viernes, 17 de octubre de 2014

Eleonora Bruzual: Balanceándonos sobre la tela de una araña

Un clásico de las canciones infantiles habla de un elefante que se balanceaba sobre la tela de una araña y sin notar el peligro, iba a por más elefantes que lo acompañaran en tan riesgosa actividad… Los venezolanos estamos igual.
Líderes con un récord de error que cuando menos podría inducirles a la vergüenza y a la rectificación nos convocan, nos llaman a balancearnos junto con ellos en esa tela endeble que la gran araña roja no corta porque simplemente le conviene.

El primer elefante de la tonadilla es sin dudas uno de nuestros insignes opositores erráticos; con él van vivarachos y van ingenuos. Algunos nos hemos balanceado con ellos, pero al ver lo inoperante y peligroso optamos por bajarnos. Otros que como aquel bolero Miénteme, de Armando “Chamaco” Domínguez, les gusta que les caigan a embustes y definitivamente les hace la mentira feliz y continúan allí poniendo demasiado peso en plataforma tan peligrosa…
Los que como yo “pusimos pie en tierra” no hacemos otra cosa que ver este desastre que es Venezuela, desastre que desde que llegó al poder Hugo Chávez ha ido creciendo y creciendo y hoy se nos muestra letal… Más si frente a pruebas contundentes de que somos un país gobernado por malandros, por "chorócratas", por asesinos, presenciamos la ya vieja conseja de tener fe en que en algún tiempo -y no de Dios precisamente- nuestros votos serán respetados y la "peste roja" execrada…
Muchos de los que se balancean les está yendo bien, no sobre esa tela de araña, les va bien haciendo negocios, engañando, haciéndole el juego al Gobierno. GOBIERNO (Con mayúscula) porque basta de esa pendejada de estarlo llamando desgobierno, como si gobernar no fuera un sinónimo de mandar y aquí no nos tuvieran la pezuña en el lomo estos sociópatas que ya no les alcanza con haberle robado el futuro a millones de venezolanos, sino también que "tranquilazos" bloquean medios televisivos y digitales del exterior y ni siquiera la gleba chista ¡Ah! y Gleba somos todos…
Que nos encierran física e intelectualmente porque junto a que ya no quedan casi medios libres nacionales, y los internacionales que no les convienen los bloquean, ahora no podemos viajar al exterior porque no hay boletos aéreos y Venezuela ha salido de las rutas de muchas líneas que se cansaron de que no les paguen lo que les deben, haciéndole indirectamente el favor para que no comparemos y así veamos la magnitud de la tragedia.
Poco se habló del bloqueo a @infobae. Realmente merecemos esa garra castrocomunista chuleándonos e imponiéndonos el aislamiento. Pasó igual con DólarToday, con NTN24, con Infodio… Alguien me dice que @infobae no sube cerro, por tanto no importa que lo bloqueen. Ultimas Noticias sí y también lo amordazaron. Le quitaron las Radios a los que no aceptaron mansos que les marcaran la línea. Obligaron a irse a Nitu Pérez Osuna que sí que llegaban a los barrios, y Dios me perdone si pienso mal, pero en su espacio en Radio Caracas Radio ahora están políticos opositores, recordándonos que vienen elecciones legislativas y que hay que votar aunque después desconozcan nuestra voluntad, como ya ha pasado en varias elecciones.
Los periódicos libres que quedan -muy pocos- no les dan divisas para importar papel… Globovisión fue vendida a ricachos del régimen, y fueron contados los que se fueron antes que los trataran de censurar. Les gusta que les mientan, que les pateen, les gusta balancearse sobre la tela de una araña, que deduzco es “un espacio que no se debe abandonar”…
Cuando un pueblo (y pueblo somos todos) acepta que le racionen el papel con que se limpia el c..., no digo acepta que le bloqueen los medios.
¡Despierten! Hay millones desesperados sufriendo o viendo sufrir porque no hay medicinas, no hay hospitales dotados, no hay comida, no hay seguridad de ninguna índole… Hay también unos cuantos que se benefician de que con ellos partan alguna “coima”… Aquí existe una máxima, una conseja: Déjenlos robar y les tendrás mansitos... Con seguridad una recomendación de los tiranos Castro, muy agradecida por los que de la política, en el bando que sea han hecho de ella un tronco de negocio.
Y no me digan que estoy haciendo apología de la antipolítica. Hago una crítica más a esos que les importa un cuerno Venezuela y siguen disfrutando -unos cantidad y otros mendrugos- de un poder que nos convirtió en mendicantes. Sigan pues balanceándose. Un día también se darán un trancazo superlativo, o quizá decidan irse antes a disfrutar desde lejos la muerte del país.




