miércoles, 6 de agosto de 2014

Iván Simonovis: Mi vida se detuvo cuando fui detenido ilegalmente

Sencillamente me perdí la etapa más importante de la vida con mis hijos y con mi esposa, nos perdimos de todo, con la única garantía de que eso no te lo devuelve nadie

Cuando me preguntan cómo estoy, la respuesta debería ser corta y clara. Un "bien" debería bastar, pero no es así.

Se está bien cuando, aún estando enfermo, te despiertas cada mañana con un propósito, con una idea, con una ilusión. Pero acá en la cárcel, eso paulatinamente desaparece. Abres los ojos y allí estás aún.

Sí, en el mismísimo lugar de ayer, antes de ayer y las semanas, meses y años que le precedieron. Monasterio oscuro. Construcción gris. Cemento y hierro; poco tienen para ofrecerle al alma.

De inmediato, cobra vida (¿vida?) la odiosa rutina carcelaria.

Mi vida no cambió cuando fui ilegalmente detenido. No cambió, se detuvo. La primera noche no fue el problema, fue todo lo que vino después y que no ha dejado de pasar.

El 22 de noviembre del año 2004, día de mi ilegal detención, mi hija Ivana, era apenas una niña de 7 años y mi hijo Iván Andrés tenía 11 años, (hoy 17 y 21 respectivamente).

No primera comunión de Ivana, no cumpleaños, no navidades, no días del padre, no nada. Todo desapareció de la noche a la mañana.

Sencillamente me perdí la etapa más importante de la vida con mis hijos y con mi esposa, nos perdimos de todo, con la única garantía de que eso no te lo devuelve nadie.

Duelen los recuerdos, duelen en términos del presente, en algunos reducidos espacios de mi mente. Hay recuerdos de una libertad que hizo corto circuito.

Esto era imposible. Nada hicimos y nos quitaron todo. Ni mi esposa, ni mis hijos, ni mi familia en general, imaginamos nunca el sufrimiento que nos tocaría vivir en presente continuo.

Soy de la teoría que las auténticas limitaciones no vienen del control del espacio físico, sino del emocional. Sin embargo, poco imaginaba la cantidad de horas de mi vida que consumiría en este lugar.

El ocio es el peor enemigo del preso, por tanto hay que tratar de evadirlo como sea, es necesario una ruptura con la monotonía, de los contrario no podrás alejar los pensamientos que te atormentan a diario. Buscas salvarte. Te inventas rutinas, El gran loop. Todo de nuevo una vez tras otra. La vida se reduce a las pocas cosas que las reglas y el espacio permiten.

Los días de visita son más generosos. Hay una sorpresa involucrada en ello. Preparas todo para recibir la familia o amigos. En mi caso particular he tenido varias rutinas. También he tenido que cambiarlas, porque hasta ellas te enloquecen.

Fue así que se me ocurrió escribir mis dos libros: la Guía Anti Crimen y Prisionero Rojo. Ocupar el tiempo es la clave de mantener la cordura. Nada de eso evita las manifestaciones emocionales, pero sabes que son herramientas para que sobrellevar la situación como sea.

Dicen que la cárcel imprime carácter, quizás haya algo de eso, pero poco a poco te das cuenta del deterioro: el rostro se contrae, el rictus se hace más severo, los ojos pierden brillo, la vista se deteriora a pasos agigantado, los movimientos corporales son más lentos.

Me preparé para muchas cosas y en mis 22 años en PTJ trabajé en varias divisiones operativas donde me tocó tomar decisiones de alto riesgo, pero jamás me preparé para esto.

No es la cárcel, sino la incapacidad del Estado de aceptar mi inocencia. La tergiversación de la realidad de los sucesos en pro de una mentira, que mantiene a los rojos a salvo en sus curules.

Sin embargo a lo largo de los casi 10 años de lacerante sufrimiento, he intentado por todos los medios a mi alcance evitar desmoronarme, decaer o convertirme en un minusválido, así que esculpo mi alma a diario con un martillo y lo afino con un cincel de inteligencia.

La cárcel definitivamente, te hace un callo, pero en el alma.

