miércoles, 21 de mayo de 2014

Rafael Poleo: Tapones

 
Tapones
Rafael Poleo
El Nuevo País. Caracas, 21 de mayo de 2014 (Blog Pedro Mogna)
 

Marianella Salazar: El talante de Maduro

Un hombre de ideas pocas y fijas como Nicolás Maduro no podía hacer otra cosa que aplicar la censura e impedir la libertad de expresión en la reunión del pasado lunes en Miraflores, donde concurrieron alcaldes y gobernadores  de oposición. A Maduro se le van los tapones con facilidad y actúa como un granuja ante un adversario político que en un tono francamente respetuoso planteó la detención arbitraria de los estudiantes y pidió su liberación. No se le puede tocar el tema porque su gobierno, siguiendo el dictado de sus asesores cubanos, tomo la decisión de no ceder ni un milímetro ante la exigencia de liberar  a los estudiantes y presos políticos, así venga el mismo papa Francisco  a pedirlo en persona. La verdad oficial no admite cuestionamientos. La reacción de echar de la reunión al alcalde de El Hatillo, David Smolansky, es la demostración más palpable de que la oposición, lamentablemente, fracasara estrepitosamente en la mesa de diálogo, porque no hay disposición para amnistía alguna, sino más plomo y gas del bueno a quien salga a la calle a protestar, así hemos tenido y tendremos más represión, más detenciones masivas, más persecución política, más hostigamiento a los defensores de los derechos humanos. Maduro carece totalmente de autoridad democrática, encarna la antireconciliación, su voluntad  es  la de mantener a la ciudadanía en permanente combate contra supuestos enemigos y cualquier discrepante es convertido de inmediato en traidor a la patria. Ha permitido que se viole sistemáticamente los derechos más elementales de las personas, como el derecho a la vida y no ha hecho otra cosa que propiciar el terrorismo de Estado.
Su gobierno fue capaz de  desmantelar campamentos estudiantiles y detener masivamente a los jóvenes, a quienes han acusado de  tener armas, drogas y hasta dólares, ha permitido el abuso, la violencia y la tortura contra los prisioneros, pero hace caso omiso al clamor de desmantelar a los  peligrosos colectivos, brazos paramilitares de la revolución, que armados  hasta los dientes mantienen en jaque a la población, actuando con impunidad y protección de los organismos de seguridad de un Estado que justifica todos su crímenes. Las naciones y los gobiernos que están contemplando sin hacer nada  la brutalidad de éste régimen totalitario son cómplices con la barbarie. La realidad política ofrece pruebas concluyentes: chavismo-madurismo y oposición democrática son opciones incompatibles. Aunque el diagnóstico invite al pesimismo hay que evitar la inercia.
La protesta pacífica, sin armas ni violencia de los estudiantes ha despertado la conciencia cívica adormecida y ha servido para eliminar esa absurda sensación de minoría acorralada de quienes no terminan de liberarse de sus pesados hábitos de sumisión. El movimiento estudiantil es la voz que clama en el desierto y así se ha mantenido por más de tres meses, dando clases de moral. La paz sólo puede proceder del cese de la injusticia,  los perseguidos políticos civiles y militares (estos últimos ignorados por la MUD en el proceso de diálogo) han sido víctimas de una injusticia atroz. Aquí no habrá paz mientras continúen las prácticas políticas y judiciales que la arbitrariedad del poder único impone  y eso es lo único que  hoy cuenta.


