lunes, 15 de septiembre de 2014

Vladimir Kislinger: Catarsis de un intelectual venezolano expulsado por el régimen

No es fácil opinar sobre la fuga de cerebros en nuestros países latinoamericanos. Mucho menos el fenómeno vivido en los últimos años en Venezuela. Alguien me escribía hace días "este país te dejó ir", a lo que respondo: No me dejó ir, me botó, que no es lo mismo.
Y es que en muchísimos casos, más de los que uno puede contar, el mismo sistema se ha encargado de "limpiar" a punta de martillo, balas, gas pimienta y terror a una especie de raza "bastarda", la cual luce desencajada en un mar rojo que lo único que hace es destruir todo lo que deja a su paso. Sé que el decir bastardo ya es bastante fuerte, pero es así. Yo no me siento hijo de Chávez, mucho menos de un parapeto llamado revolución a la que popularmente se le cataloga como "robolución", una obviedad ante las características opulentas de sus dignatarios.
Una vez cercenados los medios de comunicación y expropiadas las empresas que realmente producían en Venezuela -salvo contadas excepciones- tendrían que iniciar esa limpieza con los que estorbaran. Y es que casi se ha convertido en un axioma la afirmación "o te la calas o te vas". Y sí, duro para los que tenemos años luchando contra este régimen. Duro porque es golpear a nuestro propio ego y decir que, lamentablemente, lo que hemos hecho no ha sido suficiente para sacar a estos vagabundos del poder. Un poder bañado en petróleo, pero profundamente pobre y desganado, intelectual y moralmente.
Es triste ver como poco a poco la resignación ha ganado terreno en la inmensa mayoría de los venezolanos. En este punto me refiero a todos, no a los de un "bando" en particular. Ante la crisis de alimentos y medicinas, ante la realidad de ser el país con mayor índice de violencia de todo el continente, ante esa devoción a la suerte como única vía para sobrevivir, pues nada, el oído atento a las agujas del reloj se hace más fino, como esperando a que pase el tiempo, y sea este último, el encargado de borrar el rastro de este lustro oscuro, menguado, desarraigado.
Cierto que desde el 2013 ha venido creciendo un importante movimiento de la mano de la propia sociedad civil a la cual pertenezco. Que los sucesos de febrero-junio de este año demostraron el profundo descontento y las ganas de salir de esta pesadilla. Pero no fue suficiente. Aun así, miles y miles de venezolanos salieron de su tierra como hijos destetados, con el corazón quebrado dentro del equipaje y unas millas de vuelo para no volver.
Mi esposa, mis dos hijas y yo, somos un ejemplo de ese mar de gente que tuvo que dejar su país y su familia para asegurar algo más que el sustento diario, un trabajo o una estabilidad. Se trata de asegurar la vida misma. Una vida que corría peligro nada más con el hecho de disentir, de opinar. O peor aún, de salir a la calle. Es decir, o te mataba el gobierno o te mataban los malandros. ¿Reduccionista? Sí. ¿Falso? No.
El hecho es que al estar afuera, sea donde sea, los sentidos se afinan y las cosas comienzan a tomar su cauce natural. Las oportunidades están allí, sobre todo para aquellos que aprendieron que más allá de un título, más allá de estar de último en la fila, como extranjero, tienes la oportunidad de demostrar que sí se puede, que sí vale la pena disfrutar la vida más allá de complejos etnocentristas y de mecanismos de defensa desgastados por tanto uso y atropello.



Vladimir Kislinger
Catarsis de un intelectual venezolano expulsado por el régimen
Infobae. Buenos Aires,  15 de septiembre de 2014

Asdrúbal Aguiar: ¿Diálogo en UNASUR?

Urge un diálogo, en fin, pero entre las víctimas del régimen -presos políticos, estudiantes torturados, carenciados, ciudadanos de a pie, partidos, parlamentarios, Ong's

Recobrar la vigencia de lo político –escribe hacia 1992 el jesuita Jorge Mario Bergoglio– “es recobrar el horizonte de síntesis y de unidad de una comunidad, horizonte de armonización de intereses, de organización de la racionalidad política para dirimir conflictos; horizonte estratégico de acuerdo en lo esencial, de creencia de que nuestra propia identidad y seguridad personal, familiar y sectorial es frágil e imprevisible sin el marco superior de lo político”.

Esa perspectiva, que de suyo impone la disposición del ánimo colectivo para el acuerdo a través del diálogo fecundo entre demócratas, habla de la sustancia de la cultura política, distinta de su perversión, la politización o el juego de oportunidad.

