martes, 22 de abril de 2014

Aníbal Romero: Historia de un alemán

Historia de un alemán
ANÍBAL ROMERO
El Nacional. Caracas, 23 de abril de 2014


Recomiendo con entusiasmo a los lectores el estupendo libro de Sebastian Haffner, Historia de un alemán (Barcelona: Ediciones Destino, 2012), que hace poco disfruté. Se trata de las memorias de este destacado historiador, correspondientes a los años 1914-1933; es decir, desde el comienzo de la Primera Guerra Mundial hasta el ascenso de Hitler al poder. Haffner experimentó esos años cruciales como niño, adolescente y joven adulto en medio de inmensas convulsions, que eventualmente le forzaron a abandonar su país por décadas.

El libro es de gran interés para los venezolanos de hoy, pues existen elocuentes analogías entre lo que sucedió ese tiempo en Alemania y lo que ahora acontece en Venezuela. Desde luego, insisto que hablamos acá de analogías y no de repeticiones. Por ejemplo, escribe Haffner que “No me equivoqué ni un solo instante al pensar que los nazis eran unos enemigos para mí y para todo lo que yo apreciaba. En lo que sí erré por completo fue al no pensar que fueran a convertirse en unos enemigos tan terribles”. Estoy seguro que tales impresiones resuenan con fuerza en los espíritus de muchos entre nosotros.

De los numerosos aspectos que estas memorias, admirablemente estructuradas, pueden señalarse con miras a su pertinencia para la actual Venezuela, tres en particular llaman la atención. El primero, ya esbozado, se refiere a la dificultad que con frecuencia nos impide evaluar con claridad y tempranamente la magnitud de una amenaza política, encarnada en un propósito revolucionario. Ello les pasó a Haffner y a incontables compatriotas suyos, que solo entendieron lo que Hitler y sus seguidores realmente representaban cuando era demasiado tarde para detenerles.

El segundo tema tiene que ver con lo ocurrido en marzo de 1933. Luego de solo dos meses en el poder nuevas elecciones fueron convocadas por Hitler y los nazis, que obtuvieron como partido politico el mayor número de posiciones en el parlamento, pero que no obstante y a pesar de la avasallante propaganda, intimidación y persecución a sus adversarios no lograron la mayoría absoluta. Los alemanes todavía rechazaron en ese momento clave, aunque por escaso margen, la amenaza mortal del hitlerismo. La sociedad mostró no estar aún de rodillas frente al mal. Sin embargo, ante esta inesperada derrota los nazis reaccionaron con eficacia. Al poco tiempo la victoria se disipó, los dirigentes se esfumaron, las organizaciones sucumbieron y el camino quedó abierto al totalitarismo nazi. Fue ésta una experiencia sobre la que cabe reflexionar, pues las oportunidades no son infinitas y las que se pierden muy pocas veces retornan.

En tercer lugar transcribo lo que Haffner con tanta lucidez expone: “Puede sonar paradójico, pero no deja de ser un simple hecho que las decisiones y los acontecimientos históricos realmente importantes tienen lugar entre nosotros, en los seres anónimos, en las entrañas de un individuo cualquiera, y que ante esas decisiones masivas y simultáneas, cuyos responsables a menudo no son conscientes de estar tomando, hasta los dictadores, los ministros y los generales más poderosos se encuentran completamente indefensos”. Esta observación me parece de un especial contenido para la Venezuela de hoy. Estoy persuadido que entre febrero y marzo de este año 2014, la sociedad venezolana experimentó el preludio de un fenómeno de transformación colectiva, y que la llegada de ese punto de saturación que va creciendo en el alma de la “gente cualquiera”, como bien dice Haffner, avanza de modo inexorable y anuncia grandes cambios.

Roberto Giusti: Tres paradojas de la oposición

Tres paradojas de la oposición
ROBERTO GIUSTI
El Universal. Caracas, 22 de abril de 2014

Resulta toda una paradoja que en uno de los peores momentos que haya vivido el chavismo la oposición no aparezca como una opción nítida, poderosa, unida en su convicción democrática y lista para afrontar las dificultades que implican el ejercicio del poder. Al contrario, las diferencias son tan evidentes que ya casi nadie se preocupa por guardar las formas, y las actitudes asumidas por algunos dirigentes indican que ellos consideran como el adversario a vencer no al PSUV y la camarilla gobernante, sino a sus propios compañeros de lucha.

