sábado, 27 de junio de 2015

Antonio Sánchez García: El chivo expiatorio

Cada cierto tiempo, cuando el aguante de los venezolanos comienza a agotarse y el deseo de seguir corriendo detrás de la zanahoria empieza a causar desespero, la genética electorera de una oposición que es la peor herencia de aquellos políticos que liquidaron Punto Fijo y permitieron el descalabro – algunos de ellos, con piel de paquidermos, continúan dirigiendo los partidos que entonces se declararon en bancarrota y bajaron la santamaría con la cola entre las piernas – sale algún periodista – joven o viejo, hombre o mujer, rubia o morena – a repetir la cantinela que inventaran los herederos de don Rafael Caldera: culpables por la existencia de la dictadura no son Hugo Chávez ni los hermanos Castro, los militares felones y el golpismo de toda suerte y condición, el Foro de Sao Paulo y un pueblo tan ignorante, bárbaro y desalmado como el que siguiera a Bobes y luego se pasara al otro bando bajo mejores promesas, sino un ente que cumple a la perfección el perfil del malvado de feria: los abstencionistas.

Hacen como aquellos jueces que en una causa por violación culpan a la violada, porque en el día y hora de los hechos vestía una provocadora minifalda. Y olvidan – porque el mejor auxilio de las dictaduras es la desmemoria de los dictados – los aberrantes hechos que condujeron al desastre del Referéndum Revocatorio, origen y causa de la indignación que fuera respondida con la medida más inmediata, más irracional pero de satisfacción y efectos instantáneos, como fue desquitarse contra la misma oposición que observó, presenció y legitimó el desaguisado negándose a votar en las elecciones de diciembre del 2005 por sus candidatos. Por cierto: un mecanismo de rechazo a los propios representantes que se ha hecho presente en todos los casos en que el fascismo se ha hecho del Poder. Hitler arrasó en sus primeras elecciones luego de su asalto al Poder en gran medida por el asco que comunistas y socialistas causaran ante sus seguidores, por causa de la obsecuencia, la complicidad y la estupidez con que (no) enfrentaran al caporal austriaco.

Viví desde mi puesto de miembro de la Comisión Política de la Coordinadora Democrática la sistemática e irreversible claudicación de la dirigencia política de la oposición ante los abusos con que Chávez convirtió una consulta que con un solo voto por encima de los que él obtuviera para ser electo lo obligaba a dejar el Poder, en un Referendum absolutamente ajeno a la circunstancia, fue nariceando a nuestro “liderazgo” – el mismo de hoy, por cierto – para que aceptara correr la fecha de esa consulta hasta imponer un giro en la caprichosa e inconsciente voluntad popular, nacionalizó cientos de miles, si no millones de extranjeros, repartió cédulas a destajo, le entregó a los cubanos la ingeniería de las misiones, cohechó con millones y millones de dólares a la pobresía, abultó el REP hasta límites estratosféricos, automatizó el proceso para manejar los resultados a destajo, impidió luego toda verificación de actas y resultados desconociendo olímpicamente acuerdos firmados, esperó hasta el amanecer y en contra de todos los resultados con que contábamos en la Coordinado Democrática – encuestas a boca de urna de radioemisoras, medios, empresas -, un 60 a 40 a nuestro favor, terminó venciéndonos por esa misma diferencia. Comunicada al país en horas de la madrugada, cuando todo el mundo dormía convencido de que el espanto que le esperaba a Venezuela si se imponía el proyecto dictatorial y totalitario del régimen se imponía. Desde esa noche, esa y todas las elecciones habidas en el país han sido esencial, estructural, sistemáticamente fraudulentas. Por angas o por mangas. Con la condición de la ignorancia suprema – por estupidez o conveniencia – de quienes se muestran más que dispuestos a poner sus manos al fuego por su pulcritud. Entre ellos nuestros anti abstencionistas de marras.

