martes, 21 de abril de 2015

Manuel Malaver: ¿De verdad Datanálisis cree que el apoyo a Maduro está en alza?

Lógico que en un año de elecciones las encuestadoras empiecen a salir de sus guaridas y, como los cangrejos después de las primeras lluvias de invierno, a otear dónde están los clientes que no permiten caer un negocio que, por lo general, es rentable.
En estos días nadie es más atractivo para hundir o reflotar que Maduro, jefe de un gobierno que, no solo es dueño del total de las divisas que ingresan al país, si no responsable de la crisis de desabastecimiento que tiene a 28 millones venezolanos al borde de la hambruna.
Realidad que está perfectamente reflejada en el dato de la última encuesta de “Datanálisis”, de que el gobierno tiene un 65 por ciento de desaprobación y que ocho, de cada 10 consultados, creen que la situación del país “es negativa”.
Donde empiezan a cazarse las “inconsistencias” de la encuesta, son en los índices que revelan los niveles de aprobación o desaprobación del presidente, pues, según Datánalisis, mientras más claro resulta que Maduro es el principal responsable de la crisis, más lo quiere la gente.
De modo que, si el exlíder autobusero quisiera alcanzar picos de popularidad del 80 y el 90 por ciento, lo que tendría que hacer es convertir al país en un solo lamento por comida y medicinas, en plegarias para escapar a la saña del gobierno y el hampa, y ahí si es verdad que podría proponerse hasta como candidato ad honoren en las próximas elecciones norteamericanas.
“A fines del año pasado, Maduro tocó un mínimo del 22, 8 por ciento” y a principios de marzo la aprobación fue de 24, 7 por ciento”.
En otras palabras, que tres puntos que una encuestadora seria hubiera dejado en “el margen de error” y no en una sensación de alza que atrae sobre “Datanálisis” todo tipo de sospechas.
Seguramente injustas y por eso señores Gil Yépez y León, no lo sean con el sentido común de los venezolanos.


Manuel Malaver
¿De verdad Datanálisis cree que el apoyo a Maduro está en alza?
Diario de Caracas. Caracas, 21 de abril de 2015

Ángel Oropeza: El madurocabellismo…¿en fase terminal?

Pocas cosas son tan evidentes de la decadencia de la autoridad como el intento de sustituir a esta última por los gritos y las amenazas. Un buen padre no necesita amenazar a sus hijos, si está seguro de su autoridad  y de contar con su respeto y afecto. Uno sabe cuándo un gobierno es débil, en la medida que incrementa la represión sobre los ciudadanos, y hace de la intimidación y el miedo su última esperanza de control social.
Esta recurrencia a la amenaza produce, ciertamente, efectos en algunos sectores de la población, quienes sienten acrecentar su desesperanza y creen, erróneamente, que los ladridos son evidencia de fortaleza. Hay que recordar que los perros también ladran por miedo.
La represión y la amenaza son los últimos extremos de la cadena de control social. Cuando se recurre a ellos es porque ninguno de los mecanismos que usualmente se usan en democracia –basados en la obediencia voluntaria y en la “autoritas” de los gobernantes– funcionan. Ante la carencia de estos últimos, la única opción para obtener acatamiento es el uso de la fuerza y el miedo.

