lunes, 22 de septiembre de 2014

Asdúbal Aguiar: Rayma y el periodismo testaferro

Luego de ser ícono del periodismo de humor en El Universal por dos décadas, la censura le bota sus lápices a Rayma, Rayma Suprani, artista plástica y comunicadora de sensibilidad, quien fragua en los hornos de la muy liberal Universidad Central de Venezuela, donde también se cuece nuestra primera expresión intelectual civilizada, la de los doctores de la pionera Real y Pontificia Universidad de Santa Rosa de Lima y Tomás de Aquino, los repúblicos de 1810 Y 1811.

La cuestión no es irrelevante. Que los gerentes de “parabán” del nuevo El Universal decidan cambiar de línea editorial, una vez como transan su compra y le quiebran las piernas a su antiguo propietario, cabe debatirlo; no así la purga de quienes opinan desde sus páginas, pues la opinión pertenece a quien opina y es libre en toda democracia.

Pero lo de Rayma desborda y es más decidor que los atropellos a los que somete Hugo Chávez Frías a los editores, periodistas y trabajadores de la prensa venezolana, a quienes al paso lapida con su voz y también con los golpes que les propina en las calles, a plena luz del día, por medio de sus “círculos bolivarianos”, mudados luego en “colectivos de la muerte”.

El despido que sufre Rayma deja al desnudo dos cuestiones vertebrales y preocupantes, que interesan a la moral de la democracia, la primera de las cuales es descrita por ella misma con sencillez elocuente: “La caricatura es el termómetro de las libertades de un país”.

Los atisbos de nuestra caricatura política tienen lugar en vísperas de la Revolución de Abril de 1870 y hasta cuando se entroniza con ella el dominio personalista de Guzmán Blanco, dictador, ilustre americano, regenerador, jefe supremo.

Mas es con la aparición de El Diablo, al iniciarse el mandato de Raimundo Andueza Palacio, en 1890, que luego tiene como su director a Lucifer, cuando ha lugar al nacimiento cierto del humorismo político en nuestro país. Es la campana que anuncia la llegada, por breve instersticio, de la libertad.

Venezuela, entonces, ensancha sus pulmones, procura debates parlamentarios, diatribas periodísticas, manifestaciones estudiantiles y callejeras, en ese disfrute coyuntural que les permite la mudanza de Guzmán hacia París, donde muere distante y alejado del pueblo al que somete.

Lo esencial, en todo caso, es que la caricatura, que se anticipa a la fotografía y es espacio de opinión sobre el que discurren -a la manera de una síntesis gráfica aguda, inteligente, punzante - los ideales y sueños de las generaciones civiles que nos preceden, representa el testimonio vivo de una década en la que -como lo recuerda Ramón J. Velásquez- fluyen las libertades y se permite el más amplio debate político sobre las cuestiones constitucionales, administrativas y sociales, sin antecedentes.

La caricatura, ¡he aquí lo vertebral!, le mata el ceño duro a los venezolanos.

La sangrienta guerra fratricida por la independencia nos apoca, nos deja tristes y amargados.

Y el periodismo de humor con sus caricaturas nos devuelve el empuje, nos hace, como las mismas caricaturas y en su versatilidad artística, ágiles, imaginativos, valientes, anatematizadores, capaces de ser moralmente inquisitivos con los poderes de turno, desnudándolos, desacralizándolos en medio de la risa y la sonrisa para democratizarlos, ahora sin necesidad del recurso extremo a la violencia armada.

La caricatura deviene en espada virtual que resuelve controversias y procura soluciones, sin que ceda el ánimo, en las horas de nuestra mayor adversidad.

Logra pacificarnos interpelando a la razón, permitiéndonos conocer mejor la realidad que nos rodea a través de su deformación exagerada y suscitando la pluralidad en las interpretaciones.

Es expresión de nuestra democracia vernácula y ser nacional, condenatoria del césar democrático parido en los cuarteles y recreado por los plumarios taciturnos, amigos del sincretismo de laboratorio, alcahuetes de nuestras muchas dictaduras.

La destitución de Rayma, por ende, es “destituyente” de lo poco que nos resta de democracia.

Nos arrebata, con saña cainita, nuestra válvula de escape en horas tan aciagas como las de ahora. Pero tiene una contracara peor.

Desde Bolivia, a través de un doliente de los medios, recibo el libro Control Remoto, del periodista Raúl Peñaranda, a quien un banquero venezolano tienta para que le dirija un periódico al servicio de Evo Morales.

