lunes, 21 de julio de 2014

Luis Izquiel: Chavismo, narcotráfico y militares

El día de ayer, por invitación de la Fundación Espacio Abierto, estuve participando como ponente en el foro-presentación del libro “Chavismo, narcotráfico y militares”, escrito por el periodista Héctor Landaeta. Esta obra, fundamentada en una larga entrevista realizada a la expresidenta de la antigua Comisión Nacional Contra el Uso Ilícito de las Drogas (CONACUID), Mildred Camero, resulta esencial para entender cómo Venezuela en los últimos 15 años se ha convertido en un paraíso para el tráfico de drogas.
En este libro, la doctora Camero, con gran valentía, asume la responsabilidad de señalar, con nombre y apellido, a una serie de generales y oficiales de la FANB (activos y retirados), funcionarios del CICPC, diputados, políticos y otras personas ligadas al oficialismo (algunos incluidos en la lista negra de la OFAC), que presuntamente han participado o participan de alguna manera en actividades de narcotráfico en el país. Estas afirmaciones las hace fundamentada en las investigaciones que realizó al frente de la CONACUID y en informaciones de la DEA y de otros organismos internacionales que actúan contra el tráfico internacional de drogas, a las cuales tuvo acceso durante los 6 años que permaneció dirigiendo esta institución (1999-2005).
Las actividades de muchos narcotraficantes famosos y sus presuntas conexiones con representantes del poder en Venezuela, también están descritas en el libro. Allí se narra, entre otros aspectos, cómo Walid Makled logró pasar de ser un simple asaltante de camiones a convertirse en el principal capo civil del país, llegando a tener el control del puerto de Puerto Cabello y a comprar la línea aérea Aeropostal. En el libro se describe igualmente el trabajo de inteligencia que en 2004 llevó a la captura de José María Corredor, alias “El Boyaco” (señalado de ser el contacto de las FARC en Venezuela para el intercambio de drogas por armas), el cual en 2005 logró escapar por la puerta principal de la DISIP, durante la gestión de Miguel Rodríguez Torres al frente de la policía política.
En la entrevista, Mildred Camero también relata su versión sobre lo ocurrido en el caso del decomiso, por parte de las autoridades francesas, de cerca de 1.300 kg de cocaína que habían sido embarcados en un avión de Air France que partió de Maiquetia con rumbo al aeropuerto Charles De Gaulle de París.
Mildred Camero termina señalando que sus denuncias y acciones contra las mafias militares, policiales y civiles que dominan el negocio de las drogas ilícitas en el país, produjeron su salida de la CONACUID en el 2005. Ese mismo año el gobierno de Venezuela rompe los acuerdos de cooperación que existían con la DEA.
El informe 2010 de la Oficina Contra la Droga y el Delito de la ONU, indicó que de Venezuela salió el 51% de los cargamentos de droga que por vía marítima ingresaron a Europa. Hoy nuestro país está considerado uno de los principales puentes del tráfico de drogas en el mundo. En el libro de Mildred Camero se encuentran descritas las razones principales por las cuales esto ha sido posible.

Este artículo de Luis Izquiel  fue censurado y no publicado por el diario El Universal.

Armando Durán: Elecciones, ¿para qué?

. Comencemos por un presunto pero vigente sofisma:

a)    Las elecciones constituyen la esencia de todo proceso democrático.

b)    Hugo Chávez, tras el poco tiempo que pasó en prisión por su fracasada intentona golpista del 4 de febrero, emprendió la compleja circunvalación electoral para conquistar Miraflores por esa vía. Desde ese instante polémico de la historia nacional, Chávez demostró sentir una pasión ciega por el valor de las urnas electorales.

c)    La conclusión aparente de este burdo sofisma es elemental: Chávez fue, desde 1997, cuando decidió abandonar el camino de las armas, hasta el día de su muerte, un demócrata, sin duda heterodoxo, pero a carta cabal.

