Sin Ingenuidad
ELSA CARDOZO
El Nacional. Caracas, 6 de abril de 2014
Ante el doloroso saldo de casi tres meses de represión de la protesta en Venezuela, resulta humana y políticamente muy difícil rechazar, sin más, las propuestas de diálogo de diverso origen. A la vez, es poco responsable aceptarlo de plano sin precisar sus contornos y las condiciones necesarias para que no resulte en formalidad que dé respiro a la consolidación autoritaria.
El recelo se alimenta de los pésimos antecedentes del régimen venezolano en lo de dialogar, incluso cuando se han procurado garantías en terceros: porque en otros momentos de crisis políticas no ha cumplido lo acordado y porque al paso de los años ha tendido un cerco para aislarse de las consecuencias internacionales de sus incumplimientos. Eso explica que hoy día, ante la aceptación de que el tercero sea un representante del papa Francisco, desde el Vaticano se haya dejado saber su necesidad de analizar cuidadosamente las expectativas y opciones para cumplir bien con la tarea.
A ese cuidadoso análisis contribuye el comunicado de la Conferencia Episcopal Venezolana del 2 de abril, documento que con claridad y sin ofensas hace un diagnóstico de la crisis venezolana presente. Los obispos han colocado en el centro de la mesa el problema de fondo: el empeño por imponer un sistema que restringe libertades, genera inseguridad jurídica y ciudadana, destruye la capacidad productiva del país, reprime la disidencia y entiende la paz como sumisión.
En estos días, cuando están por volver a Caracas tres de los cancilleres de la Unión de Naciones Suramericanas en misión de “acompañar, apoyar y asesorar un diálogo político amplio y constructivo en el país”, se han sumado razones para apoyar el diagnóstico de la CEV. No han faltado excesos condenables del lado de la protesta, pero en los casos más graves han seguido añadiéndose evidencias de infiltración, toleradas por las fuerzas militares y de orden público. Los legítimos motivos para ejercer el derecho de protestar no han desaparecido sino aumentado, como lo revelan informes y encuestas sobre el impacto humano del sostenido deterioro de la situación económica e institucional del país y, por supuesto, como lo estimula el incremento de la represión, las víctimas mortales y los abusos de autoridad, los procesos sumarios contra alcaldes opositores y la má﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽﷽e sino aumentado, como ional de los abusos, a Comisiter al Gobierno en puntos en los que ás reciente de las arbitrarias destituciones legislativas.
Todo lo dicho y lo visto, pese al cerco a las libertades de información y opinión, muestra al gobierno como el actor fundamental de una peligrosa escalada en cuyo desarrollo no ha escatimado leña para avivar el fuego que luego sofoca en nombre de la paz.
Es precisamente ante ese ciclo perverso que, sin traicionar las justas razones para protestar que tienen todos los venezolanos y sin abandonar la denuncia internacional de los atropellos, conviene acompañar el reclamo con un esfuerzo por detener la escalada. Esto no supone unanimidad opositora, pero sí cierta concertación de la diversidad para apoyarse en los temas críticos y los tiempos difíciles presentes y por venir, sin por ello conceder principios ni perder de vista la sana, justa y necesaria opción constitucional de alternancia.
La atención al diálogo, que no puede ser un ejercicio de ingenuidad, debería tener el inicial y esencial propósito de recuperar la garantía de derechos, incluido el de protestar. Así lo ha perfilado la CEV, en términos que deben parecerse a los que aspira el tercero y cualquier participante de buena fe: “Diálogo sincero del gobierno con todos los sectores del país, con una agenda previa y condiciones de igualdad, y con gestos concretos, evaluables en el tiempo, como señales de la necesaria rectificación”.
domingo, 6 de abril de 2014
Manuel Malaver: La barbarie del Socialismo del siglo XXI en la UCV
La barbarie del Socialismo del siglo XXI en la UCV
MANUEL MALAVER
El Diario de Caracas. Caracas, 6 de abril de 2014
Irrumpieron gritando, insultando, atropellando, quemando, disparando y torturando los paramilitares que el gobierno llama “colectivos”, la mañana del jueves en la UCV. Era, en sentido estricto, otro asalto de los que, desde hace mes y medio, vienen perpetrando en la mayoría de las universidades del país, pero ahora, como nunca, evocando el grito con que el general Millán Astray tomó la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936: “¡Viva la muerte y muera la inteligencia!”