No resulta extraño, entonces, que una fuerza espontánea y organizada sobre la marcha, como lo es el movimiento estudiantil, irrumpiera en el destartalado escenario nacional, como intérprete de la frustración y el descontento de una porción creciente de venezolanos que andan a la búsqueda de un punto de apoyo y de partida que le devuelvan una vida digna y un mínimo de estabilidad. De entrada una parte importante de la unidad democrática se unió a la protesta y contra todo pronóstico ésta prendió firme en el país cuando todo hacía pensar, luego del revés electoral de diciembre, que no era el momento más adecuado para lanzarse a lo que lucía como una intrepidez que se diluiría rápidamente. Pero, ¡oh sorpresa!, ocurrió todo lo contrario y un gobierno con ínfulas totalitarias, negado desde la soberbia del poderoso a cualquier tipo de acuerdos con el enemigo, puso de manifiesto su debilidad y orfandad (ya el autócrata no está) al aceptar un diálogo, en el cual no cree, para ganar tiempo, tal y como lo hizo Chávez en el 2003.

Y en este punto surge la segunda paradoja: los factores políticos, con los estudiantes a la cabeza, que forzaron al gobierno a aceptar el diálogo, se negaron esa posibilidad y fue esa otra parte de la oposición (que si bien no condenó la protesta tampoco la asumió radicalmente) la que se sentó a conversar. Aquí aparece, entonces, una primera conclusión: con todas las secuelas de muertos, heridos, detenidos y torturados, la protesta funcionó hasta un punto que, obviamente, no es el final. Queda un largo trecho por recorrer y está claro que la única manera de forzar al gobierno a ceder en el cumplimiento de unas condiciones mínimas, capaces de evitar la tragedia en ciernes, es manteniendo viva, fuerte y pacífica la protesta.

Queda demostrada, así, la tercera paradoja: tanto radicales como moderados (la clasificación admite matices) son necesarios para subir la cuesta e impulsar los cambios, como lo demuestra lo ocurrido en estos dos meses, y lo son tanto que, marchando por distintos caminos, sin proponérselo deliberadamente y en medio de tantos sacrificios, plantearon una división del trabajo que nos permite pensar que no todo está perdido.

@rgiustia

Antonio Sánchez García: Las cuatro falacias

Las cuatro falacias
ANTONIO SÁNCHEZ GARCÍA
El Nacional. Caracas, 22 de abril de 2014


“La voz de un pueblo es peligrosa cuando está cargada de ira”
Esquilo

Digo cuatro falacias, por retórica. Pues son incontables. Constituyen una trama de mendacidad y engaño, densa, difusa y persistente, nociva y asfixiante  como los mismos gases lacrimógenos a los que justifican con su avieso y venenoso reparto de responsabilidades: 50% a la dictadura y 50% a la resistencia. Quienes las difunden, irresponsablemente, aún no se enteran de que la verdad tiene su hora. Ya está sonando. Nada ni nadie podrá impedirla.

1
La verdad, como se ha convertido en lugar común, es la primera víctima de la guerra. Y que no es necesario que las pasiones se hayan desbordado al nivel de las tragedias para que la mentira encuentre libre cauce, ha quedado más que demostrado al fragor de estos meses de rebeldía. Si la verdad ha terminado por imponerse, falsearla ha sido uno de los primeros objetivos no tanto ni principalmente intentados por la dictadura, lo que no sólo parece lógico, sino necesario a sus fines manipulativos. Lo ha sido por quienes, tan interesados como el régimen en refrenar la insurrección democrática en curso, pues en ello les va la vida, agotan sus esfuerzos por construir su propio discurso de los sucesos. Nos referimos a quienes, sin haber soltado una sola gota de sudor, tragar gas, recibir palos, ir presos, ser torturados, secuestrados y asesinados, malversan la verdad para convencer a sus desorientados seguidores y compañeros de ruta que vivimos un mundo al revés, como poetizaba José Agustín Goytisolo, quien soñaba con ovejitas malvadas, lobitos buenos, piratas honrados, brujas hermosas y príncipes malos.
La primera falacia, impuesta por el régimen y asumida de inmediato por los voceros de AD a la cabeza de los restantes partidos de la MUD, asomaba el espantajo de la guerra como única alternativa al sometimiento. O diálogo o balas, dijo en su momento Edgar Zambrano. “O diálogo o nos matamos todos” replica Henry Ramos, asumiendo esta vez la vocería de la cohabitación. Poco importa que no hayamos disparado una sola bala y todos los muertos nos los hayan matado ellos. Miente, miente, que algo queda.
La segunda de las falacias afirma que el diálogo es la única alternativa, lo impuso la MUD, que obligó a la intervención de la Unasur y constituye, por lo mismo, la primera victoria de la oposición oficialista. Detrás de esta flagrante falacia cuelgan otras más pequeñas o aparentemente más inofensivas, que cumplen con el mismo propósito: desbancar a los verdaderos protagonistas de estos dos meses de luchas heroicas, como las describiera el Nobel Mario Vargas Llosa, para atribuírselas a los burócratas que corrieron a montarse en el Barco del Amor requeridos por el castrismo reinante. Sin los millones de venezolanos luchando en las calles y regando de sangre las calles de Venezuela, no se entera ni se asoma la Unasur, no se espabila Lula da Silva y la MUD estaría preparando las elecciones de 2019. La verdad, lo dijo Esquilo, es la primera sacrificada en el altar de los combates.