Fidel Castro, mentor y ejemplo a seguir por Chávez y su “revolución”, solo disimuló los propósitos finales de su proyecto durante los años de lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista, cuando no dejaba de reiterar a todas horas que el objetivo central del movimiento insurreccional en Cuba era la rápida restauración de la legalidad democrática mediante dos acciones políticas terminantes: devolverle de inmediato su vigencia a la muy democrática Constitución cubana de 1940, abolida el 10 de marzo de 1952 por el golpe militar de Batista; y la convocatoria a elecciones generales en un plazo no mayor de 12 meses. Nadie tenía razón alguna para poner en duda a priori la sinceridad de este doble compromiso.
Sin embargo, el pensamiento político y los planes secretos de Castro apuntaban en una dirección muy distinta. ¿Derrocar la sangrienta dictadura batistiana? Por supuesto que sí, pero solo como trampolín. Su verdadero y subversivo objetivo iba mucho más allá de la simple reivindicación formal de la democracia, tal como se concebía entonces en todo el continente.
Su ambicioso y terrible proyecto era construir, sobre los escombros de la dictadura y del viejo régimen de democracia representativa, una Cuba nueva, implacablemente revolucionaria, socialista y antiimperialista. Razón por la cual, cada vez que alguien, incluso Richard Nixon, durante su entrevista privada del 19 de abril en Washington, le preguntaba por las elecciones prometidas, Castro eludía el tema afirmando que “los cubanos no desean elecciones por el momento”. Este argumento, después, comenzó progresivamente a ajustarse a la realidad. “Primero hay que hacer la revolución –sostenía Castro– después vendrán las elecciones”. Al cabo de pocos meses, la verdad castrista se impuso en Cuba sin tapujos: Elecciones, ¿para qué? Una pregunta que los venezolanos debemos hacernos ahora, cuando ya el gobierno y parte de la oposición comienzan a pensar y hablar de la elecciones parlamentarias del año 2015.  

2.
Es preciso tener en cuenta que Chávez se proponía hacer en Venezuela, 40 años después, exactamente lo mismo que había hecho Castro en Cuba, pero por otros caminos. Crear en Venezuela un sistema político a imagen y semejanza del cubano, mas con otra apariencia, con un disfraz de democracia. Para lograrlo, y solo para eso, se requería la celebración de elecciones cada dos por tres.

El primer paso en el proyecto de Chávez fue desmontar la antigua estructura del Estado. Chávez utilizó a Cecilia Sosa, presidenta de lo que entonces se llamaba Corte Suprema de Justicia, para poder convocar, fuera de la Constitución vigente, una Asamblea Nacional Constituyente. Luego se produjo la valiosa colaboración de Nelson Merentes, diseñador del famoso “kino”, que garantizó que el chavismo, con apenas la mitad de los votos emitidos, ocupara la inmensa mayoría de los escaños de la Asamblea. Inmediatamente después, con la colaboración de Henrique Capriles Radonski, presidente de la Cámara de Diputados, se disolvió políticamente el Parlamento y se le sustituyó por el llamado Congresillo, un pequeño grupo de diputados designados a dedo, con mayoría más que absoluta de representantes chavistas.

Con la nueva Constitución surgió la necesidad de darles forma real a los cambios constitucionales y para ello se convocó a nuevas elecciones generales. Desde entonces, y con la única excepción del referéndum de 2007, Chávez ganó todos los comicios organizados por un Consejo Nacional Electoral cuya única finalidad consistía en asegurar el triunfo de los candidatos rojos-rojitos. En este esquema, el nuevo Tribunal Supremo de Justicia se encargaría de darles siempre la razón a los intereses del gobierno. Llegando incluso, como en el caso del referéndum revocatorio, a propiciar todos los desafueros imaginables. Invalidar las llamadas planillas planas, por ejemplo, demorar las veces que hiciera falta la fecha del referéndum para permitirles a las misiones tener un efecto sentimental en los electores, alterar las condiciones electorales para avasallar los derechos de la oposición y llegar incluso al extremo de transformar el referéndum en plebiscito.
 