¿Se encuentra Venezuela urgida de un diálogo por su anomia social y política, por su división entre bandos con poderes reales o equivalentes de decisión como el caso colombiano, o su descuadernamiento es el producto de un modelo de dictadura impuesto por una parte que centraliza el poder total en detrimento de una mayoría inerme, que sólo tiene como arma y su voz a la Constitución?

La hibernación transitoria en la que se encuentra la opinión pública democrática opositora por su censura oficial y por fractura afectiva, originada en diferencias tácticas con vistas a la defensa de los espacios de libertad que a diario le hace magros el Gobierno marxista y militarista de Nicolás Maduro, hace dable y urgente ayudarla como prioridad, a fin de que encuentre una narrativa o cosmovisión que le permita sostener su pluralismo, la pluriformidad de sus acciones en la unidad de los valores compartidos.

La demonización recíproca entre muchos opositores por diferencias que acusan en cuanto a las vías para la reinstitucionalización o el rescate de la democracia –que no se reduce y desborda a la inflación electoral a la que se nos ha acostumbrado– ha lugar, justamente, por orfandad de cultura política, de una narrativa ética común. Todas las vías constitucionales y democráticas valen y todas son legítimas como vagones separados de un mismo ferrocarril. Eso cabe entenderlo, salvo que nos empeñemos en hacer dogma de fe de las razones instrumentales por sobre la razón moral y democrática.

Que urge un nuevo y distinto orden constitucional fundado en un modelo que mejor se mire en las coordenadas del siglo en curso es una verdad meridiana, cuando menos para quienes adhieren a la democracia sustantiva y su principio pro homine et libertatis, distinta del credo inscrito en los artículos 3 y 1 de nuestra Constitución –el pecado original- fundado en el principio pro gubernatore et imperium: “El Estado tiene como sus fines esenciales… el desarrollo de la persona…con apego a la doctrina de Simón Bolívar”. Pero ese objetivo tendrá su momento, que mal puede descalificarse arguyéndose que le sirve en bandeja de plata a los enemigos de la democracia tomar la delantera y profundizar en las desviaciones totalitarias del actual texto constitucional mediante un referéndum.

Si media tal peligro o la corrupción conocida de nuestro proceso comicial o la hipotética mayoría oficial que algunos predican y les preocupa, ello descalifica al paso la propia alternativa de quienes aconsejan esperar a las elecciones parlamentarias.

También es obvio que mal se puede constituir “democráticamente” como un salto en el vacío – así ocurría en el pasado - y omitiendo el necesario diálogo nacional al respecto; lo que, según entiendo, se proponen conjurar los organizadores del llamado Congreso ciudadano, que aspira el dibujo participativo de la Venezuela posible y del porvenir.

Y a quienes optan por el ejercicio electoral como única opción inevitable, tampoco puede cuestionárseles así no más. Usan un medio de movilización y resistencia válido, como lo fuera en 1952 y en 1957; pero al paso cabe decir que ellos también necesitan de banderas. La Constituyente fue el pendón electoral de Chávez, antes de constituir a su antojo, y la sociedad democrática en diálogo abierto, asimismo, puede ser útil para dar luces a los aspirantes a diputados, exigiéndoles que se pongan la patria sobre los hombros y no que se monten sobre la patria.

Urge un diálogo, en fin, pero entre las víctimas del régimen - presos políticos, estudiantes torturados, carenciados, ciudadanos de a pie, partidos, parlamentarios, Ong's - y no con un régimen que para corregir su rumbo suicida le bastaría poner un freno a su despropósito antidemocrático y suicida.

¿Dialogaremos con Samper, quien comparte con Maduro su odio irrefrenable al imperio, que lo aislara después de haber coludido con el narcotráfico para ser presidente de Colombia? ¿Dialogaremos con el canciller Holguín, quien violó la Constitución de Colombia y los tratados de derechos humanos entregando estudiantes opositores a los verdugos de Maduro, por “opinar” en su contra?