Eleonora Bruzual
Balanceándonos sobre la tela de una araña
Diario Las Américas. Miami, 17 de octubre de 2014

Paulina Gamus: No se lo digas a nadie

Hay tres maneras de entender la obligación de los gobernantes de comunicarse con sus gobernados: las dictaduras ocultan, callan, envuelven todo en un manto de misterio lo que da pie a toda suerte de conjeturas y especulaciones. En las democracias más consolidadas, especialmente las anglosajonas, los funcionarios públicos cuentan o dicen hasta lo que parecería superfluo en cualquier otra latitud: deslices amorosos, la extirpación de una verruga, alguna adicción aunque ya haya sido controlada o el hurto de un lápiz cuando estudiaban en la escuela primaria. En las democracias más jóvenes, por lo general las de origen ibérico o latinas incluida Italia, la transparencia es relativa. La gente se entera —casi siempre a medias— de lo que hacen y deshacen sus gobernantes y demás gerentes públicos. Y casi siempre porque alguien de su entorno tomó venganza o algún periodista acucioso les descubrió conductas poco edificantes.
El secretismo que practican las autocracias está cargado de cierto sadismo. Recordemos la cantidad de veces que se ha anunciado el deceso de Fidel Castro quien luego de un tiempo —y para desmentirlo— reaparece sonriente aunque cada vez más desvencijado. Sin duda es el mismo Castro quien pone a correr esos rumores para burlarse de quienes todos los días, desde hace 55 años, le desean la muerte. Cuando escribimos esta nota, hace ya más de un mes (desde el 4 de septiembre) que el sanguinario dictador de Corea del Norte Kim Jong Un, ha desaparecido de la escena pública. Las especulaciones sobre su ausencia van desde el golpe de estado hasta la enfermedad por su sobrepeso. Puede que nos haga una broma parecida a las de su par cubano y lo veamos reaparecer, desde su obesidad alimentada con vinos y quesos franceses, burlándose de las especulaciones sobre su ausencia.
Cuando hablamos de secretismo, falta de transparencia o institucionalización de la mentira, el primer lugar debería otorgarse al gobierno de Venezuela. No actúa como una dictadura al estilo estaliniano o norcoreano porque necesita simular que es democrático, por consiguiente tiene el deber de informar al colectivo. El problema está en lo que informa y cómo lo hace. El ejemplo paradigmático fue la enfermedad y muerte de Hugo Chávez. El teniente coronel lució sincero y logró conmover hasta a sus detractores, cuando el 30 de junio de 2012 anunció en cadena nacional de radio y TV que padecía cáncer. Pero de allí en adelante comenzó una película de misterio y suspenso alimentada por las falacias del mismo Chávez y de su entorno.
Jamás sabremos cuándo murió Chávez, ni siquiera si sus restos reposan en el llamado Cuartel de la Montaña
Es difícil entender cuál es el objetivo de ocultar, mentir y tergiversar sobre la salud de un gobernante, sobre todo cuando se sabe desahuciado. Mientras brujos, videntes, astrólogos y médicos de dudosa experticia nos decían que ya Chávez había muerto o estaba en las últimas, Nicolás Maduro le contaba al país la patraña de sus cinco horas de reunión con el enfermo en las que éste le dio instrucciones. Otra aún más gruesa, fue la fotografía trucada de un Chávez rozagante y sonriente entre sus dos hijas mayores. Lo cierto es que jamás sabremos cuándo murió Chávez, ni siquiera si sus restos reposan en el llamado Cuartel de la Montaña. Y para más confusión, según la consigna de sus seguidores ¡Chávez vive!
El solapamiento de la verdad ha ocurrido también con los asesinatos de figuras destacadas del bando chavista. El primero fue el de un joven fiscal llamado Danilo Anderson. Una bomba colocada en su automóvil el 18 de noviembre de 2004, lo hizo volar por los aires. Era un extorsionista que gracias a esa actividad había pasado de ser un modesto empleado a un metrosexual que se jactaba de usar ropas de diseñadores y a tener una camioneta de lujo. Sin embargo tuvo exequias con honores de héroe nacional y las lágrimas de utilería de su jefe inmediato y de otros miembros de la cúpula chavista, estuvieron a punto de inundar el palacio federal donde lo velaron. El rumor transformado en convicción generalizada fue que el autor intelectual del crimen era alguien del alto Gobierno. Pero hoy continúan en la cárcel, después de 10 años, los hermanos Otoniel y Rolando Guevara juzgados por ese crimen a pesar de que el llamado testigo estrella confesó que su testimonio carecía de toda veracidad.
El 28 de abril de este año apareció el cadáver de Eliécer Otaiza presidente de la Cámara Municipal de Caracas, desnudo, amarrado, con cuatro disparos y con signos de tortura. De inmediato y sin esperar las investigaciones policiales, el presidente Nicolás Maduro acusó a la oposición y a la derecha mayamera del asesinato. Cuando la policía detuvo a los delincuentes que se supone cometieron el crimen, Maduro no dio su brazo a torcer: era en Miami donde se había planificado el crimen y los ejecutores eran simples mandaderos.
El solapamiento de la verdad ha ocurrido también con los asesinatos de destacadas figuras chavistas