Un conocido y tradicional líder de la izquierda marxista y renovada del país, que aún se niega a reconocer el talante dictatorial del régimen, me dio a los pocos días la clave para entender la apatía, la connivencia e incluso la abierta o subliminal complicidad de cierto liderazgo opositor con el régimen que había hecho posible la violación del electoralismo venezolano. Ante mi escándalo por los cientos de miles de nacionalizados a la carrera, sin haber cumplido con ninguno de los requisitos de ley, me espetó con su acrimonia de siempre: “¿y tú qué tienes en contra de que colombianos, ecuatorianos, dominicanos, peruanos que viven en Venezuela reciban el derecho a votar? ¿Y qué si se les da un cédula? Te guste o no te guste, así sean pobres y precisamente por ello, son nuestros iguales.” La ley había dejado de tener todo significado, si es que para él y su gente algún día la tuvo.

Es la causa de esta guerra asimétrica – los asaltantes, la pistola al cinto, no reconocen otra ley que la de la selva, los asaltados duermen con la Constitución de almohada, en parte y desconociendo alguno de sus artículos su única arma de defensa – que brota súbitamente, cada tantos meses, para culpar al asesinado del asesinato, al asaltado por el asalto, al burlado por la burla. Y así, este CNE del odio, de la oscuridad, del abuso y la burla no fue puesto allí por el know how del G2 y los hermanitos Castro, por Jorge Rodríguez y los herederos de asaltantes, asesinos y guerrilleros de los setenta, por la pandilla de golpistas y narcotraficantes que controlan el Poder, sino por unos desaprensivos ciudadanos que un día dijeron basta y se quedaron en sus casas.

Son los chivos expiatorios. Y lo serán hasta que desde el fondo de la amargura y la indignación nacional se alcen los auténticos herederos de la generación del 28, si es que existen, y corten por lo sano. ¿Será posible? Dice el refranero: la esperanza es lo último que se pierde
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Antonio Sánchez García
El chivo expiatorio
Al poniente. Caracas, 27 de junio de 2015

José Domingo Blanco Mingo: Y le arrancaron el cabello

Araminta, dentro de pocos días, cumplirá un año en prisión. No ha cometido ningún delito, ni tampoco existen pruebas en su contra. Solo el testimonio de unos “patriotas cooperantes” quienes la convirtieron en el blanco de su ira. Bastó el testimonio de estos sapos para armarle un expediente y fabricarle un prontuario. Porque Amarinta González, huérfana de padres, es químico de profesión. Los años de experiencia los obtuvo gracias a su trabajo en la industria farmacéutica. Pero, su carrera, ser químico, saber química, fue su condena. Según sus delatores ella, en su casa, hacía explosivos. Unos explosivos que jamás fueron hallados y que, por tanto, nunca han podido ser detonados; pero, por los que actualmente se le juzga. La incriminan, la acusan, la encierran… la humillan, la golpean, la torturan. Y sin embargo, por más que ella intente explicar, una y otra vez, que no tiene nada que confesar, porque no es culpable, ni desestabilizadora, ni forma parte de ninguna agrupación golpista organizada para tumbar a Maduro, sigue allí, en el INOF, sin audiencia preliminar, sin juicio, sin esperanzas. Araminta es una víctima: el ejemplo de lo que puede pasar cuando el fanatismo de unos patriotas cooperantes se impone para aplicar su justicia. Dentro de pocos días cumplirá un año recluida en el INOF. Y los pocos que la han visto temen que no estemos haciendo lo suficiente para salvarla.
Las casualidades me llevaron a conocer su caso. Escuché sobre su situación gracias a distintas personas que, en momentos diferentes, me contaron su tragedia. Poco a poco, Araminta salió de su anonimato. De su puño y letra conocí su lamentable experiencia: cinco páginas que describen lo que ha sido la vida de esta joven a quien ya condenaron sin que mediara un juicio. En junio de 2014, una comisión del Cicpc allanó su apartamento en Menca de Leoni buscando explosivos. Unos patriotas cooperantes, muy afectos al gobierno, la habían denunciado. De su vivienda se llevaron cualquier cosa con la que pudieran incriminarla. Luego, fueron por ella. La detuvieron mientras tomaba un café, en un centro comercial, con su ex novio, Albert Díaz, quien hasta la fecha está desaparecido. A ambos se los llevaron esposados y en patrullas diferentes. Una vez en la sede del cuerpo policial comenzaron las preguntas, los golpes, los gritos, el trato cruel e inhumano y las torturas.
Así lo relata en su carta; porque los golpes en el pecho y en la cabeza no son fáciles de olvidar. El día de su detención, la encapucharon con un trapo y la llevaron a una delegación del Cicpc en la avenida Urdaneta. Sabía de su ex novio porque oía sus gritos. Luego no supo más de él. Todavía hoy, después de un año, se desconoce su paradero. En esa sede policial los torturaron por aproximadamente 10 horas. Pedían nombres, direcciones, teléfonos. Sus captores clamaban por culpables como condición para otorgarles la libertad. Esposada, la encerraron en un cuarto y le forraron las muñecas y los tobillos con tirro. Tumbada en la colchoneta, la golpearon repetidamente para que delatara a quienes ni siquiera conoce. Con un martillo le pegaban en los dedos de los pies. Le arrancaron las uñas. La agarraron entre varios y le dijeron que, si acusaba a alguien, a cambio la recompensarían con su libertad.  Delante de un grupo de funcionarios del BAE, de la División contra Explosivos y especialistas en bombas –a una de ellas la describe cubierta con muchas medallas– le mostraron los objetos que se llevaron de su apartamento, mientras le pedían que detallara el uso que tenían… “Les expliqué que soy químico y que esos equipos no podían utilizarse para elaborar explosivos porque, para elaborarlos, se requieren unas condiciones específicas. Les repetí que yo no podía hacer ese tipo de explosivo en mi casa. Les expliqué que no sabía de electrónica, ni de detonantes…”.

