lunes, 18 de agosto de 2014

Kike Pretel: Manual del buen bolivariano: cómo 'domesticar' a la prensa en 10 pasos

Como en Los Diez Negritos de Agatha Christie, los medios venezolanos han ido sucumbiendo, uno tras otro, a la “hegemonía comunicacional” del chavismo. Al igual que los infortunados personajes de la popular novela británica, todos escondían un cadáver periodístico en el armario por su funesto papel en el complot para derrocar a Hugo Chávez en 2002. Pero lo que comenzó como una venganza personal se ha convertido una cuestión de supervivencia política.
La prematura muerte del Comandante dejó al socialismo desnudo de carisma, corto de dinero y pobre en retórica para lidiar con el creciente caos económico y social que vive el país petrolero. Las bondades sociales del proyecto bolivariano se marchitan por falta de liquidez, corrupción y desgobierno, mientras el descontento por el desabastecimiento, la inflación y el crimen crece incluso entre los sectores más fieles al difunto. “Chávez era excelente imponiendo su modo de comprender el país, pero con las limitaciones del presidente Nicolás Maduro lo que queda es represión y control discursivo”, consideró Luis Carlos Díaz, del centro de investigación Gumilla, en una entrevista desde Caracas con El Confidencial.

En estas circunstancias, moldear la percepción de la realidad es tan importante, o más, que cambiar la propia realidad. Y mucho más sencillo. “Me van a llamar dictador. No me importa”, afirmó Maduro en febrero, cuando volvía a denunciar una conspiración de la prensa burguesa. “¡Les va a llegar su hora!”, prometió desafiante. En sus 20 meses de mandato, tres de los últimos grandes medios afines a la oposición cambiaron de propietario y, poco después, de línea editorial. A esta novela de misterio solo le queda un capítulo.
1. Diez negritos se fueron de cena / uno se asfixió y solo nueve quedan
Nunca Chávez reflexionó tanto sobre el poder de los medios como en sus horas más aciagas del 12 de abril de 2002, secuestrado por un grupo de militares y civiles que lo derrocaron aprovechando una oleada de protestas opositoras. El único canal público fue sacado del aire, mientras los medios privados silenciaban las dudas con dibujos animados y arengas en favor de los golpistas. La revolución bolivariana, surgida precisamente de un accidente mediático tras su propio intento de golpe de Estado en 1992, se quedó muda por primera -y última- vez.
La asonada se malogró en pocas horas, pero supuso un antes y un después en la Venezuela contemporánea. El presidente Chávez contraatacó con la creación de un mastodóntico sistema de medios públicos financiado con dinero de todos pero al servicio de su causa en el que él sería el único protagonista. Actualmente, el Gobierno controla tres canales nacionales (VTV, Tves, VIVE), dos internacionales (Telesur, AlbaTV), varias televisiones locales (Avila, Catia TV) y otras especializadas (ANTV, FanTV); una agencia de noticias (AVN), tres periódicos (Correo del Orinoco, Ciudad Caracas, Ciudad VLC), decenas de radios (RNV, YVKE, Radio del Sur) y una creciente red de medios comunitarios.
Sin embargo, hace tiempo los medios públicos venezolanos dejaron de ser significativos. Asfixiados por el mensaje oficial, se convirtieron en una loa permanente al “máximo líder” de un país en el que no hay crisis, ni oposición, ni corrupción, ni crimen, ni desabastecimiento.  No tienen malas noticias, pero tampoco tienen audiencia.
2. Nueve negritos se desvelan / uno durmió demasiado y solo ocho quedan
El 18 de junio de 2004, el presidente Chávez y el magnate mediático Gustavo Cisneros se reunieron -por mediación de Jimmy Carter- para atemperar los ánimos antes del referéndum con el que la oposición buscó, otra vez sin éxito, poner fin a su mandato. Lo que hablaron el hombre más poderoso de Venezuela y el hombre más rico de Venezuela esa tarde en Fuerte Tiuna sigue siendo un misterio. Pero lo que pasó a continuación en las pantallas, no.
Gustavo Cisnero. (EFE)
Gustavo Cisnero. (EFE)

