lunes, 20 de octubre de 2014

Asdúbal Aguiar: La mordaza al periodismo independiente

Las consecuencias ominosas de la legislación regional reguladora de la libertad de expresión - e horma venezolana validada por el Foro de San Pablo- están a la vista. El común de la gente no se da por aludida. Hay cosas urgentes que priman en lo cotidiano, como las carencias domésticas, que alejan lo esencial e imponen la supervivencia.
El establecimiento de hegemonías comunicacionales de Estado -o la voz excluyente de quienes mandan a título personal luego de haber asaltado al Estado, apropiándoselo- es una realidad extendida o en curso de afirmación en Venezuela, Argentina, Bolivia y Ecuador, con sus matices.  La prensa independiente, radioeléctrica o escrita, es cosa del pasado o la han comprado muñecos de ventrílocuos oficiales.
Algunos creen que su ausencia la remedia el periodismo subterráneo, el Twitter y las redes sociales, eficaces en una democracia real. No así cuando la fuerza mayor o menor del internet y sus servidores la distribuye un censor policial.
Lo cierto es que ha muerto la democracia -la expresión libre y plural es su columna vertebral- y pocos se percatan de ello, pues se le ha desmontado progresivamente, sin ruido, como cuando se elimina un puente tuerca por tuerca, viga por viga, rail por rail, sin que su usuario se percate hasta el día en que no lo ve más.
No exagero. Si le falta el papel al diario El Impulso de Barquisimeto o a Teodoro Petkoff para su Tal Cual, ello es cuestión que lamenta la gente pero ve propia del editor afectado y al caso resoluble, poco a poco.  Al fin, ante de sus cierres anunciados, les ha llegado algo de oxígeno a los periódicos no gubernamentales para sus terapias intensivas. Si Nicolás Maduro niega divisas para importar papel por una parte, por la otra, a través de la Corporación Maneiro, dependencia del Palacio de Miraflores e importadora de dicho insumo, alguna bobina les da para que  pongan en blanco y negro sus ideas, frustrando sus cacareados finales e invitándoles indirectamente a censurarse.
Esta realidad distinta e inédita -las dictaduras de antes cerraban los medios y los de ahora se cierran solos, por obra de la ley- tuvo su origen en una razón fáctica, legitimada por jueces al servicio de los sistemas de dominación personalista instalados en los países citados. Hugo Chávez en vida, al igual que sus pares, descubren que no les basta el petróleo ni sus presupuestos para mantenerse en el poder sin alternancia, como tampoco para mandar sobre sus territorios feudalizados sin dominar la fuente de poder en el mundo globalizado, las comunicaciones.
Desde entonces enfilan sus baterías contra medios y editores locales, demonizándolos, tachándolos de antidemocráticos a la vez que de explotadores de los periodistas, tildando a éstos, a la par, de asalariados con bozal, para neutralizarlos. Y al dedo llega y calza la prédica falaz sobre la democratización necesaria de la prensa. Las leyes de control son bienvenidas, pues, según la conseja, vienen a poner las cosas en su justo sitio.  Y ya están en su sitio.
La radio y la televisión, y en el caso ecuatoriano también la prensa escrita, ahora son "bienes del dominio público" (Venezuela), "administrados por el Estado" (Argentina) o "del Estado" (Ecuador), o acaso "recursos estratégicos de interés público" (Bolivia). En suma y en lo adelante, el mismo Estado, como padre bueno y fuerte, se ocupa de informarnos, de opinar por nosotros y comunicarnos lo que ellos, como tutores diligentes, consideran beneficioso para nosotros.
En nombre de la libertad, lo declara Rafael Correa desde el Ecuador, cabe "erradicar la influencia de los sectores económicos y políticos sobre los medios", y al ras, la procuradora argentina, Alejandra Gils Carbó, levanta el velo del despropósito: "Es competencia del Estado la distribución democrática del poder de la comunicación, tanto como es inadmisible la enorme ventaja competitiva en términos políticos de los medios independientes, pues ello les da la posibilidad de influir activamente en el diseño de las políticas públicas".
Nicolás Maduro, en suma, hoy piensa y habla sólo durante largas cadenas, para que los demás escuchen sin replicar. Diosdado Cabello, el capataz, insulta desde el canal del Estado mientras apresa o somete a la justicia penal a quien discrepe o lo ponga en evidencia. Y al igual que Evo Morales, Cristina Kirchner o el propio Correa, dicen encarnar a la democracia y su talante posmoderno, dentro del socialismo digital en boga.
La expresión y la prensa libres son al presente asunto de gobernantes, no derecho de periodistas o ciudadanos. La ciudadanía plural, por ambiciosa y aplaudiendo el anunciado castigo de los editores de medios, ha mudado en propaganda de Estado. Esa tenemos.