El tercero de estos asesinatos fue el del joven diputado Robert Serra y de su asistente María Herrera, el 1º de octubre en la vivienda del parlamentario en Caracas; la descripción del estado de los cadáveres da muestras de un ensañamiento que no es usual cuando el móvil es el robo. Ambos estaban amarrados con cinta adhesiva o tirro, Serra recibió 36 puñaladas aparte de golpes que le desfiguraron el rostro y su asistente siete puñaladas. Esta vez Maduro no esperó que transcurriera una hora para acusar a los paramilitares colombianos comandados por el ex presidente Álvaro Uribe y, por supuesto, a la derecha mayamera. Robert Serra practicaba el culto coloquialmente denominado Santería, mantenía vínculos estrechos con grupos armados y violentos llamados Colectivos, tenía cuatro guardaespaldas, privilegio del que carece la mayoría de los parlamentarios tanto oficialistas como de oposición.
Luego de su asesinato, la policía judicial dio muerte a dos líderes de Colectivos con los que Serra tenía vínculos. El ministro del Interior y Justicia los acusó de malvivientes mientras por la red circulaban sus fotografías con el difunto Robert Serra, con Hugo Chávez, con Cilia Flores la esposa del presidente Maduro y con otros capitostes del régimen. Después de esta orgía de sangre y muerte, los culpables del asesinato del diputado Serra terminan siendo dos de sus escoltas y el móvil habría sido el robo. Por supuesto que para Maduro estos presuntos asesinos son apenas los ejecutores del mandato de Uribe, sus paramilitares y la derecha mayamera.
La conclusión es que jamás sabremos quiénes y por qué asesinaron a Danilo Anderson, a Eliécer Otaiza y a Robert Serra. Tampoco sabremos por qué la policía asesinó a José Odremán, líder del movimiento “5 de marzo” que agrupa a 100 colectivos, y a Carmelo Chávez, líder del Colectivo “Escudo de la Patria”. Nunca, aunque un día alguien del más enterado círculo del poder decida decirnos la verdad, se la creeremos. Ese es precisamente el objetivo de estos regímenes delictivos que funcionan como mafias: la mentira, el secretismo, la confusión, el ocultamiento, la tapadera.

Paulina Gamus
No se lo digas a nadie
EL País. Madrid, 17 de octubre de 2014

Maruja Tarre: Los de fuera

Hace menos de un año que salí de Venezuela. Cuando me fui, pensé que regresaría al cabo de unos dos meses y seguiría, yendo y viniendo sin problemas.

Pero me tocó la crisis de las compañías de aviación, la caída vertiginosa del bolívar, los costos absurdos de los pasajes y así, de repente, me he convertido en parte de la diáspora venezolana.