La Universidad Central de Venezuela, UCV, durante 250 años la casa matriz del conocimiento, la ciencia y la cultura venezolanas, arca y reservorio de la más hondas tradiciones republicanas y democráticas y llamada, con justa razón, la “Casa que Vence la Sombras”.
Por tanto, odiada, hostigada, perseguida, acosada, transgredida y no pocas veces cerrada por dictadores de todos los pelajes, como si un repique, que ya internalizaron, les chamuscara más y más los instintos: “UCV o dictadura”.
Guzmán Blanco, Castro, Gómez, Pérez Jiménez serían los primeros retratos de esta galería siniestra donde el oscurantismo se ha acidificado en el tiempo, y el jueves se le incorporó Maduro, un dictador ágrafo por más señas, mascullador de unas peroratas tan ripiosas, como aburridas, sin profesión ni nacionalidad conocidas, y según todos los indicios, agente de un cuerpo de seguridad de Cuba, el G-2, cuyos matones usa a discreción para masacrar venezolanos.
Y esa característica lució el jueves en el ataque a la UCV, el particular ensañamiento con los estudiantes que se opusieron a la agresión, que no solo fueron golpeados, acorralados, torturados, sino desnudados, fotografiados y expuestos antes equipos fotográficos y cámaras de televisión, como para que los vieran y se sintieran en los últimos escaños de la indefensión.
Práctica común en las cámaras de tortura de la KGB soviética, la Gestapo nazi, la OVRA (Organización de Vigilancia y Represión) de Mussolini, la BIS (Brigada de Investigación Social) franquista, la SN (Seguridad Nacional) de Pérez Jiménez, la DINA de Pinochet, la “Triple A” de Videla y el G-2 cubano.
Pero que jamás rodaron hasta el extravío de aplicarlas en público, y ante equipos fotográficos y cámara de televisión, como si de lo que tratara, no es solo de aterrorizar a los disidentes, sino de sembrar el pánico en todo un país.
En otras palabras: que otra originalidad, o novedad del “Socialismo del Siglo XXI”, esperpento político, económico e ideológico cuyo objetivo central ha sido destruir la nación para entregarle sus ruinas a los dictadores octogenarios cubanos, Raúl y Fidel Castro.
Un desgobierno en todos los términos, traidor a Venezuela, constituido por extranjeros, y sicarios de extranjeros, por narcomilitares y malvivientes de todos los signos y colores y que, tal como se demostró el jueves en la UCV, está decidido a llegar al genocidio con tal de someter al país.
Pero no lo lograrán, porque no se puede manipular a 30 millones de venezolanos desde una estafa cometida a plena luz del día, cuyo fracaso ha quedado en videncia no de ahora, sino desde que colapsó la Unión Soviética y que respira solo por la decisión de una pandilla de criminales de preferir irse a los cementerios antes que a las cárceles.
Y que es encabezada por una nueva “Banda de los Cuatro” (Maduro, Ramírez, Cabello y Rodríguez Torres) llegados los primeros de la anonimia y el clandestinaje más sospechosos, y los segundos, de ilegalidades como secundar dos golpes de Estado, y luego enriquecerse con todas las corruptelas imaginables jugando a dárselas de “revolucionarios” ultrarradicales.
Rodríguez Torres (y que general), iniciador de las torturas contra la oposición desde los tiempos en que fue Director de la DISIP (hoy SEBIN), y protector de narcotraficantes como, José María Corredor Ibagué, alias “El Boyaco”, figura prominente del cártel del Valle, a quien tuvo preso “el general” en el Helicoide durante seis meses, con las más extremas consideraciones, puesto que, tenía televisión por cable, computadora con Internet y cocinero particular, disfrutando de noches fabulosas en bares, restaurantes y clubes de Caracas, donde alardeaba de su poder como prisionero que vivía en el hotel “5 estrellas” que era la DISIP de Rodríguez Torres.
