martes, 22 de abril de 2014

Antonio Sánchez García: Las cuatro falacias

Las cuatro falacias
ANTONIO SÁNCHEZ GARCÍA
El Nacional. Caracas, 22 de abril de 2014


“La voz de un pueblo es peligrosa cuando está cargada de ira”
Esquilo

Digo cuatro falacias, por retórica. Pues son incontables. Constituyen una trama de mendacidad y engaño, densa, difusa y persistente, nociva y asfixiante  como los mismos gases lacrimógenos a los que justifican con su avieso y venenoso reparto de responsabilidades: 50% a la dictadura y 50% a la resistencia. Quienes las difunden, irresponsablemente, aún no se enteran de que la verdad tiene su hora. Ya está sonando. Nada ni nadie podrá impedirla.

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La verdad, como se ha convertido en lugar común, es la primera víctima de la guerra. Y que no es necesario que las pasiones se hayan desbordado al nivel de las tragedias para que la mentira encuentre libre cauce, ha quedado más que demostrado al fragor de estos meses de rebeldía. Si la verdad ha terminado por imponerse, falsearla ha sido uno de los primeros objetivos no tanto ni principalmente intentados por la dictadura, lo que no sólo parece lógico, sino necesario a sus fines manipulativos. Lo ha sido por quienes, tan interesados como el régimen en refrenar la insurrección democrática en curso, pues en ello les va la vida, agotan sus esfuerzos por construir su propio discurso de los sucesos. Nos referimos a quienes, sin haber soltado una sola gota de sudor, tragar gas, recibir palos, ir presos, ser torturados, secuestrados y asesinados, malversan la verdad para convencer a sus desorientados seguidores y compañeros de ruta que vivimos un mundo al revés, como poetizaba José Agustín Goytisolo, quien soñaba con ovejitas malvadas, lobitos buenos, piratas honrados, brujas hermosas y príncipes malos.
La primera falacia, impuesta por el régimen y asumida de inmediato por los voceros de AD a la cabeza de los restantes partidos de la MUD, asomaba el espantajo de la guerra como única alternativa al sometimiento. O diálogo o balas, dijo en su momento Edgar Zambrano. “O diálogo o nos matamos todos” replica Henry Ramos, asumiendo esta vez la vocería de la cohabitación. Poco importa que no hayamos disparado una sola bala y todos los muertos nos los hayan matado ellos. Miente, miente, que algo queda.
La segunda de las falacias afirma que el diálogo es la única alternativa, lo impuso la MUD, que obligó a la intervención de la Unasur y constituye, por lo mismo, la primera victoria de la oposición oficialista. Detrás de esta flagrante falacia cuelgan otras más pequeñas o aparentemente más inofensivas, que cumplen con el mismo propósito: desbancar a los verdaderos protagonistas de estos dos meses de luchas heroicas, como las describiera el Nobel Mario Vargas Llosa, para atribuírselas a los burócratas que corrieron a montarse en el Barco del Amor requeridos por el castrismo reinante. Sin los millones de venezolanos luchando en las calles y regando de sangre las calles de Venezuela, no se entera ni se asoma la Unasur, no se espabila Lula da Silva y la MUD estaría preparando las elecciones de 2019. La verdad, lo dijo Esquilo, es la primera sacrificada en el altar de los combates.


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La tercera falacia exige calma y paciencia. Si las conversaciones de París – podrían afirmar los dialogantes de marras respaldando su propuesta de dialogar ad infinitum – tardaron cinco años con todos sus días y sus noches en dar sus frutos con la humillante derrota de Estados Unidos y la gloriosa victoria del Vietcong, ¿a qué tanto apuro de radicales y extremistas que salieron a las calles para despertar la conciencia libertaria? Lo del reclamo por nuestras urgencias ya se lo había oído a otros compañeros de ruta, si bien antes del 12 de febrero, cuando predecían el fracaso total del llamado de Leopoldo López a coger la calle y no esperar por tiempos mejores. Tanto se equivocaron, que el llamado fue seguido por millones de venezolanos. Los únicos, los verdaderos, los auténticos dueños de esta rebelión que conmoviera – y seguirá conmoviendo – al mundo. No los descendientes de Alfaro Ucero, Rafael Caldera y Teodoro Petkoff que pretenden escamotearla.
Toco el tema, por una tercera falacia que se une a la de la apropiación indebida de la rebelión estudiantil y popular: Leopoldo López no sería su principal, ni siquiera su más destacado propulsor. Como tampoco María Corina Machado ni Antonio Ledezma, todos los  cuales se habrían montado en el carro de la insurgencia por puro oportunismo, dándole codazos y echando por la borda los acuerdos ya establecidos en el Sanedrín de la cohabitación, consistentes en no precipitarse en acciones inconsultas, que la idea era obedecer a pie juntillas la cartilla del CNE y seguir el almanaque de las calendas griegas.
Las falacias no requieren respuestas estrictamente ceñidas a la verdad, porque entonces dejarían de ser falacias. Requieren adentrarse en el sórdido y nebuloso territorio de las medias verdades. Y al escamoteo del legítimo liderazgo de quien está pagando con prisión su derecho a ejercerlo y quien ha sido inhabilitada por no hacerle asco a decir la verdad con todas sus aristas, se suma una retahíla de falacias menores. Me dicen: el movimiento estudiantil no es movimiento ni es estudiantil. A se odia con Zeta, Alfa con Gama y Épsilon con Omega. Lo cual viene a significar más o menos lo siguiente: Leopoldo está preso por echón, María Corina perdió su silla por ir a Sevilla y Antonio Ledezma podría perder la alcaldía por su obstinada porfía.
O si se lo prefiere, quien no se eche a dormir la siesta en los chinchorros del diálogo y “las conversaciones de paz” – así desde sus inicios ya cuente con varios cadáveres -  que lo vaya sabiendo: no cuenta con los partidos del establecimiento. Que aquí, los que más orinamos – hipérbole o rodeo de una expresión mucho más grafica y rotunda habitual en uno de sus capitostes – somos nosotros: yo en AD, él en PJ y aquel en UNT.. Que aquí mantuanos y falsos descendientes de Bolívar no corren.

