Ningún dirigente de una democracia ha sido considerado nunca por los periodistas el primer comunicador del país. A algunos se les ha reconocido su simpatía, su sentido del humor, su encaje de las críticas y hasta su transparencia. Pero Obama, Hollande, Rajoy, Merkel, Cameron y gente así, que se mueven bajo la vigilancia del ojo de la prensa, acaban a la fuerza acostumbrándose a los reproches de los medios y a algo más incómodo: la información exhaustiva sobre su gestión y en parte sobre su actividad privada. Es la consecuencia de hallarse la prensa y los políticos en espacios distantes y de entender la información como un servicio a los ciudadanos y, cuando llega el caso, un valor de autodefensa.
Por eso suena como la constatación de una herejía un titular que dice "El ministro del Interior, mejor periodista del año", que se podía leer en la edición dominical de El Mundo, p. 38. El corresponsal Daniel Lozano informaba desde Caracas de la concesión por el llamado "Movimiento Periodismo Necesario" del premio de comunicador del año al general Miguel Rodríguez Torres, ministro venezolano del Interior, "encargado de reprimir las protestas que durante meses convulsionaron al país". Y luego notificaba que el presidente del país, Nicolás Maduro, fue distinguido también con una mención especial como "comunicador alternativo por su destacada labor en Twitter".
El Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa (SNTP) no tardó en salir a denunciar que (copio de la crónica de Lozano) lo único que se puede celebrar en el periodismo venezolano es "haber soportado de pie la censura y los chantajes del poder político o económico" en el peor año para la profesión en las últimas décadas. Las cifras que resumen los tres meses de protestas así lo confirman: 231 agresiones contra 165 trabajadores de la prensa, el 65% realizadas por militares o policías, 22% por manifestantes y 13% por paramilitares. "Frente a estas agresiones, prevalece la impunidad. Ni uno solo de los casos denunciados ante la Fiscalía ha sido investigado", detalló Marcos Ruiz, secretario general del SNTP.
La herejía de premiar a los gobernantes enemigos de la información, que en realidad consiste en que ellos se autopremian, resulta insolente y grosera pero es tan vieja como la historia. Entre nosotros evoca, por no remontarnos a otras épocas, los manejos del franquismo para someter a la Prensa, que no se limitaron a una ley de estricto control de la actividad periodística sino que obligaron a la profesión a la sumisión política. Franco fue galardonado en 1949 con el carnet de periodista número uno y dijo de él quien ostentaba la llamada Dirección General de Prensa que era un periodista que "honra la profesión". Por supuesto, ni un solo periódico pudo mostrarse ni suavemente crítico sino necesariamente entusiasta.
Pero ahí no acabó la historia de esta herejía antecedente. El ministro del Interior, a la sazón Ramón Serrano Súñer, fue inscrito en el segundo lugar del Registro Oficial de Periodistas. Qué pasión la de los ministros del Interior de las dictaduras para procurarse un disfraz. Y el número tres fue concedido a José Luis de Arrese, ministro del partido único, y, ya puestos, el número cuatro fue a recaer en Gabriel Arias Salgado, que era el segundo de Arrese y que sería dos años después el ministro de Información encargado de la censura.
Tampoco acaba en esto el viaje del régimen chavista por el túnel del tiempo hacia el régimen franquista pues aplica una de las medidas que inventaron por aquí en los años cuarenta para someter a la prensa: el reparto de papel de imprimir, para premiar a los buenos y castigar a los díscolos. "Maduro -sigo citando la crónica de Lozano- ha perfeccionado el modelo de hegemonía comunicacional heredado de Chávez a través de dos políticas maquiavélicas: la compra de medios de comunicación (...) y las restricciones para importar papel, que han forzado el cierre de varios medios y han llevado a los otros diarios independientes a sufrir una anorexia demoledora. "Los únicos medios que no tienen problemas de papel son los que ha comprado el Gobierno. Basta que compre un medio, que se arrodille, para que empiecen a fluir las divisas", denunció Miguel Henrique Otero, presidente editor de El Nacional".
Y aún hay quien sostiene que la Venezuela chavista es una democracia.
Justino Sinova
Venezuela en el túnel del tiempo
El País. Madrid. 30 de junio de 2014