Hasta que una noche se fugó, asistía a un festival de vallenatos, y no regresó al hotel, dijo el ministro del Interior de entonces, Jesse Chacón, que por un soborno tramado con las autoridades del hotel por 600 millones de bolívares.
Pero investigaciones posteriores demostraron que Chacón se equivocó en un cero (gajes del oficio), y que la cantidad alcanzó los 6.000 millones de bolívares (150 millones dólares para la época).
Que de algo servirían al y que general, pues despedido de la gerencia del hotel, regresó al gobierno para otros cargos, y al final, como ministro del Interior de Maduro.
Sin lugar a dudas, es el planificador y ejecutor de la represión que, en el último mes y medio, cuesta la vida a casi una cincuentena de venezolanos y con la misma brutalidad y sangre fría que revelaron los capos de los carteles colombianos de la droga en los 90, y ahora los de los carteles mexicanos.
“El Cartel de los Soles”, un nombre sugestivo, y el del Líbano, muchísimo más, constituido, el primero, por generales de la Guardia Nacional, y el segundo, por miembros del Hezbolá que son figuras prominentes en el régimen.
Dos miembros de los mismos, que después terminaron desertando de sus filas y pidiendo asilo y protección al gobierno de los Estados Unidos, han hablado de sus fechorías, sus negociados, conexiones, pistas de aterrizaje y cómo son protegidos desde el altísima administración: Walid Mackled, exvalido; y Eladio Aponte Aponte, exMagistrado del TSJ.
Hablaron de muchas, muchas confidencias, secretos, misterios, complicidades, quizá la mayoría reales y alguna que otra imaginada, pero sin llegar a sospechar que un día el “Cártel de los Soles” y el “Cártel del Líbano” controlarían al gobierno de Venezuela.
Pero sobre todo, que en poco tiempo llegarían acumular tal cantidad de cinismo, desvergüenza y miedo como para torturar a estudiantes desde los espacios sagrados de la UCV.
Vesania solo comparable a las atrocidades que los carteles colombianos de la cocaína habían perpetrado en los 90, y ahora los mexicanos, en otra demostración de hasta donde pueden llegar las fracturas que los negocios, la política y las ideologías provocan en las sociedades del siglo XXI.
MANUEL MALAVER
El Diario de Caracas. Caracas, 6 de abril de 2014
Irrumpieron gritando, insultando, atropellando, quemando, disparando y torturando los paramilitares que el gobierno llama “colectivos”, la mañana del jueves en la UCV. Era, en sentido estricto, otro asalto de los que, desde hace mes y medio, vienen perpetrando en la mayoría de las universidades del país, pero ahora, como nunca, evocando el grito con que el general Millán Astray tomó la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936: “¡Viva la muerte y muera la inteligencia!”
La Universidad Central de Venezuela, UCV, durante 250 años la casa matriz del conocimiento, la ciencia y la cultura venezolanas, arca y reservorio de la más hondas tradiciones republicanas y democráticas y llamada, con justa razón, la “Casa que Vence la Sombras”.
Foto: Jhonny Abad
Por tanto, odiada, hostigada, perseguida, acosada, transgredida y no pocas veces cerrada por dictadores de todos los pelajes, como si un repique, que ya internalizaron, les chamuscara más y más los instintos: “UCV o dictadura”.
Guzmán Blanco, Castro, Gómez, Pérez Jiménez serían los primeros retratos de esta galería siniestra donde el oscurantismo se ha acidificado en el tiempo, y el jueves se le incorporó Maduro, un dictador ágrafo por más señas, mascullador de unas peroratas tan ripiosas, como aburridas, sin profesión ni nacionalidad conocidas, y según todos los indicios, agente de un cuerpo de seguridad de Cuba, el G-2, cuyos matones usa a discreción para masacrar venezolanos.
