt, a partir de 1959. Y se le tiene presente por la obra de recopilación documental sobre nuestra Historia ilustrada. Le da vida al Archivo Histórico de Miraflores asegurándole al país su memoria. La cuida de quienes intentan reescribirla, como hoy ocurre con inescrupuloso desenfado.

Ha sido Ramón Jota, hasta su hora final, el gran componedor de la comarca, el hombre-puente que en su instante contribuye a que la animadversión que determinados sectores de la vida nacional le profesan a Betancourt, desde mucho antes, amaine. Facilita la gobernabilidad. Y lo logra, con su sereno espíritu observador de hombre de montaña, quien sabe administrar sus palabras.

Como andino es intuitivo, y como hombre de libros y pensamiento denso, opone la racionalidad a los puñetazos. Nos conoce como nadie y describe con trazos de maestro: "En el camino de asegurar el comienzo de esta nueva etapa de la vida nacional, que no es otra que librar de riesgos a la democracia [hemos de] reconstruir la unidad espiritual de los venezolanos, tan resquebrajada por la fiera lucha política a la que hemos asistido en los últimos años", son sus palabras al tomar posesión de la Casa de Misia Jacinta, el 5 de junio de 1993.

Su Gobierno es breve, pero tanto o más crucial que el más breve Gobierno de otro maestro ilustrado de nuestro siglo XX, Edgard Sanabria, en 1958. Y ante los ataques de hora nona en que las pasiones políticas desbordan y le abren las compuertas a la tragedia que hoy vive Venezuela, el presidente Velásquez responde en seco: “Yo no tengo más riqueza que mi moral y a los 78 años de vida no se cambia… Esa vaina no”. “Yo sólo respondo por mí y por el país”, ajusta.

“Nuestra Historia contemporánea –dice el presidente Velásquez al despedirse del poder con otra enseñanza imperecedera– ha girado alrededor del Estado. Durante setenta años de este siglo, y hasta no hace mucho, el centro de las disputas era la cercanía con el Estado debido a su gran papel distribuidor de la renta… Ese Estado, fundamento de los hábitos de Venezuela en este siglo, ya no existe”, concluye tajante antes de pasarle la cerradura a casi un siglo de nuestra Historia, que discurre entre la República Militar y la República de los partidos para no volver, nunca más, ni hacia adelante ni hacia atrás, en las páginas ya leídas o gastadas en un azaroso devenir.

Pero un amago de república militar de utilería sí se nos instala, otra vez, a partir de 1999, por defecto de lo que él también previene y no entiende la última generación política del siglo terminado: "El país que fue actor fundamental en la empresa de la Independencia hispanoamericana, ha llegado a un momento de su historia en que tiene planteado como reto histórico reflexionar sobre las bases de un nuevo acuerdo nacional, más allá de sus mayorías parlamentarias".

Ha muerto nuestra memoria viviente, en un trance, pues, en el que la razón de la fuerza vuelve por las suyas proscribiendo la fuerza de la razón que nos acompaña en momentos de lucidez legendaria: 1811, 1830, 1947, 1961.

* Exjuez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos




Asdúbal Aguiar
El último andino, el último ilustrado
Diario Las Américas. Miami, 1 de julio de 2014

Carolina Jaimes Branger: Civil, civilista, civilizado

La primera vez que vi a Ramón J. Velásquez yo tendría unos seis años. Mi abuela lo invitó a almorzar en el primer "acto social" después de la muerte de mi abuelo, Buenaventura Jaimes, ocurrida más de tres años antes. Mi abuelo había sido su profesor en su Táchira natal y "Ramoncito" mantuvo la amistad que habían comenzado sus abuelos, primero con mi papá y luego conmigo. Los gochos tienen un espíritu de pertenencia y solidaridad único y el doctor Velásquez, con quien tuve la fortuna de compartir muchas veces, lo ejercía con elegancia: conocía a todos los gochos que hay en Caracas, desde el eminente médico hasta el parquero de un restaurante y a todos los saludaba con cariño. "Éste es de Lobatera; aquélla es de Capacho; éste nació en Rubio... ".

Del Dr. Velásquez puedo escribir muchas cosas. No voy a enumerar todo lo que hizo -ya los medios lo han reseñado ampliamente- y de sus bien vividos 97 años es más fácil decir lo que no hizo que lo que hizo. Por eso prefiero honrarlo como amigo y maestro.

Quiero ensalzar su espíritu pacifista y conciliador y reconocer al prócer civil, civilista y civilizado. Él mismo me contó que tal vez por esa solidaridad gocha de la que hablé antes, Pérez Jiménez le mandó a decir que si seguía conspirando lo iba a meter preso, que mejor se fuera del país. Autoexiliarse no estaba en los planes del Dr. Velásquez, por lo que respondió: "Pérez Jiménez sabe dónde vivo". Cuatro años estuvo preso por mantener su posición a favor de la democracia.