Describe la emergencia de los “medios paraestatales”, adquiridos por quienes se lucran con sus proximidades a estos dictadores del siglo XXI, a los que luego les entregan “el control editorial e informativo de los mismos”.

Entre gallos y medianoche, hijo de la impostura, nace el periodismo testaferro, que nos prohíbe reír y rompe el Decálogo, las leyes de la decencia humana.

Asdúbal Aguiar
Rayma y el periodismo testaferro
Diario Las Américas. Miami, 22 de septiembre de 2014

Fernando Rodríguez: Guerra y más Guerra

Cada vez que el régimen se ve en aprietos serios, es decir, a cada rato, responde inventando una guerra cuyo fin es invertir la culpa de los males de turno, atribuyéndosela al siniestro e implacable enemigo (siempre el mismo con distintas cachimbas, oposición e Imperio). Lo del término guerra se debe a que un gobierno militarista tiene que militarizar hasta el lenguaje y mira que éste lo hace: misiones, batallas electorales, unidades de combate, milicias, comandante eterno, brigadas, invasiones siempre inminentes...

La última, y de las más estrambóticas, es la guerra bacteriológica que estaría preparando la oposición. Pero, atención, no se trata de esa otra guerra que pretendía sembrar el terror en la población mediante la denuncia de supuestas extrañas y terribles muertes, febriles y hemorrágicas, que sugerían la presencia en el país de algún virus o bacteria genocidas que sería el acabose de la tragedia nacional en que vivimos. No, es más que eso. Se trataba, según Maduro que no tiene reparos para urdir tramoyas inverosímiles, de sembrar en Maracay o en algún otro lugar una bacteria real que procediera a acabar un buen número de conciudadanos para beneficio político de la criminal oposición nativa.


¿Fuerte, no? Es de suponer que la tal bacteria ha debido ser condicionada en algún laboratorio del Norte para distinguir entre escuálidos y rojillos, así como para cesar sus letales efectos una vez conseguido su objetivo, suponemos que derrocar a Maduro. No es un chiste malo, usted no sabe de qué son capaces esos centros de poder.

Como siempre lo que esta truculencia en realidad pretende es esconder el horror que atraviesa nuestro sistema de salud, que añade a su permanente estado deplorable la devastación de la escasez y los desmanes del aedes aegyptis.

Guerra pues. Igual que la guerra económica que justifica la devastación y el saqueo de la riqueza nacional hecha por la tribu chavista en quince larguísimos años. O la guerra psicológica que pretende acabar, a como dé lugar, con la imagen y los valores patrios, adentro y afuera y desconocer lo chéveres y bravíos que somos. O, más recientes, las batallas apasionantes y decisivas contra María Conchita y el Puma, episodios de la guerra farandulera será.

Todas estas contraofensivas bélicas tienen entre sus víctimas preferidas los que sirven de portavoces del enemigo, los que preparan el terreno, envenenan los cerebros y los corazones, los medios independientes locales, los periodistas y opinadores bocones, las redes sociales incontrolables y, por supuesto los media imperiales, como CNN y Fernando del Rincón. Los primeros son enemigos internos cuya tarea es tratar de ablandar y dañar el espíritu del proceso para beneficio de los futuros invasores o neocolonizadores. Por ejemplo médicos y fablistanes que les dio porque una vaina rara estaba pasando en el Hospital de Maracay que, a decir verdad, todavía no se ha explicado que es, pero ya es situación bélica declarada. A lo mejor la gran Rayma quedará como la más simbólica baja de esta guerra de bacterias, un blasón más en su brillante carrera artística, como dijo Laureano.

Como ya hemos tenido un gran número de guerras, quién quita que nos venga una galáctica, con ovnis, marcianos y hasta nuestros próceres eternos y hasta algún beato como José Gregorio. No es hilaridad, repito. Todo es posible aquí y ahora.



Fernando Rodríguez
Editorial
Guerra y más Guerra
Tal Cual. Caracas, 22 de septiembre de 2014


Eduardo Semtei: ¿Palabrerío, cháchara, verborrea, retahíla o pura paja?