Pero su aclaratoria no bastó. Le halaron los cabellos hasta arrancarle mechones. El pelo, a pesar del tiempo transcurrido, no le ha vuelto a crecer. Cuentan sus abogados que su cabeza está llena de pelones, que ella trata de disimular tapándolos con el resto del cabello que le quedó. Araminta, en el INOF, es considerada una presa política de alta peligrosidad; a pesar de que no pertenece, ni milita, en ningún partido. Por eso, cada cierto tiempo, le hacen requisas intensivas en toda su humanidad. Hurgan por completo cada centímetro de su cuerpo, buscando lo que nunca encontrarán. La han dejado 20 días sin agua potable, sin papel higiénico, sin jabón. Le quitaron la ropa, las toallas sanitarias, los alimentos y los artículos para su higiene personal. Le tocó negociar con la cancerbera, quien la puso escoger entre su Biblia y un jabón. ¡Su Biblia a cambio de un jabón! El libro sagrado que le ha servido de consuelo en estos días aciagos, injustos e insólitos que le ha tocado vivir.
En la cárcel, sola, muy sola, lucha contra el odio, la depresión y la desesperanza que en momentos –quizá cada vez con más frecuencia– amenazan con apoderarse de ella. Le cuesta ser optimista, por eso se aferra a sus oraciones. Su amor por el país, por el prójimo y por Dios, la mantiene viva. Pero quienes la han visto temen por su salud, tanto física como mental, porque Araminta González se desvanece, a pesar de la batalla épica que han emprendido sus abogados para demostrar su inocencia.
Recibo un mensaje, justo cuando ponía punto final a este artículo: una vez más la audiencia preliminar de Araminta fue diferida hasta el 23 de julio, esta vez por la incomparecencia del Ministerio Público, Fiscalía 20 Nacional. De nuevo la justicia venezolana le arranca la esperanza, como sus torturadores, en su momento, le arrancaron el cabello.

José Domingo Blanco Mingo
Y le arrancaron el cabello
El Nacional. Caracas, 27 de junio de 2015

Fausto Masó: Al día siguiente, ¿qué pasa?

