A primera vista, pudiera parecer una mera comedia el que el desgobierno de Maduro haya denunciado 13 intentos de magnicidio en los 13 meses que lleva en Miraflores. Una comedia, desde luego, no inventada en este tiempo sino continuada desde los tiempos del predecesor.
Pero no, no se trata de una mera comedia. Tiene todo de tragedia, y lo tiene porque si un régimen es capaz de despreciar la verdad de una manera tan violenta –así a veces parezca cómica–, también es capaz de depreciar los derechos y garantías de las personas, o la propiedad ajena, comenzando por la pública; o cualquier tipo de regla o norma legal, o el sentido más elemental de convivencia democrática.
Y un régimen que es capaz de despreciarlo todo, con tal de continuar imperando, es mucho más que una mera comedia, es una verdadera tragedia. Tal cual lo que viene aconteciendo en Venezuela a lo largo del siglo XXI, aunque a estas alturas todavía haya mucha gente que se empeñe en negarlo o en disimularlo.
Volviendo a las denuncias de magnicidio, la trigésima tercera, en pleno tapete público, formaría parte de un golpe de Estado que estaría siendo orquestado por María Corina Machado y un pequeño grupo de civiles –sobre todo analistas de opinión y académicos–, algunos de los cuales viven fuera del país. Una genuina primicia nacional y mundial, porque los golpes de Estado los dan los militares y, al menos en la presente denuncia, estos no figuran.
De allí que la tentación a la burla o al escarnio sea lo primero que se produzca. Pero si se atiende el asunto con más cuidado, entonces se podrá observar no solo la reiteración del tema del desprecio por la verdad, sino también que la referida denuncia es una maniobra para seguir persiguiendo a factores políticos de oposición, e incluso tenerlos de rehenes ante la cercana probabilidad de sanciones a funcionarios específicos de la hegemonía, por parte de Estados Unidos.
Una técnica muy utilizada por el castrismo, como bien lo está recordando el periodista y luchador social Jesús (Chúo) Torrealba. Y eso no es comedia política, como tampoco lo es la barbárica represión contra las protestas, con cerca de 50 asesinados, centenares de lesionados, más de 2.000 detenciones arbitrarias y más de 100 casos documentados de tortura, siendo que gran parte de las víctimas son estudiantes o jóvenes trabajadores y profesionales.
Cierto que la gastada hegemonía roja ha transmutado su retórica en caricatura. Cierto que muchos de sus jerarcas parecen figurones de un sainete. Cierto que sus truculentas explicaciones y pomposos anuncios tienen el crédito de un folletín de tercera. Todo eso es cierto. Pero nada de eso significa que esa hegemonía roja sea una mera comedia.
Esa hegemonía tiene a Venezuela es una espiral de violencia que se acelera cada día. Tiene a la economía en ruinas y con el barril de petróleo en 100 dólares. Tiene al conjunto de la población sufriendo carestía, escasez y penuria. Tiene a la nación enjaulada por un despotismo, o por una neodictadura, que es una dictadura disfrazada de democracia. Y eso no es comedia, es tragedia.
Las ruidosas denuncias de los 13 magnicidios en 13 meses son parte de esta tragedia. Que parece comedia, que incluso podría ser tragicomedia, pero que en realidad es tragedia.
La tragedia de los 13 magnicidios
Fernando Luís Egaña
El Nacional. Caracas, 31 de mayo de 2014
sábado, 31 de mayo de 2014
Fausto Masó: En manos de Maduro
Maduro no es Chávez, tampoco Allende y menos Fidel Castro. Es un aparachick que nunca aprendió a gobernar, al lado de Chávez no se aprendía a gobernar. Ahora heredó un sistema que solo funcionaba con el propio Chávez, no hay chavismo sin Chávez. El último cuento de este gobierno ha sido que los pasajes no aumentaran de precio al pasar al SICAD 2, algo asombroso porque aunque bajaran supuestamente en dólares en bolívares pagaremos cinco veces más.
Maduro para su sorpresa se encontró manejando un avión en una tormenta. Primero estaba orgulloso de que le encargaran tal misión, más tarde se asustó.
