martes, 17 de febrero de 2015

Manuel Aguilera: Lo que le sobra a Leopoldo

Huevos. Algo tan escaso entre la clase política de Venezuela pero también en la de cualquier otro país. Porque no son tantos los que se enfrentan a la injusticia caiga quien caiga (incluidos ellos mismos). Leopoldo López merece que en este día recordemos especialmente que tuvo el arrojo de salir a la calle a protestar los abusos del chavismo sabiendo que pagaría un elevadísimo precio personal por ello.
Hoy 18 de febrero se cumple un año del encarcelamiento del opositor venezolano Leopoldo López y tanto su valor como su determinación siguen intactas. A alguien –yo he oído a muchos compatriotas suyos decirlo- les pudo parecer un inconsciente. “Tenía que haber evitado que lo apresaran… Mejor estaría en Miami… Nunca le van a soltar”.
Lo cierto es que han pasado 365 días y Leopoldo sigue encerrado en un país que se autodenomina democrático, lejos de su esposa y sus hijos. Soportando el ruidoso silencio de una comunidad internacional que mira para otro lado. ¿Cuáles son los delitos de los que se le acusa? ¿Sobre qué están sustentados? A nadie parece importarle pero Leopoldo no cede. Aguanta por huevos.
Hay otro mucho más cobarde, que se escuda en su poder, en las armas y en la capacidad de cerrar la boca a los medios, que vive en un palacio. Su espeso bigote no le deja ver la realidad pero la historia con mayúsculas está llena de historias con minúsculas que tienen como protagonistas a un cobarde que vive en un palacio y un valiente que agoniza aparentemente en una mazmorra. La historia, la de América Latina, nos enseña que al final siempre hay un intercambio de viviendas.
Dicen que en esta región para ser presidente hay que pasar por la cárcel. Leopoldo ya cumple el requisito. Me cuentan que desde niño ya soñaba con ser el inquilino de Miraflores para servir a su país. Y parece que lo va a conseguir. Por huevos.

Manuel Aguilera
Lo que le sobra a Leopoldo
The Objective. Madrid, 18 de febrero de 2015

Asdrúbal Aguiar: Maduro, un error de la historia

Al afirmar que Maduro es un error y no decir, mejor, sobre su comportamiento errático, lo hago para deslindar culpas.
Hablar de comportamiento errático implica un hacer, que al final termina en una suma de equivocaciones. Pero por lo visto, lo que no hay siquiera hasta el presente, en Maduro, es lo primero, el hacer. Habla y habla, peor aún sin ángel ni carisma. Y su credibilidad rueda por los pisos y se empeña en que lo vean, sobre todo los suyos, como un error histórico.
Cabe decir, incluso así, que si Maduro es un error, él deriva de otro, el de su causante o progenitor político, Hugo Chávez Frías. ¿Acaso mal aconsejado por los hermanos Castro?, no lo creo. Sabemos que en su deshacer político priva la altanería, creerse un iluminado (como lo afirma Fidel en 1998). Y quienes en política sufren de ese mal de alturas a nadie oyen, menos escuchan.
Maduro, en fin, es un error pues obtiene la presidencia por vía testamentaria, haciendo mudar la Constitución por esa escribanía a su servicio que es la Sala Constitucional. Sus adversarios en casa, en primer término los desconocidos como herederos por Chávez, dicen que todo es culpa del Maduro, por dilapidar la herencia. Y la verdad es que se trata de una herencia envenenada que el heredero recibe sin condiciones, sin declarar que la acepta a beneficio de inventario. Y ese es su primer error.
De modo que no siendo culpable sí lo es, por su falta para desnudar la herencia recibida ante el país y sus revolucionarios de utilería. Luis Herrera, al obtenerla dijo sin ambages recibir un país hipotecado; no obstante lo cual la opinión le cobra el viernes negro. Pero así son las cosas en la política, y sus miserias.
En el caso de Maduro cabe agregar, no obstante, que si bien es el heredero que carga con la mala herencia de su progenitor político, estuvo allí a su lado, más cerca que cualquier otro, forjando ese patrimonio público que transforman ambos en queso gruyere. Fue diputado, jefe parlamentario, cabeza de la Asamblea tanto como la primera combatiente (la primera dama), canciller perpetuo por encima del tiempo de duración de sus pares, en fin vicepresidente. Lo que al cabo permite decir que es heredero de sí mismo, de la obra mala que junto a su jefe procura para tragedia de Venezuela.
Quiero decir con esto que por ser un error, Maduro persiste en lo que es, sin propósito de enmienda. Mal puede explicarle a los venezolanos, menos a nuestros observadores extranjeros, el milagro al revés que hace la Revolución Bolivariana. Trae esta al suelo patrio los lingotes de oro de la república – único soporte real para acceder a algún empréstito de emergencia – y a la vez se traga 1.176 millones de millones de dólares, dejando como saldo ruinas por donde se mire.
De modo que, la contumacia reactiva de estos días, obra de sus culpas y omisiones propias y ajenas, lo lleva a hablar de guerras económicas e intentos de golpe que acaso son partos de viento. E imagina un supuesto tucán artillado que viene desde el extranjero para acabar con su herencia de hilachas, mostrando, antes bien, la miseria igual de nuestra aviación. ¡Ya ni aviones tiene, y ha de acudir a agencias de alquiler para rentar un equipo que le permita expulsar del Palacio de Misia Jacinta a su inquilino de circunstancia, el error de Maduro!
Sigue errando, en fin, sigue acumulando torpezas por no saber y menos poder darle al timón de la república un golpe de timón que la saque de su atolladero, de su barrena.
La guerra económica y los golpes de imaginación no llenan anaqueles en los mercados y farmacias. Sólo se resuelve el asunto cambiando de modelo, enterrando la antigualla de fracasos que es el comunismo del siglo XXI.
El aparato productivo y comercial, lo sabe Maduro, es un cementerio, consecuencia de las políticas de confiscación y expropiaciones sistemáticas que junto a Chávez ejecutó a la manera de un paredón virtual; como el levantado por sus malos consejeros, los Castro, en La Habana de los años ’60, cuando asesinaron a 8.160 cubanos opositores. Son el Raúl y el Fidel quienes hoy, viendo lo que nos pasa, ponen pies en polvorosa.
Lo cierto es que mientras Maduro caza brujas, la inflación vuela por la estratósfera, y no hay dólares para comprar lo que se necesita y urge para sobrevivir. Los pocos que hay rompen la barrera oficial de 170 bolívares, según el Banco Central, incrementando la carestía y la escasez. Al paso, si la actividad criminal se disparó desde 1999, dándonos el honor de ser el país más violento del Occidente, no cabe imaginarla sino enloquecida para lo sucesivo, en medio del cuadro de orfandad en que se encuentra la nación, un rompecabezas.
Los errores se corrigen y quien no lo hace sufre sus consecuencias. Es lo que lo que le ocurre a Maduro, un craso error del chavismo.