Y esa característica lució el jueves en el ataque a la UCV, el particular ensañamiento con los estudiantes que se opusieron a la agresión, que no solo fueron golpeados, acorralados, torturados, sino desnudados, fotografiados y expuestos antes equipos fotográficos y cámaras de televisión, como para que los vieran y se sintieran en los últimos escaños de la indefensión.
Práctica común en las cámaras de tortura de la KGB soviética, la Gestapo nazi, la OVRA (Organización de Vigilancia y Represión) de Mussolini, la BIS (Brigada de Investigación Social) franquista, la SN (Seguridad Nacional) de Pérez Jiménez, la DINA de Pinochet, la “Triple A” de Videla y el G-2 cubano.
Pero que jamás rodaron hasta el extravío de aplicarlas en público, y ante equipos fotográficos y cámara de televisión, como si de lo que tratara, no es solo de aterrorizar a los disidentes, sino de sembrar el pánico en todo un país.
En otras palabras: que otra originalidad, o novedad del “Socialismo del Siglo XXI”, esperpento político, económico e ideológico cuyo objetivo central ha sido destruir la nación para entregarle sus ruinas a los dictadores octogenarios cubanos, Raúl y Fidel Castro.
Un desgobierno en todos los términos, traidor a Venezuela, constituido por extranjeros, y sicarios de extranjeros, por narcomilitares y malvivientes de todos los signos y colores y que, tal como se demostró el jueves en la UCV, está decidido a llegar al genocidio con tal de someter al país.
Pero no lo lograrán, porque no se puede manipular a 30 millones de venezolanos desde una estafa cometida a plena luz del día, cuyo fracaso ha quedado en videncia no de ahora, sino desde que colapsó la Unión Soviética y que respira solo por la decisión de una pandilla de criminales de preferir irse a los cementerios antes que a las cárceles.
Y que es encabezada por una nueva “Banda de los Cuatro” (Maduro, Ramírez, Cabello y Rodríguez Torres) llegados los primeros de la anonimia y el clandestinaje más sospechosos, y los segundos, de ilegalidades como secundar dos golpes de Estado, y luego enriquecerse con todas las corruptelas imaginables jugando a dárselas de “revolucionarios” ultrarradicales.
Rodríguez Torres (y que general), iniciador de las torturas contra la oposición desde los tiempos en que fue Director de la DISIP (hoy SEBIN), y protector de narcotraficantes como, José María Corredor Ibagué, alias “El Boyaco”, figura prominente del cártel del Valle, a quien tuvo preso “el general” en el Helicoide durante seis meses, con las más extremas consideraciones, puesto que, tenía televisión por cable, computadora con Internet y cocinero particular, disfrutando de noches fabulosas en bares, restaurantes y clubes de Caracas, donde alardeaba de su poder como prisionero que vivía en el hotel “5 estrellas” que era la DISIP de Rodríguez Torres.
Hasta que una noche se fugó, asistía a un festival de vallenatos, y no regresó al hotel, dijo el ministro del Interior de entonces, Jesse Chacón, que por un soborno tramado con las autoridades del hotel por 600 millones de bolívares.
Pero investigaciones posteriores demostraron que Chacón se equivocó en un cero (gajes del oficio), y que la cantidad alcanzó los 6.000 millones de bolívares (150 millones dólares para la época).
Que de algo servirían al y que general, pues despedido de la gerencia del hotel, regresó al gobierno para otros cargos, y al final, como ministro del Interior de Maduro.
Sin lugar a dudas, es el planificador y ejecutor de la represión que, en el último mes y medio, cuesta la vida a casi una cincuentena de venezolanos y con la misma brutalidad y sangre fría que revelaron los capos de los carteles colombianos de la droga en los 90, y ahora los de los carteles mexicanos.
“El Cartel de los Soles”, un nombre sugestivo, y el del Líbano, muchísimo más, constituido, el primero, por generales de la Guardia Nacional, y el segundo, por miembros del Hezbolá que son figuras prominentes en el régimen.