No hay razones para que no empeore la situación económica ni para que ocurra un nuevo 27 de febrero, una explosión popular para la que este y todos los gobiernos están preparados, conscientes de que deben ahogarla al nacer, no permitir que por televisión muestren el saqueo. Sin embargo una situación económica que se deteriora y una sociedad acostumbrada a la protesta, es una combinación explosiva porque hasta ahora Maduro demuestra constantemente que quiere aumentar el control del país, reemplaza directivos del Banco Central con alguna independencia técnica por chavistas sin mayor preparación. El país irá de peor en peor, sin que haya una solución fácil a la vista y con un final inesperado. ¿Cuál?
Fidel nombró a Raúl Castro su sucesor sin pedir la opinión de terceros, o del partido como hubiera sucedido en China. Chávez escogió a Maduro como candidato presidencial, no lo nombró presidente de una vez, lo designó vicepresidente para que ocupara su lugar hasta que se celebraran elecciones y pidió a los chavistas que lo eligieran. La legitimidad l de Maduro surgiría de un proceso electoral, aunque políticamente representaba la voluntad de Chávez, explicitada “firme y plena, irrevocable, absoluta”. En Corea del Norte el hijo del dictador lo sucede, al estilo de las monarquías hereditarias.
Siempre pareció que Chávez mandaría hasta su muerte, pero el cáncer adelantó bruscamente su salida de la escena. A la hora final, después de meditarlo Chávez escogió como sucesor a Maduro por las razones equivocadas; Chávez no previó que clase de país enfrentaría Maduro, seleccionó a un chavista genuino, y al país le convenían un presidente que en nombre de la revolución abandonara en los hechos, no en las palabras, el discurso revolucionario, cosa que quizá obligado por las circunstancias hará Maduro, abrir la economía, es decir traicionar el legado socialista en nombre del socialismo.
Como enterrador del legado de Chávez Nicolás Maduro ocupará un lugar en la historia, el venezolano que puso en evidencia la vaciedad y la contradicción del chavismo, ocultada todo el tiempo por la personalidad de Chávez. Maduro es el heredero de una corona, de un sistema democrático que negaba la alternancia en el poder, una de las características esenciales de la democracia.
El canciller Maduro recorrió el mundo junto a Chávez, desarrollando esa relación que surge en los grandes viajes. Maduro llega a presidente porque un moribundo quería que lo sucediera un hombre que viera el mundo por sus ojos, solo que pronto el país se convenció de algo obvio, Maduro no era Chávez y al negar su propia personalidad enviaba el mensaje de que Maduro, un imitador, no era nadie. Chávez lo creyó el discípulo ideal, alguien que cuando fuera presidente de la Asamblea obedecía sus órdenes a pesar de que ya hubiera acordado otra cosa con los diputados. Para Maduro una orden de Chávez valía muchísimo más que su propia palabra empeñada en la Asamblea, era la palabra divina contra la humana.
Chávez escogió a un seguidor obediente, amigo de los cubanos, un supuesto obrero, no a un buen alcalde o un buen gobernador, un Jorge Rodríguez, un ministro como VIelma Mora que había sido un excelente administrador del aeropuerto de Maiquetía y del Seniat y a quien apartó del gobierno, como hiciera con los comandantes del golpe del 4 de febrero.
Ahora estamos en manos de Maduro. Nos hará falta mucha suerte.
El apoyo a Maduro bajó de 37% a 31%, en unas pocas semanas.
En manos de Maduro
Fausto Masó
El Nacional. Caracas, 31 de mayo de 2014
Maduro para su sorpresa se encontró manejando un avión en una tormenta. Primero estaba orgulloso de que le encargaran tal misión, más tarde se asustó.
No hay razones para que no empeore la situación económica ni para que ocurra un nuevo 27 de febrero, una explosión popular para la que este y todos los gobiernos están preparados, conscientes de que deben ahogarla al nacer, no permitir que por televisión muestren el saqueo. Sin embargo una situación económica que se deteriora y una sociedad acostumbrada a la protesta, es una combinación explosiva porque hasta ahora Maduro demuestra constantemente que quiere aumentar el control del país, reemplaza directivos del Banco Central con alguna independencia técnica por chavistas sin mayor preparación. El país irá de peor en peor, sin que haya una solución fácil a la vista y con un final inesperado. ¿Cuál?