3.
Todavía faltaba un ingrediente fundamental para que la grosera manipulación del sistema electoral venezolano cumpliera con los requisitos formales de las elecciones democráticas. Vaya, que para que el juego electoral chavista tuviera pelaje democrático también era necesario disponer de una oposición que se prestara al juego. Tarea imprescindible después de los sobresaltos del año 2002, cuando desde Miraflores se promovió una falsa división de las fuerzas opositoras: de un lado, los golpistas y la violencia; del otro, los demócratas y la paz. La sombra del mariscal Petain y su república de Vichy comenzó a flotar sobre Venezuela gracias a la Mesa de Negociación y Acuerdos negociada por Chávez con César Gaviria y Jimmy Carter. Hasta que se divulgó la infame lista Tascón. Y después, cuando hasta el propio CNE se vio obligado a admitir que las máquinas captahuellas también le ofrecían al régimen muy siniestras posibilidades antidemocráticas.

Efecto directo de estos dos factores de la manipulación electoral fue que los ciudadanos, organizados en lo que se llamó la sociedad civil, impulsaron la tesis de la abstención en las elecciones parlamentarias de 2005. La dirigencia de los partidos de oposición se vio obligada a retirar sus candidaturas, pero a pesar de la magnitud de la abstención –única derrota electoral de Chávez– rápidamente se reagruparon para denunciarla y participar con mucho entusiasmo en la elección presidencial de 2006. Bueno es recordar que antes de las primarias de la oposición para elegir por la base al candidato, los tres precandidatos, Manuel Rosales, Julio Borges y Teodoro Petkoff, se reunieron con la directiva del CNE, admitieron la imparcialidad del árbitro y se comprometieron públicamente a aceptar los resultados oficiales de la próxima elección presidencial.

Ahora el régimen se prepara para nuevas andadas. La oposición también. El año que viene se celebran elecciones parlamentarias, pero por primera vez desde hace años de años, la “normalidad” política del país está alterada desde febrero por las protestas, en principio estudiantiles, y desde hace semanas mucho más amplias. La incapacidad del régimen a la hora de gestionar la crisis y el silencio insolidario de la MUD han debilitado por igual al gobierno y a la oposición más convencional y oportunista. Nada casualmente, la notable pérdida de popularidad del régimen no se ha traducido en un incremento significativo de la popularidad de la MUD.

Ante esta realidad que tanto perturba al régimen, la oposición “bien pensante” también se siente acorralada. Para Ramón Guillermo Aveledo y compañía, las elecciones chavistas han sido siempre el recurso agónico que les permite a los dirigentes más desgastados creerse parte del poder y no morir políticamente, aunque sea al elevado costo de distanciarse aún más de los sentimientos y las preocupaciones del ciudadano de a pie. O sea, de sus potenciales electores. No obstante, el único esfuerzo que parecen estar dispuestos a realizar, sin tener en cuenta para nada lo que ocurre a su alrededor, es, por una parte, condenar a quienes aspiran a una “salida” urgente de Maduro; por otra parte, tratar de devolverles a los venezolanos su esperanza en el voto, según ellos, única salida constitucional a la crisis. Tal como declaró hace pocos días Gerardo Blyde: “Cualquier salida constitucional pasa por cambiar el CNE”. O sea, por la vía electoral.

Lo cierto es, sin embargo, que para Chávez, y para Maduro mucho más, las elecciones siguen siendo el mecanismo perverso que le ha servido al régimen para legitimarse desde 1999 ante una comunidad internacional atenta solamente a las apariencias. En la práctica política de todos estos años, solo para eso han servido las elecciones en Venezuela. Para legitimar lo ilegitimable. Hasta ahora, con la colaboración activa de quienes, una vez más, temen quedar fuera del juego.

Armando Durán
Elecciones, ¿para qué?
El Nacional. Caracas, 21 de julio de 2014

Adolfo P. Salgueiro: Ante la venta de “El Universal”




Con motivo de la venta de “El Universal” algunos columnistas ya han fijado posición y además el nuevo Presidente de la Junta Directiva -Ing. Abreu Anselmi- expuso  la suya en entrevista que concedió a Roberto Giusti y que fue publicada el 12 de los corrientes. Quien esto escribe siente obligación ante sus lectores y ante el periódico (que viene dando acogida a nuestras opiniones desde 1974) de hacer lo propio.