 
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 La falacia que a mí más me ha conmovido tiene que ver con el trastrueque de valores, aquel del que Brecht se burlaba en uno de sus poemas dirigidos a los nazis cuando les decía: “Así, como que la lluvia cae de arriba hacia abajo, que tu eres mi enemigo de clases.”  Pues en tiempos de tenebrosas confusiones y ganancias de pescadores, como los que vivimos, sobran “de lado y lado” aquellos que quieren convencernos que llueve de abajo hacia arriba. Que a los asesinos no se les encarcela, sino que se los invita a compartir una amena conversación en una mesa redonda y a los asaltantes de caminos no se les pone en chirona sino que se les sienta en la silla de al lado. Un whisquisito mediante. Que a los tiranos se les convence con buenas y santas palabras y que expulsar a los fariseos del templo es una falta de respeto cristiano. Pon la otra mejilla y ve a planchar tu mortaja. “O conversamos o nos matamos todos”.



            Como la guarimba ha sido la prueba de fuego de la contestación, apenas un asomo de la insurgencia que se anida en las profundidades de nuestra indignación, como el 12F cortó de un solo guamazo la cuerda de la sinvergüenzura estirada durante 14 años por el chavismo y puso al régimen a llamar a gritos a sus compinches de la UNASUR – que no fue ni una imposición ni una victoria de los apaciguadores, sino una maniobra extrema de quien los ha mantenido pegados a la teta de la vaca petrolera – y a los mismos apaciguadores para que le sacaran las patas del barro, que ya les llegaba a las rodillas, la más divertida de las falacias afirma que hay que ser un líder de tomo y lomo para afirmar pública y desafiantemente que se está de frente contra las guarimbas. En su mundo al revés los valientes no son quienes han montado las trincheras y enfrentado a los mercenarios, esbirros y asesinos a sueldo del régimen llevando gases, perdigones, balas dumdum, palo, patadas, fracturas, pedradas, cascazos, conmociones craneanas, violaciones con fusiles, prisión, desaparición forzosa y otras linduras, a pesar de lo cual no se arredran y vuelven a la calle, sino quienes tienen el coraje de manifestarse en contra de la violencia – “venga de donde venga y sea del lado que sea”.  Me los imagino diciéndolo y lavándose las manos.



            En el rechazo a la violencia “venga de donde venga y sea del lado que sea” – un lamentable y patético despropósito pues quienes lo afirman saben perfectamente que la violencia proviene de un solo lado, el del Estado, que además de poseer el devastador poder de sus fuerzas armadas, tanques, aviones, barcos, miles y miles de efectivos policiales y parapoliciales, ha invertido los millones y millones de dólares que no invierte en medicinas y en alimentos en la compra de bombas lacrimógenas, fusiles lanza lacrimógenas, pistolas y metralletas de última generación, escudos, uniformes blindados, tanquetas especialmente acondicionadas para reprimir manifestaciones, carros lanza aguas y todo un siniestro arsenal sin otro propósito que amedrentar, aplastar, reprimir, sofocar, aterrorizar y asesinar a quienes obedeciendo a sus más nobles impulsos libertarios arriesgan sus vidas por la libertad de todo un pueblo. ¿O las más de cuarenta víctimas mortales, que hasta hace unas horas continúan cayendo, fueron asesinadas por extraterrestres o deben endosarse a la cuenta de la decencia nacional que ha salido a la calle con sus manos vacías?



            Digo cuatro falacias, por retórica. Pues son incontables. Constituyen una trama densa, difusa y persistente, nociva y asfixiante, como los mismos gases lacrimógenos a los que justifican con su avieso y venenoso reparto de responsabilidades: 50% a la dictadura y 50% a la Resistencia. Quienes las difunden, irresponsablemente, aún no se enteran de que la verdad tiene su hora. Ya está sonando. Nada ni nadie podrá impedirla.