La conquista de la democracia
MARÍA CORINA MACHADO
El Comercio. Lima, 27 de abril de 2014
Sobre la crisis política y económica que vive Venezuela
Hasta hace un par de meses el mundo creía que los venezolanos estábamos resignados y aterrorizados ante la destrucción acelerada de nuestra economía, nuestras instituciones y nuestra democracia. El crimen desatado –25 mil homicidios en el 2013, con más de 95% de impunidad– y las interminables colas de mujeres para comprar desde leche hasta papel higiénico, con brazos marcados cual animales, asombran a quienes saben que Venezuela vive la mayor y más prolongada bonanza petrolera de su historia.
Por años se ha pretendido atribuir la sistemática destrucción del empleo privado y de la capacidad productiva (dependemos de las importaciones para comer y hasta para satisfacer la demanda interna de gasolina) a la incompetencia y corrupción del régimen chavista. Desde luego, de ello hay en extremo; pero es indispensable entender que imponer un régimen de dominación requiere de una sociedad totalmente dependiente del Estado, para controlarla económica, política, social y aun espiritualmente. Es clara la aseveración de la Conferencia Episcopal Venezolana al afirmar, en comunicado del 3 de abril, que detrás del Plan de la Patria “se esconde la promoción de un sistema de gobierno de corte totalitario”.
Los órganos del Poder Público han sido cooptados por sectores militares-militaristas y asaltados por el régimen cubano, que ha infiltrado desde el sistema de identificación ciudadana, notarías, registros mercantiles, ministerios y cuerpos de espionaje hasta las Fuerzas Armadas. El régimen cubano necesita a Venezuela tanto como Maduro su tutelaje. El “regalo venezolano” de 12.000 millones de dólares anuales así se paga.
La dictadura creyó apaciguado el espíritu democrático de los venezolanos. Pero los estudiantes tomaron la calle. Entendieron que al cerrársele a la sociedad democrática las vías institucionales y asfixiarse la posibilidad de informarse y hacerse escuchar, mediante la censura y la autocensura, solo le queda insurgir, mediante la movilización cívica y la protesta pacífica.
El llamado de nuestros jóvenes a la conciencia ciudadana tuvo una respuesta masiva e inmediata. En pueblos y ciudades brotó una movilización sin precedentes en nuestra historia. El clamor trascendió las reivindicaciones económicas y sociales, estableciendo una conexión directa entre las causas de nuestra desgracia y su solución política. Se trata de la dignidad humana y nacional, de la justicia, de la libertad.
Ante el crecimiento de esta fuerza ciudadana, el régimen desencadena la más brutal represión mediante grupos paramilitares fuertemente armados, alineados con la Guardia Nacional y la Policía Nacional Bolivariana. En cadena informativa nacional, el 5 de marzo, Nicolás Maduro ordenó activarlos de inmediato para “apagar todas las candelitas” de protesta. En más de diez estados manifestantes pacíficos fueron atacados.
En nuestro corazón permanecerán la imagen de Génesis Carmona, joven de 23 años herida de muerte en la cabeza, en brazos de un compañero estudiante, y las palabras de Carmen González junto a su hijo asesinado en San Cristóbal, rogándonos que no le diéramos el pésame, que no lloráramos, que siguiéramos luchando.
En San Cristóbal, Caracas, Barquisimeto, Valencia, Maracaibo, Puerto Ordaz, efectivos de la Guardia Nacional han violado decenas de hogares para apresar manifestantes protegidos por los vecinos y ciudadanos indefensos. Hasta hoy, 42 venezolanos han sido asesinados, más de 650 heridos, 2.418 detenidos. Hay más de 70 denuncias formales de ciudadanos torturados cruelmente, con descargas eléctricas, rociados de gasolina, golpeados brutalmente y hasta violados. Muchos agraviados lo han denunciado ante jueces y fiscales instalados en cuarteles militares donde estaban secuestrados.