Quiero celebrar su vida, fructífera y digna, prudente y honesta. Un hombre trabajador, que empezó a producir desde muy joven y que a punta de inteligencia y habilidad se abrió paso y creó sus oportunidades de surgir y destacarse. Antes de cumplir treinta años ya se había convertido en secretario privado de Diógenes Escalante. Siempre me fascinó escucharlo narrar la historia de su locura, que tan magistralmente recogió Francisco Suniaga. Los consejos que éste le dio, "observe y cállese" y "nunca le diga que no a un trabajo" los mantuvo como normas de vida.

Finalmente, quiero alabar su humildad. La grandeza es humilde. El Dr. Velásquez siempre tuvo tiempo, respuestas y una palabra de aliento para todos. La última vez que lo visité, hará cosa de dos meses, me dijo "no te preocupes, que de esto salimos". ¡Estoy segura de que así será!

@cjaimesb


Carolina Jaimes Branger
Civil, civilista, civilizado
EL Universal. Caracas, 30 de junio de 2014

Héctor E. Schamis: La división del chavismo

Es la reunión preparatoria para el tercer congreso del Partido Socialista Unido de Venezuela. El evento tiene algo de secta religiosa. Maduro predica levantando su “biblia”, El libro azul de Chávez, el cual agita como trofeo para aparente regocijo de la militancia. Lo abre y recomienda capítulos. Invoca la sabiduría inagotable de su autor, constituido en deidad. Sitúa a los allí presentes en el periodo de su enfermedad y agonía, previo a su paso hacia la inmortalidad. Sin embargo, el relato no recrea una última cena, como podría pensarse, sino más bien la pedestre orden de Chávez mandándolo a estudiar la constitución. Para quien ya era un alto funcionario de gobierno, la anécdota—real o imaginaria—no deja de tener un cierto rasgo de candidez.
Eso para el agnóstico. En otro tiempo y lugar, un partido hegemónico usaría la ocasión para reforzar la homogeneidad ideológica, incrementar la cohesión entre los cuadros y anunciar líneas programáticas futuras. Pero ese es un lujo que este partido no puede darse. Necesitado, pero también acorralado, Maduro le dedicó más tiempo a los pecadores que a los santos, a los traidores más que a los leales. ¿No es mezquino—palabras más palabras menos, aseveró esa noche—que en este año 2014, plagado de conspiraciones y magnicidios, estos traidores ahora fomenten la fisura y la división en el movimiento revolucionario?
A fuerza de repetición de la misma frase, Maduro no hizo más que admitir y enfatizar su propia debilidad. El chavismo es tan frágil hoy que hasta la contrariada respuesta de un ministro caído en desgracia constituye una amenaza grave. De eso se trató la arenga partidaria. Es la historia de la remoción del ministro de planificación, Jorge Giordani, quien respondió a su destitución con una carta abierta criticando a Maduro por su incompetencia en el manejo de la economía y sus debilidades de liderazgo. A ello le siguió otra carta crítica y de apoyo a Giordani por parte de otro histórico del chavismo, Héctor Navarro, a posteriori suspendido de su cargo directivo en el partido oficial.
Así las cosas, son las grietas del propio chavismo las que van produciendo cambios políticos, y Venezuela se dirime entre varios escenarios. El primero es que el gobierno profundice la purga, eliminando a las voces disidentes y al mismo tiempo disuadiendo a posibles imitadores. El problema para Maduro es que para emprender una purga generalizada contra altos jerarcas del partido se requiere una gran concentración de poder político en sus manos, o una gran dosis de éxito económico.
O ambas, y Maduro hoy no posee ninguna. Su presidencia tiene un déficit congénito de autoridad y está en un proceso de desgaste desde febrero, con bajos niveles de aceptación en la sociedad. Su aliado más importante de hoy parecería ser Diosdado Cabello; su enemigo más temible, toda una definición. La economía, por su parte, no muestra signos de recuperación. Continúan la persistente inflación con estancamiento, la total ausencia de inversión privada y la carencia de bienes de primera necesidad.
Un segundo escenario, entonces, podría ser que Maduro no recupere la cohesión del otrora partido hegemónico, y que los disidentes se multipliquen, aumentando la fragmentación. Se propagarán las críticas y los desencantados, en tanto más voces del chavismo recogerán el dato más abrumador de la calle: que la aprobación de Maduro no pasa del 30 por ciento. Es que para el dogmatismo autoritario, del cual el chavismo es un ejemplo, es difícil entender que en política el pecado de la traición muchas veces se transforma en la virtud del pragmatismo.
Aquí se trata de un escenario de proto-transición, donde la oposición tiene la oportunidad de tender puentes con los chavistas decepcionados y arrepentidos y, otra vez, no hay indicios que ello esté ocurriendo. La historia de la democratización indica que no hay transición a menos que la elite del campo autoritario se divida. La conocida historia de los duros y los blandos, los halcones y las palomas, eso ya está sucediendo y abre la oportunidad del cambio político.
Estas “traiciones” evidencian que el PSUV está perdiendo su lugar de partido hegemónico, un lugar dado no solo por ganar elecciones sino fundamentalmente por ser el generador de la interpretación dominante de la realidad, es decir, la narrativa que relata el orden natural de las cosas. La transición entonces no será de un partido a otro, como en una democracia normal, ni de un régimen a otro, como en el colapso de una dictadura militar. La que viene es una lenta transición de hegemonías. Y esa parte, incierta y riesgosa, ni siquiera ha comenzado. La oposición democrática debe comenzar a trabajar en ello.
Twitter @hectorschamis