Asdrúbal Aguiar
¿Diálogo en UNASUR?
Diario Las Américas. Miami, 16 de septiembre de 2014

Eduardo Semtei: Dante Rivas el ministro rapidito

Cada cierto tiempo aparece en el globo terráqueo un gobierno que se convierte en el hazmerreír del mundo. En objeto de chanza histórica. Y, eventualmente, en una vergüenza para el oficio de político, sobre todo para sus compatriotas. Provoca decir, ante los ácidos comentarios de los analistas nacionales e internacionales, frases como: “Qué pena con el vecino” o “No fue conmigo pero me dolió”.
Dante, contra quien no tengo inquina ni ojeriza, mucho menos odio, ciertamente mejoró el sistema de cedulación y pasaportes, avance de corta vida que hoy exhibe uno de los peores desempeños del mundo. Si un buen cristiano requiere una cita pasaportérica tendrá que desembolsar hasta 30.000 bolívares, no sin antes atravesar empedrados caminos de incertidumbres y desasosiegos. Hoy esta función es despreciable.
Luego, Dante se atrevió a promover su candidatura para alcalde en Margarita y salió derrotado. Asumió la cartera de Ministro del Ambiente, de donde fue claramente expulsado por incompetencia. Ministro de Comercio, donde no lució para nada. Presidente del Instituto de Tránsito Terrestre, de cuya actividad no se recuerda nada importante, y donde su efímera luz con cédulas y pasaportes se vio más que menguada, frustrada; tenía los tapones quemados para ese entonces. Pasó por el Poliedro de Caracas y, finalmente, aterrizó como el Rey del Rapidito. El hombre que acelerará todos los procesos. Lo hizo bien en al Onidex, pero falló en otros 4 intentos. Un bateador de 200.
La existencia ridiculona de un Viceministerio para la Suprema Felicidad Social, abanderado por Carolina del Valle Cestari Vásquez, es solo superada en materia de burla y guasa por la existencia de una Autoridad Única para los Asuntos Rapiditos.
Mientras era designado, el presidente Maduro informaba al país que para comprar productos subsidiados era necesario un nuevo procedimiento caracterizado por máquinas captahuellas e inscripciones en los registros de clientes. Si Dante fuera serio, debía haberse levantado de su silla de inmediato a reclamarle al presidente que, si de acelerar los procedimientos se trataba, mal podría establecerse un requisito adicional para abastecerse de leche, harina de maíz, margarina, aceite y pollo. En esa materia el gobierno parece dirigido por Arbatán, el cuarto rey mago que no llegó a Belén, pues se distrajo vagando, viendo mariposas y pensando estupideces.
No hay ni un solo trámite oficial que no haya sido complicado hasta el cansancio por este gobierno o que no esconda una estrategia policial y de seguridad para controlar a la sociedad, al más rancio estilo cubano que convirtió esa isla en un país de sapos y de miedo, donde cada vecino espía al prójimo a ver si gana indulgencia y algo de pan. Los famosos CDR han sido copiados al carbón por las UBCH.
Ahora, como cosa nueva, para obtener una constancia de residencia en Venezuela, hay que llevar copia de un recibo de servicios públicos, certificación de un consejo comunal, copia del RIF, solicitud llena y dos testigos presenciales. Hace tan solo un mes bastaba con la firma de dos testigos y la solicitud, así que, estimado Dante, iníciate con buen pie acabando con esa tortura.
Yo creo que el frustrado alcalde, no precisamente por él mismo, tomando sus virtudes y defectos a beneficio de inventario, sino por representar a un gobierno parecido al de Menelik II en Abisinia, quien compró una silla eléctrica para ejecutar a sus enemigos y se olvidó de que en su país no había tal servicio, por lo cual usó tan despiadado invento como trono durante muchos años, valga lo dicho señor, si Dante tiene vergüenza debe renunciar ante una gigantesca pira de documentos, papeles y decretos relacionados con los miles de requisitos que ahora se requieren hasta para morirse en paz.
Tan así veo la cosa, lo inútil del Ministerio de la Rapidez y la Aceleración Administrativa que si lo comisionan para darle mayor velocidad a quienes sufren de eyaculación precoz con toda seguridad en poco tiempo el síntoma desaparecerá y los pacientes regresarán a la normalidad en su funcionalidad eréctil.
Esperando que las cosas se arreglen nos ocurrirá como al rey Gustavo III de Suecia, que juraba que el café era mortal y utilizó a uno de los condenados a muerte como ejemplo y durante años le dio de beber 12 tazas de café para demostrar su teoría y verlo estirar la pata, huelga decir que el condenado no murió pero el rey, sí.
Como corolario digo que todos moriremos de viejos esperando que alguno de los 15.000 engorrosos procesos mejore sus procedimientos y tiempos de trámite. Y para que Dante no se entere nunca, pero jamás, de mis dudas y críticas, le enviaré copia del presente artículo por Ipostel.



