sábado, 8 de noviembre de 2014

Eugenio Martínez: Legislativas 2015: ¿por qué puede ganar la unidad y perder la oposición?

Las últimas mediciones de opinión pública podrían hacer suponer a los sectores de oposición que están cerca de un triunfo incontestable en los comicios legislativos del año 2015. Según el IVAD[1], el bloque político coyuntural opositor aglutina a 52,5% de los ciudadanos y el bloque chavista congrega a 33% de los electores. Por otra parte, Datanálisis reporta que por primera vez en 11 años quienes se autodefinen como opositores representan a 38% de la población, mientras que quienes se autodefinen como chavistas aglutinan a 28,9% de los electores.
¿Pero cómo podrían comportarse estas personas frente a la máquina de votación? Según el IVAD, 27,6% de los ciudadanos dice que podrían votar por los candidatos del oficialismo a la Asamblea Nacional, mientras 45,2% asegura que sufragarían apoyando a los aspirantes de unidad de la oposición. Al día de hoy, 27% no sabe o no contesta sobre cuál bloque de candidatos se inclinaría a respaldar el próximo año.
El estudio del IVAD aún no valora (por la ausencia de elementos) cómo podrían comportarse quienes dicen votar por el chavismo o por la oposición cuando conozcan el nombre y apellido de sus aspirantes a curules en el Parlamento.
En este estudio también se analiza un segundo escenario, en este caso para la elección de una Asamblea Nacional Constituyente en el cual la oposición acude dividida en dos bloques. Ante este escenario, el 25,4% de los ciudadanos dice que votaría por los aspirantes revolucionarios, 23,5% asegura que apoyaría a los postulados por “La Salida” y 23,4% sufragaría por los candidatos de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD).
Datos similares se encuentra en un trabajo de Consultores 21[2] enfocado en las principales zonas urbanas del país: mientras 48% de los ciudadanos dice que podría votar por las candidatos de la MUD, 33% asegura que lo hará por los aspirantes del PSUV. Sin embrago, Consultores 21 también valora el escenario en que la oposición presente fórmulas distintas. En esta hipótesis, 26,8% dice que votaría por los candidatos apoyados por Henrique Capriles Radonski, Primero Justicia, Acción Democrática y el resto de partidos de la MUD, mientras 24,6% asegura que respaldaría a los aspirantes identificados con Leopoldo López, María Corina Machado y Antonio Ledezma. Un tercio de los electores seguiría votando por el PSUV.
Las encuestas en este momento dicen que la unidad puede ganar los comicios, es cierto. Sin embargo, en el hipotético pero no descartable escenario en que la oposición acuda dividida a las elecciones parlamentarias de 2015 dificilmente obtendrá la victoria.
Para muchos analistas no existe inconveniente con esta división, porque al sumar la votación de los dos grupos opositores se supera ampliamente al chavismo. Quienes así piensan no incluyen en su análisis que el sistema electoral que se emplea en Venezuela desde 2009[3] sobrerrepresenta a los grupos mayoritarios y castiga a las minorías. En otras palabras, penaliza la falta de unidad.
Los resultados de las últimas elecciones parlamentarias colocaron a Venezuela en el centro de los estudios sobre mayorías manufacturadas[4], un concepto que se aplica entre los académicos e investigadores electorales para definir los resultados de una elección a cuerpos colegiados cuando una fuerza política que no logra la mayoría absoluta de los votos obtiene la mayoría absoluta de los escaños, en virtud de los efectos del sistema electoral.
Pero para continuar con el análisis es necesario realizar una aclaratoria políticamente incorrecta entre el electorado pro-opositor: no es cierto que la oposición obtuvo la mayoría de los votos en las elecciones del año 2010. De ser cierto, el sistema electoral la hubiese sobrerrepresentado en el Parlamento. En sentido estricto, lo que sucedió fue que los candidatos de la alianza opositora obtuvieron 47% de los sufragios y el PSUV capitalizó 48,5%. El resto de los votos pertenecen a partidos disidentes del chavismo e incluso de la oposición.
No obstante, gracias a la sobrerrepresentación de mayorías, al obtener 48,5% de los votos el chavismo pudo capitalizar 59% de las curules en el Parlamento[5], una asignación que hubiese resultado aún más desproporcionada si la oposición no hubiese obtenido la mayoría de los votos en el estado Zulia, lo que el sistema electoral premió con la mayoría de los parlamentarios de ese estado en detrimento del chavismo.
Como bien ha explicado en el pasado Giovanni Sartori[6], el sistema electoral puede constituirse como el elemento de más fácil y mejor manipulación para transformar el juego político. Académicamente, el sistema que se usa desde hace cinco años en Venezuela se define como orientado a propiciar una mayoría parlamentaria casi absoluta de la fuerza que obtenga el mayor número de votos, sobrerrepresentando a las fuerzas grandes y subrrepresentando (o excluyendo) a las medianas y pequeñas.