Héctor E. Schamis
La división del chavismo
El País. Madrid, 30 de junio de 2014

Paulina Gamus: A veces llegan cartas

El título del bolero de Manuel Alejandro que hizo famoso Raphael y que interpretaron otros grandes de la canción romántica, viene al pelo en un país en que el género epistolar comienza a tener peso y protagonismo como nunca antes en los últimos quince años. Me atrevería, asumiendo el riesgo de la inexactitud, a prolongar ese lapso hasta toda la era democrática de Venezuela 1958-1998. En los comienzos de esas cuatro décadas las cartas eran manuscritas o redactadas con máquinas de escribir manuales primero y luego eléctricas. Como el servicio de correos venezolano nunca fue un ejemplo de eficiencia y puntualidad, había que tener la precaución de entregarlas en mano si es que la misiva en cuestión tenía una importancia capital. El correo electrónico fue la tabla de salvación: se podía amar, detestar, odiar, pedir matrimonio o su disolución, iniciar o cortar una relación de amistad, opinar, chismear, negociar, mentir y hasta estafar con solo un correo electrónico. Las cartas, lo que se llaman cartas, dejaron de tener distinción y estilo. Nunca sería lo mismo emailear si es que el barbarismo se admite, la inmediatez del correo electrónico le restó personalidad y glamour a la epistolografía.
Durante la égida chavista se pusieron de moda las cartas abiertas que dirigentes de la oposición o simples ciudadanos enviaban al comandante en jefe, a sus ministros y a otros funcionarios. En realidad eran actos de catarsis o desahogo porque jamás, que se sepa, alguno de los receptores acusó el más mínimo recibo. Recordemos que una de las citas más manoseadas por el difunto fue “aquila non capit muscas”, por lo que siendo moscas todos quienes adversábamos al caudillo inmortal, su manera de aplastarnos con un manotazo era ignorarnos. Viajó Hugo Chávez a la eternidad sin boleto de retorno y dejó como heredero de su magna obra a Nicolás Maduro. Casi de inmediato a éste le llovieron cartas abiertas de sindicatos, gremios profesionales, empresarios, presos políticos, familiares de los presos, ONG y un sinfín de instituciones e individualidades. Todos en reclamo de sus derechos y con petición de buscar soluciones al desastre de hospitales, cárceles, servicios públicos, injusta administración de la justicia, violaciones de los derechos humanos, escasez de medicinas, sequía de divisas para la importación de lo más elemental y todos los etcéteras derivados del país en ruinas que recibió como herencia el hijo putativo.
Aunque este nuevo presidente era mucho menos águila que el de cujus, siguió con la práctica de ignorar las epístolas de las moscas. En el habla popular venezolana pistola no es solamente el arma que usan los delincuentes vernáculos para asesinar cada semana entre 150 y 200 personas, sino también una manera de descalificar a otro por tonto o insignificante. Suponemos que cada vez que alguien le anunciaba a Nicolás Maduro que había recibido una epístola de las que ya hemos hablado, él desde su vasta cultura respondía ¿Y quién es el pistola esta vez?
Pero, “a veces llegan cartas con sabor amargo, con sabor a lágrimas, a veces llegan cartas con olor a espinas que no son románticas…… a veces llegan cartas que te hieren dentro de tu alma”. Así, casi como un plagio del bolero de Manuel Alejandro, fue la carta pública que le movió el piso no solo al heredero del desaparecido líder sino a todo su tinglado revolucionario y político partidista. Un tipo extraño, de mirada malévola y sonrisa burlona, llorón cuando Chávez lo desechaba y más llorón cuando lo recogía, un marxista-leninista-estalinista que diseñó a conciencia durante tres lustros, la destrucción de la economía venezolana, un fanático que con sus consejos al líder transformó una próspera nación petrolera en un remedo de Haití o de cualquier miserable país africano, un sujeto que no tuvo empacho en decir en una reunión de gabinete, que la revolución necesitaba tener muchos pobres para sostenerse; ese espécimen fue quien escribió la carta abierta más abiertamente revulsiva de todas las que se hayan escrito en estos últimos quince años.