2
La tercera falacia exige calma y paciencia. Si las conversaciones de París – podrían afirmar los dialogantes de marras respaldando su propuesta de dialogar ad infinitum – tardaron cinco años con todos sus días y sus noches en dar sus frutos con la humillante derrota de Estados Unidos y la gloriosa victoria del Vietcong, ¿a qué tanto apuro de radicales y extremistas que salieron a las calles para despertar la conciencia libertaria? Lo del reclamo por nuestras urgencias ya se lo había oído a otros compañeros de ruta, si bien antes del 12 de febrero, cuando predecían el fracaso total del llamado de Leopoldo López a coger la calle y no esperar por tiempos mejores. Tanto se equivocaron, que el llamado fue seguido por millones de venezolanos. Los únicos, los verdaderos, los auténticos dueños de esta rebelión que conmoviera – y seguirá conmoviendo – al mundo. No los descendientes de Alfaro Ucero, Rafael Caldera y Teodoro Petkoff que pretenden escamotearla.
Toco el tema, por una tercera falacia que se une a la de la apropiación indebida de la rebelión estudiantil y popular: Leopoldo López no sería su principal, ni siquiera su más destacado propulsor. Como tampoco María Corina Machado ni Antonio Ledezma, todos los  cuales se habrían montado en el carro de la insurgencia por puro oportunismo, dándole codazos y echando por la borda los acuerdos ya establecidos en el Sanedrín de la cohabitación, consistentes en no precipitarse en acciones inconsultas, que la idea era obedecer a pie juntillas la cartilla del CNE y seguir el almanaque de las calendas griegas.
Las falacias no requieren respuestas estrictamente ceñidas a la verdad, porque entonces dejarían de ser falacias. Requieren adentrarse en el sórdido y nebuloso territorio de las medias verdades. Y al escamoteo del legítimo liderazgo de quien está pagando con prisión su derecho a ejercerlo y quien ha sido inhabilitada por no hacerle asco a decir la verdad con todas sus aristas, se suma una retahíla de falacias menores. Me dicen: el movimiento estudiantil no es movimiento ni es estudiantil. A se odia con Zeta, Alfa con Gama y Épsilon con Omega. Lo cual viene a significar más o menos lo siguiente: Leopoldo está preso por echón, María Corina perdió su silla por ir a Sevilla y Antonio Ledezma podría perder la alcaldía por su obstinada porfía.
O si se lo prefiere, quien no se eche a dormir la siesta en los chinchorros del diálogo y “las conversaciones de paz” – así desde sus inicios ya cuente con varios cadáveres -  que lo vaya sabiendo: no cuenta con los partidos del establecimiento. Que aquí, los que más orinamos – hipérbole o rodeo de una expresión mucho más grafica y rotunda habitual en uno de sus capitostes – somos nosotros: yo en AD, él en PJ y aquel en UNT.. Que aquí mantuanos y falsos descendientes de Bolívar no corren.