La persecución política tiene un referente en Leopoldo López, líder fundamental de las fuerzas democráticas, víctima de un juicio sumario y aislado como prisionero de guerra en una cárcel militar. Dos alcaldes fueron condenados por la Sala Constitucional, destituidos y presos, acusados de negarse a reprimir la protesta ciudadana. Como diputada nacional, ejercí mi derecho y cumplí mi deber denunciando en la OEA tales violaciones de los derechos humanos. Por ello fui acusada de traición a la patria y expulsada de la Asamblea Nacional, por orden de su presidente, Diosdado Cabello, en grotesca violación de la Constitución. Se desconoció mi inmunidad parlamentaria y mi derecho a la defensa. Un diputado oficialista afirmó que merezco la pena de muerte.
Nos duele a los venezolanos la indiferencia de gobiernos democráticos de América Latina frente al avance totalitario del régimen. Intereses económicos, afinidades ideológicas y objetivos geopolíticos han impedido invocar la Carta Democrática Interamericana; aunque fue diligentemente aplicada en las crisis de Honduras y Paraguay. Ante el avance totalitario, la indiferencia internacional es complicidad. Pero ciudadanos, parlamentarios, artistas, deportistas e intelectuales del mundo llaman las cosas por su nombre: en Venezuela hay una dictadura.
Maduro ha cruzado la línea roja; los jóvenes venezolanos le arrancaron la máscara pseudo-democrática y desnudaron la naturaleza totalitaria y represiva de un régimen dispuesto a todo para conservar el poder.
Venezuela vive una crisis política mayor que solo podrá resolverse con reformas sustantivas en una transición democrática. Nuestra Constitución contempla diversos mecanismos para formalizar el cambio político. Todos requieren una firme, masiva y pacífica movilización ciudadana.
El pueblo peruano ha sido nuestro firme aliado. En Lima nació el primer Grupo de Amigos de Venezuela, integrado por políticos, intelectuales y ciudadanos, solidarios con nuestra lucha democrática. El Congreso peruano ha expresado su apoyo a la democracia venezolana. Parlamentarios del Perú me acompañaron de regreso a Venezuela cuando el capitán Cabello, presidente de la Asamblea Nacional, me acusó de traición a la patria y fui amenazada con la cárcel. Venezuela estará siempre agradecida.
Hoy enviamos un mensaje a los pueblos latinoamericanos: como hace doscientos años, los venezolanos lucharemos hasta vencer, hasta recuperar la libertad, la democracia y restablecer la dignidad nacional.
lunes, 28 de abril de 2014
Carlos Alberto Montaner: Siete razones para oponerse a la reelección presidencial
Siete razones para oponerse a la reelección presidencial
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CARLOS ALBERTO MONTANER
El Nuevo Herald. Miami, 28 de abril de 2014
Rafael Correa casi seguramente intente reelegirse como presidente de Ecuador. Sostiene la supersticiosa fantasía de que es imprescindible. Es uno de los síntomas del narcisismo. Mientras más tiempo pase en Carondelet más sufrirá su imagen. Es inevitable. Esa es una mala idea.
Pero peor fue la de Daniel Ortega en Nicaragua, quien manipuló la Constitución y el parlamento hasta hacer posible la reelección perpetua. Seguramente imitaba al venezolano Hugo Chávez, quien en 1998 juraba que sólo ocuparía el poder durante un periodo, pero cambió las reglas y se casó con Miraflores hasta que la muerte lo alejó de la poltrona, 14 años más tarde.
La reelección trae más inconvenientes que ventajas, aunque la ejerzan buenos gobernantes como el brasilero Fernando Henrique Cardoso o el costarricense Oscar Arias, dos políticos democráticos que también modificaron las normas. El primero para mantenerse en el poder y el segundo para regresar a la casa de gobierno.
La reelección ni siquiera es aconsejable en periodos alternos, como hoy sucede con Michelle Bachelet y ocurrió en el pasado con Alan García, pese a su segunda magnífica presidencia. Tampoco es útil en Estados Unidos, con sus dos gobiernos consecutivos. No tiene mucho sentido mandar pensando y actuando en función de las próximas elecciones.