La epístola que pretende descalificar a Maduro como carente de liderazgo e indigno del legado de Chávez, es además la confesión descarnada de todos los delitos que el finado presidente comandante y su entorno cometieron para sostenerse en el poder y la complicidad del remitente con el robo descarado de 20.000 millones de dólares que se perpetró con la tramitación de divisas. Lo sabía, siempre lo supo, lo denuncia en la carta pero se cuida de identificar a los culpables.
¿Habría escrito esa carta Jorge Giordani si no lo destituyen? ¡Jamás! Henrique Capriles acuñó en su campaña electoral de abril de 2013, el calificativo de enchufados para aquellos que se han aprovechado indebidamente y se han lucrado con el ejercicio del poder gracias al socialismo del siglo XXI. Chávez los destituía, los humillaba pero ellos permanecían en silencio e incrementaban su servilismo y adulación. Sabían que el comandante era experto en reciclar desechos sólidos. Botados de un cargo aceptaban cualquier otro del nivel que fuese con tal de seguir en la movida. La vez Chávez botó a Jorge Giordani, dijeron los cercanos que el hombre entró en profunda depresión y se encerró en su casa sin dejarse ver por nadie hasta que el ídolo lo llamó de nuevo para que continuara con su plan de liquidar la iniciativa privada, sustituir la producción nacional por economía de puertos, expropiar empresas productivas para transformarlas en chatarra, cerrar casas de bolsa y hacer presos a sus directivos para que el dólar negro se elevara a la estratosfera y se incrementaran los negociados ilegales. En fin, hacer todo lo necesario para que floreciera el enriquecimiento corrupto de unas cuantos y el país quedara en la miseria, endeudado con medio mundo y sin divisas para importar los insumos más indispensables.
Esta vez Giordani no permaneció mudo como aquella cuando Chávez lo marginó, sabía que tarde o temprano el hombre al que mareó con su marxismo trasnochado lo llamaría de nuevo. Escribió y publicó la carta con sabor a espinas para que hiriera a Maduro dentro del alma, porque intuyó que su destitución del cargo de ministro de Planificación, directivo del Banco Central de Venezuela y de la petrolera estatal PDVSA, era definitiva. Pretendió darle a su destitución un barniz ideológico —la revolución herida por la contrarrevolución— cuando la verdadera causa es que Maduro debe elegir entre salvar su pellejo o continuar por el despeñadero socialista de factura cubano castrista. ¿Salva el pellejo Maduro con la salida de Giordani? ¿Ha sido el llamado “monje loco”, el único responsable del tsunami revolucionario que ha sumido a Venezuela en la inopia? Esta historia apenas comienza.

Paulina Gamus
A veces llegan cartas
El País. Madrid, 30 de junio de 2014

Armando Durán: Parálisis nacional

“¡Máxima lealtad!”. La semana pasada, esto le exigió a gritos Nicolás Maduro a los miembros de las Unidades de Batalla Hugo Chávez. Evidentemente, porque percibía a su alrededor señales muy estridentes de deslealtad. Luego denunció la postura contrarrevolucionaria de hombres que fueron de la confianza de Chávez, como Jorge Giordani y Héctor Navarro, a quienes acusó de haber traicionado la revolución. Al mismo tiempo, el TSJ sentenció que el mundo militar, apolítico por imperativo constitucional, estaba desde ese instante autorizado a participar y militar abiertamente en las actividades partidistas. Último aldabonazo presidencial, por ahora, fue el anuncio de que entre el 1° y el 15 de julio se va a revisar y reestructurar todo el gobierno, de punta a rabo. En función, por supuesto, de la lealtad de cada quien a Maduro.

El mensaje resulta aterrador. Por una parte, advierte que quien de ahora en adelante se aparte un ápice de la línea oficial del “madurismo” correrá idéntica suerte que la de Navarro, sumariamente expulsado del reino de los cielos por solidarizarse con Giordani. Por la otra, que esta purga a fondo debe concluir antes del 23 de julio, día en que se instalará el III Congreso del PSUV. Las dos caras de la misma moneda, que no es otra que afianzar a Maduro y su Alto Mando Político de la Revolución en el mando absoluto de Venezuela.