Tras espolear el golpe y el paro petrolero de 2002, Venevisión -propiedad de Cisneros- y Televen sufrieron un extreme makeover de línea editorial: dulcificaron sus noticieros, despidieron a sus anclas más antichavistas y se abandonaron al entretenimiento barato. Las dos principales cadenas privadas del país cayeron en un profundo sueño informativo que les valió todo tipo de críticas, pero que también les permitió prosperar en medio de la vorágine política y beneficiarse de la caída en desgracia de la díscola competencia. Cuando Chávez se murió siendo el hombre más poderoso de Venezuela, Cisneros seguía siendo el hombre más rico de Venezuela.
3. Ocho negritos a Devon llegan / uno se escapó y solo siete quedan
Era 28 de diciembre, pero no fue una inocentada. Con una reelección récord bajo el brazo, Chávez aseguraba pocos días antes de terminar 2006 que no renovaría la concesión de Radio Caracas Televisión (RCTV), acusándola de liderar una intriga permanente contra su Gobierno. Seis meses después, empleados, actores, técnicos y periodistas del canal entonaban por última vez el himno nacional para poner fin a 53 años de transmisiones en abierto. La señal y los equipos del canal fueron confiscados para montar Tves, la televisión “revolucionaria” que nadie ve.

Manual del buen bolivariano: cómo 'domesticar' a la prensa en 10 pasos

Vídeo: Cierre de Radio Caracas Television

El mandatario venezolano pagó un alto precio político y electoral por sacar del aire a uno de los canales más populares del país –apreciado más por sus telenovelas que por sus informativos radicalmente antichavistas-. Pero el líder socialista quería sentar un claro precedente para sus antagonistas: la concesión como metáfora del poder. RCTV trató de escapar a la autocensura y fue silenciada.
4. Siete negritos cortando leña / uno se partió en dos y solo seis quedan
“Es grato dirigirme a ustedes para notificarles que están fuera del aire”. Con una escueta nota, la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (Conatel) retiraba en 2009 la concesión 33 estaciones de radio y a un canal local de televisión, mientras que otras 210 emisoras y 40 cadenas regionales fueron advertidas de no seguir “lavándole el cerebro al pueblo”. Las frecuencias “liberadas” fueron colonizadas por emisoras comunitarias fieles al proceso cuya misión fue combatir la furia opositora en las ondas. El dial, como el país, partido en dos.
5. Seis negritos jugando en la colmena / la abeja picó a uno y solo cinco quedan
Chávez no vio caer a su último “jinete del apocalipsis”. Con las tres grandes cadenas Venevisión, Televen y RCTV neutralizadas, Globovisión subsistió durante seis años como último oasis periodístico de la oposición. Con una cobertura muy limitada en abierto y una mínima audiencia en cable, el canal de información 24 horas no suponía una amenaza real para el poder y su antichavismo visceral daba cierto aire de pluralidad al espectro radioeléctrico. Pero Maduro no quiso dejar ningún cabo suelto. Poco después de retener la presidencia por la mínima, un grupo de empresarios vinculado con el oficialismo compró la cadena de televisión por unos 70 millones de dólares.
Un manifestante antichavista. (Reuters)
Un manifestante antichavista. (Reuters)

La picadura de la boliburguesía resultó mortal. En pocas semanas, las denuncias de censura y presiones desataron el éxodo –voluntario o forzoso- de sus presentadores y periodistas más emblemáticos y radicales. Con la concesión a punto de vencer y una pila de expedientes que podrían hundir al canal, los nuevos propietarios tienen clara la nueva estrategia. “Ustedes saben las razones por las qué Globovisión no venía a este palacio”, dijo Juan Domingo Cordero, nuevo presidente de la cadena, tras reunirse con Maduro. “Eso no va a volver a pasar".
6. Cinco negritos cursan la carrera / uno llega a juez y solo cuatro quedan
Maduro ha implementado un nuevo mecanismo para doblegar a la prensa que todavía se resiste a la versión oficial. En el último año, el 40% de los periódicos del país se han visto obligados a reducir tirada y paginación debido a que las autoridadades les niegan las divisas preferenciales para importar papel. Al menos ocho cabeceras han parado las rotativas, según la ONG Espacio Público. Sin embargo, para el Tribunal Supremo de Justicia esta atípica situación no supone “una amenaza para el derecho a la libertad de expresión”.
La sentencia corona tres lustros de juicios viciados, multas desproporcionadas y amenazas sistemáticas. El diario Tal Cual fue condenado a pagar 100.000 dólares por una una carta satírica dirigida a la hija pequeña del expresidente Chávez. El Nacional fue multado con el equivalente al 1% de sus ingresos brutos de 2009 por “atentar contra la salud mental de los niños” al publicar una foto de la morgue de Caracas con los cadáveres apilados al tuntún. Un diario llegó a ser acusado de cifrar mensajes subversivos en sus crucigramas. Las hemerotecas están trufadas con ejemplos del acoso legal y económico del chavismo contra el enemigo mediático. Sin embargo, nunca se multó a un medio público.
7. Cuatro negritos por el mar navegan / un arenque rojo se tragó a uno y solo tres quedan
Cinco meses después de la venta de Globovisión, un desconocido grupo de inversores pagó unos 140 millones de dólares para hacerse con la Cadena Capriles, editora –entre otros- de Últimas Noticias (ÚN), el periódico más leído del país caribeño y un caso único en la polarizada arena informativa venezolana. Con un director abiertamente chavista y un equipo de periodistas críticos, el diario lograba mantener una suerte de equilibrio noticioso dando cal y arena al Gobierno y a la oposición con sus exóticos titulares.