Fidel nombró a Raúl Castro su sucesor sin pedir la opinión de terceros, o del partido como hubiera sucedido en China. Chávez escogió a Maduro como candidato presidencial, no lo nombró presidente de una vez, lo designó vicepresidente para que ocupara su lugar hasta que se celebraran elecciones y pidió a los chavistas que lo eligieran. La legitimidad l de Maduro surgiría de un proceso electoral, aunque políticamente representaba la voluntad de Chávez, explicitada “firme y plena, irrevocable, absoluta”. En Corea del Norte el hijo del dictador lo sucede, al estilo de las monarquías hereditarias.
Siempre pareció que Chávez mandaría hasta su muerte, pero el cáncer adelantó bruscamente su salida de la escena. A la hora final, después de meditarlo Chávez escogió como sucesor a Maduro por las razones equivocadas; Chávez no previó que clase de país enfrentaría Maduro, seleccionó a un chavista genuino, y al país le convenían un presidente que en nombre de la revolución abandonara en los hechos, no en las palabras, el discurso revolucionario, cosa que quizá obligado por las circunstancias hará Maduro, abrir la economía, es decir traicionar el legado socialista en nombre del socialismo.
Como enterrador del legado de Chávez Nicolás Maduro ocupará un lugar en la historia, el venezolano que puso en evidencia la vaciedad y la contradicción del chavismo, ocultada todo el tiempo por la personalidad de Chávez. Maduro es el heredero de una corona, de un sistema democrático que negaba la alternancia en el poder, una de las características esenciales de la democracia.
El canciller Maduro recorrió el mundo junto a Chávez, desarrollando esa relación que surge en los grandes viajes. Maduro llega a presidente porque un moribundo quería que lo sucediera un hombre que viera el mundo por sus ojos, solo que pronto el país se convenció de algo obvio, Maduro no era Chávez y al negar su propia personalidad enviaba el mensaje de que Maduro, un imitador, no era nadie. Chávez lo creyó el discípulo ideal, alguien que cuando fuera presidente de la Asamblea obedecía sus órdenes a pesar de que ya hubiera acordado otra cosa con los diputados. Para Maduro una orden de Chávez valía muchísimo más que su propia palabra empeñada en la Asamblea, era la palabra divina contra la humana.
Chávez escogió a un seguidor obediente, amigo de los cubanos, un supuesto obrero, no a un buen alcalde o un buen gobernador, un Jorge Rodríguez, un ministro como VIelma Mora que había sido un excelente administrador del aeropuerto de Maiquetía y del Seniat y a quien apartó del gobierno, como hiciera con los comandantes del golpe del 4 de febrero.
Ahora estamos en manos de Maduro. Nos hará falta mucha suerte.
El apoyo a Maduro bajó de 37% a 31%, en unas pocas semanas.
En manos de Maduro
Fausto Masó
El Nacional. Caracas, 31 de mayo de 2014
Manuel Aguilera: Un chavista en la corte del rey Juan Carlos
El título me viene a la cabeza recordando una película que vi de niño en el cine Un astronauta en la corte del rey Arturo. Una nave espacial perdida caía realizaba sin querer un viaje al pasado y aterrizaba en un reino medieval.
Imagínense, un estadounidense de última generación, adiestrado para la carrera espacial, perdido en la Inglaterra de los castillos cuando los siglos aún no habían llegado a los dos dígitos. En aquella ficción, la modernidad y la tecnología se daba de bruces con la tradición y un régimen basado en señores y vasallos.
El pasado domingo, los resultados de las elecciones europeas provocaron un increíble viaje y aterrizaje del candidato de un nuevo partido de izquierdas –denominado Podemos- en la monarquía constitucional española.
Podemos, que tiene como modelo regímenes como el de Venezuela o Cuba, se ha convertido en la cuarta fuerza política española con más de 1.200.000 votos y cinco diputados en el Parlamento Europeo.
El líder de la nueva formación se llama Pablo Iglesias (igual que el fundador del Partido Socialista Obrero Español) y en tan sólo tres meses ha adquirido una popularidad sin precedentes gracias a sus continuas apariciones en los debates políticos de las televisiones de derecha e izquierda.
Iglesias, en un ejercicio de surf político, ha sabido coger la ola del descontento por la crisis económica, el desempleo y la corrupción política que asola España.
Con una imagen juvenil y transgresora, este profesor universitario ha sabido marcar distancias con lo que él llama la “casta política”, los dirigentes del PP y PSOE que gobiernan desde la transición democrática.