No se trata de un objetivo nuevo. Hace un año, de la mano de Nelson Merentes y Rafael Ramírez, con la intención de frenar el vertiginoso colapso de la economía y el comercio que ya amenazaba al régimen seriamente, estuvo a punto de hacerlo. Para eso sustituyó a Giordani, el principal culpable del disparate, por Merentes, y trató de formalizar una alianza utilitaria con el Grupo Polar y otros representantes emblemáticos del sector privado de la economía. “Yo a gobernar y ustedes a producir”, les dijo, pero el ala izquierdista del PSUV se opuso firmemente. Para ellos esa oferta constituía un grave paso en falso y, al tener éxito en su propósito desalentador, durante estos penosos meses que han transcurrido desde entonces, el país sencillamente entró en una peligrosa espiral de ingobernabilidad. Sus consecuencias inmediatas están a la vista: protestas callejeras que no cesan desde el 12 de febrero, reducción de la MUD, como cómoda alternativa de la oposición más resignada, a una referencia remota, casi literaria, sin futuro concreto, y la progresiva parálisis del país, con la dramática opción a corto plazo de una suspensión de pagos. Dentro y fuera del país.

Mientras tanto, aquí seguimos. Cada día peor. La inflación ya se ha hecho asfixiante, la escasez afecta casi todos los bienes y productos que consumimos, se acabaron los dólares para sostener la absurda política de importarlo todo y destruir así el aparato productivo del país. Hasta propiciar el desgaste de los lazos invisibles del pacto social que le ha permitido a la sociedad no precipitarse en un desorden sin remedio y en el caos. En el fondo, una situación de incertidumbre y angustia colectiva total, perfectamente ilustrada por el apagón que el pasado viernes 27 de junio sumió a más de 70% de la población en la más ominosa oscuridad de la era republicana. Sin luz, sin agua, sin comida. Sin nada. Y, lo que es peor, incluso sin esperanza.

Ante esta súbita y estéril lucha entre dos facciones irreconciliables del chavismo, la única novedad política de la actualidad, surge una duda inquietante. ¿Qué camino emprenderá el país a partir de agosto? ¿El que señalan los comunistas utópicos y radicales que se aferran a las anacrónicas políticas del socialismo real como si en realidad esa práctica pudiera conducirnos, como sostenía Chávez, al mar de la felicidad? ¿O el que de pronto proponen otros comunistas, pero que no lo son tanto, y que de algún modo se inclinan por las bondades pragmáticas de la prudencia, de un oportuno paso atrás y hasta de la presencia en Venezuela del Fondo Monetario Internacional? Por otra parte, resulta conveniente percatarnos de que no obstante esta aparente confrontación ideológica, la división de un chavismo que la muerte de Chávez dejó sin rumbo cierto no es en verdad un debate ideológico. Cualquier observador medianamente atento se da cuenta de que lo que se disputará en este III Congreso del PSUV es el poder político por venir. En el partido y en el gobierno. De ahí la carta denuncia de Giordani, la rebelión de Aporrea y la arremetida de los chavistas más ortodoxos y críticos de Maduro, aprovechando la catástrofe de los últimos años y la incapacidad de su gobierno para resolver una crisis, originada en tiempos de Chávez, que amenaza ahora con llevárselo todo por delante.

De ahí las patadas de ahogado de Maduro por ejercer un control total en la selección a dedo de los delegados al congreso, su afán por silenciar las voces disidentes que estos días ocupan hasta las primeras páginas de la prensa venezolana todavía libre, y sus patéticos esfuerzos por alterar la composición de las fuerzas que finalmente quizá se vean las caras en el congreso.

A estas alturas del proceso, sin embargo, los cambios de última hora que se propone introducir Maduro en la estructura de poder del régimen para abandonar la política bakuniana de tierra arrasada aplicada por Chávez desde 1999 con el propósito de destruirlo todo para después construir la revolución sobre las ruinas del pasado y del presente, no alterarán el destino final del segundo gobierno chavista. A Maduro se le acabó el tiempo y no cuenta con fuerza política capaz de movilizar al país en otra dirección. Tampoco las pretensiones radicales de quienes se aferran al comunismo tal como lo entendían Lenin y Stalin tienen la menor posibilidad de rescatar a Venezuela y devolverles a las masas otrora chavistas su disposición al sacrificio y la lucha. Este choque de dos imposibilidades, ajenas por completo a las necesidades de la población, tendrá otros efectos. El principal de ellos, agudizar la insoportable parálisis de un país cada día más confuso y trastornado, y esta sensación de vacío, tal como afirma Giordani con mucha razón, que invade el alma exasperada de todos los venezolanos, y que también a gritos exigen, no lealtad, como hizo Maduro a gritos la semana pasada, sino que alguien o algo ponga al fin orden en la casa. Con eso bastaría por ahora.