 
3
 La falacia que a mí más me ha conmovido tiene que ver con el trastrueque de valores, aquel del que Brecht se burlaba en uno de sus poemas dirigidos a los nazis cuando les decía: “Así, como que la lluvia cae de arriba hacia abajo, que tu eres mi enemigo de clases.”  Pues en tiempos de tenebrosas confusiones y ganancias de pescadores, como los que vivimos, sobran “de lado y lado” aquellos que quieren convencernos que llueve de abajo hacia arriba. Que a los asesinos no se les encarcela, sino que se los invita a compartir una amena conversación en una mesa redonda y a los asaltantes de caminos no se les pone en chirona sino que se les sienta en la silla de al lado. Un whisquisito mediante. Que a los tiranos se les convence con buenas y santas palabras y que expulsar a los fariseos del templo es una falta de respeto cristiano. Pon la otra mejilla y ve a planchar tu mortaja. “O conversamos o nos matamos todos”.



            Como la guarimba ha sido la prueba de fuego de la contestación, apenas un asomo de la insurgencia que se anida en las profundidades de nuestra indignación, como el 12F cortó de un solo guamazo la cuerda de la sinvergüenzura estirada durante 14 años por el chavismo y puso al régimen a llamar a gritos a sus compinches de la UNASUR – que no fue ni una imposición ni una victoria de los apaciguadores, sino una maniobra extrema de quien los ha mantenido pegados a la teta de la vaca petrolera – y a los mismos apaciguadores para que le sacaran las patas del barro, que ya les llegaba a las rodillas, la más divertida de las falacias afirma que hay que ser un líder de tomo y lomo para afirmar pública y desafiantemente que se está de frente contra las guarimbas. En su mundo al revés los valientes no son quienes han montado las trincheras y enfrentado a los mercenarios, esbirros y asesinos a sueldo del régimen llevando gases, perdigones, balas dumdum, palo, patadas, fracturas, pedradas, cascazos, conmociones craneanas, violaciones con fusiles, prisión, desaparición forzosa y otras linduras, a pesar de lo cual no se arredran y vuelven a la calle, sino quienes tienen el coraje de manifestarse en contra de la violencia – “venga de donde venga y sea del lado que sea”.  Me los imagino diciéndolo y lavándose las manos.



            En el rechazo a la violencia “venga de donde venga y sea del lado que sea” – un lamentable y patético despropósito pues quienes lo afirman saben perfectamente que la violencia proviene de un solo lado, el del Estado, que además de poseer el devastador poder de sus fuerzas armadas, tanques, aviones, barcos, miles y miles de efectivos policiales y parapoliciales, ha invertido los millones y millones de dólares que no invierte en medicinas y en alimentos en la compra de bombas lacrimógenas, fusiles lanza lacrimógenas, pistolas y metralletas de última generación, escudos, uniformes blindados, tanquetas especialmente acondicionadas para reprimir manifestaciones, carros lanza aguas y todo un siniestro arsenal sin otro propósito que amedrentar, aplastar, reprimir, sofocar, aterrorizar y asesinar a quienes obedeciendo a sus más nobles impulsos libertarios arriesgan sus vidas por la libertad de todo un pueblo. ¿O las más de cuarenta víctimas mortales, que hasta hace unas horas continúan cayendo, fueron asesinadas por extraterrestres o deben endosarse a la cuenta de la decencia nacional que ha salido a la calle con sus manos vacías?



            Digo cuatro falacias, por retórica. Pues son incontables. Constituyen una trama densa, difusa y persistente, nociva y asfixiante, como los mismos gases lacrimógenos a los que justifican con su avieso y venenoso reparto de responsabilidades: 50% a la dictadura y 50% a la Resistencia. Quienes las difunden, irresponsablemente, aún no se enteran de que la verdad tiene su hora. Ya está sonando. Nada ni nadie podrá impedirla.

Rafael Poleo: Gente de negocios

Gente de Negocios
RAFAEL POLEO
El Nuevo País. Caracas, 22 de abril de 2014 (Blog de Pedro Mogna)
 
 

Asdrúbal Aguiar: La cuestión de la verdad

La cuestión de la verdad
ASDRÚBAL AGUIAR
Diario Las Américas. Miami, 22 de abril de 2014

A propósito de la Comisión de la Verdad, que debe construir, reconstruyendo, una memoria de las violaciones generalizadas y sistemáticas de derechos humanos ocurridas recién en Venezuela, y a pesar de mis reservas al diálogo, que tiene como mirones a los gobiernos extranjeros que han cohonestado los que aquí las han hecho posibles, debo decir que no pondré piedras en el camino. Miro la agonía de las víctimas o sus familiares, pienso en los presos políticos a quienes la piel se les rasga con el carcelazo arbitrario, y me inhibe darle rienda suelta al escepticismo intelectual desde un cómodo escritorio.

