sábado, 20 de septiembre de 2014

Ana Julia Jatar: Hay silencios que matan

Tengo días pensando este artículo sobre la libertad de expresión en Venezuela (o mejor dicho la falta de ella) y los acontecimientos me atropellan. El Universal le quitó tribuna a quienes tenían voz crítica frente al gobierno y simplemente los sacó: “Gracias por sus servicios pero sus artículos no serán publicados”. La caricaturista del mismo periódico, mi admirada y supertalentosa Rayma recibió el mismo mensaje esta semana. El Universal ha dejado de ser un medio de comunicación para convertirse en otro instrumento del decreto “muera la inteligencia” de este gobierno.
Luego, el cantante venezolano José Luis Rodríguez opinó en una entrevista con Jaime Bayly lo que piensa sobre este régimen y ardió Troya en Miraflores para recordarle al Puma que en este país nadie es “dueño de nada” y que el único “pavo real” es el de Cilia Flores.
Por si fuera poco, Maduro decidió también amenazar a mi esposo Ricardo Hausmann en una arenga por televisión donde lo llamó, entre otras cosas, sicario financiero y ladrón. Con ese acento de Chávez que no le va, ese señor que llegó a la presidencia con escapulario ajeno decidió, en medio de sus insultos, ordenarle a la fiscal general que le abra un procedimiento a un venezolano profesor de Harvard por haber escrito un artículo de opinión fuera de nuestro país. Temo por los venezolanos que están más cerca y que no gozan del respaldo de una institución académica de tan reconocido prestigio internacional. Por cierto, lo que dijo Hausmann fue simplemente: que padecemos escasez porque este mal gobierno en su despilfarro prefiere pagarle a Wall Street en vez de cumplir con los compromisos en dólares para importar medicinas y alimentos. Es decir, este gobierno “anticapitalista” se arrodilla ante el capital y le da la espalda al pueblo. Tal como expresara el periodista Telmo Almada en su cuenta de Twiter: “Nada entiendo, Ricardo Hausmann dice que hay que pagar la deuda social; y el gobierno chavista dice q no, que hay que pagarle a Wall Street…”.
Lo cierto es que ese articulo de Hausmann creó una discusión que no había podido darse, precisamente, porque la falta de libertad expresión y el control de la información por parte del régimen en Venezuela ha impedido que se genere el debate de ideas que traiga soluciones a los graves problemas que enfrenta el país. El filósofo Amartya Sen ya lo ha dicho: donde no hay libertad de expresión la gente muere porque no hay información ni ideas para enfrentar las crisis. Según Sen nunca se han producido hambrunas donde hay libertad de expresión, pero sí ha muerto mucha gente de hambre donde ese derecho no se respeta. El ejemplo más claro de esto lo tenemos en la Gran Hambruna que provocó mas de 20 millones de muertos durante el período comunista de la República Popular de China entre 1958 y 1961. Según Sen fue la represión a la libertad de expresión desde la cúpula del gobierno lo que provocó la muerte por hambre de millones de inocentes ciudadanos: como nadie se atrevía a criticar al régimen ni a dar malas noticias con respecto al desarrollo de las cosechas, no se tomaron las decisiones para evitar el desastre que se les vino encima. La hambruna fue oficialmente conocida como los tres años de “desastres naturales” sin que jamás se permitiera realizar una indagación sobre las verdaderas razones por las cuales el sistema había fallado.
Otra tragedia humanitaria del fracasado sistema comunista fue el desastre nuclear de Chernobyl ocurrido en la Unión Soviética en abril de 1986. Recomiendo ver el documental https://www.youtube.com/watch?v=dS3WvKKSpKI. Como esa zona estaba absolutamente bajo el control central del Kremlin, el mundo no se enteró de que la estación nuclear había colapsado y que la radiación estaba afectando a sus habitantes hasta que, desde Suecia y otros países de Europa y por cambios en la dirección de los vientos, los medios de comunicación informaron que se habían detectado unos niveles de radioactividad que solo podían provenir de la estación nuclear de Chernobyl en Ucrania. Si hubiese sido por el régimen soviético, nunca nos hubiésemos enterado.
En Venezuela nos quieren llevar por el mismo camino, y por ello quienes se han atrevido a decir que hay un virus que está matando gente en Maracay van a ser perseguidos, pues, según Maduro, estamos siendo objeto de “una guerra bacteriológica”. Por cierto, en Cuba, cuando fui a finales de los noventa, me aseguraban que gran parte de las enfermedades que aquejaban a la isla venían de las nubes que desde Estados Unidos les mandaban con bacterias. El mismo Pajarito les habla a los de aquí y a los de allá.
Cuando se reprime la libre expresión como está sucediendo en Venezuela, abunda el miedo y los pueblos sufren terriblemente las consecuencias de que nadie se atreva a darle una mala noticia al verdugo de turno. Si la cosecha fue un desastre, nadie se entera hasta que llega el hambre; si los mosquitos propagan una enfermedad peligrosa, como en Maracay, solo lo sabemos cuando a la morgue llegan los muertos. Si no hay comida en los anaqueles, no es porque le estamos dando los dólares que nos quedan a Wall Street para seguir endeudándonos, sino que es culpa de la oligarquía, etc.
Donde no hay libertad de expresión los seres humanos mueren y nadie se entera, por eso se ha convertido en un derecho humano fundamental. Así como un niño puede morir de hambre o enfermedad si le tapamos la boca para que no llore, una sociedad agoniza por las mismas razones. Maduro quiere convertir a Venezuela en una patética réplica de esos sistemas comunistas fracasados donde los muertos son siempre la culpa de otros, pero el espíritu libre de los venezolanos se lo está haciendo muy difícil, porque aquí somos demócratas y sabemos que hay silencios que matan.