Armando Durán
Parálisis nacional
El Nacional. Caracas, 30 de junio de 2014

Eduardo Semtei: Pláticas telepáticas con el monje trasnochado

—Estimado profesor Giordani ¿Lo puedo llamar profesor? 

—Sí puede. Ser calificado de traidor y de ser jefe de la banda de la izquierda trasnochada y retrógrada no son precisamente rosas y claveles -Sí, no lo son para nada. Nunca me habían faltado el respeto de una forma tan vil, tan canallesca. Eso sí es una conducta trasnochada y retrógrada. Si el Magnífico, el Eterno, el Galáctico estuviera vivo, ese bigotudo, ignaro y simplón no se hubiese atrevido pero ni a sostenerme la mirada. Ahora se siente valiente, retador y desafiante, cuando no pasa de ser un muchacho de pueblo con deficiencias escolares notables y con urgentes necesidades de atención psicológica. Eso de hablar con pajaritos es una señal inequívoca de desorden mental.

— Ellos los llaman los viudos del atraso ¿por qué?

—Por ahora somos cuatro los Mosqueteros de la Decencia y la Honestidad. Navarro, Víctor, Ana Elisa y yo mismo. Pero pronto seremos mayoría. Yo confío en el pueblo chavista. Yo confío  en la historia. Yo confío en que soy superior a Maduro.  Era imposible permanecer callado ante tanta corrupción. Ante tanto despilfarro. Ante tanta indignidad. Ante tanto vicio. Debo citar algo, es obligatorio moralmente: Todas y cada una de las solicitudes de créditos adicionales, dizque para obras y misiones, aprobadas por la Asamblea Nacional presidida, por ese personaje tenebroso y siniestro, vienen con nombre y apellido

—¿Cómo es eso señor Giordani? 

—Es simple. En la rosca malvada y corrupta del gobierno, los créditos adicionales siempre son para pagar nuevas obras o nuevos contratos. Así que los viciosos, los pillos, primero contratan la obra y luego piden los recursos adicionales.

—¿Caramba, y eso no es delito?

—Coño Semtei usted  parece pendejo. ¿Qué vaina no es ilegal o delincuencial en los actuales momentos?  Yo mismo, yo mismito, Yo, Ego, frente al Tribunal de la Historia, acuso a los ex directores de Cadivi.

—¿A quiénes?

—A todos.  De haberse robado claramente más de 20.000 millones de dólares.  Ni uno sólo de esos militares de Cadivi, hoy generales, coroneles, teniente coroneles y hasta capitanes, que administraron millones y millones de dólares, centenares de millones, miles de millones, que los despilfarraron que los botaron, que los volvieron mierda, que se los robaron, ni uno sólo de ellos ha sido acusado. Ninguno de los diputados imbéciles o cómplices o desgraciados, como solía decir el Eterno, diputados cobardones como Sanguino ha dicho esta boca es mía. Es un mar de pus. Un océano de lixiviados. Un pozo séptico de almas putrefactas. Como bien apuntó Héctor Navarro en su desgarradora carta. Por qué no dicen quiénes son los contratistas franceses, esos que vienen de la empresa Total, a quienes les están entregando nada menos y nada más que todos los nuevos yacimientos y desarrollos de Pdvsa. Esos franceses asociados a Ramírez, al capitán aquel, al alcalde ese, al ministro tal, que además tienen marramuncias con Chacón, en materia de equipos y centrales eléctricas. Cuando estaba en las reuniones de la Directiva  de Pdvsa y aparecían esos miserables capitalistas, explotadores del pueblo, con ideas absurdas y Ramírez me quitaba el derecho a palabra  para dárselas a esos imperialistas, se me revolvía el alma, me sudaba el hígado, me sonaban las tripas. Que arrechera señor Semtei.

—Señor Giordani ¿y usted no es culpable de nada de esta debacle?

—De nada. Nadita de nada. Ni una pinguita. Yo lo tenía controlado todo. Centralizado. Organizado. Vigilado. Monitoreado. Nada se escapaba. 25 trimestres de crecimiento económico. Inflación de un dígito. Desempleo 5%. El país más feliz de la tierra. Casas para todo el mundo. Erradicación del analfabetismo. Salud  para todos. El Eje Orinoco-Apure. Trenes. Aviones. Barcos. Producción agrícola en expansión. Comida barata. Buenos sueldos. Tasa de cambio controlada. Grandes reservas internacionales. Una Isla de la Felicidad en Suramérica. Todo bien. Y se nos fue el Eterno. El Galáctico. El Perpetuo. Y llegaron estos trogloditas. Estos bichitos.