Asdúbal Aguiar
La mordaza al periodismo independiente
Diario Las Américas. Miami, 20 de octubre de 2014

Armando Durán: ¿Se queda Maduro con todo o con nada?

Según Nicolás Maduro, la caída de los precios del petróleo no afectará la economía venezolana. Una afirmación, por supuesto, falsa e irresponsable. Sin aparato productivo nacional, con una economía a la fuerza importadora pero sujeta a un riguroso y discrecional control de cambios, y teniendo en cuenta que más de 95% de las divisas proceden de las ventas de petróleo, ¿cómo puede justificar Maduro, máximo gestor de lo que ocurre y ocurra en Venezuela, que la caída de los precios del petróleo no tiene la menor importancia?
A este disparate intencional debemos añadirle el impacto del consumo interno de combustibles, prácticamente regalado. Mientras 2 más 2 sean 4, Maduro podrá invocar al comandante eterno, a la patria y hasta cantar misa, pero no podrá impedir la debacle económica y social, cuya inminencia se nota con crudeza en la aceleración desenfrenada de la inflación y la escasez.
En el marco de esta crisis sin precedentes, Maduro ha vuelto a echarle mano a la conspiración de propios (los dirigentes políticos de oposición que se niegan a bailar al son que tocan en Miraflores) y extraños (Álvaro Uribe al frente de sus paramilitares, la CIA y el exilio multimillonario y apátrida) para explicar las protestas de calle, la inseguridad y ahora, tras la arrebatada rueda de prensa del miércoles pasado, para acusar a sus adversarios no complacientes de los asesinatos de Eliézer Otaiza y Robert Serra. Violencia y crimen a los que el presidente les fijó un móvil exclusivamente político, sin pruebas, mediante una inescrupulosa manipulación de la verdad y la usurpación de funciones que la Constitución y las leyes reservan expresamente al Poder Judicial.
Se trata de dos derrotas políticas que tienen una repercusión directa en la conciencia y el corazón de quienes más sufren este gran desastre nacional, así sean chavistas. Peor aún porque suceden en vísperas de elecciones, parlamentarias o para aprobar o negar la convocatoria de una asamblea nacional constituyente, victorias hoy por hoy imposibles para el oficialismo si acude a ellas en igualdad de condiciones. Un peligro que a todas luces se hace certeza en proporción directa al desmantelamiento sistemático de Venezuela como nación.
Resulta natural, pues, que la oposición soñara y sueñe con una victoria electoral en 2015, preámbulo posible de una eventual victoria en las presidenciales de 2019. Por eso la MUD acudió con un cierto entusiasmo al diálogo convocado a comienzos de año por Miraflores, pero puso una doble condición para continuarlo: la libertad de los presos políticos y la renovación de los tres directores con plazos vencidos del CNE, el gran obstáculo fáctico para competir, incluso, contra la actual fuerza electoral del PSUV, menguante y desorientada. El gobierno negó ambas solicitudes opositoras con terquedad totalitaria y la MUD abandonó el diálogo. La semana pasada, sin embargo, recurriendo a un pretexto banal, su representación parlamentaria aprobó la designación de un Comité de Postulaciones para el CNE abiertamente parcializado. Es decir, aceptó incorporarse a los venideros juegos electorales, así sean con un árbitro tramposo, al servicio incondicional de Miraflores. Con lo cual se le concede a Maduro no solo el privilegio de garantizar vía electoral su permanencia en el poder, sino el muy absoluto privilegio de quedarse con todo. A no ser que la MUD reconozca muy pronto su papel de cabeza de una oposición que al fin haga oposición, o hasta que la indignación de los ciudadanos se convierta en indignación contra el gobierno y también contra la oposición. Solo para mayor gloria de Satanás.