Sigo leyendo todas las noticias de Venezuela y sobre Venezuela, pendiente de todo lo que pasa y por lo menos creo, no desvinculada del país. Sin embargo he tenido interminables discusiones con gente que me ha precedido en esta experiencia del exilio, de la emigración o como quiera llamarse.

Me parece que en estos meses que llevo fuera de Venezuela he perdido la experiencia de la cotidianidad. Puedo ver las fotos de disturbios cerca de mi apartamento caraqueño, pero los gases de las bombas lacrimógenas ya no entran a mi cuarto.

Al terminar de leer un artículo sobre la escasez, puedo ir al supermercado a buscar los ingredientes exóticos que me hacen falta para una receta.

Puedo trasnocharme hablando con víctimas de la inseguridad e inmediatamente, a las 11 pm, puedo salir a pasear a mi perro sin ningún temor.

Vivencia

Ya no tengo la vivencia caraqueña. Vivencia que incluye el Ávila, el clima y las guacamayas, pero también todos los horrores que han llevado a tanta gente a salir del país.

Por esa falta de cotidianidad, siento que puedo seguir opinando, pero rechazo la actitud condescendiente de quienes dan consejos y desde fuera, saben lo que hay que hacer.

Tampoco creo que ahora, la distancia me permite ver con más objetividad nuestras fallas y carencias. Concuerdo más bien con un perceptivo amigo que me acaba de decir: "estamos justificando permanentemente el hecho de habernos ido. Si te acabas de divorciar de tu esposo, no vas a dedicarte a alabar sus grandes cualidades".