Iván Simonovis
Mi vida se detuvo cuando fui detenido ilegalmente
Diario Las Américas. Miami, 7 de agosto de 2014

Eleonora Bruzual: Hipocresía al por mayor


Juan Luis Guerra, el extraordinario bachatero dominicano, pide en una de sus famosas canciones que ¡Ojalá que llueva café!; yo sin música y sin ritmo, aquí estoy a punto de implorar que llueva sinceridad, honestidad, coraje. Y es que mis queridos lectores en todo este continente nuestro están sobrando los listos con caras de bobos bien administradas. Están sobrando los cómplices…

Resulta que -como ya me han leído con respecto a la venta del diario El Universal- es inaudita la sorpresa que muestran algunos columnistas por haber sido censurados y yo les leo las pataletas y no hago más que impactarme frente a lo que no sé si es ingenuidad o hipocresía, porque díganme no más ¿puede, sabiendo de la turbia venta, sorprender lo que está sucediendo? ¿Puede, conociendo al “Solicitado” que pusieron de presidente, y que le conocemos como compañero del architaimado Rafael Sarría en FM Center otro medio devorado por cuestionables compradores, no mostrar ni la más pequeña capacidad de relación, y vincularlo con Diosdado Cabello, ese capitancito más listo que “Epalisticia” y que es hoy el Rico McPato de esta Robolución al rojo vivo?

Muchos son los que refieren que Diosdado Cabello, “Hijo Ilustre” de El Furrial, un caserío macilento perdido en la geografía del estado Monagas, se jacta de decirle a los que le rodean que su objetivo es quebrar empresas, arruinar empresarios, obligar al destierro a las viejas familias venezolanas porque es el tiempo de los “Nuevos amos del Valle”; y así tenemos pues que se compró su casa en el Lago di Como, quebró a casi todas las tradicionales empresas de enlatados de pescado para tener su garra también en ese renglón; muchos malls, tanto en Caracas como en otras ciudades, dicen que son de él y los que mucho saben aseguran que las cuentas bancarias del rechoncho capitancito son buchonas y también que todo lo que ambiciona se aboca a conseguirlo por las buenas o por las malas.

Y no es ningún asunto inesperado que vayan sacando incómodos opinadores, porque ése fue uno de los principales objetivos. Pero de verdad voy a ser honesta: a mí me duelen mucho más los colegas periodistas que en la redacción esperan angustiados la carta de despido sabiendo además que ya casi no quedan empresas de medios donde irse. Me duele lo que el psiquiatra Luis José Uzcátegui acaba de definir como “bullying moral a periodistas”, porque bien distinto es alimentar el ego de un opinador a alimentar la familia de un desempleado.

Y como me gusta aquello de pensar mal y acertar, la sorpresa y la molestia por ser borrado de las páginas virtuales de El Universal y algunos –muy pocos desde la escasez del papel- de la edición impresa, ya me está fastidiando. Y pensando mal es que me llegó hasta lo inaudito de no cuestionar la venta turbia, con tufo a aliento de neotiranos ladronazos y volver con el manoseado cuento de que sería imperdonable “abandonar espacios”. Al cuerno pues esos listos con caras de bobos más que bien administradas. Ésos que ni de vaina se plantean –por ejemplo- que toda censura es mala, sea aquí o en Bogotá, que silbandito no se dan por enterados de la salida forzada de Hassan Nassar de Cable Noticias, porque como el muñequito “Cheverito” del colorado Izarrita, le ven su lado bueno a cualquier tragedia y dirán que es mejor comer patilla que freír espárragos…

Y voy con mis Tanganazos:

- En julio ingresaron sólo a la Morgue Hugo Chávez de Bello Monte (Caracas) 373 cadáveres por muertes violentas, pero Nicolás Maduro y su combo condenan a Israel porque no se deja masacrar por los terroristas de Hamás.

- A mis amigos cubanos les alerto sobre la despiertilla Mimi Lazo, compinche de Diosdado y su mujer, amiga del alma del perverso Jorge Rodríguez, alcalde de un municipio caraqueño, parte de la herencia por ser hijo de un transgresor ¡pero de izquierdas claro! La señorona, que ha decidido irse al cruel Imperio porque el norte dejó de ser una “quimera” y allí sí que se goza de seguridad y de placeres, se presentará en el Teatro Trail que es un icono para la escena hispana de Miami, fundado en 1930 y ahora ocupado por esta vivaracha que pretende que cubanos víctimas del castrocomunismo y expatriados venezolanos por el chavismo vayan a verla el viernes 8 y sábado 9 de agosto en un bodrio titulado “A mi gordo no me lo quita nadie”, que posiblemente lo escribieron pensando en ese “gordo” de oro que es su pana Diosdado que tanta plata “parece” ha permitido – a ella y al marido- amasar… ¡Coman pues avispa mis lectores que cigarrón atora!
 
Eleonora Bruzual
Hipocresía al por mayor
Diario Las Américas. Miami, 7 de agosto de 2014