La victoria electoral de Maduro en la prensa. (Reuters)
La victoria electoral de Maduro en la prensa. (Reuters)

Meses después de asumir la nueva gerencia, la jefa del premiado equipo de investigación del periódico renunció porque le vetaron un reportaje sobre las manifestaciones opositoras. “No me necesitas en ese puesto”, cuenta Tamoa Calzadilla que le dijo al director Eleaza Díaz Rangel cuando presentó su dimisión en marzo. “Necesitas una operadora política, alguien experto en propaganda oficial y ésa no soy yo”. Desde entonces, dicen en el gremio, al “diario del pueblo” se lo tragó la censura.
8. Tres negritos por el zoo pasean / un gran oso atacó a uno y solo dos quedan
“Pretendían transmitir la zozobra de un golpe de Estado. ¡Fuera del aire!”. Maduro, furioso, justificaba así su decisión de sacar del cable al canal colombiano NTN24 por su cobertura en vivo de las protestas callejeras de febrero que la televisión nacional prefería ignorar. También advirtió a la estadounidense CNN en Español que seguiría el mismo camino si no moderaba sus reportajes y revocó las credenciales de sus corresponsales.
El zarpazo demostró que la televisión por cable, que llega a más del 50% de los hogares venezolanos, no es inmune al “sueño hegemónico”. “Nadie va a venir del exterior a tratar de perturbar el clima psicológico de Venezuela”, concluyó el presidente.
9. Dos negritos se sentaron al sol / se quemó uno de ellos y solo uno quedó
La compra de medios por empresarios abiertamente afines al oficialismo o sospechosamente anónimos parece haberse convertido en el nuevo patrón de avance hacia la domesticación del periodismo. Tras más de un siglo bajo la tutela de la familia Mata, El Universal, decano de la prensa venezolana y referencia para los críticos del socialismo chavista, fue vendido por 22 millones de dólares a una misteriosa firma española con todos los visos de empresa fantasma sin dueños conocidos.
Protestas por la 'mordaza' política a los medios de comunicación. (Reuters)
Protestas por la 'mordaza' política a los medios de comunicación. (Reuters)

En poco más de un mes, una treintena de columnistas fueron dados de baja, se censuró una caricatura crítica y han comenzado a aparecer algunas piezas sin firmar en disconformidad por cambios de titulares o enfoque en las noticias. Muchos temen que la anestesia informativa llegue rápidamente a la primera plana y queme la credibilidad del que fuera el diario más prestigioso del país. “Lector de El Universal sospecha de cambio editorial tras leer el artículo ‘Maduro más bello’”, resumió el portal satírico El Chigüire Bipolar.
10. Un negrito solo quedó / salió, se ahorcó y ya ninguno quedó
Con los medios tradicionales maniatados, la red se convierte en el último campo de batalla por amansar la percepción de la realidad. Pese a que la penetración de internet en Venezuela es modesta (50%) y muy desigual por estratos socioeconómicos y geográficos, el país es notablemente activo en las redes sociales con 9 millones de cuentas en Facebook y más de 4 millones de usuarios en Twitter -una de las más tasas per cápita más altas del mundo-. Las recientes protestas callejeras han sido un excelente ejemplo del poder de la pantalla virtual para soslayar el blackout informativo
“No todos en las redes se quieren informar de política, pero son muchos más de los que consumen prensa o televisión. Internet todavía es un medio excluyente en Venezuela, pero es ahí donde se está tejiendo la nueva plaza pública”, dijo Díaz, uno de los 'tuiteros' (@luiscarlos) más influyentes del país caribeño.  “Por eso no podemos hablar de control en futuro. El bloqueo de páginas web, el 'hackeo' de correos, el apagón digital... Ya está pasando”, aseguró.
El 14 de abril de 2013, en el momento más tenso de las elecciones más polémicas de las últimas décadas, el Gobierno tumbó internet. Horas más tarde, el vicepresidente reconocía la medida –de cuatro minutos- como una defensa ante un supuesto ataque informático extranjero contra la página del Poder Electoral. La combinación de exceso de fuerza con falta de criterio fue un claro recordatorio de lo fácil que es para el poder apretar el nudo corredizo de la soga digital. Muchos recordaron entonces las palabras de Chávez, cuando en 2010 renegaba: “internet no puede ser una cosa libre donde se haga y se diga lo que sea”. La “hegemonía”, a un negrito de distancia.