maruja.tarre@gmail.com

Maruja Tarre
Los de fuera
El Universal. Caracas

Leopoldo López: Carta a Elías Pino Iturrieta

Ramo Verde, 10 de Octubre de 2014


Estimado Elías
Me permito tutearte por la amistad que tenemos desde hace algunos años y que comenzó en 1996 cuando fundamos la Cátedra de Honor en la UCAB y nos acompañaste en varias ocasiones. Tu visión y tu claridad sobre nuestra historia siempre fue una guía práctica para alumbrar mi conocimiento sobre nuestro pasado.
A pocos días de cumplir ocho meses de injusto encarcelamiento, te puedo decir que la cárcel es una experiencia llena de adversidades, por supuesto para quien está tras las rejas pero, sobre todo, para la familia; sin embargo, te comento que he podido sacarle provecho a este tiempo difícil buscando crecer todos los días como persona, y en eso la lectura ha sido una gran aliada.
He tenido tiempo para leer lo que desde mucho quería leer y también me he encontrado con algunos que han abierto nuevos horizontes a mi pensamiento. El tema al que más tiempo he dedicado es a la Historia de Venezuela, por lo que en mi celda tengo varios de tus libros y artículos. Uno que tengo bien subrayado y que cuento entre mis referencias obligatorias es “Las Ideas de los Primeros Venezolanos”
He leído biografías, novelas, documentos sobre nuestra Historia. Espero que cuando salga en libertad tenga oportunidad de conversar contigo sobre el pasado de nuestra nación, pero también de su futuro y del desafío que significa para idealistas como tú y como yo construir una mejor Venezuela a partir del desmadre generalizado que es este presente que está aplastando el futuro del país.
Ha sido precisamente la inquietud sobre el porvenir nacional lo que me ha motivado a escribirte estas palabras. Siempre leo tus artículos del domingo en El Nacional, así como editoriales con los que generalmente tiendo a estar de acuerdo. Con tus artículos he tenido varias discrepancias, especialmente con algunos que han sido críticos a nuestra propuesta de buscar una salida a lo que hoy vivimos en Venezuela: una dictadura, del siglo XXI, a color, pero dictadura al fin.
He leído con atención tus observaciones críticas, porque sé que las haces con espíritu constructivo y con profunda preocupación por lo que vive Venezuela. Siempre trato de leer y ponerme del lado de quienes se oponen a nuestras tesis y visiones para así poder afinar posiciones y rectificar.
El domingo pasado me encontré con tu artículo: “¿Otra constituyente?” en el que haces un llamado de atención sobre nuestra propuesta de convocar una constituyente por iniciativa popular en el marco de una 'ruta democrática, pacífica y constitucional para salir de la crisis generalizada a la que estamos sometidos. Como culminas el artículo invitando a quienes proponemos este camino "a enmendar la plana", me pareció prudente y pertinente escribirte estas líneas con las razones que nos han motivado a proponer esta alternativa prevista en el texto constitucional y comenzar con la recolección de firmas.
Te escribo entonces la plana a ser enmendada haciendo uso de argumentos que te pido leas con atención:
Es cierto lo que dices respecto a que en Venezuela se han dado muchos procesos constituyentes y que la mayoría de ellos, incluyendo de 1999, han sido convocados desde el Poder con el resultado de que en la mayoría de los casos solo sirvieron para ajustar las leyes y la institucionalidad a la élite gobernante.
Haces dos excepciones: el Congreso Constituyente de 1811, en el cual se decretó la Independencia, y la Constituyente del Trienio, en la que se sembró buena parte de lo que es el Estado Democrático. Yo añadiría una tercera, la de 1999, que parió la Constitución vigente.
El primer proceso tuvo que esperar diez años de batallas y luchas para materializarse y nueve más para ver el nacimiento de la República, en 1830; el segundo fue interrumpido por diez años de dictadura y sólo comenzó a cimentar a partir de 1958; y el tercero, a la vuelta de 15 años, se ha
quedado en una ristra de buenas intenciones, en un papel que se usa al antojo del gobierno, bajo la anuencia de una inefable Sala Constitucional que sólo sirve a los intereses del Ejecutivo y del PSUV
A pesar de los obstáculos y dificultades de toda índole, la virtud de los dos procesos a los que haces mención es que permitieron poner la mirada en el país anhelado, distinto al estado de cosas que se tenía. Sin duda fueron congresos cargados de idealismo, pero que sirvieron de inspiración y legitimidad para impulsar cambios profundos en la estructura del Estado y el destino de la nación.
Coincido contigo en que la dimensión de los problemas que tenemos no se solucionará con la redacción de un manual de reglas por parte de un grupo de iluminados. Nada está más lejano de nuestra visión que la engañosa receta de construir repúblicas aéreas, artificiosas, en medio de un descomunal desmadre.
Partiendo entonces del hecho de que no es cuestión de un manual de reglas ni tampoco de otro proceso de promesas milagrosas, quiero argumentarte el por qué estamos convencidos de la pertinencia de impulsar un proceso constituyente como ruta de salida a la crisis; pero más allá, de entrada a la nueva etapa que debemos empeñarnos en forjar quienes nos aferramos tozudamente a la idea de que sí podemos ser un país mucho mejor al que hoy somos.