Ilustremos la literatura académica con una proyección: supongamos que los resultados de la elección presidencial del año 2013 se repiten sin ninguna variación en las elecciones legislativas del año 2015. Para este ejercicio se parte de la premisa de que los rectores del Consejo Nacional Electoral (CNE) no modificarán las  circunscripciones de votación que se usaron en el año 2010 y que todos los electores que votaron por Henrique Capriles Radonski lo harán por candidatos de la oposición y todos los electores que votaron por Nicolás Maduro lo harán ahora por los candidatos del PSUV a la Asamblea Nacional.
En abril de 2013, la diferencia entre la oposición y el chavismo fue de 1,49 puntos porcentuales. Si Venezuela en realidad tuviese un sistema de representación proporcional como lo establece la Constitución Nacional, la composición del Parlamento debería ser muy similar a esta paridad en la votación. No obstante, al tener un sistema que sobrerrepresenta a las mayorías, si el chavismo repite su votación de la elección presidencial obtendría 99 diputados, reduciendo a la oposición a sólo 66 diputados.
En el supuesto que se concretaran las tendencias de votación que se reflejan en el estudio de Consultores 21, el PSUV con apenas un tercio de los votos podrían obtener hasta 136 curules[7], mientras la división de la oposición la condenaría a solo 28 curules, 24 de éstos al bloque de la MUD y apenas 4 al bloque de los partidos que representan a “La Salida”.
“El ganador se lo lleva todo”, o prácticamente todo, es la mejor forma de resumir los efectos del sistema electoral venezolano.
No obstante, la sobrerrepresentación favorece a cualquier bloque político. Si en el ejercicio con los resultados de la elección presidencial de 2013 se asigna a la oposición el apoyo de 51% de los votantes, entonces quienes adversa al chavismo podrían obtener hasta 99 curules. De ahí la resistencia de varios técnicos electorales del PSUV a avalar la aprobación de este sistema en 1999.
Todos los factores políticos conocen la perversión del sistema. Incluso los partidos de oposición. La duda en este caso es si, conociendo la penalización por la falta de unidad, se atreverán a presentar distintas candidaturas, una acción que inevitablemente provocará su derrota, sin importar lo mal que luzca Maduro en los estudios de opinión pública.
En el caso del chavismo la interrogante es distinta. La disciplina de bloque impuesta por Hugo Chávez hace casi inviable que fórmulas alternativas al PSUV se presenten con opciones reales de triunfo. Por eso la duda en este caso es si la mayoría del chavismo en el Parlamento tratará de volver a modificar la Ley Electoral (como ya ocurrió en el 2009)  para compensar la tendencia sostenida de pérdida de aceptación de la Revolución Bolivariana.
Por último, la proyección de los resultados electorales para 2015 también debería incluir otras variables. O al menos ésta: la fecha de la elección (muy relacionada con los distintos anuncios económicos por venir) y la posibilidad de que el nuevo CNE sucumba a los deseos oficiales de adelantar los comicios parlamentarios. Incluso, la  reedición de un “Dakazo” o la posibilidad de hacer primarias para escoger a los candidatos.
En definitiva: paralizarse porque las encuestas de hoy decretan la victoria de la oposición o la derrota del chavismo podría ser la peor forma de analizar el futuro electoral del país.
*
[1] El estudio del IVAD se realizó a través de una encuesta por muestreo. De acuerdo con el reporte de IVAD, el tamaño de la muestra fue de 800 entrevistas en hogares. El trabajo de campo culminó el 29 de septiembre de 2014. El estudio tiene un nivel de confianza de 90% para errores máximos admisibles entre+/- 1,27% y +/- 2,91%. 
[2] El estudio de Consultores 21 se realizó del 27 de septiembre al 2 de octubre de 2014. Consistió en 1.000 entrevistas en hogares de las principales ocho zonas urbanas del país para un error muestral de  +/- 3,16%
[3] En 2009 la Asamblea Nacional sin representación de la oposición derogó la Ley Orgánica del Sufragio y Participación Política para aprobar la Ley Orgánica de Procesos Electorales. Este cambio provocó que se adoptara un sistema electoral similar al empleado en México que permitiera lo que se ha llamado la dictadura del PRI
[4] El concepto de Mayorías Manufacturadas está ampliamente desarrollado en el estudio de Arend Lijphart (1994) “Electoral System and Party System. A Study of twenty seven democracias, 1945-1990”. Oxford University Press. New York. 
[5] Sin la modificación de las circunscripciones de votación y de la Ley Orgánica del Sufragio y Participación Política el chavismo hubiese obtenido 10 diputados menos, diputados que debieron asignarse a los grupos minotarios del propio chavismo o de la oposición.
[6] La bibliografía de Giovanni Sartori es abundante, pero para centrarse en el tema de cómo los cambios en la legislación electoral  pueden manipular los resultados el texto más cercano al caso venezolano se encuentra en la investigación titulada “Ingeniería Constitucional comparada. Una investigación de estructuras, incentivos y resultados”. Estudio auspiciado por el Fondo de Cultura de México.
[7] Para obtener esta conclusión se utilizan de base de los resultados de la encuestas de Consultores 21 y se supone que el PSUV obtiene 33% de los votos en todas las circunscripciones (para elegir a los diputados nominales) y en la votación de cada estado (para elegir a los diputados tipo lista) mientras los dos bloques opositores obtienen 26,8% y 24,4% respectivamente en todas las circunscripciones.
 
