sábado, 14 de junio de 2014

Ramón Hernández: La comuna rima con hambruna

Entre 1958 y 1962 más de 45 millones de personas murieron de hambre, torturadas o ejecutadas en China. Entusiasmado por la fanfarronería de Nikita Kruschev, que anunciaba que en menos de 10 años la Unión Soviética superaría en conocimiento, maquinaria, tecnología y logros económicos a Estados Unidos Mao Tse-tung obligó a la sociedad china a emprender la estupidez que ha costado más vidas en la historia de la humanidad: el Gran Salto hacia Adelante, que tenía como objetivo demostrar al mundo que el socialismo era el camino para implantar el paraíso en la tierra y que, al contrario, hizo realidad un infierno peor que el anunciado en los textos bíblicos.
Los convencidos de que es invención de la CIA todo lo que se dice sobre los crímenes contra la humanidad que han cometido los próceres del comunismo, desde Lenin hasta Pol Pot, serían  capaces de negar que las cifras oficiales del Partido Comunista de China que ratifican que en la “misión gran salto adelante” fallecieron 25 millones de personas. Muchas más que las que murieron en la Segunda Guerra Mundial, en la guerra de Vietnam y, también, en los exterminios que cada cierto tiempo se repiten en el continente africano. Tan enorme cifra, sin embargo, es menos de la mitad de la verdadera, de acuerdo con las investigaciones del historiador Frank Dikötter, profesor de la Universidad de Londres y autor del libro La gran hambruna de Mao, que fue publicado en 2010 en Londres y por la gran alcahuetería de las editoriales españolas no ha sido traducido al castellano, pues consideran más relevantes las jaladas de bola de Ignacio Ramonet a Fidel Castro y sus subsidiarios de similar y baja ralea, cuyas cifras de crímenes también es grande.
La palabra “colectivización” trajo tan oscuras y terribles realidades que fue borrada de los manuales, historias oficiales y folletos propagandísticos de los países comunistas y fue sustituida por “comuna”, que el imaginario colectivo relaciona más con la Comuna de París y su romántica lucha por la libertad, la igualdad y la fraternidad que con ese infierno que suponía la absoluta supresión de la propiedad privada, en la que nadie es dueño de nada y el Estado decide con quién y cuándo se deben tener relaciones sexuales.
En las experiencias colectivistas china, en las comunas, se podía ser ejecutado por arrastrar los pies, también por sufrir diarrea con más frecuencia de lo normal y por ser acusados por un rival dentro del Partido Comunista de haber planificado un magnicidio, aunque entonces no existieran correos electrónicos.
Vistas desde esta distancia, las barbaridades cometidas podrían ser irreales, exageradas o fantásticas, pero están registradas y muy bien conservadas en los archivos regionales y nacionales del PCC, a los cuales durante mucho tiempo solo tuvieron acceso historiadores que gozaran de la confianza de gobierno, pero poco a poco, por las propias rivalidades internas y las luchas intestinas por el poder, más especialistas han podido investigar a fondo lo ocurrido.
Ni en esos cuatro años ni en las décadas que siguieron ninguno de los líderes que secundaban a Mao tuvieron el valor de cuestionar las ideas y prácticas del Gran Timonel. Todo lo contrario, lo endiosaban y lo llamaban comandante eterno o algo parecido. Una excepción fue Liu Shaoqi, que absolutamente traumatizado por los horrores que había visto en un pequeño pueblo intentó detener las locuras desmedidas de Mao. La Guardia Roja recibió una orden que fue cumplida al pie de la letra: no permitir que Shaoqi recibiera las medicinas que su débil estado de salud requería. Murió víctima de la peor tortura, fue privado de los medicamentos que lo mantenían con vida. Sufría neumonía y solo podía ser alimentado a través de un tubo nasal. La atención médica negligente le aceleró la muerte.
Con “el gran salto hacia adelante” los campesinos debían entregar al Estado todo lo que poseyeran de metal –desde utensilios caseros hasta clavos, pero también los arados que utilizaban para trabajar la tierra– que sería utilizado para la construcción de maquinarias que usarían en la multiplicación de la producción. Más de un tercio de las viviendas del país fueron destruidas y las personas obligadas a refugiarse en cuevas o chozas de barro y paja. No aumentó la producción, pero sí las ejecuciones colectivas, las degollinas y hasta el tráfico de carne no comestible: un campesino, mediante el trueque impuesto por el gobierno, cambió un par de zapatos por una cantidad determinada de carne, cuando abrió el paquete encontró orejas y otras partes del cuerpo humano. ¿Se acuerdan del líder que a principios de esta década al bajarse del avión en Pekín lo primero que hizo fue confesarse maoísta y después le regaló a Barack Obama un ejemplar de Las venas abiertas de América Latina, un libro que ahora avergüenza al propio autor, aunque no tanto como los crímenes de Mao a los chinos en general? Nada que vender, pasó el tsunami Giordani, gran timonel del desastre colectivista.