Hay varias razones para desaconsejar esa práctica en los sistemas presidencialistas. Se me ocurren, al menos, siete importantes:
• Obstruye el reemplazo generacional, la competencia entre líderes y la circulación de las élites.
• Refuerza el caudillismo en detrimento de las instituciones.
• Cuando se prolonga el mandato, el caudillo se va rodeando de cortesanos que lo halagan y confunden en busca de privilegios.
• Fomenta un tipo de nociva relación mercantilista entre el poder económico y el político. Se retroalimentan mutuamente. Facilita la corrupción.
• Los errores tienden a reiterarse por el conocido Einstellung Effect. No solemos hacer las cosas porque estén bien o mal, sino porque primero las hicimos de determinada manera y el cerebro es una máquina que aprende y repite los comportamientos.
• Los viejos gobiernos se quedan sin ideas, se van fosilizando, se resisten a las reformas y segregan burocracias calcificadas, cada vez más incompetentes.
• La no reelección refuerza la noción de que lo conveniente es seguir planes de gobierno a largo plazo, pensando en el país y no en periodos cortos. Se llega al poder a medio camino y se entrega a medio camino porque es un viaje que no puede o debe llegar a ninguna parte. Es una obra continua en la que el presidente es sólo un factor transitorio limitado por la ley.
Si no hay reelección, ¿cuál es el periodo ideal? A mi juicio, la fórmula mexicana es la más indicada. Seis años y adiós muy buenas. Se podrá argumentar que el PRI, que gobernó 70 años con más pena que gloria, no es el mejor ejemplo, pues sustituyó al caudillo por el partido, reiterando casi todos los defectos señalados, pero probablemente hubiera sido peor uno que diez, como sucedió durante los 35 años que previamente mandó Porfirio Díaz. Por eso en 1910 Francisco Madero inició la Revolución enarbolando una sabia consigna: “Sufragio efectivo y no reelección”.
En todo caso, hay un vínculo muy estrecho entre los valores que existen en la sociedad y el resultado de la obra de gobierno. Los políticos no surgen en el vacío. Son parte de la misma tribu de donde salen los ingenieros, los curas, los soldados o los vendedores de corbatas. No son peores. Si los países escandinavos son los mejor gobernados del planeta, no es por las cuestiones formales sino por las virtudes que prevalecen en esas sociedades.
Tal vez el complemento ideal para esos gobiernos presidencialistas de un solo periodo, es la recuperación de una institución jurídica excelente, proveniente de la tradición romana: el Juicio de Residencia. De manera automática, sin que mediara acusación formal, todo gobernante saliente debía someterse a una gran auditoría pública de la que podían derivarse consecuencias penales. Si había mandado bien, se le honraba. Si había violado la ley, se le castigaba.
Tras pasar por el Juicio de Residencia muy pocos querían volver al poder. Incluso los buenos. Estupendo.
Periodista y escritor. Su último libro es la novela “ Otra vez adiós”.
© Firmas Press
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El Nuevo Herald. Miami, 28 de abril de 2014
Rafael Correa casi seguramente intente reelegirse como presidente de Ecuador. Sostiene la supersticiosa fantasía de que es imprescindible. Es uno de los síntomas del narcisismo. Mientras más tiempo pase en Carondelet más sufrirá su imagen. Es inevitable. Esa es una mala idea.
Pero peor fue la de Daniel Ortega en Nicaragua, quien manipuló la Constitución y el parlamento hasta hacer posible la reelección perpetua. Seguramente imitaba al venezolano Hugo Chávez, quien en 1998 juraba que sólo ocuparía el poder durante un periodo, pero cambió las reglas y se casó con Miraflores hasta que la muerte lo alejó de la poltrona, 14 años más tarde.
La reelección trae más inconvenientes que ventajas, aunque la ejerzan buenos gobernantes como el brasilero Fernando Henrique Cardoso o el costarricense Oscar Arias, dos políticos democráticos que también modificaron las normas. El primero para mantenerse en el poder y el segundo para regresar a la casa de gobierno.