—Carajo Jorge, de verdad  que no recuerdo ese paraíso que tu describes.

—Claro señor Semtei. A usted lo compró el imperio. Pero debo confesar algo. Yo sé, yo mismo, Ego, que no le ganaremos la batalla a la Rosca  del Vicio. Que el Asambleísta, el Ministro y el alcalde,  esta trilogía del crimen, ese trío de la vergüenza, esa sociedad de peculado tienen la mesa servida, las cartas marcadas y la caja de los machetes, amén del billete del petróleo. Pero Héctor, Ana Elisa, Víctor y hasta el gafo de Nicmar que no tiene ni idea de qué coño está pasando, y Yo mismo, Ego, el Testigo de la Historia, hemos cumplido el deber ante el Eterno. El Galáctico. Y con eso tengo bastante. Ahora que se joda todo el mundo. Yo se los advertí. Lean mi carta. Luego la de Navarro. Luego la de Víctor. No recomiendo nada de Ana Elisa ni de Nicmar porque de ellos no se aprende nada. Lean y me escriben www.jorgegiordani.com o al Twitter @nosjodimosconramirez.

—Bueno, señor ministro, hasta luego.

—Adiós señor Semtei.

Eduardo Semtei
Pláticas telepáticas con el monje trasnochado
El Nacional. Caracas, 30 de junio de 2014.

Rafael Poleo: Todo sobre Diosdado




Rafael Poleo
Todo sobre Diosdado
El Nuevo País. Caracas, 30 de junio de 2014

Raúl Benoit: Amenazas de un antipatriota

No hay duda de que el chavismo está moribundo y en esa agonía se llevará a la tumba al socialismo del siglo XXI con todas sus imperfecciones y calamidades.

Nicolás Maduro es el sepulturero. Aplausos por eso y también por la cadena de errores que él, junto a Diosdado Cabello, otro payasito del circo chavista, cometen día tras día, desde que han gobernado si se puede llamar así, porque, ahí lo que hay es un desgobierno: caos, latrocinio y codicia, bajo la mirada cómplice de la OEA y de mandatarios latinoamericanos como Juan Manuel Santos de Colombia.

En Venezuela los opresores están tan ocupados en saquear las arcas del Estado que ignoran lo que sufre el pueblo: hambre, escasez y delincuencia auspiciada por el mismo desgobierno, que resolvió armar a la chusma para que sirviera de escudo protector que encubre sus transgresiones.

Están tan entretenidos en repartirse y ocultar la plata del pueblo en países extranjeros, que desconocen adrede que el descontento ciudadano, incluso en la base popular, ya contagió a los leales chavistas.

Maduro y su secuaz Cabello que está al acecho esperando la caída del bufón, amenazan a quienes expresan opiniones contrarias al régimen moribundo, como lo hizo contra el ex vicepresidente de Planificación Jorge Giordani, quien fue echado del cargo y al irse acusó a Maduro de no transmitir liderazgo y dar una sensación de vacío de poder. También Maduro amenazó a Héctor Navarro, exministro de Educación y Electricidad del Gobierno de Chávez, quien escribió una carta de apoyo a Giordani. Maduro habla de una “izquierda trasnochada” sin ver la viga en su propio ojo. Más arcaicas que sus ideas comunistas, estilo Castro-Cuba no existen.

Dice Maduro que la “izquierda trasnochada ataca en momentos en que el enemigo busca cortarnos la cabeza y destruirnos”. ¡Quien exige trozar esa cabezota del monstruo perverso comunista es el propio pueblo! Los venezolanos no quieren que el castrocomunismo los gobierne. Lo que padece el país suramericano es una grave traición a la patria.

Antipatriota es quien entregue el manejo del poder directa o indirectamente a extranjeros. Antipatriota es quien permita que militares de ejércitos foráneos controlen las fuerzas armadas. Antipatriota es quien encarcela a dirigentes por miedo a enfrentar una oposición útil y necesaria para que la democracia sea dinámica. Antipatriota es quien permita que sus matones asalten y asesinen al pueblo para mantenerse en el poder que usurpó.

Es inquietante que los venezolanos entren en un letargo, agotados de no ver resultados inmediatos, porque pudiese ser capitalizado por el régimen. Tal vez el mundial de fútbol disipó las manifestaciones temporalmente. Los venezolanos no deben dejar a sus jóvenes solos y es necesario que vuelvan a las calles pacíficamente para exigir cambio en el poder. Solo el pueblo tiene la fuerza para hacerlo.