Ramón Hernández
La comuna rima con hambruna
El Nacional. Caracas, 14 de junio de 2014

Rafael Poleo: Alineación

 
 
Rafael Poleo
Alineación
El Nuevo País. Caracas, 14 de junio de 2014 (Blog Pedro Mogna)

Fausto Masó: Adiós al chivo expiatorio

Giordani era una mala costumbre. Sonreía poco, o nada, es un enemigo de la gran mentira: las relaciones públicas; con pocos o ningún amigo que se mantuvo 14 años en el gobierno porque conversaba de madrugada con Chávez sobre el marxismo y Chávez reconocía en él a ese personaje tan extraordinario en el chavismo, alguien incapaz de meter la mano en el tesoro. A Venezuela le hubiera salido mejor que tuviera amantes a granel y borracheras semanales, pero que manejara mejor la economía, no hay nada tan dañino como el exceso de virtud.
Ahora, Maduro le señaló la puerta de salida. Adiós, Giordani, perdimos al personaje ideal para echarle la culpa de todo. Maduro, te equivocaste, debiste dejar al perfecto chivo expiatorio en Pdvsa y el Banco Central.
A un amigo su automóvil lo está empobreciendo a una velocidad alarmante, lo arruina cambiar el aceite, engrasar el carro, comprar un caucho, y buscar el cable y una bujía le ocupa todo el día. Conoce historias horribles de motores de automóviles inutilizados por colocarle aceite de mala calidad. Ya no pertenece a su amada clase media y para su hijo la única esperanza es emigrar a cualquier parte y trabajar en cualquier cosa. Ese empobrecimiento salta en la tristeza general que notó un periodista alemán de visita en Caracas, encontró gente sin esperanzas que nada bueno espera del mañana.
Leemos la edición de un martes de un periódico de economía favorable al chavismo: plantas de pasta afirman que les queda menos de un mes de inventario de materia prima, la producción de aceite de las plantas de Fernández Barrueco bajó 72%, declaran alarmados los obreros de la empresa. Según Fedenaga, la crisis de los insumos es desesperada con los altos costos, la sequía y el contrabando de extracción; un periodista denunció que cada noche pasan hacia Colombia 100 camiones llenos de combustible sin que lo noten las autoridades, eso sí de cuando en cuando detienen a un motorizado que transporta unos litros hacia Colombia. Odontólogos no trabajan porque no tienen anestesia, ya me explico por qué me dolió tanto un tratamiento. Un funcionario declara semanalmente que pronto se conseguirán todos los pasajes al exterior que se quiera, mentira tras mentira. El cronista pregunta por dos asientos a Argentina y no le garantizan la reservación porque no hay cupo y el precio de los pasajes es un misterio. Faltan condones; Maduro promete que en dos años construirá una fábrica, mientras tanto paciencia, castidad y vicios solitarios.
No hay agua mineral en las cafeterías, en los restaurantes no se consiguen ciertos alimentos, no hay botellitas. Cuando la gente consigue papel higiénico, toallas sanitarias, azúcar, compra para un mes, lo que aumenta la escasez.
Uno de los principales laboratorios del país corta por lo sano y despide a la mayoría de sus visitadores médicos, solo le venderá al gobierno, si le paga, y a los grandes clientes. En vez de un círculo virtuoso, a la economía la invade un círculo vicioso, los ascensores de ciertas marcas se paralizan por falta de una pieza de repuesto. El caso del Sicad muestra el enorme desconcierto del gobierno que se limita a dar palos de ciego. El Sicad II se creó para permitir a los inversionistas traer y sacar sus dólares, una condición necesaria para invertir, pero en vez de dejar que el mercado fijara el precio del dólar en el Sicad II y por temor a una inflación mucho mayor a la actual, el Sicad II se convirtió en otro Sicad I; en vez de ser un paso hacia la liberación del control de cambio, lo fortaleció. El gobierno no se atrevió a que el mercado fijara el precio del dólar en el Sicad, le aterra que la inflación se dispare más, lo que de todas maneras ocurrirá; prefiere hacer un ajuste enmascarado, por cuentagotas y que pasemos las penalidades del ajuste sin sus ventajas; quiere pasar paulatinamente todo al Sicad, como está ocurriendo con los pasajes y ocurrirá con los dólares de los viajeros.
¿Quién manda en la economía venezolana? No se trague el cuento del enfrentamiento entre pragmáticos e ideológicos, es puro cuento chino: aquí no manda nadie y mandan todos. La verdad es sencilla, el nivel de incompetencia del gobierno raya en lo asombroso, lo que está reconociendo un sector poderoso del chavismo. No hay ganas de rectificar ni capacidad para hacerlo, queda solamente hablar y hablar, prometer, mentir para salir del paso.
¡Y perdimos al monje loco, al último marxista convencido de América Latina!

Fausto Masó
Adiós al chivo expiatorio
El Nacional. Caracas, 14 de junio de 2014