Eugenio G. Martínez
Legislativas 2015: ¿por qué puede ganar la unidad y perder la oposición?
Prodavinci. Caracas, 28 de octubre de 2014

María Corina Machado: Urgencia

La gente llora en las farmacias de Cumaná", dice un joven visitador médico, a punto de llorar él también; minutos más tarde frente a la farmacia en la Plaza Miranda una mujer no puede contenerse. Me abraza desesperada porque lleva toda la mañana peregrinando por una medicina para su hija.

Es urgente, no aguantamos más. No hay excusa; ni para este desastre ni para tolerarlo más. Han importado medicinas vencidas, triangulándolas vía Cuba. Las queman. No dejan huella del jugoso negocio. Lo han hecho con alimentos, semillas. Es indignante.

Pretenden usar el anuncio de elecciones parlamentarias de 2015 como válvula de escape para mitigar la tensión y la urgencia creciente de los ciudadanos, que sabemos que sólo con la salida de Maduro y su régimen, iniciaremos la reconstrucción del país y daremos solución a los problemas que nos asfixian. Por eso afirman que las elecciones son la única forma de lucha e insinúan un adelanto del proceso electoral. Pospusieron más de 4 años las elecciones de concejales, eliminaron las de las juntas parroquiales, y no tendrían reparo en manipular el cronograma y las condiciones de las parlamentarias para mantenerse en el poder. Si se lo permitimos.

Para derrotar una dictadura hay que enfrentarla todos los días, en todos los planos democráticos. El régimen controla todos los poderes públicos, incluyendo al CNE. Es un error creer que la derrota electoral del régimen llevará a su derrota política; ¡será al revés! La próxima lucha electoral debe estar precedida por la lucha política y social. Debemos organizar las fuerzas ciudadanas, estimular la protesta, contagiar la esperanza; obligar al régimen a respetarnos, incluso en la designación de los rectores del CNE, los cuales deben cumplir, todos, con la Constitución.

El drama que vivimos tiene solución. Venezuela tiene una capacidad de recomposición enorme; tenemos una gran energía creadora acumulada y profundas lecciones de estos años de lucha. Las barreras ficticias entre hermanos serán demolidas y los venezolanos que se han ido regresarán para ayudar a reconstruir nuestro país.