La reelección ni siquiera es aconsejable en periodos alternos, como hoy sucede con Michelle Bachelet y ocurrió en el pasado con Alan García, pese a su segunda magnífica presidencia. Tampoco es útil en Estados Unidos, con sus dos gobiernos consecutivos. No tiene mucho sentido mandar pensando y actuando en función de las próximas elecciones.
Hay varias razones para desaconsejar esa práctica en los sistemas presidencialistas. Se me ocurren, al menos, siete importantes:
• Obstruye el reemplazo generacional, la competencia entre líderes y la circulación de las élites.
• Refuerza el caudillismo en detrimento de las instituciones.
• Cuando se prolonga el mandato, el caudillo se va rodeando de cortesanos que lo halagan y confunden en busca de privilegios.
• Fomenta un tipo de nociva relación mercantilista entre el poder económico y el político. Se retroalimentan mutuamente. Facilita la corrupción.
• Los errores tienden a reiterarse por el conocido Einstellung Effect. No solemos hacer las cosas porque estén bien o mal, sino porque primero las hicimos de determinada manera y el cerebro es una máquina que aprende y repite los comportamientos.
• Los viejos gobiernos se quedan sin ideas, se van fosilizando, se resisten a las reformas y segregan burocracias calcificadas, cada vez más incompetentes.
• La no reelección refuerza la noción de que lo conveniente es seguir planes de gobierno a largo plazo, pensando en el país y no en periodos cortos. Se llega al poder a medio camino y se entrega a medio camino porque es un viaje que no puede o debe llegar a ninguna parte. Es una obra continua en la que el presidente es sólo un factor transitorio limitado por la ley.
Si no hay reelección, ¿cuál es el periodo ideal? A mi juicio, la fórmula mexicana es la más indicada. Seis años y adiós muy buenas. Se podrá argumentar que el PRI, que gobernó 70 años con más pena que gloria, no es el mejor ejemplo, pues sustituyó al caudillo por el partido, reiterando casi todos los defectos señalados, pero probablemente hubiera sido peor uno que diez, como sucedió durante los 35 años que previamente mandó Porfirio Díaz. Por eso en 1910 Francisco Madero inició la Revolución enarbolando una sabia consigna: “Sufragio efectivo y no reelección”.
En todo caso, hay un vínculo muy estrecho entre los valores que existen en la sociedad y el resultado de la obra de gobierno. Los políticos no surgen en el vacío. Son parte de la misma tribu de donde salen los ingenieros, los curas, los soldados o los vendedores de corbatas. No son peores. Si los países escandinavos son los mejor gobernados del planeta, no es por las cuestiones formales sino por las virtudes que prevalecen en esas sociedades.
Tal vez el complemento ideal para esos gobiernos presidencialistas de un solo periodo, es la recuperación de una institución jurídica excelente, proveniente de la tradición romana: el Juicio de Residencia. De manera automática, sin que mediara acusación formal, todo gobernante saliente debía someterse a una gran auditoría pública de la que podían derivarse consecuencias penales. Si había mandado bien, se le honraba. Si había violado la ley, se le castigaba.
Tras pasar por el Juicio de Residencia muy pocos querían volver al poder. Incluso los buenos. Estupendo.
Periodista y escritor. Su último libro es la novela “ Otra vez adiós”.
© Firmas Press
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Carolina Jaimes Barnger: Conservadas por la estupidez
Conservadas por la estupidez
CAROLINA JAIMES BRANGER
El Universal. Caracas, 28 de abril de 2014
El gobierno, como si no tuviera suficientes problemas, arremete nuevamente para ver si esta vez logra la tan anhelada ideologización de nuestros escolares, para poder "naricearlos" a su antojo. Pero como dice mi amigo Jorge Sayegh, una cosa es que la aprueben y otra que la pongan en marcha. Se necesita mucha disciplina, mucha eficiencia y mucho tesón para modificar un sistema educativo, y todos sabemos que aquí la poca disciplina y eficiencia que había las mató la revolución roja rojita. Tesón sí han tenido para fregar, pero dudo que solo con tesón lo logren.