Lo peligroso no es el diagnóstico, en el que una gran parte de los españoles está de acuerdo, el problema son las soluciones que propone este astronauta que camina por el sistema democrático español como si estuviera en Parque Jurásico.
Iglesias ha ensalzado en numerosas ocasiones la figura de Chávez y comparte muchos de los argumentos que auparon al poder al comandante venezolano como la descalificación de toda la clase política tradicional. Otra coincidencia es la alusión a la oligarquía y a la lucha de clases. Luego está la simpatía y justificación del castrismo. Ésta es la pirueta más complicada para alguien que se presenta como referente de las esencias democráticas.
¿Cómo se puede agitar la bandera de la libertad y la participación popular al mismo tiempo que se apoya un régimen que viola los derechos humanos y persigue y encarcela a la gente por sus ideas?
Un buen ejercicio podría consistir en buscar los videos de Chávez antes de ganar sus primeros comicios. Irreconocible y nada que ver con lo que después se convirtió.
El Socialismo del siglo XIX -perdón XXI- siempre actúa de la misma manera: llega al poder amparándose en la democracia imperfecta que critica para una vez en la poltrona socavar los cimientos del sistema. Mucho cuidado con el astronauta Pablo Iglesias.
Un chavista en la corte del rey Juan Carlos
Manuel Aguilera
Diario Las Américas. Miami, 1 de junio de 2014
Mire la entrevista de Pablo Iglesias en Venezolana de Televisión:
Imagínense, un estadounidense de última generación, adiestrado para la carrera espacial, perdido en la Inglaterra de los castillos cuando los siglos aún no habían llegado a los dos dígitos. En aquella ficción, la modernidad y la tecnología se daba de bruces con la tradición y un régimen basado en señores y vasallos.
El pasado domingo, los resultados de las elecciones europeas provocaron un increíble viaje y aterrizaje del candidato de un nuevo partido de izquierdas –denominado Podemos- en la monarquía constitucional española.
Podemos, que tiene como modelo regímenes como el de Venezuela o Cuba, se ha convertido en la cuarta fuerza política española con más de 1.200.000 votos y cinco diputados en el Parlamento Europeo.
El líder de la nueva formación se llama Pablo Iglesias (igual que el fundador del Partido Socialista Obrero Español) y en tan sólo tres meses ha adquirido una popularidad sin precedentes gracias a sus continuas apariciones en los debates políticos de las televisiones de derecha e izquierda.
Iglesias, en un ejercicio de surf político, ha sabido coger la ola del descontento por la crisis económica, el desempleo y la corrupción política que asola España.
Con una imagen juvenil y transgresora, este profesor universitario ha sabido marcar distancias con lo que él llama la “casta política”, los dirigentes del PP y PSOE que gobiernan desde la transición democrática.
Lo peligroso no es el diagnóstico, en el que una gran parte de los españoles está de acuerdo, el problema son las soluciones que propone este astronauta que camina por el sistema democrático español como si estuviera en Parque Jurásico.
Iglesias ha ensalzado en numerosas ocasiones la figura de Chávez y comparte muchos de los argumentos que auparon al poder al comandante venezolano como la descalificación de toda la clase política tradicional. Otra coincidencia es la alusión a la oligarquía y a la lucha de clases. Luego está la simpatía y justificación del castrismo. Ésta es la pirueta más complicada para alguien que se presenta como referente de las esencias democráticas.
¿Cómo se puede agitar la bandera de la libertad y la participación popular al mismo tiempo que se apoya un régimen que viola los derechos humanos y persigue y encarcela a la gente por sus ideas?
Un buen ejercicio podría consistir en buscar los videos de Chávez antes de ganar sus primeros comicios. Irreconocible y nada que ver con lo que después se convirtió.
El Socialismo del siglo XIX -perdón XXI- siempre actúa de la misma manera: llega al poder amparándose en la democracia imperfecta que critica para una vez en la poltrona socavar los cimientos del sistema. Mucho cuidado con el astronauta Pablo Iglesias.
Un chavista en la corte del rey Juan Carlos
Manuel Aguilera
Diario Las Américas. Miami, 1 de junio de 2014
Mire la entrevista de Pablo Iglesias en Venezolana de Televisión:
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