Kike Pretel.
Manual del buen bolivariano: cómo 'domesticar' a la prensa en 10 pasos
El Confidencial. Madrid, 15 de agosto de 2014

Margarita López Maya: Sobre conspiraciones bufas

Cuando un líder carismático desaparece, quienes fueron sus personas de confianza buscan perpetuarse en el poder y continuar lo que suponen fue su misión. Este liderazgo es propio de religiones y revoluciones, pues se asumen como excepcionales y rompen con el pasado. Tampoco valoran rutinas cotidianas, para ellos todo debe ser extraordinario.

Pero los líderes, por muy excepcionales que parezcan, mueren. Y entonces la terca realidad vuelve y sus favoritos deben lidiar con las ordinarieces diarias, lo que resulta muy desafiante y pocas veces sale bien. A ese esfuerzo, Max Weber lo llamó la “rutinización” del carisma. Ustedes dirán si esta cúpula chavista con sus prácticas tiene algún porvenir.

La pasada semana, un colega me invitó a una conversación con Capriles Radonski sobre poder popular, consejos comunales y comunas, a propósito de un libro publicado por la Ucab. Acepté, como siempre hago con todo político, estudiante o periodista que se interesa en la participación popular y sus formas organizativas. Le he dedicado mucho de mi vida a eso. Que un político se interese por conocer puntos de vista de ciudadanos de a pie o de investigadores es algo positivo y debiera ser normal.

Salvo para líderes como Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea Nacional y vicepresidente del Psuv. En medio de sus vastísimas y complejísimas tareas ha asumido ser un Mario Silva o Mandinga cualquiera, y en TV se dedica a inventar conspiraciones. Cabello interpreta así la función que desde vallas y edificios cumplen los ojitos del Comandante: nos hace saber que está en todas partes. Escudriña teléfonos, oye a los que llama eufemísticamente “patriotas cooperantes”, quienes le avisan de insólitas conspiraciones, como la de esta servidora, que fue a diseñar la “transición” con Capriles. ¿Qué tal?

Cabello, si me invita a conversar sobre consejos y comunas y otros asuntos políticos también acepto. Yo le preguntaría, visto que la AN solo aprobó créditos para Maduro, y siete leyes, por qué no se dedica a cosas que en verdad importan. Porque las crisis en desarrollo son muy graves, la violencia y el desabastecimiento terribles, mientras esos chismes que ofrece muy banales. De seguir, no auguro buenos resultados a esa rutinización del carisma.

malopezmaya@yahoo.com
@mlopezmaya

Margarita López Maya
Sobre conspiraciones bufas
Ultimas Noticias. Caracas, 18 de agosto de 2014  

Antonio Sánchez García: ¿Cuándo se jodió Venezuela?