Urgencia es el sentimiento que crece. El clamor de una sociedad que entiende lo que está en juego en esta hora. La respuesta no puede ser esperar.

mariacorinam@mariacorina.com

@mariacorinaYA

María Corina Machado
Urgencia
EL Universal. Caracas, 8 de noviembre de 2014

Gustavo Linares Benzo: Navidades felices

La felicidad es un invento de los ingleses, dijo Nietzsche. Nada es más ambiguo y a la vez más importante. Sobre la felicidad se cuestionan sobre todo los  infelices, los felices normalmente no se dan cuenta de su felicidad. Y los poderosos nunca debieran hablar de felicidad, mucho menos de la ajena, porque suena a orden, a mandato,  "sea feliz o va preso"; si se actúa según lo mandado la dicha está garantizada.

Hugo Chávez Frías fue el primer gobernante venezolano que ofreció felicidad. Era el tufo totalitario de la expresión de Bolívar "suprema felicidad social" en clave marxista. La superioridad de Chávez sobre el resto de los mortales era tal que la bienaventuranza era su monopolio, sólo el chavista podía ser feliz. Convertir un concepto esencialmente personal en un instrumento político fue una originalidad del Comandante Eterno, pero sólo a los efectos venezolanos. Los líderes totalitarios siempre se han considerado la única fuente de la felicidad de sus pueblos, bien la felicidad estuviera en el panteón ario, en el paraíso comunista o en el gran salto adelante.

La felicidad se convirtió en un cometido del Estado venezolano, del plan de la patria. Entre otras ridiculeces de la repetición de frases huecas que es ese plan (más huecas que nunca ahora que no hay dólares para llenarlas), la palabra felicidad va y viene de página a página, de párrafo a párrafo, suerte de comodín que todo lo justifica. En aras de la felicidad todo es válido, hasta el atropello más brutal o la corrupción más vil. Por supuesto, en la base de estos razonamientos está la idea tan querida a todo totalitarismo de que las personas no saben lo que les conviene, que el pueblo que no está de acuerdo con el líder está engañado por alguna fuerza más o menos oscura, para Chávez los grandes medios de comunicación y los videojuegos.

En este dislate se inscribe el nuevo proyecto estatal venezolano de las Navidades Felices. (Venezuela es el payaso del mundo, un payaso muy peculiar porque se molesta si le ríen las ocurrencias). El Estado venezolano no garantiza la vida ni de quienes se supone que la garantizan y así requiere que sus policías tengan guardianes (Maduro dixit), pero en cambio asegura que tendremos navidades maravillosas, o sea, felices. La palabra no puede faltar, porque si alguien cae por inocente por anticipado y se alegra por este aumento salarial escuálido, será feliz; y si se da cuenta y espera algún bienestar material para Navidad que nunca llega, se le dirá en cadena que la felicidad está en el compartir colectivo y no en las veleidades del consumo capitalista. La felicidad da para todo, es el perfecto comodín.

Las navidades felices se organizan a un año del Dakazo. Como dijo todo el mundo entonces, ese saqueo programado sirvió para que el gobierno sacara unos voticos más y se salvara de una pela, y para vaciar por mucho tiempo, va un año y sigue la cuenta, los anaqueles de las tiendas y abastos. Más nunca, Maduro, compró, importó produjo nada, dicen los comerciantes inclusive en los medios. Que el gobierno solito compra y venda, y ya se sabe que sin el barril a cien no puede. Mercal fue un éxito a realazos.

Hasta esta irresponsabilidad que dejó desabastecido al mercado venezolano se justifica en aras de la felicidad. El problema y la desgracia para el gobierno es que ya nadie se cree el cuentico. El quiebre sociológico que significa que ya en las encuestas quienes se declaran opositores superen a los chavistas implica que el chavismo sólo sobrevivió dieciocho meses a Chávez. La felicidad chavista fue la más consumista de todas, era la felicidad de una clientela que sólo pudo atenderse unos meses más luego de la muerte del líder.

El momento estelar de Hugo Chávez y su proyecto no fue en el pico de la bonanza, allá por el 2007, sino inmediatamente antes, durante y después del paro petrolero: "con hambre y desempleo con Chávez me resteo", coreaban sus seguidores en las que fueron las más infelices navidades de la historia, si se miden por el criterio del gobierno de hoy. El ideal chavista era verdadero, genuino, sincero en muchos venezolanos, todavía no había vuelos privados e institutrices para los ministros o al menos no lo sabíamos. Pero vinieron las misiones y las listas negras como la de Tascón, la compra del voto y de las conciencias con migajas y miedo, los maletinazos y los boliburgueses, el asedio a toda libertad y a toda iniciativa, el culto a Chávez. Una parranda socialista que duró lo que duran las parrandas: lo que dura la caña.