El talante de Maduro
Marianella Salazar
El Nacional. Caracas, 21 de mayo de 2014

Aníbal Romero: Políticos de plastilina

Desde Platón sabemos que la demagogia es el veneno de la democracia. Lo que no se dice con frecuencia es que ese mal ataca primero a numerosos políticos y después a las masas.
Una de las más frases elocuentes que hayan sido pronunciadas con referencia al veneno demagógico es ésta: “Yo les sigo a ellos, pues yo soy su líder”. La mezcla de cinismo y sarcasmo es tan patente como risible, con una dosis trágica. La frase ha sido atribuida al político francés del siglo XIX Auguste Ledru-Rollin y al político inglés del siglo pasado Stanley Baldwin, entre otros personajes históricos. Sea como fuese, lo cierto es que retrata a los que acá denomino “políticos de plastilina”, es decir, aquéllos que en vez de labrarse convicciones y sostener creencias para persuadir a la gente a que les siga, lo que hacen es leer encuestas para averiguar qué es lo que presuntamente interesa a la gente, de modo de seguirles.
El peor mal que aqueja actualmente a la democracia alrededor del mundo es la conversión de demasiados políticos en meros lectores de encuestas, carentes de convicciones firmes. Una cosa es conocer la situación de la opinión pública para orientarse, y otra muy distinta estudiarla para amoldarse y subordinarse a ella. Esto último, por lo demás, es lo que hacen esos políticos que se transforman en gerentes y gestores de “políticas públicas” (como si existiesen “políticas privadas”), olvidando que un político es una cosa y un gerente otra.
En este orden de ideas debo admitir que Hugo Chávez fue un político sustantivo de la cabeza a los pies. Utilizó la demagogia en su manejo comunicacional, pero tenía convicciones y el coraje (se lo reconozco) de defenderlas y de voltear los términos de la frase previamente citada. Para Chávez el tema se definía así: “En esto creo, aspiro a convertirme en su líder, síganme”.
Por desgracia todo aquello en lo que Chávez creía significó un rumbo de destrucción nacional, de laque Venezuela tomará mucho tiempo en recuperarse, confiando en que comience algún día a hacerlo. Pero ése no es mi punto en esta nota. Lo que deseo destacar es el daño que causan los “políticos de plastilina”, que pasan el tiempo leyendo encuestas y consultando asesores para que les indiquen qué deben decir y qué no. La autenticidad, la confianza en sí mismos y en sus ideas, la voluntad de persuadir y guiar han sido trastocadas por una permanente búsqueda de rutas prefabricadas, con el único propósito de complacer las cambiantes y muchas veces confusas perspectivas de una mayoría que, por supuesto, tiene comúnmente la atención centrada en sus dificultades cotidianas, lo que no implica que ello sea lo único que les importe o que sus prioridades sean impermeables al cambio.
En una situación como la que vive Venezuela, sometida al dominio de un poder extranjero, azotada por la maldad, ceguera e ineptitud de un gobierno oprobioso, y en pleno deslizamiento por un barranco de decadencia en todos los órdenes de la existencia colectiva, lo que menos necesitamos es una política de gerentes o conserjes. Lo que hace falta, me parece, son políticos capaces de colocar la lucha de la gente en el plano requerido, el plano del compromiso en función de un propósito más noble que aquél al que empuja a diario la dura (para la mayoría) vida cotidiana.
Las encuestas son instrumentos útiles pero tienen peligros. Creo que en Venezuela se plantean desafíos que quizás no son claramente percibidos por los estudios de opinión, pero son los más apremiantes. Para asumirlos se requieren políticos de convicción, no de plastilina.

Políticos de plastilina
Aníbal Romero
El Nacional. Caracas, 21 de mayo de 2014

Adolfo Taylhardat: Venezuela bajo cerrojo

En el tiempo de comunismo fundamentalista aplastante, Albania cerraba sus fronteras con una cadena y un candado. Para poder entrar o salir de país se requería una autorización que no era fácil obtener.

Sin ir muy lejos, en nuestra "potencia colonizadora", la Cuba del castro-comunismo, predomina un régimen parecido. No hacen falta la cadena y el candado porque, siendo una isla, está geográficamente aislada, lo que hace fácil controlar la entrada y salida. Esto trae a mi memoria el cuento cubano de la maestra que pregunta Jaimito: "-Jaimito, ¿qué es Cuba? -Cuba es una isla, maestra. -Bien, y si Cuba estuviera unida a la Florida por una franja de tierra, ¿qué sería? -Sería un desierto maestra, porque aquí no quedaría nadie".

Pero, además de ese aislamiento, para salir de Cuba se requiere un pasaporte y un permiso que el gobierno otorga a quien y cuando le da la gana. Adicionalmente, son muy pocas las líneas aéreas internacionales que llegan a La Habana.

Venezuela está siendo aislada del resto del mundo y pareciera que falta poco para que en nuestras fronteras terrestres se instalen cerrojos como los que hubo en Albania.

Varias aerolíneas internacionales han decidido suspender sus escalas en Venezuela como consecuencia del retraso del gobierno en proporcionar las divisas a las aerolíneas. Las aerolíneas venden los boletos en moneda local, pero el gobierno no ha permitido la repatriación de los dólares de sus ganancias. La factura que le adeuda el régimen es de aproximadamente 4.000 millones de dólares y los esfuerzos por llegar a un arreglo no han tenido resultados. El gobierno ofrece saldar la deuda pero no cumple. Con su habitual forma prepotente de reaccionar frente a los acontecimientos, ante la decisión de Air Canada de interrumpir sus operaciones el gobierno respondió advirtiendo que las aerolíneas que suspendieran operaciones no podrían regresar a Venezuela.

Hay un efecto dominó. Air Canadá fue seguida por Alitalia y Lufthansa. Las demás aerolíneas que operan en nuestro país se mantienen en "stand by". Algunas han reducido sus frecuencias esperando ver que solución ofrecerá el gobierno. Las alternativas, no-excluyentes que tienen son: suspender definitivamente sus operaciones y/o demandar legalmente y compulsivamente el pago de lo que les deben.