Comienzo por el diagnóstico del actual problema. Sin entrar en los detalles de una crisis generalizada que todos los días toca a la puerta de 30 millones de venezolanos, es necesario definir con claridad a qué nos estamos enfrentando los demócratas.
Por razones de peso y diagnósticos claros que creo compartir contigo, podemos concluir que hoy en Venezuela no vivimos en democracia. Esa es una con la que están de acuerdo 6 de cada 10 venezolanos, quienes aseguran que en nuestro país vivimos una dictadura.
Es importante plantear el punto de partida, debido a que las rutas varían en función de su comienzo. Si asumimos vivir en una democracia plena, lo lógico y natural es esperar como demócratas el ciclo electoral que nos llevará a la instalación de una nueva Asamblea Nacional Legislativa en enero de 2016 y a la asunción de un nuevo presidente en 2019.
Pero si vemos el desempeño de quienes detentan el poder y han secuestrado la institucionalidad y asumimos que no estamos en democracia, que el deterioro nacional es acelerado y que cada dia perdemos terreno en la protección de libertades propias de un sistema democrático, es nuestro debemos plantear alternativas a este cronograma electoral.
En 2013, luego de revisar en largas y profundas discusiones las alternativas disponibles que cumplieran con la visión compartida de la MUD de promover un cambio popular, pacífico, democrático y constitucional, llegamos a la conclusión de que nuestra mejor opción es la convocatoria de una constituyente con la intención de darle legitimidad a un proceso de cambio profundo a un modelo de Estado que se ha venido armando con una maraña de leyes y prácticas contrarias al espíritu de la letra constitucional.
A diferencia de todos los otros procesos constituyentes que han todo sido convocados desde el poder (exceptuando el de 1811), estamos proponiendo un proceso constituyente convocado desde la ciudadanía.
En la actual carta magna están expresamente contemplados los mecanismos para la convocatoria de una constituyente y entre ellos está el de la iniciativa popular con la recolección del 15% de las firmas del Registro Electoral. Estas firmas son mucho más que rúbricas: son voluntades comprometidas con el cambio. Nuestro reto es contar con tres millones de venezolanos dispuestos a firmar, a defender su derecho de hacerlo y a promover el cambio que permite la Constitución y que, por lo demás, representa la esencia de la democracia: el ciudadano en pleno ejercicio de sus derechos.
Sobre el tema de la disposición de firmar se ha hablado mucho. Existe la idea de que la gente no firmaría por miedo a otra tristemente célebre Lista Tascón. Sin embargo, Elías, tanto los estudios de opinión como la experiencia de estas dos semanas recolectando firmas, dicen lo contrario. Según el IVAD 56% de la población dispuesta está dispuesta a firmar y cuando se le pregunta si está dispuesta a hacerlo con la exigencia de huellas y foto, 42% se mantiene firme en su disposición. Esto representa a más de ocho millones de venezolanos dispuestos a ejercer ese derecho bajo cualquier condición, y recordemos que se requieren menos de tres millones de firmantes.
Además de ser una iniciativa que puede ser activada desde la ciudadanía, la Asamblea Nacional Constituyente también representa la posibilidad de tener un amplio, legítimo, transparente y genuinamente representativo diálogo nacional acerca del destino de la nación. Por el camino que marcha el país vamos muy mal. Todos los demócratas coincidimos en la necesidad de un cambio del modelo económico, social y político y también coincidimos en la idea de que nadie debe quedarse por fuera en un proyecto de país y que para eso debemos dialogar. ¿Qué mejor representación y escenario de diálogo que uno en donde todas las corrientes políticas estén representadas, como ocurre en una constituyente?
Por otra parte, el cambio de modelo debe ser el resultado de un debate nacional. La situación no está para que un pequeño grupo de iluminados imponga su modelo; la fortaleza de un nuevo pacto social estará dada por la consistencia de su contenido y por la legitimidad y amplitud con la que se acuerden nuevas políticas en terrenos tan importantes como la economía, el petróleo, la institucionalidad democrática y sus contrapesos, estado de derecho, la federación, las relaciones internacionales, la hipótesis de conflicto y la estrategia militar. Todos esos terrenos requieren un cambio, pero ese cambio debe ser debatido y es precisamente ese el espíritu que debe tener una constituyente en el contexto actual.
Otra de las razones por la que creemos y promovemos una constituyente es porque es una clara ruta constitucional. No podemos permitir que nos agarren desprevenidos los hechos que algunos vaticinan -desde un estallido social pasando por un golpe o cualquier otra eventualidad-sin que tengamos una alternativa constitucional y democrática, una ruta a seguir.