Sin embargo, no deja de ser preocupante el que la ya maltrecha educación que se imparte en el país empeore. Aunque la resolución copie -en ocasiones textualmente- la Declaración de los Derechos Humanos de la ONU, cite fundamentos legales rimbombantes o se apoye en soportes jurídicos, el fantasma del Estado Docente vuelve a amenazar a los escolares venezolanos. El Estado que suple el papel de los padres y los docentes en la educación de sus hijos y alumnos.
Un corto pero contundente análisis de la profesora Olatz Isasi, coordinadora académica del Centro de Derechos Humanos de la UCAB, llama la atención sobre el literal f del considerando: "la Resolución 058 señala que 'los ambientes escolares son espacios abiertos los 365 días del año para la enseñanza y el aprendizaje, la práctica democrática y la transformación de la estructura institucional necesaria para el desarrollo del poder popular'". Si tomamos en cuenta que el Poder Popular tiene como uno de sus fines, "... construir las bases de la sociedad socialista, democrática, de derecho y de justicia", además de las repetidas referencias que se hacen a consejos comunales, y colectivos sociales, no discriminados, como miembros de los comités del Consejo Educativo con injerencia en planificación, ejecución, seguimiento, control, supervisión y evaluación dentro de las instituciones educativas, se puede inferir la posibilidad de que la escuela se convierta en espacio de ideologización atentando contra el necesario pluralismo que garantiza la educación de calidad" (http://tinyurl.com/p9mlnvv).
Las reformas deben llevarnos hacia adelante, no hacia atrás: las "revoluciones" como la nuestra, esas enfermedades sociales, se conservan gracias a la estupidez. ¿Aprenderemos?
@cjaimesb
CAROLINA JAIMES BRANGER
El Universal. Caracas, 28 de abril de 2014
El gobierno, como si no tuviera suficientes problemas, arremete nuevamente para ver si esta vez logra la tan anhelada ideologización de nuestros escolares, para poder "naricearlos" a su antojo. Pero como dice mi amigo Jorge Sayegh, una cosa es que la aprueben y otra que la pongan en marcha. Se necesita mucha disciplina, mucha eficiencia y mucho tesón para modificar un sistema educativo, y todos sabemos que aquí la poca disciplina y eficiencia que había las mató la revolución roja rojita. Tesón sí han tenido para fregar, pero dudo que solo con tesón lo logren.
Sin embargo, no deja de ser preocupante el que la ya maltrecha educación que se imparte en el país empeore. Aunque la resolución copie -en ocasiones textualmente- la Declaración de los Derechos Humanos de la ONU, cite fundamentos legales rimbombantes o se apoye en soportes jurídicos, el fantasma del Estado Docente vuelve a amenazar a los escolares venezolanos. El Estado que suple el papel de los padres y los docentes en la educación de sus hijos y alumnos.
Un corto pero contundente análisis de la profesora Olatz Isasi, coordinadora académica del Centro de Derechos Humanos de la UCAB, llama la atención sobre el literal f del considerando: "la Resolución 058 señala que 'los ambientes escolares son espacios abiertos los 365 días del año para la enseñanza y el aprendizaje, la práctica democrática y la transformación de la estructura institucional necesaria para el desarrollo del poder popular'". Si tomamos en cuenta que el Poder Popular tiene como uno de sus fines, "... construir las bases de la sociedad socialista, democrática, de derecho y de justicia", además de las repetidas referencias que se hacen a consejos comunales, y colectivos sociales, no discriminados, como miembros de los comités del Consejo Educativo con injerencia en planificación, ejecución, seguimiento, control, supervisión y evaluación dentro de las instituciones educativas, se puede inferir la posibilidad de que la escuela se convierta en espacio de ideologización atentando contra el necesario pluralismo que garantiza la educación de calidad" (http://tinyurl.com/p9mlnvv).
Las reformas deben llevarnos hacia adelante, no hacia atrás: las "revoluciones" como la nuestra, esas enfermedades sociales, se conservan gracias a la estupidez. ¿Aprenderemos?