Eduardo Semtei
Dante Rivas el ministro rapidito
El Nacional. Caracas, 15 de septiembre de 2014

Armando Durán: ¿Se le acaba el tiempo a Maduro?

En las horas finales de la semana pasada circularon rumores de que muy pronto Nicolás Maduro, mediante la última Ley Habilitante, comenzará a aplicar a retazos medidas como el aumento de la gasolina, la liberación parcial de los precios, la progresiva devaluación del bolívar y la venta de Citgo al mejor postor.
El primer paso tras un largo período de indefiniciones se dio hace un par de semanas con la decisión de devolverle a Pdvsa su relativa independencia funcional, al despojar a Rafael Ramírez de su control personal de la industria petrolera y devolverle en cambio al BCV el manejo de todos sus ingresos en divisas. ¿Dejó así de ser Pdvsa la caja chica del gobierno? Mientras tanto, a esta duda elemental debemos añadir la promesa presidencial de pagar puntualmente hasta el último centavo de los miles de millones de dólares en bonos soberanos y de Pdvsa con vencimientos el próximo mes de octubre. ¿Su finalidad? A todas luces, calmar las turbulencias generadas por el temor de los mercados a que Venezuela no pudiera cumplir a tan corto plazo sus compromisos financieros internacionales. Como si los asesores cubanos y franceses de Maduro hubieran logrado hacerle comprender en este tramo agobiante de su gobierno el significado exacto de la sentencia formulada hace años por Felipe González sobre la relación desigual que existe entre el mercado y la democracia, así sea esta, añadiría yo, una simple simulación política: “Puede haber mercado sin democracia, pero no democracia sin mercado”.
Venezuela y el mundo democrático han seguido con desconcierto creciente las idas y venidas de Maduro desde la defenestración de Jorge Giordani y el aparente abandono de su anacrónica visión estalinista de la economía política. Un tira y afloja que culminó hace un par de semanas con lo que parecía ser un nuevo triunfo del pensamiento más radical, solo sostenido sobre la lealtad ciega del ministro del Interior y del nuevo vicepresidente económico, el general Marcos Torres. ¿Es sobre esta militarización de la represión y la economía que Maduro se propone seguir adelante? ¿O solo nos hallamos ante otra muestra de esa incertidumbre que marca indeleblemente cualquier intento psicoanalítico por descifrar los entresijos de una mentalidad alienada por el dogmatismo de eso que alguna vez se llamó socialismo real? Sí podemos afirmar que, en esta inescrutable encrucijada, la ausencia casi general de medios de comunicación libres y el eclipse total de instituciones con suficientes mecanismos independientes de inspección impregnan de opacidad nuestra capacidad para discernir las posibles intenciones oficiales sobre cualquier materia.
Desde esta perspectiva, resulta imposible presuponer qué se propone hacer Maduro en el futuro más inmediato. Su satisfacción por lo que él califica como “programa económico exitoso” de su gobierno no ilumina en absoluto las tinieblas actuales, sino todo lo contrario. Y nos plantea, en este complejo momento estratégico, una incógnita amenazante. ¿Cuánto tiempo más soportará la olla nacional un gramo adicional de presión sin estallar? Para nadie es un secreto que las dificultades económicas no producen cambios de régimen, pero la crisis actual de Venezuela ya ha trascendido la esfera de lo económico. Día a día, entre la inseguridad, la escasez de alimentos y medicinas, la inflación sin freno, la crisis de ayer se ha hecho desesperación. Un dato que recoge la última encuesta del IVAD, al señalar que casi 70% de los venezolanos no cree que Maduro y su gobierno puedan resolver los problemas del país.




Armando Durán
¿Se le acaba el tiempo a Maduro?
El Nacional. Caracas, 15 de septiembre de 2014

Yusnaby Pérez: La historia de Roberto, el chavista que vino a Cuba a raspar el cupo

Esta es una historia real, sólo cambié los nombres para la protección de los implicados.
 