Esta situación evidentemente reduce las posibilidades de los venezolanos de ausentarse del país que, sumada a las demás restricciones: control de cambio, trabas para la adquisición de divisas, obstáculos al comercio internacional, trabas para la obtención de pasaportes (incluso corre el rumor de que los pasaportes en poder de los venezolanos serán anulados y sustituidos por una autorización para salir del país como la que existe en Cuba) y tantas otras restricciones que no es posible enumerar en su totalidad, parecen formar parte de una estrategia deliberada de este régimen maula y tramposo dirigida a poner un cerrojo al país para aislarlo totalmente del resto de la comunidad internacional

En todo caso, pareciera que lo que se busca es convertir al país en un enorme corral y encerrarnos en él como si fuéramos bestias cuando quienes deberían estar encerrados en el corral son aquellos que con su ignorancia, oscurantismo e ineptitud están convirtiendo a nuestra amada Venezuela en un pozo negro.

adolfotaylhardat@gmail.com

Venezuela bajo cerrojo
Adolfo Taylhardat
El Universal. Caracas, 21 de mayo de 2014

Angel Oropeza: La hora de las agendas ocultas

La política es esencialmente el cultivo de la persuasión, la tolerancia, el diálogo y la negociación para resolver las diferencias propias entre personas que piensan distinto, por encima de otros métodos como la represión, la violencia y la destrucción del contrario. La política es un producto de la civilización y el progreso de las sociedades. La represión, la brutalidad y la fuerza son lo primitivo, la barbarie. La primera representa lo propiamente humano, mientras las últimas son las peores expresiones de lo más bajo y salvaje de la naturaleza animal.

Una de las creencias más peligrosas es aquella formulada por Carl von Clausewitz, según la cual la guerra sería "la continuación de la política por otros medios". Nada más falso. La guerra y la violencia son la negación de la política, así como la enfermedad es la antítesis de la salud. La política es precisamente el antídoto contra la aniquilación entre humanos por el simple hecho, inevitable y al mismo tiempo deseable, de pensar distinto.

La anterior reflexión viene al caso a propósito de la decisión tomada la semana pasada por la Mesa de Unidad Democrática de retirarse temporalmente de las mesas de trabajo y conversaciones con el gobierno. La oposición organizada venezolana está decidida, y ha dado suficientes muestras de ello, a actuar siempre dentro del marco de la "política". Por eso, la decisión de levantarse de la instancia de conversaciones no se hizo en aquella oportunidad para "patear" la mesa, como algunos erróneamente interpretaron, sino justamente para que la mesa funcione, para que el sector civilista del oficialismo reaccione y evite que se bloqueen las soluciones políticas a la crisis. Porque una mesa de conversaciones que no ofrezca resultados, que no conduzca a nada, al final muere de mengua. Y justamente la oposición, para que no muera, exige que empiecen a aparecer productos tangibles de tal instancia de debate y encuentro.

El objetivo de la oposición está en mantener las soluciones a la crisis venezolana  en el terreno de la política. En cambio, en la acera oficialista, es cada vez más evidente la existencia de un  sector de mentalidad militarista –aunque no exclusivamente militar- que no está interesado en que la crisis tenga una salida política, y que parece ganado a la idea que esto se resuelva por la vía de la violencia, bien sea para no perder la influencia que hoy tiene, por no estar dispuesto a ceder beneficios o por propia vocación.

Un presidente de la República que llama a diálogo, y luego no puede implementar medidas mínimas para que ese diálogo funcione, habla de la existencia de una fuerza guarimbera en contra muy fuerte a lo interno del gobierno, que no sólo prefiere cualquier salida menos la salida política, sino que es tan poderosa que es capaz de neutralizar incluso a quien ocupa el mayor cargo público de la nación. Razón pareciera tener entonces Ramos Allup cuando califica a Maduro como un preso político más, en este caso rehén de grupos radicalizados a lo interno del oficialismo que prefieren cualquier otra solución menos una salida política.

Parte entonces de la explicación de por qué tanta parálisis en el gobierno en términos de rendimiento, del por qué la salvaje represión y también del por qué las conversaciones tienen tantos obstáculos, es la coexistencia de varias agendas ocultas que se solapan al interior del oficialismo, algunas de las cuales no son para nada democráticas y mucho menos pacificas.

Si Maduro piensa que la represión y el uso de la fuerza bruta es la salida, está cayendo en el juego del ala militarista y violenta del oficialismo, y ese juego a quien menos beneficia es a él. Maduro, como líder civil, debería hacer todo lo posible por mantener este juego en el ámbito de la política, del dialogo y la negociación, lo cual pasa por ceder en algunas cosas para evitar perder en todas, y no precisamente por la acción de la oposición.

El país tiene salida en la medida en que sus actores principales entiendan la necesidad e importancia que esto se mantenga en el terreno de la política. En esa esfera, se pueden tener visiones distintas, proyectos diferentes, y todos ellos coexistir. Pero el día que se olvide esto y caigamos en la búsqueda o aceptación de salidas no políticas, se abre la puerta de entrada a la violencia, y eso es el comienzo de la dimensión desconocida, esa donde nadie sabe qué puede pasar, pero en la que lo único seguro es que todos perderemos.

Cualquier salida no política implica la negación del otro y la primacía de la violencia y el salvajismo. Y eso, ya de arrancada, no es ninguna salida. Detener a los violentos que hacen vida dentro del gobierno es una tarea común de quienes, sean oficialistas u opositores, no quieren a Venezuela sumergida en más sangre. Porque, lamentablemente, más sangre, dolor y caos no sólo son siempre posibles, sino que además está previsto en algunas agendas ocultas.

@angeloropeza182
 
La hora de las agendas ocultas
Angel Oropeza
El Universal. Caracas, 21 de mayo de 2014