Como sabes, soy creyente, militante confeso, del derecho que tenemos de protestar. Es un legítimo derecho de los pueblos desde que la Historia se comenzó a escribir. En el siglo XX se dio un paso significativo en la canalización de la protesta bajo los métodos de la no violencia, los cuales dieron resultados significativos en la India con Ghandi, en Suráfrica con Mandela y en Estados Unidos con Luther King, por nombrar sólo algunos ejemplos. Ahora bien, la protesta sin destino corre el riesgo de que se disipe, de que se evapore el fervor de que sea manipulada por el régimen. Por eso la protesta debe tener una ruta clara a ser transitada. En el caso de una ANC, la presión de calle es necesaria para que la institucionalidad secuestrada acepte la fuerza popular amparada en la Constitución, la cual da el derecho al pueblo a convocar una constituyente.
En mis reflexiones sobre los hechos ocurridos a partir de febrero de este año, te confieso que concluyo que nos quedamos cortos en el proceso de explicar y comunicar masivamente la ruta constitucional y que eso no permitió traducir la protesta en un cambio político. Ahora bien, la situación actual es peor de lo que era en febrero y la ruta para impulsar un cambio profundo por la vía popular democrática y constitucional está más vigente que nunca.
Estoy claro que no es fácil el camino que estamos planteando, pero te pregunto: ¿Cuál es la otra alternativa? ¿La tenemos? ¿Hay un camino más fácil que transitar? ¿Esperar como los cubanos o los norcoreanos a que el descalabro económico produzca un cambio por inercia, que nunca llega? ¿Colaborar pasivamente con un régimen que no oculta su intención de asfixiar todos los espacios de libertad? ¿Ser meros espectadores mientras el país se nos cae a pedazos?
Debo hacerte referencia a las elecciones parlamentarias, ya que hay quienes insisten en poner la constituyente como una alternativa ubicada en la acera del frente, contrapuesta a las parlamentarias, cuando realmente no es así. Es tan difícil ganar una AN como una ANC, ambas deben sortear los obstáculos institucionales y la acción de un CNE secuestrado. La diferencia está en el alcance de cada ámbito. Como te dije antes, una ANC posibilita un verdadero diálogo y permite acuerdos sobre un nuevo proyecto de país, el cambio de las cabezas en todos los poderes y abre las puertas a los ajustes institucionales necesarios como la no reelección, la profundización de la descentralización y el resguardo de las condiciones necesarias para el impulso de una economía fuerte. Sin estos ajustes y rectificaciones el proceso de desgaste continuará y serán más dolorosas la consecuencia que sufrirá nuestro pueblo.
Sobre el modelo de democracia que aspiramos, estamos convencidos de que si la lucha por la democracia en el siglo XX se centró en la conquista del voto universal, directo y secreto, en el siglo XXI nos corresponde elevar la aspiración democrática al principio rector de que todos los derechos sean para todos los venezolanos. Nuestra historia, y este período no escapan a eso, ha estado signada por la aceptación del contrasentido de una parte de los derechos para una parte de los venezolanos. Elevar la aspiración democrática a la conquista de todos los derechos para todos, supone al menos tres condiciones que hoy no tenemos. Primero, un Estado eficaz en el cumplimiento de su deber en materializar el derecho escrito: segundo, un sistema de justicia realmente justo, que impida que nadie se quede por fuera: y, tercero, una ciudadanía activa, permanentemente activa, en la promoción y defensa de sus derechos.
Con esta carta/plana que espero enmiendes en lo que creas conveniente, espero recibir de vuelta tus aportes y argumentos. Obviamente espero convencerte de que la constituyente es una opción válida, pertinente y sujeta al menos a ser debatida, pero también estoy abierto a la posibilidad de que con argumentos puedas presentarle a tus lectores una alternativa distinta a que proponemos como vía para salir del desastre al que estamos sometidos los venezolanos. Quienes pretendemos liderar un proceso de cambio, no podemos conformarnos con tener un diagnóstico certero de la situación. Es necesario poner la mirada en el horizonte de un futuro mejor ya partir de allí definir la ruta para alcanzarlo.
Finalmente, estimado Elías, con toda humildad quiero decirte que sí esperamos calzar la horma de quienes propusieron la Independencia en 1811 y promovieron la democracia en 1946. Si la Historia sirve de algo es para que pongamos la vara alta ante procesos complejos. Ella nos ayuda a buscar inspiración en las acciones de nuestros antepasados, en sus aciertos y errores, sin dejar de un lado lo más importante: el idealismo de quienes sienten y saben que no merecemos estar como estamos y que podemos ser mucho más de que hoy somos como nación.
En este sentido vale la pena recordar la frase de Ghandi, un idealista incansable, al referirse a sus adversarios y los obstáculos: "Primero te ignoran, luego se ríen de ti, después te atacan, y finalmente ganas".
Me excuso, Elías, por lo largo de la carta, pero como decía Mark Twain: "Las circunstancias y el tiempo me impidieron escribir más corto". Te mando un fuerte abrazo a ti y a todo el equipo de El Nacional, que hoy más que nunca brilla como un faro de libertad en una noche oscura en medio arrecifes y ataques a nuestras libertades.