Ana Julia Jatar
Hay silencios que matan
El Nacional. Caracas, 20 de septiembre de 2014

Fausto Masó: Circo sin pan

Primer caso en la historia de las revoluciones, algo que no imaginaron Robespierre, ni Lenin ni Fidel Castro, algo que no ha ocurrido nunca. A la revolución venezolana le interesa darle al país circo, mucho circo, y nada de pan. Falta hasta la canilla, sobra el circo, circo malo, pero circo al fin. No hay dólares para medicinas, importar insumos para las industrias, pero los hay para que los equipos de beisbol paguen a los jugadores internacionales. Esta revolución se cuida de advertir que habrá whisky en diciembre. A un enfermo de cáncer le faltan las medicinas, cierran industrias por falta de divisas, pero sigue el espectáculo de siempre, con jugadores importados, claro. Hay, pues, circo.
¿A Nicolás Maduro le hubiera hecho más daño una temporada de beisbol mediocre que la falta de medicinas? Pues, parece que así lo piensa. ¿Tendrá razón?
Lo que va de ayer a hoy; aquel Castro melodramático que asaltó el cuartel Moncada, hoy se retrata en un escenario hogareño con este Maduro preocupado por darle circo a la gente. Le cayeron encima los años a Castro y se volvió cómplice del simulacro venezolano. Veremos los juegos de pelota por televisión, mientras los enfermos se mueren.
Esas son las prioridades de esta revolución. Circo, no pan ni medicinas, solo que hoy los chavistas están muy molestos, lo que no los vuelve antichavistas, ni adecos, ni de Primero Justicia, por una razón: la oposición no presenta una alternativa a esta catástrofe, el país oye su crítica y concluye que Maduro no es Chávez. Maduro no hace otra cosa que ensalzar a Chávez sin decir nunca quién es él, ni qué le propone a Venezuela. Los chavistas se han vuelto antimaduristas, pero el país no está imaginando un nuevo modelo económico, nadie se lo propone.
En Cuba caló profundamente la lectura de Martí con su vago discurso revolucionario, su exigencia de una Cuba nueva. Fidel Castro fue un lector empedernido del “apóstol” y de su mensaje antinorteamericano, los que lo conocieron de joven recuerdan que repetía de memoria discursos, cartas, artículos de Martí, no de Lenin o de Marx. Martí, un hombre noble, no admitía términos medios, prefirió buscar la muerte, suicidarse en realidad, a aceptar que los caudillos militares dirigieran la lucha por la Independencia, practicó el patria o muerte. En su defensa por el ataque al cuartel Moncada, Castro proclamó ante el tribunal: “Parecía que el Apóstol iba a morir en el año de su centenario, que su memoria se extinguiría para siempre, ¡tanta era la afrenta! Pero vive, no ha muerto... hay jóvenes que en magnífico desagravio vinieron a morir junto a su tumba, a darle su sangre y su vida para que él siga viviendo en el alma de la patria”.
Hay que alegrarse de que Venezuela no sea una copia al carbón de Cuba, sino un simulacro, una parodia, sin fusilamientos ni actos heroicos, como enviar soldados a combatir al África o Asia.
Maduro no habla de Bolívar y solo le ofende que critiquen a Chávez, trata de aparecer mucho en televisión para disminuir su impopularidad. No le sirve de nada, sigue en caída libre. Maduro debe preocuparse de los propios chavistas, no de la oposición. Cualquier visita a los barrios, o al interior de Venezuela, comprueba el hondo malestar que invade al país y que no tiene expresión política. La gente está harta de Maduro, pero sigue siendo chavista. ¿Cómo hacer para que corran a inscribirse en AD, PJ o VP? No les atrae mucho el espectáculo de la pelea de gatos de la oposición.
Mientras tanto unos quieren hacer una constituyente y otros señalan lo obvio, la cercanía de las elecciones para la Asamblea. No habrá constituyente, y a este paso falta ya poco tiempo para escoger los candidatos de la oposición. En la MUD no encuentran reemplazo a Aveledo. Cosa que no llama la atención de los chavistas que no tragan a Nicolás Maduro, por eso quizá la ocurrencia de entregarles dólares directamente a las comunas. Otra locura. Palos de ciego.




Fausto Masó
Circo sin pan
El Nacional. Caracas, 20 de septiembre de 2014