Reconozco que “El Universal” es una sociedad anónima cuyo objetivo es explotar la actividad mediática y en tal carácter es libre de mantener, fijar o cambiar su línea editorial. Tambien afirmo que un periódico de la antigüedad y reconocida seriedad de “El Universal” tiene una responsabilidad social ineludible ante sus lectores, trabajadores y relacionados.

Nuestro ingreso a las páginas de “El Universal” ocurrió en 1974 de la mano del Dr. Manuel Palma Labastidas quien nos presentó a Guillermo José Schael, entonces coordinador de estas páginas. Posteriormente nuestro amigo y mentor Efraín Schacht Aristeguieta se vió en la necesidad de dejar su prestigiosa columna “Atalaya” tras haber sido designado Canciller por el Presidente Pérez y tuvo la generosidad de recomendarnos para colaborar con carácter permanente. De allí a hoy nuestra opiniones superan ampliamente el millar, algunas mejores, otras peores, pero siempre ofrecidas “ad honorem” con disciplina, esfuerzo y absoluta honestidad hacia el lector. Jamás sufrí censura ni sugerencia de una orientación particular.

Hoy “El Universal” es vendido a través de un esquema jurídico diseñado expresamente para que no se sepa quienes son los compradores. Mala señal en un país donde los últimos cambios accionarios en medios han sido preludio para convertir íconos del periodismo nacional en apéndices gubernamentales en busca de la cacareada necesidad de obtener la “hegemonía mediática”.

El Ing. Abreu Anselmi ha expresado que no habrá cambios sustanciales en la orientación. No tengo razón alguna para no creerle por que me dicen que es hombre serio. Pero tampoco tengo razón alguna para creerle vistos los vientos que soplan y sus propias declaraciones en las que afirma no conocer a los que desde ahora baten el cobre. Que peso puede tener entonces su mejor intención?

Este columnista –igual que otros- seguirá colaborando con la misma disciplina y entrega como hasta ahora en tanto y en cuanto se mantenga intacta la libertad de expresión entendida como derecho y como responsabilidad. No he solicitado ni aceptaré recomendación alguna con los nuevos dueños destinada a mejorar la posibilidad de mi permanencia. Si no me ven mas por acá será por que me botaron ya sea expresamente o a través de mecanismos mas sutiles.

Mientras los acontecimientos dictan la pauta esta es la oportunidad para agradecer a Andres Mata y su equipo, al Consejo de Redacción que me ofreció esta tribuna a la que debo gran parte de mi proyección pública, al nucleo directivo y  a Miguel Maita, coordinador de estas páginas cuya bonhomía y dictatorial exigencia de disciplina en las entregas ha ayudado a que esta sección sea una referencia en la opinión nacional.

 

Rafael Poleo: Tecleo (te creo en chino)


Rafael Poleo
Tecleo (te creo en chino)
El Nuevo País. Caracas, 21 de julio de 2014 (Blog Pedro Mogna)

Asdrúbal Aguiar: Un país para todos

Sea por las razones que fuesen, la urdimbre social y política de Venezuela quedó rota desde la década de los noventa del pasado siglo. No la restableció la constituyente de 1999, pues una parte del país, en mayoría relativa, se casa consigo misma excluyendo a la otra.

En cuanto a lo primero y para entenderlo, me basta la tesis del filósofo florentino Luigi Ferrajoli, quien observa que los Estados son demasiado grandes para las cosas pequeñas y cotidianas, a la vez insignificantes para resolver los asuntos de mayor catadura que afectan al género humano bajo la corriente de la mundialización.

Leviatán o artificio construido desde inicios de la modernidad para atar nichos o cavernas o nacionalidades culturales que caracterizan al Medioevo e inicios de la modernidad, el Estado degenera en cárcel de la ciudadanía. De allí que algunos políticos aún entiendan a la democracia como simple forma de organización del poder o procedimiento y se empeñen, en pleno siglo XXI, sólo en la defensa de sus oficios o experticias. Pero la política en la democracia exige de algo más, al servicio de lo que se encuentra su instrumental electoral, sea para elegir diputados, sea para convocar constituyentes.