A Tiby no le molesta que Maduro afirme que saldrá a la calle si la MUD ganase las elecciones y, a continuación, le pida al CNE que prepare un acuerdo para que gobierno y oposición acepten el resultado electoral. Tiby es fiel al gobierno hasta el extremo; ahora después de que se celebraron las primarias de la oposición exige que 40% de los candidatos sean mujeres, una clara maniobra a favor del oficialismo.
Las encuestas muestran cómo los que se declaraban indecisos se definen por la oposición en una proporción de 5 a 1. Hasta 30% de los venezolanos que se declaran chavistas quieren emigrar. Venezuela se ha convertido en un país del cual quieren irse hasta los pobres.
Después de celebrar las elecciones la oposición se enfrentará al día siguiente. ¿Qué hacer con la victoria? No será nada fácil poner de acuerdo a sus diputados, cada uno con sus aspiraciones, y aún más difícil será trazar una estrategia. La mayoría de la oposición verá esa victoria como el medio de sacar a Maduro del poder, aunque lo prudente será esperar la oportunidad, acercarse a los mismos diputados chavistas que también desean librarse de Maduro, convencerlos de que la oposición no quiere borrarlos del mapa sino buscar una solución a la crisis que pasa, por necesidad, por remplazar a Maduro en la presidencia, ¿por quién? ¿Celebrar elecciones presidenciales en uno o dos años? Después del 6 de diciembre surgirán grandes preguntas sobre el futuro.

Al día siguiente de la victoria todo se complica, ahora, en cambio, la oposición coincide en buscar votos para derrotar al madurismo. Marchamos hacia lo desconocido, mientras la situación del país empeora a una velocidad aterradora “80% de los venezolanos piensa que el país marcha mal, muy mal”. “El Producto Interno Bruto (GDP) cayó en 2014 un 4% y para este año se espera una caída de 7,5%. Las reservas internacionales están en su nivel más bajo ($17,5 Mrd) desde el golpe de Estado petrolero del 2003. La inflación en 2013 alcanzó el 56%, en 2014 el 68% y para este año llegará probablemente a 120%-175% (HSBC). Los aumentos del salario mínimo 2014-2015 no cubrieron las pérdidas inflacionarias, lo que repercutió en un dramático deterioro de la calidad de vida de las clases populares. La tasa de pobreza estuvo en 1999 en 49%; en 2009 bajó a 33,5%, y en 2013 subió a 38,2%. Para 2015 se calcula en alrededor del 55%”.
Chávez ganó sucesivas elecciones con generosos planes sociales, permitiendo a la clase media viajar por el mundo con dólares subsidiados: fue el revolucionario apropiado para la Venezuela del siglo XX. Los venezolanos no son cubanos, ni hubieran votado por Chávez parar sufrir penalidades. Y votaron por el verdadero responsable de la ruina del país, Hugo Chávez.
Chávez buscó el apoyo de Mayz Vallenilla y un Jorge Olavarría para librarse de la imagen de izquierdista, aceptó que una empresa norteamericana, ESS, comprara La Electricidad de Caracas, firmó el Tratado de Doble Tributación con Estados Unidos, emprendió un enmarañado recorrido de elección tras elección. Maduro no es manco pero en el PSUV no lo quieren. Lo escogió Chávez sin la anuencia de los chavistas que se declaran en rebeldía frente a Miraflores que trata de sustentarse en los militares, pero desde hace mucho se sabe que las bayonetas sirven para todo menos para sentarse sobre ellas. A Maduro solo le queda evitar las elecciones, hablar del Negro Primero, evitar el tema electoral y poner así en evidencia la fragilidad de su gobierno. Maduro no quiere llegar al día siguiente, pero fatalmente enfrentará los resultados electorales a menos que intente acentuar el autoritarismo y darle la espalda a América Latina. Sería su última y más tonta maniobra.



Fausto Masó
Al día siguiente, ¿qué pasa?
El Nacional. Caracas, 27 de junio de 2015