@cjaimesb
Eduardo Semtei: Historia de la cándida marxista y su chavismo desalmado
Historia de la cándida marxista y su chavismo desalmado
EDUARDO SEMTEI
El Nacional. Caracas, 28 de abril de 2014
Tengo la obligación de hablar sin parar sobre la justicia divina del marxismo. Sus celebradas frases. Sus héroes. Como el Che (por cierto, quienes lo conocieron de cerca no tienen tan buena opinión como quienes no lo conocieron, pero usan franelas con su estampa. Basta señalar que le encantaba fusilar).
Una de las máximas, que el chavismo usa cada cierto tiempo y fue de las frases más célebres de Stalin, Mao, que sé yo, era la que escribiera el propio Marx en su obra Crítica al programa de Gotha en la cual acuñó: “A cada quien según sus necesidades, de cada cual según sus capacidades”. A frase buena, carajo. Es casi como la consigna que se le atribuye a Maquiavelo: “El fin justifica los medios”. Otra frase buena, caramba.
Pero cómo podría un gobernante serio, responsable y solidario negarse a cumplir tan sagrado mandato. Si un niño se fractura una pierna. Cómo negarle el yeso. A cada quien según sus necesidades. Si una anciana está desamparada y con hambre. Quién será el perverso que le pudiera negar la comida. Y a un pobre sin vivienda. Un niño sin escuela. Un viejo desvalido. Una mujer desamparada y hambrienta. Una menor en gravidez. Es imposible, salvo que hablemos de un monstruo; negarle el bien a quien necesita algo es pecado. Una maldad imperdonable. Anjá.
Sin entrar en detalles, como, por ejemplo, cuáles son las necesidades justificables y quién proporciona el remedio. Eso supone varias cosas. Todas conducen al fortalecimiento del Estado en contra de los ciudadanos. Explican todas las maldiciones que describe la novela de George Orwell. La existencia de un Gran Hermano. La escribió en 1947 y la tituló 1984. La primera deducción es que hay unas necesidades “necesarias” y unas necesidades “no necesarias”. Solo el Estado, el Gran Hermano es capaz de dilucidar y diferenciar unas de otras. Como quiera que el Estado no es una entelequia, un espíritu, un no-presente, requiere que alguien, así, sencillamente, asuma el papel del Estado y actúe en su nombre.
Evidentemente el marxismo clásico necesita de una estructura de poder, de unos delegados, de unos miembros, de unos señores que, representando al Estado, puedan clasificar, decidir qué asuntos son necesidades “necesarias” y cuáles no lo son. Allí empieza a transformarse el dicho, supuestamente bondadoso, “a cada quien según sus necesidades”, a la realidad de la “dictadura del proletariado” que nuevamente nos retrotrae a la necesidad de que exista alguien quien pueda ejercer tal dictadura. Por ejemplo, apelando a Marx y agarrándose de sus barbas, el gobierno chavista justifica claramente la regaladera de dinero, el despilfarro comprando votos, a todos los países del Caribe. A Nicaragua. A Bolivia. A Ecuador. En nombre de la solidaridad internacional y la salvación de la raza humana se botan por la borda miles de millones de dólares. Cómo pega eso con la frase original de “a cada quien según sus necesidades” es todo un misterio.
Lo más natural del mundo, lo evidente en la naturaleza, en todas las especies animales, en las plantas, los mares, las montañas, es inequívocamente la desigualdad. La diferencia. El marxismo como teoría asume que si bien no todos somos iguales, al llegar al comunismo todos lo seremos. Será el Reino de los Cielos donde todos seremos iguales. Todos correremos 100 metros planos en 9,85 segundos. Todos seremos campeones de la Fórmula Uno. Todos seremos médicos. Todos boxeadores. Todos maestros. Todos viviremos exactamente los mismos años, meses, días, horas y segundos. Todos pesaremos y mediremos lo mismo. Tenderemos el mismo número de hijos. Nuestras casas serán todas iguales. Claro, mientras tanto el Estado, el Hermano Mayor requerirá de unos ciertos administradores que lo ayuden a alcanzar tan nobles fines. Y el que no se deje “igualar” bueno, la medicina del Che para los insubordinados y diferentes. ¿Es usted igual o diferente, amigo lector?