Yusimí es de esas mulatas despampanantes que uno se encuentra en cualquier cuadra de Centro Habana: extensiones por la cintura, labios de un rojo más intenso que la sangre, tacones de aguja, una falda más pequeña que la cuarta de mi mano y una sonrisa 24 horas. En el barrio le dicen “La Franklin“, pues “por un billete de 100 dólares hace de todo“.
 Si, Yusimí es prostituta, o jinetera como se dice en Cuba.
Ella siempre tiene ropa de hombre y colonias para vender. Por eso, cuando necesito algo paso por su casa y, como es muy divertida, me quedo conversando con ella un buen rato. Ahí me actualizo de todo lo que ocurre en el barrio; desde las “travesuras de Mercy“ hasta sus incontables historias con turistas extranjeros. Ayer, como quien cuenta una exclusiva jamás antes vista, me narraba con su amplio vocabulario popular cubano la historia que tuvo con un venezolano chavista que conoció una semana atrás.
-¡Niño! Era una cosa fea que yo no te puedo explicar y tenía un bigote igualito al de Maduro- Comenzó a contarme.
Resulta que los 2 se conocieron en una CADECA (Casa Estatal de Cambio de Monedas) del Vedado. Yusimí estaba en la cola para cambiar unos euros que tenía ahorrados y Roberto (el venezolano) quería cambiar a dólares los pesos que había “raspado“ del cupo de viajero que anualmente tienen acceso los venezolanos como resultado del control estatal de dólares que existe en esa nación. En la tarde del día siguiente Roberto se marchaba a Caracas. Fue un viaje exprés con el único objetivo de raspar el cupo y regresarse a Venezuela con los dólares.
Los venezolanos están viniendo a Cuba a extraer el “cupo de viajero“ que le otorga el Gobierno Venezolano a un cambio de 11.3 bolívares por cada dólar. Una vez en La Habana, van a un banco y extraen la cantidad asignada en la tarjeta (de 2500 a 3000 dólares) en pesos convertibles y luego en las CADECA los cambian a dólares pagando un impuesto.
-Ay papi… tienes muchísimo dinero- Le dijo Yusimí mientras Roberto le miraba las tetas.
Ahí comenzó todo.
Después de una hora de cola bajo un sol abrasador ya Roberto había invitado a Yusi a varios refrescos y un poco de maní. Tras cambiar, se fueron para la habitación que Roberto había rentado cerca del Capitolio donde ocurrió “lo que tenía que ocurrir“. El venezolano quedó maravillado con los encantos de la cubana y la invitó a cenar esa noche.
-Cuando yo me aparecí por la noche y le vi la vestimenta que tenía le dije: ¡Mira papi! Si tu quieres que yo salga contigo, te me quitas ahora mismo el pulovito (T-Shirt) rojo ese de Chávez y te me pones algo decente, que aquí en La Habana eso no se usa- Contaba Yusi muy seria, aunque sonaba gracioso.
Salieron a cenar a la Bodeguita del Medio, la cubana oliendo a Chanel y el venezolano con 3000 dólares en el bolsillo. Después de una botella de Chardonnay chileno, un enchilado de camarones y varios mojitos, ya el venezolano de 54 años se sentía Brad Pitt al lado de su mulata de 19.
-Quiero que te vengas a Venezuela a vivir conmigo- Le dijo Roberto al momento de pagar la cuenta.
-¡Claro! ¡Me encantaría! Estoy loca por salir de este comunismo.- Le dijo Yusimí, pero el chavista no mostró mucha atención al comentario político pues se había vuelto a hipnotizar con sus tetas.
Yusi le dijo que necesitaba dinero para arreglar sus papeles, pagar algunas deudas, sacarse el pasaporte y comprar el billete de avión destino Caracas. Para resumir la historia, Roberto le dio a Yusimí una buena parte de los 3000 dólares, pasaron juntos la noche y al día siguiente se marchó a Venezuela con mucho menos de lo que esperaba y con la esperanza de haber encontrado al amor de su vida.

-¿Pero niño… tú te crees que yo me voy a ir para Venezuela? Dicen que aquello está casi peor que Cuba, con las mismas colas y todo. Es como ir de “Guatemala“ para “Guatepeor“.- Me decía justo al terminar de contarme los detalles sexuales con Roberto que he decidido no publicar.
-Yusi- le respondí yo – No son sólo las colas, es la violencia. Venezuela tiene record mundial de homicidios intencionados anuales. Ahí no se puede ni siquiera caminar tranquilo por la calle.- Le expliqué a mi amiga sobre todo lo que he aprendido durante los últimos meses sobre Venezuela.
-Pero claro, para allá no voy ni amarrada. Aquí por lo menos no me matan. Ya le dije a Roberto que no hay apuro, que venga en enero a cobrar el cupo del 2015 si me quiere ver.


Yusnaby Pérez
La historia de Roberto, el chavista que vino a Cuba a raspar el cupo
Yusnaby Blog. La Habana, 15 de septiembre de 2014