Lo más cierto del asunto ese de la propaganda es que la gente toma Coca-Cola y fuma Marlboro a punta de comerciales de todo tipo. Radio, televisión, publicidad exterior, concursos y pare usted de contar. Conscientes de ello, los regímenes de onda dictatorial, comunistoides o poco democráticos, prevalidos de esta arma de convencimiento, la utilizan no a discreción, si no a mansalva, en el logro de sus propósitos.
En Venezuela, el gobierno maneja de una u otra forma, sea por propiedad accionaria, sea por amenazas, sea por chantaje financiero o de papel, o sea por autocensura, la inmensa mayoría de los diarios, las radioemisoras y las televisoras. Solo basta leer un resumen del currículo de Joseph Goebbels, gran ministro de la propaganda de la Alemania nazi o de Lavrenti Páulovich Beria, gran ministro de la propaganda soviética estalinista, para verificar que el espíritu de esos dos tristes y famosos personajes ocupan hoy sillones preferenciales en el Consejo de Ministros de Venezuela. Sus ideas son veneradas aunque no los mencionan ni de casualidad.
Goebbels convenció a la población de ese gran país, una sociedad ciertamente civilizada, mediante los artificios, artimañas, engaños y señuelos de la propaganda nazi, de entrar en una guerra infame, terrible. Y a adorar a Hitler, que no era sino un despiadado criminal.
Por su parte, Beria, mediante el monopolio de las comunicaciones y la prensa, en lo que él mismo bautizó como “hegemonía comunicacional” (lo de Izarrita es una copia desvergonzada, más bien un vulgar plagio), convirtió a Stalin en un héroe nacional, cuando en realidad no pasaba de ser un sanguinario verdugo.
En tres ocasiones distintas, dos Chávez y una Maduro, se han empleado ardides propagandísticos para distraer a la gente, para confundir a las masas, para manipular la opinión pública, para disfrazar la realidad. Capotes rojos que no siempre son advertidos por los ciudadanos. De allí que, pese al derrumbe gigantesco de la civilidad, del desarrollo económico. Frente a una criminalidad tenebrosa, una inflación demoledora, un desabastecimiento vergonzoso el gobierno conserve todavía 35% en promedio de opinión favorable.
Primero fueron los fulanos motores del desarrollo. Ay, qué palabrerío. Parecen parodiar a la Loca Luz Caraballo. Los deditos de tus manos. Primer motor: ley habilitante. Vía directa al socialismo. ¿Al socialismo? ¡Al desastre! Nos estamos desmoronando y el presidente empeñado en pagarles a los banqueros de Wall Street, en vender Citgo. De esa frase Patria, Socialismo o Muerte, solo cumplió una de las metas. Ya saben ustedes cuál. Una ley que los habilitó para robar, corromper, torcer la Constitución y las leyes.
Segundo motor: reforma constitucional. Estado de Derecho socialista. Afortunadamente las mayorías electorales derrotaron el atrofiado intento de coronar emperador al presidente de la época, aunque a lo largo del resto de su vida fue aprobando, por cuentagotas y contra la Constitución y el sentido común, la mayoría de las deformidades planteadas en esa reforma, tales como el manejo de las reservas internacionales como si fuera la caja chica de una cantina militar.
Tercer motor. Moral y luces. Educación con valores socialistas. Aquí sí se montó la gata en la batea. Ya se cuentan por docenas los grandes capitanes de este gobierno que han solicitado asilo en Estados Unidos a cambio de informaciones sobre delitos de corrupción y de narcotráfico. El Witness Protection Program parece un oasis para todo aquel que caiga en desgracia. Son varios los “soleados” que no pueden pisar ningún país del mundo por temor a que les pongan los ganchos. Como dice la famosa consigna militar: “El honor ni se divisa”. La moral está podrida y las luces apagadas.
Cuarto motor. Nueva geometría del poder. El reordenamiento socialista de la geopolítica de la nación. Umm. Una cháchara estupidizante para destruir alcaldías y gobernaciones. La ruptura de la organización democrática. La eliminación definitiva del equilibrio de poderes y la aplicación con saña del más despiadado centralismo. Todo en manos de una sola persona.
Y por último el quinto motor. Explosión del poder comunal. ¡Democracia protagónica, revolucionaria y socialista! Qué retahíla de necedades. Cuánta verborrea inútil. Cinco motores que se fundieron. Pasaban aceite con perol y todo. Un castillo de engaños y de promesas. No resistieron la más mínima prueba de funcionamiento. Se hundieron en el tiempo. Murieron al nacer.  Ya nadie recuerda nada de ello. Ni siquiera los más recalcitrantes defensores del gobierno. Eran pura paja. Y pensar que llegó a ser una pregunta obligatoria en los requisitos para disfrutar de una de las famosas misiones. Dios. En la próxima entrega las otras dos campañas... Las tres R y las cinco revoluciones dentro de la revolución.
@ssemtei


Eduardo Semtei
¿Palabrerío, cháchara, verborrea, retahíla o pura paja?
El Nacional. Caracas, 22 de septiembre de 2014