Dos miembros de los mismos, que después terminaron desertando de sus filas y pidiendo asilo y protección al gobierno de los Estados Unidos, han hablado de sus fechorías, sus negociados, conexiones, pistas de aterrizaje y cómo son protegidos desde el altísima administración: Walid Mackled, exvalido; y Eladio Aponte Aponte, exMagistrado del TSJ.
Hablaron de muchas, muchas confidencias, secretos, misterios, complicidades, quizá la mayoría reales y alguna que otra imaginada, pero sin llegar a sospechar que un día el “Cártel de los Soles” y el “Cártel del Líbano” controlarían al gobierno de Venezuela.
Pero sobre todo, que en poco tiempo llegarían acumular tal cantidad de cinismo, desvergüenza y miedo como para torturar a estudiantes desde los espacios sagrados de la UCV.
Vesania solo comparable a las atrocidades que los carteles colombianos de la cocaína habían perpetrado en los 90, y ahora los mexicanos, en otra demostración de hasta donde pueden llegar las fracturas que los negocios, la política y las ideologías provocan en las sociedades del siglo XXI.
Sebastiana Barráez: La batalla de los periodistas en Táchira
La batalla de los periodistas en Táchira
SEBASTIANA BARRÁEZ
Quinto Día. Caracas 4 de abril de 2014
REPORTEROS. Lo peor de ejercer el periodismo en Táchira siempre fue la presión de los políticos. Los adecos, menos que los copeyanos, eran demasiado susceptibles y delicados. Ah como usaban el poder. Y con el chavismo se repite esa historia. Los más osados íbamos a lo más recóndito de la frontera para oír a las comunidades y la vivencia con los peligrosos grupos irregulares y armados. Había un cierto silencio sobre esos temas espinosos. Por lo demás, el periodismo era más bien aburrido, la gente muy gentil y en un estado, donde todos nos conocemos, era difícil pasar desapercibido. Pero estos dos últimos meses han sido un posgrado de corresponsales de guerra para los periodistas tachirenses. Han debido sortear la agresión personal, cuando la ciudad de la cordialidad y ciudades adyacentes han librado duras y desiguales batallas. El ministro Rodríguez Torres y el gobernador Vielma Mora dicen, casi como una letanía, que tras las protestas lo que hay son paramilitares y terroristas. Ya hay un botín de guerra: un supuesto narco buscado por Interpol y quien estaría guarimbeando. Hay periodistas amenazados personalmente. O por teléfono. Otros por twiter. “Sabemos que tus hijos estudian en X escuela”. “Sabemos que tu esposo trabaja en X empresa”. “¿No es cierto que tu esposa se pinta las uñas en tal peluquería?”. El Ministerio Público no ha dado con ningún culpable aún. Ah, los únicos presos fueron unos twitteros porque habrían dicho cosas feas contra la esposa del gobernador. Ante un juez fueron presentados dos vecinos por retuitear mensajes contra la primera dama. A la periodista Anggy Polanco un policía Nacional le apuntó con un arma en la cabeza. Blanca Castejón de RNV amenazada por twitter por “ser una sapa cubana”. Las sedes de La Nación, TRT y VTV han sido atacadas. Periodistas del Diario La Nación ha sido amenazada por directores de la gobernación desde cuentas personales y oficiales. A Armando Hernández y Lorena Bornacelly lo amenazaron con lincharlos si no se retiraban de la zona. Y así decenas de casos. En Táchira el Foro Penal ha revelado que hay 22 privados de libertad por las protestas. ¿Y los periodistas? Ya aprendieron a usar cascos, chalecos antibalas, máscaras antigas, han visto por primera vez un arma de guerra, aviones sukhoi y helicópteros. Todo un curso en la vida real.
