Por eso respaldo el Congreso Ciudadano con todas mis fuerzas. Porque de esta inmundicia no se podrá salir con más inmundicia. Sino sólo y solamente con la grandeza de la verdad, la honestidad y el arrojo por delante. Así son las cosas.
Parece un chiste freudiano, por lo revelador. Invito a un destacado sociólogo a acompañarnos en una tarea de asesoría política y me replica: “¿Yo, asesor? No, mi pana, yo de ministro no bajo…”. Así las posibilidades de convertirnos en gobierno estén a leguas luz de distancia, la broma es más que reveladora: demuestra que antes que la preocupación por la recuperación de la sociedad venezolana y la reconstrucción de la república, en bien nuestro y de nuestra descendencia, muchos políticos de la vieja y nueva guardia no mueven un dedo sin estar pensando en los beneficios que un cambio de rumbo podría depararles en sus vidas. Si mueven uno en el terreno internacional es porque ya se ven entregando sus credenciales a un presidente de un importante país europeo. Si aportan con un modesto escrito a la organización de los artistas e intelectuales es porque ya se ven al frente del Ministerio de Cultura. Y si participan en la inauguración de un campo deportivo es porque ya se ven de delegados especiales ante el Comité Olímpico Internacional.
Así, he visto aparecer súbitamente en el escenario opositor a jóvenes universitarios que sin haber terminado sus carreras ya poseían un curul en la Asamblea Nacional, y sin tener la más mínima idea de cómo se cuecen las habas en el mundo diplomático, recibir mensualmente sus cheques en dólares del Parlatino. El tan ansiado poder se lo ve a través del prisma del disfrute de alguna canonjía, no a través de la lente amplificadora de una nueva realidad sociopolítica a ser conquistada puerta a puerta y palmo a palmo, sin ninguna pretensión crematística. Por amor a la república, por destino comprometido con el devenir de la patria.
Es el viejo “pónganme donde haiga” que se entreveía en los ojos codiciosos de los recién llegados a los partidos del sistema. Tras del cual se oía el “qué chavocho es el poder”, como ironizaba el personaje de la cuarta tras la sarcástica sonrisita de Joselo. Que ha permitido a Chávez y su esbirriato arrasar con la sinvergüenzura nacional, literalmente comprar millones de electores y centenas de miles de funcionarios, burócratas y militantes, coronados por la pandilla de asaltantes de camino que viven haciendo gárgaras con la palabra revolución y no alzan el puño si no es para maniatar un puñado de dólares.
No hay en el seno de la oposición el más mínimo debate ideológico, la más somera confrontación de ideas como para explicarse el deslave que viven algunos partidos castigados por la ausencia de votantes, ergo de cargos públicos, y la carrera de doscientos metros con obstáculos de viejos figurones de trasnochados y no tan añejos partidos de la cuarta y la quinta desgañitarse detrás de un cargo de dirección en el partido mejor rankeado para las próximas elecciones. No es que fulano de tal sale de la socialdemocracia y aparece sin una sola arruga en uno que se pensaba era más bien liberal-cristiano por haber recibido la revelación de Pablo de Tarso camino de Damasco: es que en el viejo partido no había ya “haiga” que valga y en el nuevo, así se encuentre en la antípoda, no se piensa en otra cosa que en arrasar en las parlamentarias del 2015 o en las presidenciales del 2019. Pues en dichos partidos no se ven ciudadanos sumidos en la angustia por la pérdida de la patria, sino autómatas y zombis que sólo sirven para votar y el día de la votación. Luego: auf Wiedersehen.
Dicen que no hay corrompido sin corruptor. En efecto: hay partidos que confunden el trabajo de crecimiento en las mentes y en los corazones de los convertidos con la brutal y despiadada cacería de corruptibles al garete. Confunden calidad con cantidad y parecen dirigidos más por abasteros que pesan el valor de sus partidos por kilos de carne humana cooptada que por el aporte intelectual e ideológico a una estratégica visión de país para el futuro de esta aterida y trémula humanidad en desbandada. Montoneras de arribistas al por mayor que salen cual tiburones tras los bancos de sardinas echadas al mar por el fracaso de otros partidos en el pervertido trajín de la oferta y la demanda de electores, creados por caudillos de tres al cuarto.
Cuesta hacerles entender que en la historia de las crisis terminales y gangrenosas como la que sufrimos en nuestro país, no se burla al destino con prestidigitación mafiosa, no se vence con pases de birlibirloque y engañiflas de homérica astucia. Al monstruo que duerme en la caverna no le cortaremos la carótida diciéndole que venimos a ponerle una gargantilla de diamantes. Si Homero mistificó sus engaños engañando al mito con el truco de que Odiseo se llamaba “Nadie”, los Castro son más sabios por viejos y por diablos. Se llaman Fidel y Raúl.
Por eso respaldo el Congreso Ciudadano con todas mis fuerzas. Porque de esta inmundicia no se podrá salir con más inmundicia. Sino sólo y solamente con la grandeza de la verdad, la honestidad y el arrojo por delante. Así son las cosas.
Antonio Sánchez García
El oportunismo, enfermedad infantil del oposicionismo
El Nacional. Caracas, 2 de septiembre de 2014
martes, 2 de septiembre de 2014
Iván Simonovis: Venezuela es una nación estancada
Venezuela es una nación estancada en el ámbito social, económico y político. Es inocultable que durante los últimos años en el país se ha experimentado una marcada descomposición social, lo que se evidencia -entre otras variables- en la exacerbada violencia que se respira en cada esquina de cualquier ciudad, pueblo o caserío venezolano. No importa si usted vive en una urbanización de clase media en Maracaibo, en un barrio de Caracas o en un fundo fronterizo del estado Apure: seguramente usted ha sentido una total indefensión ante los ataques de la delincuencia.
La inseguridad personal es una de las mayores preocupaciones de los venezolanos de cualquier estatus social, sin distingo de religión, ideología política o sexo. Y es allí donde ubico el meollo de la preocupación colectiva, pues quienes se dedican a las actividades delictivas atentan en muchos casos contra lo más sagrado del ser humano: la vida.
Priva lo ideológico
En Venezuela inauguramos el siglo XXI con un novísimo pacto social, materializado en la Constitución Nacional aprobada por referendo en diciembre de 1999. Nuevos actores se posicionaron en las esferas del Poder Público y ante la urgencia de efectuar cambios que sustentaran el desarrollo y progreso de nuestro país, se construyó un andamiaje básicamente ideológico que dejó a un lado el pragmatismo en la aplicación de políticas públicas efectivas para resolver los acuciantes problemas de la nación. Se descuidaron asuntos elementales como, por ejemplo, la seguridad ciudadana.
Sitial de honor
Aunque aquí no existe ningún conflicto armado como en Colombia que ya lleva medio siglo luchando contra grupos guerrilleros, ni tampoco estamos acorralados por los carteles de narcotraficantes que están desangrando a la población mexicana, no obstante, ocupamos un sitial de honor en Latinoamérica como uno de los países con mayor número de homicidios por habitantes.
No a la impunidad
Uno de los factores que ha incidido en el incremento de la delincuencia es la impunidad. Si en la mal llamada Cuarta República nos lamentábamos del pésimo funcionamiento de los tribunales, ahora en la Quinta República la ineficiencia y la corrupción en el Poder Judicial han superado cualquier pronóstico, lo que sin dudas ha incidido en el aumento de la criminalidad. Otra variable que no se puede ignorar es la deficiente coordinación de la Fiscalía General de la República con los órganos que imparten justicia.
Si a la impunidad se le agrega la inefectividad de la actuación de los cuerpos policiales, el escenario es perfecto para que los delincuentes operen sin impedimentos y con total libertad, siendo que paradójicamente no se ha implementado una política pública de seguridad ciudadana coherente y adaptada a la particular coyuntura que atraviesa nuestra sociedad. No solo se trata de aplicar medidas correctivas urgentes que pongan en jaque al hampa, sino también de un plan preventivo de largo alcance que permita efectivamente reducir los índices delictivos.
En el marco de una política pública de seguridad, los organismos integrantes del sistema penal deberían considerar las actividades criminales más violentas como homicidios, robos y secuestros, y garantizar el castigo justo a los transgresores por el hecho cometido. Estos delitos son gravísimos porque atentan directamente contra la estabilidad física y psicológica de los ciudadanos. Evidentemente, el problema de la inseguridad es de tal complejidad que su resolución no está a la vuelta de la esquina. Y entonces salta la pregunta: ¿Qué hacemos usted, yo, todos los que estamos asediados por los delincuentes? ¿Cómo podemos actuar para evitar ser la próxima víctima?
Buscando soluciones
No existe ningún libro o método que establezca una fórmula mágica que le impida a usted convertirse en una presa de los delincuentes. Por tal razón, es importante advertir que cada persona debe ser parte activa de la prevención. Si usted comprende la magnitud del problema y reconoce su nivel de vulnerabilidad, tal actitud lo ayudará a generar estrategias de prevención.
No es necesario llegar a la paranoia, pero sí darse cuenta que el entorno de inseguridad no cambiará en el corto plazo. Pueden adoptarse medidas simples que protegerán sus bienes y garantizarán su vida y la de su familia. La creatividad, la proactividad y el sentido común son actitudes que le conducirán por un mejor camino hacia la prevención.
Iván Simonovis
Venezuela es una nación estancada
Diario Las Américas. Miami, 2 de septiembre de 2014
La inseguridad personal es una de las mayores preocupaciones de los venezolanos de cualquier estatus social, sin distingo de religión, ideología política o sexo. Y es allí donde ubico el meollo de la preocupación colectiva, pues quienes se dedican a las actividades delictivas atentan en muchos casos contra lo más sagrado del ser humano: la vida.
Priva lo ideológico
En Venezuela inauguramos el siglo XXI con un novísimo pacto social, materializado en la Constitución Nacional aprobada por referendo en diciembre de 1999. Nuevos actores se posicionaron en las esferas del Poder Público y ante la urgencia de efectuar cambios que sustentaran el desarrollo y progreso de nuestro país, se construyó un andamiaje básicamente ideológico que dejó a un lado el pragmatismo en la aplicación de políticas públicas efectivas para resolver los acuciantes problemas de la nación. Se descuidaron asuntos elementales como, por ejemplo, la seguridad ciudadana.
Sitial de honor
Aunque aquí no existe ningún conflicto armado como en Colombia que ya lleva medio siglo luchando contra grupos guerrilleros, ni tampoco estamos acorralados por los carteles de narcotraficantes que están desangrando a la población mexicana, no obstante, ocupamos un sitial de honor en Latinoamérica como uno de los países con mayor número de homicidios por habitantes.
No a la impunidad
Uno de los factores que ha incidido en el incremento de la delincuencia es la impunidad. Si en la mal llamada Cuarta República nos lamentábamos del pésimo funcionamiento de los tribunales, ahora en la Quinta República la ineficiencia y la corrupción en el Poder Judicial han superado cualquier pronóstico, lo que sin dudas ha incidido en el aumento de la criminalidad. Otra variable que no se puede ignorar es la deficiente coordinación de la Fiscalía General de la República con los órganos que imparten justicia.
Si a la impunidad se le agrega la inefectividad de la actuación de los cuerpos policiales, el escenario es perfecto para que los delincuentes operen sin impedimentos y con total libertad, siendo que paradójicamente no se ha implementado una política pública de seguridad ciudadana coherente y adaptada a la particular coyuntura que atraviesa nuestra sociedad. No solo se trata de aplicar medidas correctivas urgentes que pongan en jaque al hampa, sino también de un plan preventivo de largo alcance que permita efectivamente reducir los índices delictivos.
En el marco de una política pública de seguridad, los organismos integrantes del sistema penal deberían considerar las actividades criminales más violentas como homicidios, robos y secuestros, y garantizar el castigo justo a los transgresores por el hecho cometido. Estos delitos son gravísimos porque atentan directamente contra la estabilidad física y psicológica de los ciudadanos. Evidentemente, el problema de la inseguridad es de tal complejidad que su resolución no está a la vuelta de la esquina. Y entonces salta la pregunta: ¿Qué hacemos usted, yo, todos los que estamos asediados por los delincuentes? ¿Cómo podemos actuar para evitar ser la próxima víctima?
Buscando soluciones
No existe ningún libro o método que establezca una fórmula mágica que le impida a usted convertirse en una presa de los delincuentes. Por tal razón, es importante advertir que cada persona debe ser parte activa de la prevención. Si usted comprende la magnitud del problema y reconoce su nivel de vulnerabilidad, tal actitud lo ayudará a generar estrategias de prevención.
No es necesario llegar a la paranoia, pero sí darse cuenta que el entorno de inseguridad no cambiará en el corto plazo. Pueden adoptarse medidas simples que protegerán sus bienes y garantizarán su vida y la de su familia. La creatividad, la proactividad y el sentido común son actitudes que le conducirán por un mejor camino hacia la prevención.
Iván Simonovis
Venezuela es una nación estancada
Diario Las Américas. Miami, 2 de septiembre de 2014
Rafael Poleo: La impotencia de Nico
Rafael Poleo
La impotencia de Nico
El Nuevo País. Caracas, 2 de septiembre de 2014 (Blog Pedro Mogna)
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