A finales del pasado siglo, cuando los venezolanos nos hacemos críticos e irreverentes al descubrirnos desnudos de aquel sentido de ciudadanía que tiene por límites a los cuarteles militares o los mismos partidos civiles, y al vernos compelidos a la emancipación social, abandonamos nuestras casas y nos lanzamos a las calles para no regresar jamás, según lo aprecia con ojo agudo y me lo cuenta el fallecido expresidente Ramón J. Velásquez.

Ante un vacío sobrevenido de moldes institucionales que no son llenados pronto y menos entienden las élites del momento, y dada la pérdida de las certezas en esa hora agonal, cada quien opta por irse al reencuentro con sus “patrias de campanario” o localismos, o se deja arrastrar por las circunstancias, hojas que se lleva el viento en medio de la marea digital y su cosmovisión inmediatista: la realidad se basta con los 140 caracteres de un twitter y nuestro pueblo, en la orfandad, le abre sus puertas al tráfico de las ilusiones.

1999 es propicio, así, para una constituyente que se oculta tras el único propósito de su partero, Hugo Chávez: usarla como “destituyente” para el “reseteo” de nuestra memoria histórica. No recrea el molde social y político inédito que demanda la crisis de cambio en curso, que nos diese otra vez, como pueblo, sentido de pertenencia dentro de un proyecto nacional en común. La toma de la Justicia y la remoción de los jueces es apenas el abrebocas.

De modo que, al morir en 2013 (¿?) Chávez, como era de esperarse, cede la ficción “bolivariana” y todos, revolucionarios o contrarrevolucionarios, militantes o adversarios del régimen personalista que aquél instala, en un tris nos miramos como lo que éramos y no habíamos dejado de ser sobre el puente entre el siglo XX y el siglo XXI, un rompecabezas, una “caja de gatos” -uso la atinada expresión del maestro José Ignacio Cabrujas, dirigida sobre las izquierdas– que es la descripción cabal del gobierno colegiado hoy causahabiente y de la oposición variopinta que nos acompaña.

Si la urdimbre social del país no existe -calco los consejos del padre Jorge Mario Bergoglio, el papa Francisco– lo que se impone y cabe dialogar, es el deber de su reconstrucción impostergable, mediante consensos.

Median urgencias, económicas y sociales, urgidas de ser resueltas, es cierto. No era distinto el panorama de 1958 cuando nace el llamado Plan de Emergencia bajo una reflexión utilitaria y de coyuntura: “O plata, o plomo”, le dice el ministro del interior, Numa Quevedo, al almirante Wolfgang Larrazabal, presidente de la Junta de Gobierno. Pero a la sazón, poniendo sobre la mesa sus desencuentros y recelos intestinos recíprocos, sin abandonar sus personalismos, sus miradas parciales de la realidad venezolana, Betancourt, Caldera y Villalba consideran que la patria y la nación son algo más y mucho más que lo que ellos alcanzaban a ver desde sus patios propios.

Ese algo, como denominador, era el desafío de la experiencia democrática como hábito de vida imaginado en 1811 y 1830; valor susceptible de atarlos sin dejar de ser ellos partes en controversia. Ninguno renunciaría a su estrategia ni aspiraciones, pero todos se obligaban, para los momentos de peligro, a salir “de sus refugios para llegar a la trascendencia que funda”, dicho esto con palabras de Bergoglio. Fueron capaces de distinguir entre el drama y la tragedia que arrastra a toda empresa humana hacia el desastre. Optan por escoger entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal, y nos invitan a apostar al “proyecto de un país para todos”. Era lo esencial, como lo es en el presente.


*Exjuez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos



Asdrúbal Aguiar
Un país para todos
Diario Las Américas. Miami, 21 de julio de 2014

Iván Simonovis: El Prisionero Rojo

En su calabozo sentado en la cama con los pies en el borde y codos apoyados en las rodillas, Iván se recuesta en la pared, mira hacia arriba como buscando al Todopoderoso

Hoy quisiera compartir con ustedes, los PRELIMINARES de mi libro de confesiones El Prisionero Rojo. “El Comisario Iván Simonovis está preso; no sabemos exactamente por qué, pero lo único claro y verdadero es que está preso y que lo estará hasta cumplir los 30 años de condena que le sentenciaron el 3 de abril de 2009.