BOSCÁN. Alexánder es periodista de televisión en Táchira. “La Avd. Ferrero Tamayo, fue tomada por la GN y la Policía; una periodista del Diario Los Andes registra lo que pasa y es amenazada”. Se queja de que la fuente oficial está cerrada. “Ha sido muy difícil decir que la GN hable del balance y de las acciones a seguir. Al gobernador es difícil conseguirlo”. Confiesa que el abuso de poder de las autoridades es inaceptable. “Si te ven en la calle te gritan: qué haces aquí, vete a tu casa”. Destaca Boscán que los guardias que no son andinos, dudan antes de agredir. “Llegó un contingente de guardias de afuera que actúa distinto: parten vidrios, destrozan carros, se meten a la fuerza”. Supone que es porque no tienen apego por la región. “Pude presenciar en la avenida principal de Pueblo Nuevo cómo un GN le decía, a una señora de unos 60 años: ven, put…ven”. Narra cómo el día de una protesta frente a la Gobernación fue interceptado por 5 o 6 motos. “El guardia me obligó a irme”. Hay GN que se tapan las caras. “Aquí en San Cristóbal, es muy frecuente verlos encapuchados”. Niega haber escuchado a alguno de los uniformados con acento extranjero. Sobre los “colectivos” asegura que siempre andan entre 15 0 20 motorizados en pareja. “Se les ve por Genaro Méndez, Barrio Sucre, Santa Teresa”. Le insisto que me diga si ha visto gente extraña o a paramilitares entre los manifestantes. “No, no. Lo que he podido ver en las barricadas es a vecinos, muchachos que uno sabe que son estudiantes, muchachos que se criaron con uno. Si son paramilitares lo tienen muy escondido, porque yo no he visto nada de eso”. A veces ha aparecido alguien armado o con historia, pero los estudiantes los sacan de su grupo. “Si un paramilitar va a actuar, no es tirando piedras o molotov, como lo hacen los estudiantes”. Confirma lo dicho por otros periodistas: “Los políticos han perdido espacio, porque los estudiantes los han corrido diciéndoles que la protesta es de ellos y no de políticos”.
AGREDIDA. Blanca Rodríguez es periodista. El domingo pasado unos funcionarios de la Guardia la agredieron verbalmente. Gracias a la actuación de los vecinos logró huir cuando los militares se le vinieron encima a quitarle su instrumento de trabajo. “Como ciudadana me siento insegura –dice- y siento que mis hijos tampoco tienen seguridad. Con tanta fuerza militar en la calle, en lugar de sentirnos seguros, estamos más inseguros. Hay helicópteros que sobrevuelan todo el día a muy baja velocidad”. ¿Blanca, qué ha causado eso en la gente? “Ah, está asustada, indignada. A todos nos tratan como paramilitares. Nos revisan el carro, los celulares, las carteras, parece que estamos bajo sospecha. Yo trabajo como periodista en la alcaldía de San Cristóbal y salimos en una inspección al Terminal de Pasajeros para constatar su funcionamiento; llegaron unos 120 militares. Al vernos con las cámaras el jefe del grupo que estaba ahí de la Guardia Nacional dijo: ‘a esos no les declaren porque son guarimberos’. La ciudad está militarizada. En todas las avenidas hay militares; algunos de ellos están con fúsil en mano, son armas de guerra”.
AJENO. Fue el escapulario con el que se lució la gobernadora del estado Falcón. La historia es así: el Instituto de Vialidad y Transporte del municipio Carirubana hizo posible que Punto Fijo adquiriera una serie de autobuses para el transporte público. Fue un arduo trabajo de trámites, conversaciones y diseño de rutas. Además, la alcaldía aceleró todos los créditos. Esos autobuses se compraron con dinero de la alcaldía y de Fontur. La gobernadora estaba en Caracas y se fue en avión privado para ser ella quien apareciera entregando los autobuses. ¿La excusa? Dizque así lo ordenó el presidente Nicolás Maduro y se haría un pase de transmisión, pero con ella. No sólo que la gobernadora se lució con una obra que no es suya, sino que además ordenaron colocarle a los autobuses una publicidad que dice: gobierno del estado Falcón. Esos vedetismos no son nuevos.
