Tengo días pensando este artículo sobre la libertad de expresión en Venezuela (o mejor dicho la falta de ella) y los acontecimientos me atropellan. El Universal le quitó tribuna a quienes tenían voz crítica frente al gobierno y simplemente los sacó: “Gracias por sus servicios pero sus artículos no serán publicados”. La caricaturista del mismo periódico, mi admirada y supertalentosa Rayma recibió el mismo mensaje esta semana. El Universal ha dejado de ser un medio de comunicación para convertirse en otro instrumento del decreto “muera la inteligencia” de este gobierno.
Luego, el cantante venezolano José Luis Rodríguez opinó en una entrevista con Jaime Bayly lo que piensa sobre este régimen y ardió Troya en Miraflores para recordarle al Puma que en este país nadie es “dueño de nada” y que el único “pavo real” es el de Cilia Flores.
Por si fuera poco, Maduro decidió también amenazar a mi esposo Ricardo Hausmann en una arenga por televisión donde lo llamó, entre otras cosas, sicario financiero y ladrón. Con ese acento de Chávez que no le va, ese señor que llegó a la presidencia con escapulario ajeno decidió, en medio de sus insultos, ordenarle a la fiscal general que le abra un procedimiento a un venezolano profesor de Harvard por haber escrito un artículo de opinión fuera de nuestro país. Temo por los venezolanos que están más cerca y que no gozan del respaldo de una institución académica de tan reconocido prestigio internacional. Por cierto, lo que dijo Hausmann fue simplemente: que padecemos escasez porque este mal gobierno en su despilfarro prefiere pagarle a Wall Street en vez de cumplir con los compromisos en dólares para importar medicinas y alimentos. Es decir, este gobierno “anticapitalista” se arrodilla ante el capital y le da la espalda al pueblo. Tal como expresara el periodista Telmo Almada en su cuenta de Twiter: “Nada entiendo, Ricardo Hausmann dice que hay que pagar la deuda social; y el gobierno chavista dice q no, que hay que pagarle a Wall Street…”.
Lo cierto es que ese articulo de Hausmann creó una discusión que no había podido darse, precisamente, porque la falta de libertad expresión y el control de la información por parte del régimen en Venezuela ha impedido que se genere el debate de ideas que traiga soluciones a los graves problemas que enfrenta el país. El filósofo Amartya Sen ya lo ha dicho: donde no hay libertad de expresión la gente muere porque no hay información ni ideas para enfrentar las crisis. Según Sen nunca se han producido hambrunas donde hay libertad de expresión, pero sí ha muerto mucha gente de hambre donde ese derecho no se respeta. El ejemplo más claro de esto lo tenemos en la Gran Hambruna que provocó mas de 20 millones de muertos durante el período comunista de la República Popular de China entre 1958 y 1961. Según Sen fue la represión a la libertad de expresión desde la cúpula del gobierno lo que provocó la muerte por hambre de millones de inocentes ciudadanos: como nadie se atrevía a criticar al régimen ni a dar malas noticias con respecto al desarrollo de las cosechas, no se tomaron las decisiones para evitar el desastre que se les vino encima. La hambruna fue oficialmente conocida como los tres años de “desastres naturales” sin que jamás se permitiera realizar una indagación sobre las verdaderas razones por las cuales el sistema había fallado.
Otra tragedia humanitaria del fracasado sistema comunista fue el desastre nuclear de Chernobyl ocurrido en la Unión Soviética en abril de 1986. Recomiendo ver el documental https://www.youtube.com/watch?v=dS3WvKKSpKI. Como esa zona estaba absolutamente bajo el control central del Kremlin, el mundo no se enteró de que la estación nuclear había colapsado y que la radiación estaba afectando a sus habitantes hasta que, desde Suecia y otros países de Europa y por cambios en la dirección de los vientos, los medios de comunicación informaron que se habían detectado unos niveles de radioactividad que solo podían provenir de la estación nuclear de Chernobyl en Ucrania. Si hubiese sido por el régimen soviético, nunca nos hubiésemos enterado.
En Venezuela nos quieren llevar por el mismo camino, y por ello quienes se han atrevido a decir que hay un virus que está matando gente en Maracay van a ser perseguidos, pues, según Maduro, estamos siendo objeto de “una guerra bacteriológica”. Por cierto, en Cuba, cuando fui a finales de los noventa, me aseguraban que gran parte de las enfermedades que aquejaban a la isla venían de las nubes que desde Estados Unidos les mandaban con bacterias. El mismo Pajarito les habla a los de aquí y a los de allá.
Cuando se reprime la libre expresión como está sucediendo en Venezuela, abunda el miedo y los pueblos sufren terriblemente las consecuencias de que nadie se atreva a darle una mala noticia al verdugo de turno. Si la cosecha fue un desastre, nadie se entera hasta que llega el hambre; si los mosquitos propagan una enfermedad peligrosa, como en Maracay, solo lo sabemos cuando a la morgue llegan los muertos. Si no hay comida en los anaqueles, no es porque le estamos dando los dólares que nos quedan a Wall Street para seguir endeudándonos, sino que es culpa de la oligarquía, etc.
Donde no hay libertad de expresión los seres humanos mueren y nadie se entera, por eso se ha convertido en un derecho humano fundamental. Así como un niño puede morir de hambre o enfermedad si le tapamos la boca para que no llore, una sociedad agoniza por las mismas razones. Maduro quiere convertir a Venezuela en una patética réplica de esos sistemas comunistas fracasados donde los muertos son siempre la culpa de otros, pero el espíritu libre de los venezolanos se lo está haciendo muy difícil, porque aquí somos demócratas y sabemos que hay silencios que matan.
Ana Julia Jatar
Hay silencios que matan
El Nacional. Caracas, 20 de septiembre de 2014