@ssemtei
EDUARDO SEMTEI
El Nacional. Caracas, 28 de abril de 2014
Tengo la obligación de hablar sin parar sobre la justicia divina del marxismo. Sus celebradas frases. Sus héroes. Como el Che (por cierto, quienes lo conocieron de cerca no tienen tan buena opinión como quienes no lo conocieron, pero usan franelas con su estampa. Basta señalar que le encantaba fusilar).
Una de las máximas, que el chavismo usa cada cierto tiempo y fue de las frases más célebres de Stalin, Mao, que sé yo, era la que escribiera el propio Marx en su obra Crítica al programa de Gotha en la cual acuñó: “A cada quien según sus necesidades, de cada cual según sus capacidades”. A frase buena, carajo. Es casi como la consigna que se le atribuye a Maquiavelo: “El fin justifica los medios”. Otra frase buena, caramba.
Pero cómo podría un gobernante serio, responsable y solidario negarse a cumplir tan sagrado mandato. Si un niño se fractura una pierna. Cómo negarle el yeso. A cada quien según sus necesidades. Si una anciana está desamparada y con hambre. Quién será el perverso que le pudiera negar la comida. Y a un pobre sin vivienda. Un niño sin escuela. Un viejo desvalido. Una mujer desamparada y hambrienta. Una menor en gravidez. Es imposible, salvo que hablemos de un monstruo; negarle el bien a quien necesita algo es pecado. Una maldad imperdonable. Anjá.
Sin entrar en detalles, como, por ejemplo, cuáles son las necesidades justificables y quién proporciona el remedio. Eso supone varias cosas. Todas conducen al fortalecimiento del Estado en contra de los ciudadanos. Explican todas las maldiciones que describe la novela de George Orwell. La existencia de un Gran Hermano. La escribió en 1947 y la tituló 1984. La primera deducción es que hay unas necesidades “necesarias” y unas necesidades “no necesarias”. Solo el Estado, el Gran Hermano es capaz de dilucidar y diferenciar unas de otras. Como quiera que el Estado no es una entelequia, un espíritu, un no-presente, requiere que alguien, así, sencillamente, asuma el papel del Estado y actúe en su nombre.
Evidentemente el marxismo clásico necesita de una estructura de poder, de unos delegados, de unos miembros, de unos señores que, representando al Estado, puedan clasificar, decidir qué asuntos son necesidades “necesarias” y cuáles no lo son. Allí empieza a transformarse el dicho, supuestamente bondadoso, “a cada quien según sus necesidades”, a la realidad de la “dictadura del proletariado” que nuevamente nos retrotrae a la necesidad de que exista alguien quien pueda ejercer tal dictadura. Por ejemplo, apelando a Marx y agarrándose de sus barbas, el gobierno chavista justifica claramente la regaladera de dinero, el despilfarro comprando votos, a todos los países del Caribe. A Nicaragua. A Bolivia. A Ecuador. En nombre de la solidaridad internacional y la salvación de la raza humana se botan por la borda miles de millones de dólares. Cómo pega eso con la frase original de “a cada quien según sus necesidades” es todo un misterio.
Lo más natural del mundo, lo evidente en la naturaleza, en todas las especies animales, en las plantas, los mares, las montañas, es inequívocamente la desigualdad. La diferencia. El marxismo como teoría asume que si bien no todos somos iguales, al llegar al comunismo todos lo seremos. Será el Reino de los Cielos donde todos seremos iguales. Todos correremos 100 metros planos en 9,85 segundos. Todos seremos campeones de la Fórmula Uno. Todos seremos médicos. Todos boxeadores. Todos maestros. Todos viviremos exactamente los mismos años, meses, días, horas y segundos. Todos pesaremos y mediremos lo mismo. Tenderemos el mismo número de hijos. Nuestras casas serán todas iguales. Claro, mientras tanto el Estado, el Hermano Mayor requerirá de unos ciertos administradores que lo ayuden a alcanzar tan nobles fines. Y el que no se deje “igualar” bueno, la medicina del Che para los insubordinados y diferentes. ¿Es usted igual o diferente, amigo lector?
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