En busca de la etiología de esta crisis terminal me he rodeado de libros para entender otras crisis, de incomparables dimensiones, como las que dieran al traste con el absolutismo monárquico, le abrieran las puertas a las mayores conflagraciones de la historia, como las dos guerras mundiales, la que irrumpiera partiendo en dos al planeta un día de Octubre de 1917, la que hundió en la ignominia y el horror al pueblo más culto de Occidente y provocó la hecatombe de la Shoá, la que hundió a la Unión Soviética y hoy amenaza con arrasar con los valores de la civilización greco romana. O judeo cristiana, que a los efectos ambas denominaciones le confieren identidad espiritual a Occidente. Sin menospreciar la que hoy mismo nos amenaza con atisbos de pesadilla en el ímpetu y el embate con que el Islam pretende revivir sus proezas conquistadoras de la temprana Edad Media.
Entre esos libros, Die geistige Situation de Zeit (La situación espiritual de nuestro tiempo), de Karl Jaspers, escrita en los albores del asalto al poder por el nacionalsocialismo. En todos ellos se destaca su doble vertiente: la decadencia de lo que fuera y las desaforadas esperanzas puestas en lo que podría ser. Quienes hundieran sus sociedades en el abismo lo hicieron creyendo abrir las puertas del amanecer. “La revolución francesa tomó el inesperado decurso de obtener exactamente lo contrario de lo que pretendía alcanzar en sus orígenes”, escribió Jaspers. “La voluntad de alcanzar la libertad humana se transformó en el terror que destruyó toda libertad.”
Desde luego: no faltan los ensayos interpretativos de nuestra crisis endémica, que Mario Briceño Yragorri, uno de los venezolanos más ilustrados del siglo XX, encerrara en una botella lanzada al mar de la incomprensión: Mensaje sin destino, publicado en 1951. Y cuyo subtitulo es toda una declaración de principio: Ensayo sobre nuestra crisis de pueblo. Su razón suficiente no la encuentra Briceño Yragorri en las sombras que proyectan las crisis sobre los caprichos de los personajes de que se sirve para expresar sus acciones – traiciones, rencores, debilidades y rupturas existenciales de políticos y hombres públicos – sino de las raíces del pasado y su efecto irreductible sobre las veleidades del presente: “Por hábito de historiador yo estudio siempre el pasado, pero es para buscar en el pasado el origen del presente, para encontrar en las tradiciones de mi país nuevas energías con que continuar la obra de preparar el porvenir”. Son las palabras de Gil Fortoul dichas en el Senado de la República que encabezan los epígrafes con que Briceño Yragorry arranca su obra. Uno de los más lúcidos llamados de atención producidos por intelectual alguna en la historia de nuestras desventuras.
Walter Benjamin, el gran pensador alemán, en su teoría sobre el concepto de la historia iba más lejos: recomendaba comprender el presente como el ámbito de los frutos del pasado. Y veía en ese pasado la permanente amenaza de la crisis de excepción en que estaba sumida Europa, hundida en los abismos del fascismo. Es evidente que sin las figuras de Lenin o de Hitler es imposible comprender el ascenso del totalitarismo. Pero ese ascenso había sido preparado con el advenimiento mismo de la sociedad industrial y las transformaciones sociopolíticas derivadas de la Revolución Francesa. Como lo advirtiera con extraña clarividencia el pensador español José Donoso Cortés y lo anunciara con su angustioso llamado Sören Kierkegaard, ambos a mediados del siglo XIX.
¿A qué se refería Briceño Yragorri cuando hablaba de crisis? “En Venezuela, desgraciadamente, hay, sobre todas las crisis, una crisis de pueblo”. Y veía la sombra devastadora e imperturbable que esa crisis proyectaba sobre la frágil identidad nacional en dos fenómenos íntimamente entrelazados, que se retroalimentan: la carencia de conciencia histórica y la trágica ausencia de continuidad histórica. De ambas carencias hacía derivar la etiología de nuestro mal nacional: la discontinuidad del esfuerzo democratizador, civilizador de la Venezuela republicana. Y la dolorosa reiteración de nuestras recaídas en la barbarie.
Sobre ese montón de ruinas en que descansa nuestra fractura inveterada se alza, naturalmente, la liviandad intelectual, la inconsciencia histórica, la farandulización de las responsabilidades. Uno de cuyos efectos más fútiles es la visión individualizada de los conflictos y la simplificación de los causales de la crisis que hoy sufrimos. Desde luego, en ciertos rasgos del carácter: el rencor, el despecho, la ambición, la sobrevaloración de las propias capacidades y la mezquindad de algunos de nuestros líderes fundadores se encuentran las causas inmediatas de rupturas y desuniones que facilitaron el asalto de la barbarie. Lo que no pueden explicar, sin embargo, es la existencia misma de esa barbarie. La misma que ha acechado latente, incubándose en las sombras, a la espera de dar el zarpazo que jamás dejó de estar presente en el sustrato de la sociedad venezolana.
Es hora de abrir nuestras mentes a la comprensión global y en profundidad de nuestra crisis de pueblo. Ir al estudio de la historia para hacerle seguimiento al mal inveterado que se cierne sobre nuestros esfuerzos civilizatorios y hoy constituye la amenaza concreta de disolución de los lazos de nuestra nacionalidad y la desaparición misma de la República. Los personajes serán juzgados por la historia. El pueblo seguirá siendo el mismo, si las nuevas generaciones no comprenden la dimensión del desafío que enfrentan y la hondura y radicalidad de las soluciones.
La de Venezuela ni es una crisis coyuntural ni se debe a la debilidad y traición de los hombres, que las acompañan: es una crisis de pueblo. Sólo podrá ser enfrentada exitosamente por quienes tengan la capacidad intelectual, la cultura y el coraje de enfrentarla sin acomodos ni medias verdades. Dios fortalezca a los que sí pueden.
 @sangarccs