CERNUDA. Es Luis, el poeta español que murió en 1963 a los 61 años de edad. Un día escribió: “¿Mi tierra?/ Mi tierra eres tú./ ¿Mi gente?/ Mi gente eres tú./ El destierro y la muerte/ para mi están adonde/ no estés tú./ ¿Y mi vida?/ Dime, mi vida,/ ¿qué es, sino eres tú?”
SEBASTIANA BARRÁEZ
Quinto Día. Caracas 4 de abril de 2014
REPORTEROS. Lo peor de ejercer el periodismo en Táchira siempre fue la presión de los políticos. Los adecos, menos que los copeyanos, eran demasiado susceptibles y delicados. Ah como usaban el poder. Y con el chavismo se repite esa historia. Los más osados íbamos a lo más recóndito de la frontera para oír a las comunidades y la vivencia con los peligrosos grupos irregulares y armados. Había un cierto silencio sobre esos temas espinosos. Por lo demás, el periodismo era más bien aburrido, la gente muy gentil y en un estado, donde todos nos conocemos, era difícil pasar desapercibido. Pero estos dos últimos meses han sido un posgrado de corresponsales de guerra para los periodistas tachirenses. Han debido sortear la agresión personal, cuando la ciudad de la cordialidad y ciudades adyacentes han librado duras y desiguales batallas. El ministro Rodríguez Torres y el gobernador Vielma Mora dicen, casi como una letanía, que tras las protestas lo que hay son paramilitares y terroristas. Ya hay un botín de guerra: un supuesto narco buscado por Interpol y quien estaría guarimbeando. Hay periodistas amenazados personalmente. O por teléfono. Otros por twiter. “Sabemos que tus hijos estudian en X escuela”. “Sabemos que tu esposo trabaja en X empresa”. “¿No es cierto que tu esposa se pinta las uñas en tal peluquería?”. El Ministerio Público no ha dado con ningún culpable aún. Ah, los únicos presos fueron unos twitteros porque habrían dicho cosas feas contra la esposa del gobernador. Ante un juez fueron presentados dos vecinos por retuitear mensajes contra la primera dama. A la periodista Anggy Polanco un policía Nacional le apuntó con un arma en la cabeza. Blanca Castejón de RNV amenazada por twitter por “ser una sapa cubana”. Las sedes de La Nación, TRT y VTV han sido atacadas. Periodistas del Diario La Nación ha sido amenazada por directores de la gobernación desde cuentas personales y oficiales. A Armando Hernández y Lorena Bornacelly lo amenazaron con lincharlos si no se retiraban de la zona. Y así decenas de casos. En Táchira el Foro Penal ha revelado que hay 22 privados de libertad por las protestas. ¿Y los periodistas? Ya aprendieron a usar cascos, chalecos antibalas, máscaras antigas, han visto por primera vez un arma de guerra, aviones sukhoi y helicópteros. Todo un curso en la vida real.
BOSCÁN. Alexánder es periodista de televisión en Táchira. “La Avd. Ferrero Tamayo, fue tomada por la GN y la Policía; una periodista del Diario Los Andes registra lo que pasa y es amenazada”. Se queja de que la fuente oficial está cerrada. “Ha sido muy difícil decir que la GN hable del balance y de las acciones a seguir. Al gobernador es difícil conseguirlo”. Confiesa que el abuso de poder de las autoridades es inaceptable. “Si te ven en la calle te gritan: qué haces aquí, vete a tu casa”. Destaca Boscán que los guardias que no son andinos, dudan antes de agredir. “Llegó un contingente de guardias de afuera que actúa distinto: parten vidrios, destrozan carros, se meten a la fuerza”. Supone que es porque no tienen apego por la región. “Pude presenciar en la avenida principal de Pueblo Nuevo cómo un GN le decía, a una señora de unos 60 años: ven, put…ven”. Narra cómo el día de una protesta frente a la Gobernación fue interceptado por 5 o 6 motos. “El guardia me obligó a irme”. Hay GN que se tapan las caras. “Aquí en San Cristóbal, es muy frecuente verlos encapuchados”. Niega haber escuchado a alguno de los uniformados con acento extranjero. Sobre los “colectivos” asegura que siempre andan entre 15 0 20 motorizados en pareja. “Se les ve por Genaro Méndez, Barrio Sucre, Santa Teresa”. Le insisto que me diga si ha visto gente extraña o a paramilitares entre los manifestantes. “No, no. Lo que he podido ver en las barricadas es a vecinos, muchachos que uno sabe que son estudiantes, muchachos que se criaron con uno. Si son paramilitares lo tienen muy escondido, porque yo no he visto nada de eso”. A veces ha aparecido alguien armado o con historia, pero los estudiantes los sacan de su grupo. “Si un paramilitar va a actuar, no es tirando piedras o molotov, como lo hacen los estudiantes”. Confirma lo dicho por otros periodistas: “Los políticos han perdido espacio, porque los estudiantes los han corrido diciéndoles que la protesta es de ellos y no de políticos”.