Caben, sí, algunas consideraciones inexcusables sobre el derecho a la verdad, asunto sobre el que he reflexionado en los últimos años (Memoria, verdad y justicia: Derechos humanos transversales a la democracia, EJV, Caracas, 2012). El punto de partida lo brinda Vaclav Havel, prisionero de un régimen marxista como el nuestro, acusado de pequeño burgués e intelectual, hijo de familia acomodada, y más tarde presidente de la República Checa. Luchaba, lo decía, no por razones personales sino contra un sistema inmoral e indecente, fundado en la mentira omnipresente.

En sus escritos -como “El poder de los impotentes”- hace ver la necesidad de la dimensión moral de la política, ajena al pragmatismo del poder que anega, lo recuerda, a los propios partidos que se montan sobre “la revolución de terciopelo” surgida de las manifestaciones estudiantiles luego reprimidas por los mismos comunistas, en 1989. Su Foro Cívico -coalición opositora- demanda de éstos un gobierno de “coalición”, pero pidiéndole a sus dirigentes dimitir y sosteniendo la protesta de calle como la amenaza de una huelga general.

“No puede decirse que sea posible tolerancia alguna sino hay un deseo por la verdad”, afirma como enseñanza Peter Haberle, recordando a Havel. De allí, pues, el problema que suscita el diálogo con gobernantes que hacen de la mentira - también por convicción y al creer como marxistas que el fin justifica los medios- una política personal y de Estado, disponiendo al efecto de “verdades de utilería”.

Luego de los hechos de 2002 -ocurrida la Masacre de Miraflores- el actual gobierno, que es el mismo desde 1999, monta “su” propia comisión de la verdad. No acepta la que pacta con la oposición democrática según los Acuerdos de Mayo, mediados por la OEA y Carter, y elabora “su” verdad. La consecuencia -el gobierno de facto de Pedro Carmona- muda así en causa de los hechos y se omiten convenientemente el contexto y las causas reales de un “genocidio” ejecutado en cámara lenta para extirpar de raíz a la contrarrevolución, como “grupo social” con identidad política: “Se van a desencadenar unos hechos que no sé a dónde van a parar (…) lo siento… Tienes plena libertad si quieres renunciar a la Fiscalía. Te sales de esto por lo que pueda venir”, le dice Chávez al Julián Isaías Rodríguez Díaz, un mes antes del 11 de abril. Decide ir a la confrontación militar por sobre las víctimas civiles, antes que purgar el riesgo sabido y usando sus potestades constitucionales de excepción. Por ende, aparecen como culpables quienes no lo son, Simonovis y los comisarios de la PM.

Hoy, la represión de Estado, que se cuece lentamente y carcome a los cuerpos de la inocencia -los estudiantes- cede como causa objetiva. Se diluye la acción criminal del SEBIN, de la Guardia del Pueblo, y el paramilitarismo oficial vestido de “colectivos populares”, con su zaga de muertos, torturados, heridos y encarcelados, y la consecuencia -las “guarimbas” vecinales- muda para el gobierno de la mentira, otra vez, en causa eficiente de otra masacre suya, la del 12 de Febrero.

A la luz de la experiencia, entonces, elaborar una memoria histórica, hecha de datos objetivos, no solo de listas fúnebres configuradoras del cuerpo del delito o de quejas de víctimas o sus familiares quienes con razón esperan una Justicia a la medida como la ley del talión, y también explicativa del contexto que permita fijar una “verdad provisional” que apoye a la “verdad judicial”, no es oficio para cagatintas. Requiere, según Havel, de decencia y moralidad; pero, en lo particular, de criterio mesurado, imparcialidad, experticia, objetividad, y sobre todo autonomía de juicio -perfectible pero veraz- sobre causas, consecuencias y responsabilidades. Y lo cierto es que ni el gobierno ni la MUD, por ser partes comprometidas, están habilitados para ello; a menos que se contenten con escribir una historia consensuada al modo parlamentario, que no será historia, menos un testimonio sobre la verdad de tres lustros de desconocimiento de la democracia y su piedra angular, el respeto de la dignidad de la persona humana.

* Exjuez de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos