Diosdado Cabello, el teniente o capitán presidente de la
Asamblea Nacional, pasó a ser la presa más codiciada por los organismos
antidrogas de los Estados Unidos, según se desprende del esfuerzo que hace el
gobierno de Maduro por lograr la anulación del “Decreto Obama”, y la decisión
del presidente de la primera potencia del mundo de mantenerlo, a menos que la
administración postchavista le entregue al hombre que está emergiendo de las
confesiones de los testigos protegidos, Rafael Isea y Leamsy Salazar, como el
jefe del “Cartel de los Soles”.
De modo que, en la recolección de los supuestos 13 millones
de firmas para que Obama licúe su amenaza, o de los millones de dólares que se
gastan mensualmente en lobbies y avisos en el “New York Times”, o de la campaña
de ministros maduristas por los cinco continentes denunciando “la planta
insolente del extranjero”, no hay nada parecido a una defensa de la patria, ni
de la independencia y la soberanía nacional, sino la protección de un presunto
narcotraficante que, para los gringos, la ido demasiado lejos.
En otras palabras: que una situación que copia párrafos
enteros de la que vivió Colombia cuando los jefes de los carteles de Cali y
Medellín, los hermanos Rodríguez Orejuela y Pablo Escobar, presionaron desde
comienzos de los 80 a los gobiernos neogranadinos para que no firmaran un
“Tratado de Extradición” con los Estados Unidos
y desembocó en la “Guerra de los Carteles” contra el gobierno de César Gaviria, que casi
termina con el estado colombiano.
La gran pregunta es: ¿Se atreverá Maduro a entregar a
Diosdado, o, al menos, a dejarlo a la buena de Dios, y, en respuesta, la
emprenderá Cabello contra Maduro al extremo de derrocarlo o provocar una guerra
civil?
En respuesta diría que la realidad se mueve a desmentir una
presunta hermandad entre los “sucesores” del Comandante Eterno, y ofrece elementos para afirmar que, cada uno
toma posiciones contra el otro, cada uno se prepara para un enfrentamiento que
rueda sin parar, como puede verse en la
evidencia de un “estado dentro del estado” (el de Cabello), que toma sus
políticas y se las impone a un presidente Maduro sorprendido y desconcertado.
A este respecto, nada más oportuno que recordar las
declaraciones del expresidente de Uruguay, Pepe Mujica, el 2 de febrero pasado
-una semana antes de abandonar el cargo-, en el sentido de que: “El problema
que puede tener Venezuela, es que nos podemos ver frente a un golpe de Estado
de militares de izquierda y con eso la
democracia si se va al carajo”.
Afirmaciones crípticas para aquellos días, incluso para un
analista aguzado como el colega y amigo, Rafael Poleo, quien las anotó, reseñó
e hizo preguntas sobre su significado, pero que, según se van deshojando las
políticas que salen de Miraflores y las que vienen de Fuerte Tiuna, del jefe de
la promoción “Mariano Montilla”, nos ubican frente a una película que no trae
reparto, pero si una trama, protagonistas e imágenes que espeluznan.
Así, por ejemplo, Cabello, convocó de motu propio, sin tener
facultades para ello, aquel desfile militar del 12 de febrero pasado, que, por
cierto, fue frustrado por un larguísimo aguacero torrencial (que también hizo
lo suyo con un cacerolazo que le daban a Maduro en La Pastora, cuando celebraba
un acto de homenaje a Robert Serra),
pero del cual salió el atentado y la conspiración del Tucano, que se le
impuso a trancas y barrancas a Maduro, y lo empujó a encabezar la última ola
represiva contra la oposición.
Fue no solo una mentira, sino un ridículo monumental, por el
que se expuso a risotadas en la OEA, la Cumbre de las Américas, y las
cancillerías de América y Europa, pero donde se intentó demostrar que Venezuela
tenía de presidente a un payaso, Maduro y a un dueño de circo de lujo, Cabello.
Pero de esos mismos lodos, sale el charco de la “conspiración” de la
“Transición” que conduce a los atropellos contra el Alcalde Metropolitano,
Antonio Ledezma, que casi alcanza a la presidenta de “Vente Venezuela”, María
Corina Machado, y endurece todas las posiciones del establecimiento madurista
para convertirlo en blanco de la opinión pública, las ONG y multilaterales internacionales.
En otras palabras: que ya Cabello no está solo en el paredón
donde lo arrastran las acusaciones de los testigos protegidos, Rafael Isea y
Leamsy Salazar, y puede ahora esperar que, Maduro, para protegerse de su dies
irae, también se abrase a la piedra que hunde al teniente o capitán hasta el
fondo.
En el contexto se
pregunta una y otra vez: “¿Pero quién mandó a Isea y a Salazar a
Washington, acaso Maduro, Raúl Castro, o Rafael Ramírez? ¿Y qué papel juega el
expresidente de PDVSA en todo esto, tan calladito? Porque algo está claro: lo
de los testigos protegidos, fue para joderme a mi, y a Tareck El Aissami que
son los dos hombres cuyas cabezas piden los gringos.
Menos mal que alguien” piensa un día “del mismo entorno de
Maduro, Raúl o Ramírez (o de los tres), se le ocurrió lo de Andorra y así todos
terminamos en el mismo saco, túnel o foso”.
Por todo ello, y porque no hay que confiarse de nadie, se
robusteció repitiendo el horario y extendiendo la duración de su programa en el
canal 8, “Con el mazo dando”. Pero Maduro le replicó devolviéndole el espacio a
su archienemigo, Mario Silva. Cabello vuelve a embestir y logra que el
presidente nombre a su esposa, Marlenis Contreras, ministra de Turismo. Y el
“hombre del mangazo” viene por la revancha autorizando a su esposa, la primera
combatiente, Cilia Flores, para que tenga su propio show de televisión: “Cilia,
en familia”.
Pero política menuda, fresca, picaresca y pintoresca como la
mayoría de las incidencias de la política nacional, y muy lejos de la pelea
estelar que es la que se lleva cabo entre el Departamento de Estado y el
Palacio de Miraflores, para que el gobierno venezolano retire de sus filas al
teniente o capitán, Diosdado Cabello y lo deje en manos de la justicia
norteamericana o Barack Obama renuncie a una petición tan viral.
Ese fue el tema central, por ejemplo, de la reunión
celebrada el 9 de abril pasado, en la noche, en el propio palacio de Misia
Jacinta, entre el enviado especial de Washington a Caracas, Thomas Shannon y el
presidente Maduro, como un esfuerzo contra reloj para bajar las tensiones antes
de la Cumbre de Panamá y lograr una reunión, a al menos, un saludo cordial
entre el gringo y el venezolano y, en la cual, este último insistió en la
anulación del “Decreto Obama”.
“Eso presidente es imposible” respondió Shannon”, pero si
nos ofrecemos a normalizar las relaciones siempre y cuando Diosdado Cabello sea
separado del gobierno y entregado a la justicia norteamericana”.
“Pero ¿qué tienen ustedes contra el presidente de la
Asamblea Nacional?”, atinó a preguntar Maduro.
“Esto” dijo Shannon y explayó en un mesón copias de los
documentos, fotografías, videos y testimonios que Isea y Salazar acababan de
entregar en Washington contra Cabello.
El sucesor vio, examinó, perdió el habla durante casi un
cuarto hora y al final susurró:
“Pero ustedes, si esto es cierto, me están pidiendo una
extradición del segundo hombre del gobierno, y en este país, la extradición de
nacionales está prohibida por la Constitución”.
“No hablamos de una extradición sino de una deportación” replicó el enviado “ una
deportación por delitos comunes”.
“Está bien” dijo Maduro “pero si yo me niego a una y a otra ¿qué harían
ustedes?”.
“Solo le recuerdo” dijo Channon “un principio de nuestra
legislación antidrogas: el narcotráfico no tiene fronteras, y por tanto, los
gobiernos que lo combaten, tampoco tienen fronteras”.
“¿Me está amenazando con un “Noriegazo”? soltó Maduro ahora
si con voz temblorosa y como prevenido de la respuesta.
“No presidente” dijo el enviado “por que usted no es
Noriega, pero su segundo si recuerda a Pablo Escobar, los hermanos Rodríguez
Orejuela, y al Chapo Guzmán”.
Y así terminó una reunión cuyos resultados fueron el
marcador para el endurecimiento del gobierno de Obama en Panamá, el virtual
congelamiento de las relaciones USA-Venezuela, el regreso de Maduro a los
brazos de Raúl Castro que ahora hace de mediador entre el gringo y el
venezolano y la enorme presión que Cabello y el “Cartel de los Soles” realizan
para que el sucesor radicalice sus
posiciones, lleve al socialismo hasta sus últimas consecuencias, y en el
momento del hundimiento, puedan arrastrar a Maduro, al gobierno, la
revolución y a toda Venezuela.
Típica política de “Aprés moi le delúge” (“Después de mi el
diluvio”), exactamente igual a la que
quisieron imponerle los carteles colombianos de la droga a César Gaviria, y que
encuentran a un Maduro en un grado extremo de debilidad, sin apoyo en el
ejército, la mayoría de los colectivos, el PSUV y una estructura gubernamental
que hace agua por los cuatro costados.
Pero sobre todo, rodeado de “cabellistas”, como Jesse
Chacón, ministro de Energía Eléctrica; Marco Torres, alias, “Comando”, de
Economía, Finanzas y Banca Pública; Padrino López, de la Defensa; Carlos
Osorio, de Alimentación; cada uno contribuyendo con sus “mini crisis” a que el
barco se hunda rápido y sin posibilidad
de salvataje.
Un Maduro, que prefiere celebrar el primero de mayo entre la
burocracia cubana que entre los trabajadores venezolanos que han sido dejado de
la mano de Dios y esperando anuncios que se comerá la inflación, el
desabastecimiento y el hampa.
Un remedo de gobierno asediado por un cogobierno que
es, a fin de cuentas, el que decidirá el
tiempo que le queda al presidente en Miraflores, ya se trate de entregar el país a Cabello o de convivir con él.
¡Dios proveerá!
Manuel Malaver
Los gringos quieren ponerle los ganchos a Diosdado