Las amenazas de Maduro son un acto desesperado ante el sepulcro cercano del chavismo y el socialismo del siglo XXI. Si la historia hará un juicio será contra esos falsos libertadores que deberán ser juzgados no solo por traición a la patria, sino por fraude, narcotráfico y múltiples homicidios.

Raúl Benoit
Amenazas de un antipatriota
Diario Las Américas. Miami, 30 de junio de 2014

Justino Sinova: Venezuela en el túnel del tiempo

Ningún dirigente de una democracia ha sido considerado nunca por los periodistas el primer comunicador del país. A algunos se les ha reconocido su simpatía, su sentido del humor, su encaje de las críticas y hasta su transparencia. Pero Obama, Hollande, Rajoy, Merkel, Cameron y gente así, que se mueven bajo la vigilancia del ojo de la prensa, acaban a la fuerza acostumbrándose a los reproches de los medios y a algo más incómodo: la información exhaustiva sobre su gestión y en parte sobre su actividad privada. Es la consecuencia de hallarse la prensa y los políticos en espacios distantes y de entender la información como un servicio a los ciudadanos y, cuando llega el caso, un valor de autodefensa.
         Por eso suena como la constatación de una herejía un titular que dice "El ministro del Interior, mejor periodista del año", que se podía leer en la edición dominical de El Mundo, p. 38. El corresponsal Daniel Lozano informaba desde Caracas de la concesión por el llamado "Movimiento Periodismo Necesario" del premio de comunicador del año al general Miguel Rodríguez Torres, ministro venezolano del Interior, "encargado de reprimir las protestas que durante meses convulsionaron al país". Y luego notificaba que el presidente del país, Nicolás Maduro, fue distinguido también con una mención especial como "comunicador alternativo por su destacada labor en Twitter".
         El Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa (SNTP) no tardó en salir a denunciar que (copio de la crónica de Lozano) lo único que se puede celebrar en el periodismo venezolano es "haber soportado de pie la censura y los chantajes del poder político o económico" en el peor año para la profesión en las últimas décadas. Las cifras que resumen los tres meses de protestas así lo confirman: 231 agresiones contra 165 trabajadores de la prensa, el 65% realizadas por militares o policías, 22% por manifestantes y 13% por paramilitares. "Frente a estas agresiones, prevalece la impunidad. Ni uno solo de los casos denunciados ante la Fiscalía ha sido investigado", detalló Marcos Ruiz, secretario general del SNTP.
         La herejía de premiar a los gobernantes enemigos de la información, que en realidad consiste en que ellos se autopremian, resulta insolente y grosera pero es tan vieja como la historia. Entre nosotros evoca, por no remontarnos a otras épocas, los manejos del franquismo para someter a la Prensa, que no se limitaron a una ley de estricto control de la actividad periodística sino que obligaron a la profesión a la sumisión política. Franco fue galardonado en 1949 con el carnet de periodista número uno y dijo de él quien ostentaba la llamada Dirección General de Prensa que era un periodista que "honra la profesión". Por supuesto, ni un solo periódico pudo mostrarse ni suavemente crítico sino necesariamente entusiasta.
         Pero ahí no acabó la historia de esta herejía antecedente. El ministro del Interior, a la sazón Ramón Serrano Súñer, fue inscrito en el segundo lugar del Registro Oficial de Periodistas. Qué pasión la de los ministros del Interior de las dictaduras para procurarse un disfraz. Y el número tres fue concedido a José Luis de Arrese, ministro del partido único, y, ya puestos, el número cuatro fue a recaer en Gabriel Arias Salgado, que era el segundo de Arrese y que sería dos años después el ministro de Información encargado de la censura.
         Tampoco acaba en esto el viaje del régimen chavista por el túnel del tiempo hacia el régimen franquista pues aplica una de las medidas que inventaron por aquí en los años cuarenta para someter a la prensa: el reparto de papel de imprimir, para premiar a los buenos y castigar a los díscolos. "Maduro -sigo citando la crónica de Lozano- ha perfeccionado el modelo de hegemonía comunicacional heredado de Chávez a través de dos políticas maquiavélicas: la compra de medios de comunicación (...) y las restricciones para importar papel, que han forzado el cierre de varios medios y han llevado a los otros diarios independientes a sufrir una anorexia demoledora. "Los únicos medios que no tienen problemas de papel son los que ha comprado el Gobierno. Basta que compre un medio, que se arrodille, para que empiecen a fluir las divisas", denunció Miguel Henrique Otero, presidente editor de El Nacional".
         Y aún hay quien sostiene que la Venezuela chavista es una democracia.

Justino Sinova
Venezuela en el túnel del tiempo
El País. Madrid. 30 de junio de 2014