Antonio Sánchez García
¿Cuándo se jodió Venezuela?
El Nacional. Caracas, 18 de agosto de 2014

Armando Durán: Crisis en Miraflores

La vacilaciones de Nicolás Maduro durante estas últimas semanas constituyen, por ahora, un claro indicio de que el famoso sacudón prometido y reiterado bajo distintas formas tiene todas las de quedarse flotando en esa nube a la que han ido a parar otros tantísimos espejismos chavistas, como el eje Orinoco-Apure, el gran oleoducto hasta la Patagonia y, por supuesto, el supremo bienestar de los venezolanos, sumergidos desde hace 15 años en las aguas de un espectacular mar de la felicidad.
En el marco de esta hipotética y contradictoria nueva política económica que Maduro ha calificado de “sacudón”, quizá la única novedad que finalmente se produzca pronto sea la venta de Citgo. A corto plazo le resolvería al gobierno su grave problema de caja y ni remotamente resultaría tan explosivo como el alza en el precio de los combustibles y la convergencia de los tipos de cambio con maxidevaluación. Pero intentar salvar el proyecto de Chávez aceptando la elevada apuesta que le exige la realidad en detrimento de la falsa ideología del proceso es un trance demasiado complejo, que obliga a Maduro a ir muchísimo más allá de un simple cambio de políticas o de equipo. 
El propio Fidel Castro tomó ese toro por los cuernos hace cuatro años. “Nuestro modelo ya no funciona ni para nosotros”, fue la impactante declaración que hizo entonces. Rectificación inevitable para no obstaculizar las muy tímidas reformas que venía impulsando su hermano Raúl desde 2006. Desesperada tentativa por rescatar lo que quedaba del fracasado proyecto cubano, recurriendo al ejemplo chino: una nación y dos sistemas. Como solía decir Deng Xiao Ping para justificar este pragmatismo gatopardiano que transformó su país en el reino posmoderno del capitalismo más salvaje, “¿qué importa que el gato sea blanco o negro si caza ratones?”
La visión que tenía Chávez del país, y su ciega admiración por el Fidel más radical, anclado hasta el último suspiro en la intransigencia de su juventud rebelde, eran barreras infranqueables que le cerraban el paso a cualquier reforma modernizadora. Todo cambió, sin embargo, con la desaparición física del comandante eterno. Arrinconado por la ostensible fragilidad de su liderazgo, distante de Fidel por las razones que fueran, sólo ante el peligro mortal del fracaso, la implosión y el derrumbe, Maduro entendió la utilidad del mensaje cubano. Y así, nada más “legitimar” electoralmente su herencia política, el 14 de mayo del año pasado se reunió en Miraflores con Lorenzo Mendoza y le propuso abordar y resolver juntos la acuciante crisis alimentaria que sufre el país. “Tú a producir, Mendoza”, le dijo a su invitado, “yo a gobernar.” O sea, la política para él y su gente, la economía para los empresarios del sector privado.
No fue posible. Mucho menos el sacudón ahora. Venezuela no es una democracia, pero tampoco un régimen totalitario del todo. Y, por supuesto, Maduro no es Chávez. De modo que ni con el respaldo inservible de un III Congreso del PSUV que no representa a nadie, cuenta Maduro con suficiente piso político para seguir adelante con sus reformas. Un dilema imposible. Si no le echa mano al sentido común y aunque sea a regañadientes adopta las recetas del FMI, la indignación de los venezolanos se hará en cualquier momento incontenible. Si toma las medidas necesarias para ir enderezando el entuerto, a la protesta social se sumarán las diversas mareas socialistas que rechazan las reformas con el argumento de la revolución dentro de la revolución. Ese es el fondo de la crisis que amenaza hoy en día a Maduro. Demasiado camisón pa’ Petra.

Armando Durán
Crisis en Miraflores
EL Nacional. Caracas, 18 de agosto de 2014