Armando Durán
¿Se queda Maduro con todo o con nada?
El Nacional. Caracas, 20 de octubre de 2014

Eduardo Semtei: Caldera en la encrucijada chavista

Mucho se ha especulado acerca de las razones por las cuales el entonces presidente Caldera le habría dado libertad a Chávez acusado de rebelión militar, golpe de Estado, insubordinación y un sinfín de delitos asociados a los actos antijurídicos de 1992.
Recordemos que, ciertamente, Venezuela venía de sufrir un par de intentonas cuartelarias, ambas con el claro propósito de hacerse del poder por la vía violenta, armada, no electoral. A plomo limpio, diría cualquier cristiano. Era entonces evidente que, a tan poco tiempo de tales escaramuzas, con muertos y heridos, las fuerzas armadas se encontrarían, si no divididas, por lo menos fracturadas. Cadera no había ganado con una holgura de votos suficientemente amplia como para gobernar sin mayores contratiempos legislativos y constitucionales.
El hecho de que AD y Copei, los dos principales partidos de la democracia venezolana, se hallaban en completo desorden, divididos e inmovilizados, en estampida, agregaba nuevas dificultades. El precio del petróleo, por el piso. El descontento masivo, las intentonas recientes, la crisis de la democracia representativa, todo ello conformaba un cuadro que alimentaba en forma creciente a los seguidores de Chávez.
La cárcel de Yare recibía cada vez mayores cantidades de venezolanos deseosos de conocer al insurrecto, y en la conciencia colectiva, en el imaginario social, el teniente coronel bajo rejas crecía en popularidad. Era un perfecto fenómeno dialéctico, mientras más crisis, más esperanzas entre la gente de encontrar un mesías, un salvador. Hasta los mal llamados “notables” andaban entusiasmados. Allí estaba Chávez para llenar tales expectativas.
En aquellos tiempos, dado que Chávez insistía en la abstención electoral, su popularidad en materia de encuestas y de opciones presidenciales era muy baja. En ninguna de las más afamadas mediciones de otrora llegaba a 5%. No representaba entonces ninguna opción seria, no mostraba posibilidades electorales. Mientras tanto, Irene Sáez traspasaba la frontera de 60% y lucía en principio inalcanzable. En consecuencia, la libertad del presidiario supuestamente no significaba peligro electoral. Cuán equivocada estaba la inmensa mayoría de los analistas.
Al mismo tiempo, una buena parte de la intelligentzia criolla afirmaba que era un buen negocio soltar al hombre de marras, pues, cuando comenzara a hablar, se evidenciaría su incultura política, su afán militarista, su compromiso con la abstención y jamás sería un atractivo líder para las mayorías. Cuán equivocados estaban los suscritores de tan peregrina idea.
Sorprendentemente, los informes policiales y de seguridad detectaban que más temprano que tarde se organizaría una poblada para rescatar a Chávez del cautiverio. Frente a tal hecho, los gobernantes de la época decidieron en consulta con las llamadas fuerzas vivas proceder al sobreseimiento y poner al verdioliva en la calle. Y eso era un resultado obvio, si verdaderamente se intentaba un rescate, como en efecto hubo unas débiles intentonas, pero, claramente predictores de lo que venía, las fuerzas militares que custodiaban a todos los presos tendrían solo dos opciones. Una primera, evitar a toda costa que liberaran a los detenidos, y eso solo era posible disparando a mansalva, caso en el cual la revuelta popular, el repudio, el rechazo haría caer el gobierno inexorablemente, era un Caldera débil y atrapado en una crisis económica; si, por el contrario, las masas irredentas rescataban al hombre, su camino hacia Miraflores sería inmediato y no precisamente por la vía electoral, tendríamos a final del camino a Chávez investido de dictador y sin ningún control. Un clásico ejemplo de una situación perder-perder.
Si ganando las elecciones hizo prácticamente lo que le vino en gana, imagínenselo en la presidencia por caminos no electorales ni constitucionales. Doy esta versión y breve análisis en oposición a quienes acribillan la memoria de Caldera con acusaciones arbitrarias y descabelladas. A mi juicio, no tenía otra opción. Donde sí le falló el instinto, quizás por la edad, con reflejos cansados, fue al momento de la juramentación, cuando el recién vencedor de los comicios dijo jurar su investidura bajo “una constitución moribunda”. En ese momento Caldera debió abandonar el recinto y no concluir el ritual de ley. Hoy por hoy sería un gesto histórico. Este acto fallido no lo demerita para nada en su papel de conciliador, de hombre de letras y palabras, de dialogante y, sobre todo, de gerente del proceso de pacificación.
 
Eduardo Semtei
Caldera en la encrucijada chavista
El Nacional. Caracas, 20 de octubre de 2014