En su calabozo sentado en la cama con los pies en el borde y codos apoyados en las rodillas, Iván se recuesta en la pared, mira hacia arriba como buscando al Todopoderoso, pero sólo logra ver el techo de su aposento carcelario. Sonríe con dolor e ironía, cierra los ojos y entra en una especie de limbo.

Pasan por su cabeza las escenas más representativas de su vida, tal como ocurre cuando las personas sienten que están a punto de morir. Las repasa varias veces para que queden indelebles en su mente, porque esas imágenes son lo único que podrá llevar consigo a partir de este momento. El 3 de abril de 2009 estaba en Maracay, pues lo habían transferido para ir al Tribunal.

Ese día escucharía la sentencia sobre su caso. Iván se sintió como un concursante de un reality show que se prepara para escuchar el veredicto de su nominación y no sabía si recoger todo y hacer su maleta para irse, o dejarlo todo así para cuando regresara a su celda pocas horas más tarde. En el fondo, Iván es realmente parte de un reality show, una suerte de “Gran Hermano Judicial Venezolano”.

En este show de la realidad patrocinado por el Gobierno y ejecutado por el lado oscuro del Poder Judicial en el más crudo estilo de The Truman Show, una persona que todos imaginan quién puede ser, pero que al mismo tiempo es invisible al público, controla la vida de todos los participantes.

Se supone que lo haga a través de jueces, fiscales y testigos falsos, les pone obstáculos y conchas de mango, según como venda más al público, a su público claramente.

A los participantes -que no entendieron nunca cómo, cuándo ni porqué los llamaron a participar en este absurdo juego- los hace llorar y sufrir con saña, los mantiene en tensión por largo tiempo, los deja padecer de enfermedades y afecciones, los lleva al límite del agotamiento físico, emocional y moral, y cuando el público alcanza el punto máximo de atención y los participantes están conteniendo el suspiro, llega la estocada final en forma de sentencia.

Después los jueces y los fiscales, protagonistas sonrientes, salen por una puerta, aunque se piensa que la sonrisa no sea por el trabajo cumplido, sino por haber hecho bien el mandado, y aunque no es el mandado aquel por el que se juramentaron en la universidad, no; es por el mandado que les dio aquél, el que nadie ve, pero que todos imaginan quién es.

Por otro lado, salen los abogados ganadores sin sonrisa ni placer, porque saben que ganaron una batalla que no pelearon ellos, en un juicio donde su intervención más importante era para adherirse a los planteamientos de la fiscalía, donde no pudieron presentar ni una prueba demoledora ni contundente, donde la diligencia no quedó ni siquiera bien hecha.

Salen sorprendidos, sin saber cómo fue que pasó, pero pasó... e igual salen con la cabeza en alto y la cara al viento... Si esta justicia fuera una iglesia, ya hubiese pasado a manos de Lutero, porque igual que en la iglesia de aquella época, muchos de sus representantes ante el pueblo han perdido la habilidad de interpretar la Constitución y las leyes.

Después del dolor, del llanto, toca escuchar los aplausos del otro lado y a los que reclaman, y se forman de nuevo las discusiones. Pero la suerte está echada: el que ganó, ganó, y el que perdió que se devuelva para su calabozo... porque ésa es la única diferencia que hace de este caso una realidad y no un formato de TV, que aquí todos los participantes quieren salir, ninguno se quiere quedar hasta el final, ni mucho menos llevarse el premio mayor. Iván ganó en este reality show... una sentencia de 30 años de cárcel.

Simonovis tiene 54 años de edad, la mitad de ellos andados en las calles de Caracas y otras partes del país, arriesgando su vida de día y de noche, luchando por imponer la justicia, trabajando por mejorar las instituciones policiales.

Por las condiciones de reclusión en las que vive, sabemos que ésta no es una sentencia de castigo... es una sentencia de muerte, ordenada por el régimen revolucionario venezolano".

Iván Simonovis
El Prisionero Rojo
Diario Las Américas. Miami, 20 de julio de 2014