Navidades felices. Una prueba más de que el siglo XXI todavía no ha empezado en Venezuela, de la misma manera que el XX empezó en 1935. Con la diferencia de que el gomecismo no era una ideología, era a lo más la idea del gendarme necesario, nadie decía ni mucho menos creía que Gómez o Gil Fortoul salvarían a la raza humana o harían feliz a nadie.

Navidades felices.

En enero, desgracia.

@glinaresbenzo

Gustavo Linares Benzo
Navidades felices
El Universal. Caracas, 8 de noviembre de 2014

Fausto Masó: El mundo cambió, Nicolás

Los colectivos fueron el pretexto de Nicolás Maduro para destituir a Rodríguez Torres, como lo declaró uno de sus dirigentes, el tupamaro “Chino Carías”. Ellos no sacaron a Rodríguez Torres, cuyo pecado mortal real fue destacarse demasiado. Llevaba 10 años en una posición de control de la inteligencia durante el gobierno de Chávez; con Nicolás Maduro, queriéndolo, o sin quererlo, se convirtió en la principal figura política del gobierno, pero le fue útil a Maduro en los primeros tiempos.
Los colectivos son desde simples ONG hasta grupos de acción que han reprimido a la oposición; reemplazan a la policía a la hora de agredir manifestaciones. Controlan algunas zonas de Caracas y, aunque no representan una amenaza para el gobierno, son rechazados por la policía y el Ejército. Chávez les imponía un control absoluto, ese no es el caso de Maduro que pronto cumplirá dos años tratando de consolidarse en la presidencia, dedicado a luchar contra los sectores chavistas que están virtualmente alzados. No le es nada fácil, porque el chavismo es un sistema que funcionaba únicamente con un Chávez, que conocía las Fuerzas Armadas y contaba con respaldo popular. Maduro es un extraño para el Ejército aunque no cese de nombrar ministros a generales, con lo que irrita a los cientos, miles, de oficiales que viven de un sueldo. Hay demasiados generales en Venezuela que no son ni ministros, ni encargados de las aduanas ni están en la frontera.
El ministro Ramírez representaba una posición de apertura económica hacia el sector privado, cosa que permitía Maduro para ilusionar a la oposición. A Giordani, el hombre de confianza de Chávez también se lo quitó de encima. Maduro está procurando algo imposible, convencer al país de que manda como Chávez, sin definir un rumbo del gobierno, hacia la izquierda o a la derecha, reanimar el sector privado o terminar de desaparecerlo. 
Por la calle los chavistas afirman que no son maduristas. Si la economía estuviera creciendo, si no hubiera colas por la calle, si no faltaran desde simples medicinas a repuestos imprescindibles para carros, quizá le fuera mejor. No es así, y esa es la verdadera causa de la fragilidad del gobierno, y de que un ministro como Rodríguez Torres haya conseguido tanta prominencia. Estaba mandando, en una palabra.
¿Cómo se hubiera comportado Chávez con el episodio de la niñera de Jaua? No es nada grave para el chavismo que sorprendan a un ministro armado, ni siquiera escandalizó mucho el episodio de aquella maleta en el aeropuerto de Buenos Aires con cientos de miles de dólares, pero viajar en un avión de Pdvsa y con niñera representa el fin del espíritu revolucionario. ¿Alguien imagina a Fidel Castro, Lenin, viajando con una nana?
La niñera de Jaua es un golpe mortal al espíritu revolucionario. Evitan comentarlo, pero el disgusto invade las filas del chavismo de base. Esas cosas no se veían con Chávez, repiten.
Económicamente, vendiendo las joyas de la corona Nicolás Maduro tendrá suficientes dólares para mantener la fiesta este año, el próximo, pero ¿llegarán las divisas hasta 2016? Por ahora, la deuda de los países de Petrocaribe, probablemente sin incluir a Cuba, será titularizada y vendida a bancos de inversión que sí le cobrarán a Jamaica y a República Dominicana. Seguiremos regalando petróleo sin cobrar, porque si estos 20.000 millones de dólares que representa ese petróleo los hubiera cobrado Venezuela sobraría el dinero. Nadie quiere pagar lo que dicen vale Citgo, la venderán por lo que den, los chinos refinanciarán la deuda cobrando un poquito más de interés y esta revolución con nanas y con Pdvsa Airlines seguirá siendo un paraíso para unos cuantos.
Nicolás Maduro no se ha enterado de que Brasil es otro país, el Congreso tendrá acosada a Dilma, en Argentina le quedan meses en el poder a Cristina, y Evo y Correa montan tienda aparte discretamente.
El mundo cambió, Nicolás. Ya lo sabe Jaua, que no viajará otra vez con niñera.