Un abrazo,
 
PD: En vista de que tu artículo toca un tema del que soy proponente y fue difundido por la edición impresa y por las redes sociales de El Nacional, te pido que aras del equilibrio informativo y editorial y en función de tu imparcialidad periodística, se difunda la presente misiva por las mismas vías, o al menos por la web, ya que entiendo que por razones de espacio es difícil publicarla al completo en el periódico. LL.
 


Leopoldo López
Carta a Elías Pino Iturrieta
El Nacional. Caracas, 17 de octubre de 2014

Rafael Poleo: Error del presidente




Rafael Poleo
Error del presidente
El Nuevo País. Caracas, 17 de octubre de 2014 (Blog Pedro Mogna)

Laureano Márquez: 6 días

E n la fatídica cuenta regresiva que llevamos en este periódico, hoy nos quedan seis días. Caigo en cuenta de que este podría ser mi último artículo. Cuando Teodoro Petkoff me llamó para que escribiera en TalCual, recuerdo que renuncié a otro diario en el que cobraba para venirme a escribir a este de gratis. Así ha funcionado nuestro periódico. No ha sido propiamente un negocio: ha sido alma y corazón, no solo para los colaboradores, que vivimos de otra cosa --porque, como decía Aquiles Nazoa, en este país el que escribe para comer ni come ni escribe--, sino también para los muchos que tienen a este diario como su fundamental fuente de ingreso y trabajo.

Nuestros trabajadores, nuestros periodistas y todos los que hacen posible que este diario llegue a sus manos estamos movidos por la esperanza, por el sueño de otro país de dignidad, respeto y tolerancia que nos parece deseable y posible. Para y por la libertad trabajamos y hemos soportado agresiones, multas y sanciones. Somos parte de una Venezuela honesta que existe y de la que nos sentimos orgullosos.

Esta columna apareció como espacio de humor. Aquí en estas páginas he aprendido demasiado sobre el humorismo. Este periódico me enseñó a comprometerme con mi país, a no escurrir el bulto, a ser responsable y sensato en mis opiniones y a escribir las mejores páginas de mi vida. Aquí en este recuadro de papel que usted tiene entre manos, lector, y que no tendrá el próximo viernes, aprendí a ser mejor persona, mejor ciudadano y mejor venezolano. Aquí constaté la veracidad de la contundente afirmación de Frank Brown cuando señala que una obra humorística es tanto mejor cuanto más se acerca a la seriedad.

Teodoro me dijo un día, con su peculiar estilo:
--Mira, chico, yo tengo ganas un viernes de estos de agarrar uno de esos artículos tuyos y ponerlo de editorial.

A las pocas semanas, esta columna de Humor en serio se convirtió en compromiso vital de cada viernes. Se fue enseriando mientras el país se ponía más cómico, mientras se nos aceleraba su disolución, hasta el punto, querido lector, de que usted ha llorado leyendo ­tanto como yo lo he hecho escribiendo­, porque, como diría Juan de Dios Peza: ¡Ay! ¡Cuántas veces al reír se llora! ¡Nadie en lo alegre de la risa fíe, porque en los seres que el dolor devora el alma llora cuando el rostro ríe! Tan serio se ha puesto el humor que, en nuestra última fiesta de Navidad, Teodoro me reclamó:

­Pero bueno, chico, ¿qué te pasa que estás tan serio? Escribo este artículo desde Stavanger, Noruega. Nunca habría venido a esta ciudad a no ser porque cientos de venezolanos viven en "estavaina", como la llaman.

Son venezolanos brillantes, de un país brillante que no tenemos ahora, pero que tendremos algún día. Esta es una ciudad petrolera. Aquí los noruegos aman la lista Tascón, que tanta calidad humana les ha proporcionado, como en Aberdeen, Holanda, Calgary y cuanta urbe petrolera hay en el mundo.

Los venezolanos son respetados y queridos y se han adaptado a una ciudad en la cual una vez atracaron un banco y hasta se hizo una película sobre el hecho. Casualmente aquí leo que un buque parte de Argelia con la primera importación de petróleo en la historia venezolana y pienso que podría ser un buen tema para una columna de humor.

Les digo a los venezolanos que están afuera, angustiados, que hay esperanza, que ellos son colibríes que volverán volando a nuestra cálida Venezuela, a una industria petrolera que florecerá, a un país que necesitará de su excelencia para reconstruirse. Le doy esperanza a la gente, pero en verdad, como Garrik, cargo una tristeza por mi patria que no logro sacarme del alma.

Seis días, querido lector, pero siento que no nos callarán. Ya le buscaremos la vuelta al periódico, tal cual lo haremos con el país.

 
Laureano Márquez
6 días
Tal Cual. Caracas, 17 de octubre de 2014