Asdrúbal Aguiar
Maduro, un error de la historia
Diario Las Américas. Miami, 17 de febrero de 2015

Andrés Cañizález: La guerra de Nicolás Maduro

En cuestión de días el presidente Nicolás Maduro denuncia una guerra económica y poco después un intento de golpe de Estado. La guerra principal del gobierno, en verdad, es en contra de la información. De forma sistemática el presidente Maduro presenta una supuesta realidad que nada tiene que ver con lo que vivimos los venezolanos, asfixiados por una crisis que se manifiesta en una nefasta combinación de alta inflación y desabastecimiento.
El principal responsable de la tragedia que vive hoy Venezuela es Hugo Chávez: lo que tenemos hoy es la herencia directa de más de una década de expropiaciones, ataque a los empresarios locales, el montaje de un sistema corrupto de importaciones masivas, la política de controles y de falta de libertades para la empresa privada. La conjugación de los problemas que tenemos hoy son el resultado directo del modelo que implantó Chávez pero que Maduro no tendrá el guáramo de cambiar. Maduro ha perfeccionado la mentira como herramienta de la comunicación gubernamental. Por eso la guerra de Nicolás Maduro es contra la información.
El Estado es responsable de la producción de 40% de harina de maíz precocida, pero todo el foco de responsabilidad se coloca en la empresa privada que produce el 60% restante, el cual es el que efectivamente llega a la mesa del consumidor venezolano. Al Estado, a través del presidente, le incomoda ver gente en cola en la red privada de comercios, pero las colas kilométricas están desde hace tiempo en la red pública de distribución de alimentos sin que hasta ahora se produjeran acusaciones penales contra los gerentes o directivos de esas redes oficiales. El Estado dice que hará 400.000 viviendas en 2015 cuando en verdad no pudo, en 2014, cumplir siquiera con su meta de 200.000 viviendas. Cuando el petróleo estaba por encima de 120 dólares el presidente Maduro decía que su gobierno estaba preparado para cualquier caída de los precios del crudo, hoy cuando no llega ni siquiera a los 50 dólares se hace notorio que el país no ahorró cuando había bonanza.
La lista de cómo se distorsiona la realidad es interminable. Los estudios de opinión van mostrando cómo los venezolanos, en un número cada vez mayor, no se están conectando con ese relato y están viendo que el responsable del desastre tiene nombre y apellido. Es tarea urgente, desde el punto de vista político, que una oposición unida y coherente le hable a ese país descontento y que ya no se cree los cuentos oficiales.
Volvamos al esquema de la guerra a la información. En estos días hay dos ejemplos palpables. Estalla un escándalo mundial con las cuentas en Suiza, y la investigación periodística cooperativa a nivel internacional pone sobre el tapete que Venezuela es el tercer país con mayor volumen de dinero en cuentas opacas en la filial suiza del consorcio bancario internacional HSCB. La respuesta oficial es rápida, activa el nuevo sistema cambiario y al día siguiente en los medios impresos del país el asunto de las cuentas en Suiza ya se había evaporado.
El día en que se pone la tasa para el llamado dólar marginal, arrancando este sus operaciones en 170 bolívares por cada dólar, lo cual tiene serias implicaciones para la dinámica económica nacional, el jefe del Estado denuncia un presunto golpe de Estado y con ello intenta copar la escena mediática. El presidente hace tremenda denuncia pero luego sigue, como si nada, con su transmisión televisiva, e incluso se pone a bailar. Otro detalle: hay un presunto plan militar para derrocar a Maduro y brilla por su ausencia, como vocero, el ministro de la Defensa.
Y así pasan los días en Venezuela.


Andrés Cañizález
La guerra de Nicolás Maduro
EL Nacional. Caracas, 17 de febrero de 2015

Rafael Poleo: ¡Esa cabezota!

 
Rafael Poleo
¡Esa cabezota!
El Nuevo País. Caracas, 17 de febrero de 2015 (Blog Pedro Mogna)