Fausto Masó
El mundo cambió, Nicolás
El Nacional. Caracas, 8 de noviembre de 2014

Luis Chumaceiro: Diosdado tiene razón

Diosdado Cabello, como siempre, tiene razón: "Una revolución no se hace con escuálidos". Acierta desde cualquier perspectiva, al margen del recurso lingüístico, ya sea porque los revolucionarios engordan al amparo del poder o por el hecho de que, ha quedado demostrado, es imposible encontrar gente decente que participe en un proceso como el que está devastando a Venezuela.

Un hecho que aún no encuentra explicación científica es el que se traduce de la pregunta que todos nos hacemos: ¿De dónde salió tanto ladrón, malandro y delincuente que ocupan cargos públicos o se dedican a ejercer la conflictiva pero lucrativa profesión de dirigente político? ¿En qué momento un pueblo formidable y pleno de virtudes cívicas se convirtió en un cuerpo inerte de menesterosos cuyo único objetivo es vivir sin trabajar a costillas del Estado? Gente como Tareck El Aissami va por la vía fácil y denuncia que hay "infiltrados" dentro del PSUV; y nuestro héroe, "el capitano" Diosdado Cabello, primer vicepresidente del PSUV y presidente de la Asamblea Nacional, además de otros muchos honores, insiste: "Una revolución no se hace con escuálidos, con escuálidos se destruye al país, nos llevan hasta donde hemos estado ahora". En realidad, si nos atenemos a las evidencias, como el título de este artículo refiere que él siempre tiene razón, tendríamos que concluir que la plaga roja pretende realizar una adicional usurpación, esta vez del término escuálido.

Solo para ejemplificar, ¿quién destruyó PDVSA? La verdad sea dicha, Ramírez se preciaba de que en la alicaída industria no había cabida para los escuálidos y que, en forma íntegra, la empresa era "roja, rojita". ¿Quiénes ocupan los altos cargos gubernamentales? El día que Leopoldo López o María Corina ocupen un ministerio en este Régimen tendremos que reconocer que Tareck dice la verdad; pero, mientras no sea así, afirmo con profunda convicción que Tareck siempre miente de la misma forma que Diosdado siempre tiene la razón.

Otro acierto de "il capitano" es haber advertido que el PSUV tiene que tener ojos en todas partes: "No puede seguir habiendo escuálidos, amargados, dirigiendo empresas de la revolución (...) Tienen derecho al trabajo, sí, pero de jefes no. ¡De jefes no! ¡No, no, no! (...) Ustedes son los responsables de asignar a un escuálido para que sabotee la dirección del partido". Y uno vuelve a preguntarse, ¿será que ahora a los militares les dicen escuálidos, porque ellos son los que gobiernan en todas partes? Parece que sí, si le creemos a Tareck, lo cual ya advertí que no es conveniente, el problema fundamental de Maduro y su pandilla es que ellos no están gobernando.

Entonces, ¿quién lo hace? El gobernador de Aragua no nos da ninguna pista, se limita a la utilización de epítetos: "infiltrados", "desleales" y "tarifados de Fedecámaras" que se hacen eco de las críticas contra Maduro, los denomina. Habrá que preguntarle a Diosdado.

La verborrea comunista se viene excediendo y hasta denomina como tarifados a los que, siendo de sus filas, se atreven a criticar el proceso de destrucción nacional. Para evitar malos entendidos, sugiero que a los rojitos que se están alzando y matando a su propia gente los identifiquen como "escuacas-rojo-rojitos" y no escuálidos; porque esta última es una marca registrada que identifica a millones de venezolanos que sufren represión, violencia, hambre y la desolación que golpea a nuestro pobre país.

Luis Chumaceiro

Diosdado tiene razón
Tal Cual. Caracas, 8 de noviembre de 2014