De un tiempo a esta parte, cada vez que el madurocabellismo abre la boca lo hace para amenazar. La otrora exitosa seducción chavista ha devenido en un decadente rosario de bravatas cuartelarias, que imploran provocar miedo y desmovilización. La última semana ha sido particularmente gráfica en este aspecto: desde los anuncios de Maduro de que ahora sí se va a radicalizar, y que todo el que “conspire” (lo que se traduce por “piense distinto”) irá a la cárcel, hasta la pretensión inconstitucional de Cabello de eliminar la elección popular de los diputados al Parlatino, simplemente porque los números le auguran una estrepitosa derrota. Todo esto acompañado, por supuesto, por persecución y ataques violentos de sectores armados a actividades políticas y de movilización popular de militantes y dirigentes de la alternativa democrática, y por mensajes de desesperanza y amenaza dirigidos al resto de la población.
La recurrencia a la represión y la violencia como mecanismo de control de la ciudadanía es un rasgo distintivo que evidencia lo que llama Fernando Mires la fase de declive del fascismo como modalidad de dominación. En esta etapa terminal –o fase del “gansterismo político” como lo denomina el filósofo chileno– los gobernantes acuden a la violación metódica y continua de la Constitución con el objetivo de fortalecer su poder y sus privilegios. Es el caso de nuestro país, donde –de nuevo citando a Mires– la política ha vuelto bajo el madurocabellismo a su condición primitiva: la del imperio de la fuerza bruta. 
Ahora bien, el hecho que el madurocabellismo haya entrado en su fase de declive no significa que pueda predecirse su fin, ni siquiera que no pueda mantenerse artificialmente en el tiempo a pesar de su estado agónico.  El calificativo “terminal” no hace referencia a una realidad cronológica sino a una condición situacional, asociada con el desgaste de la autoridad,  la declinación de los apoyos populares, y el ocaso de la emoción que caracterizaba los inicios del actual modelo político.
La pregunta es, entonces, ¿qué hay que hacer? Las condiciones históricas indican que esto va a cambiar, pero no cambia solo y la dirección del cambio no está determinada. Ni cuándo. Por tanto, lo que hay que hacer en esta fase terminal es reforzar y acelerar el trabajo de la micropolítica, esa que nos debe llevar, donde quiera que estemos y nos movamos, a asumir la tarea de ayudar a transformar el enorme descontento social que hoy existe en fuerza política. Sin ese transitar por el arduo camino de la organización popular no hay cambio posible. Hay que ser inteligentes, perseverantes y sobre todo no errar el objetivo. Ello pasa, por ejemplo, por no prestarse al juego del gobierno y caer en la estupidez de torpedear la necesaria unidad de los factores de oposición. El costo de tal error puede ser tan caro, que se convierta en el oxígeno que tanto necesita un gobierno en fase terminal. 


Ángel Oropeza
El madurocabellismo…¿en fase terminal?
El Nacional. Caracas, 21 de abril de 2015

Claudio Nazoa: Amo Estados Unidos

Amo a Estados Unidos igual que lo hace Raúl Castro, claro, no tanto como él que está loco por vivir allá. Millones de personas intentan radicarse allí no solo por las oportunidades, sino porque los estados que componen la unión son tan diferentes como bellos e interesantes.
A pesar de mi amor por este superpaís, no me canso de decirles a los desesperados que piensen bien su exilio voluntario. Vivir fuera no es fácil. No. Es dificilísimo.
Futuros emigrantes: recuerden que nunca se sentirán mejor que en Venezuela, país dolorosamente destruido, inseguro y quebrado, pero amado y nuestro. La verdad, y es bueno aceptarlo, es que en ninguna parte nos están esperando. A donde lleguemos, a menos que sea un hotel o una casa propia, vamos a molestar a quienes por hipocresía, por vergüenza o por no saber decir que no, alguna vez nos invitaron. Pasamos de ser bienvenidos a estorbar y, finalmente, a pelear, porque aunque sea familia, a nadie le gusta tener gente en su casa por más de una semana.
En Estados Unidos no hay amigos como aquí. En Venezuela, cada cinco minutos tienes un nuevo gran amigo que no sabes cómo se llama, pero que te adora y hasta es capaz de brindarte un café, una cerveza, una arepa y hasta su casa.
Si en Miami no tienes carro, es mejor no ir. Todo queda lejíiiiiiiisimooooo, aunque esté cerca, y lo peor, nunca se ve a nadie caminado por las calles. Si te extravías, quizás pases el resto de tu vida pelando bola porque no hay a quién preguntarle una dirección, y si encuentras a alguien, no te la dirá porque no podrá comprender cómo es posible que no tengas un GPS.
Si en Estados Unidos un venezolano quiere conquistar a una mujer, pueden pasar tres cosas: que lo lleven preso por acoso sexual al intentar brindarle un trago a la dama; que ella le haga caso y que él, por no hablar inglés, descubra que la joven no era una muchacha sino un muchacho, razón por la que, al final, optará por lo más sano, económico, sensato, triste y probable: hacer el amor… pero consigo mismo.
Y volviendo al tema, Obama ha demostrado ser un excelente domador de fieras y de animalitos menores de derecha y de izquierda. Y hablando de animales, a su carro lo llaman La Bestia. Primera vez que una bestia es el carro y no el presidente, como ocurre en otros países.
Emigrantes, a donde vayan se van a fastidiar, aunque conseguirán papel tualé y leche. La moneda es el dólar o el euro, lo malo es que conseguirlos es dificilísimo, ¡igual que aquí!

Claudio Nazoa
Amo Estados Unidos
El Nacional. Caracas, 20 de abril de 2015