AGREDIDA. Blanca Rodríguez es periodista. El domingo pasado unos funcionarios de la Guardia la agredieron verbalmente. Gracias a la actuación de los vecinos logró huir cuando los militares se le vinieron encima a quitarle su instrumento de trabajo. “Como ciudadana me siento insegura –dice- y siento que mis hijos tampoco tienen seguridad. Con tanta fuerza militar en la calle, en lugar de sentirnos seguros, estamos más inseguros. Hay helicópteros que sobrevuelan todo el día a muy baja velocidad”. ¿Blanca, qué ha causado eso en la gente? “Ah, está asustada, indignada. A todos nos tratan como paramilitares. Nos revisan el carro, los celulares, las carteras, parece que estamos bajo sospecha. Yo trabajo como periodista en la alcaldía de San Cristóbal y salimos en una inspección al Terminal de Pasajeros para constatar su funcionamiento; llegaron unos 120 militares. Al vernos con las cámaras el jefe del grupo que estaba ahí de la Guardia Nacional dijo: ‘a esos no les declaren porque son guarimberos’. La ciudad está militarizada. En todas las avenidas hay militares; algunos de ellos están con fúsil en mano, son armas de guerra”.
AJENO. Fue el escapulario con el que se lució la gobernadora del estado Falcón. La historia es así: el Instituto de Vialidad y Transporte del municipio Carirubana hizo posible que Punto Fijo adquiriera una serie de autobuses para el transporte público. Fue un arduo trabajo de trámites, conversaciones y diseño de rutas. Además, la alcaldía aceleró todos los créditos. Esos autobuses se compraron con dinero de la alcaldía y de Fontur. La gobernadora estaba en Caracas y se fue en avión privado para ser ella quien apareciera entregando los autobuses. ¿La excusa? Dizque así lo ordenó el presidente Nicolás Maduro y se haría un pase de transmisión, pero con ella. No sólo que la gobernadora se lució con una obra que no es suya, sino que además ordenaron colocarle a los autobuses una publicidad que dice: gobierno del estado Falcón. Esos vedetismos no son nuevos.
CERNUDA. Es Luis, el poeta español que murió en 1963 a los 61 años de edad. Un día escribió: “¿Mi tierra?/ Mi tierra eres tú./ ¿Mi gente?/ Mi gente eres tú./ El destierro y la muerte/ para mi están adonde/ no estés tú./ ¿Y mi vida?/ Dime, mi vida,/ ¿qué es, sino eres tú?”
- Ø En la notaría IV de Barquisimeto habrían detectado una notaría paralela.
- Ø El capitán Bolívar confesó que mato a Adriana Urquiola “sin culpa”. Lo liberó Min-Prisiones. ¿Por qué estaba libe y tenía credencial
Alberto Barrera Tyszka: Dispara primero
Dispara primero
ALBERTO BARRERA TYSZKA
El Nacional. Caracas 6 de abril de 2014
Nadie sabe para quién trabaja. Finalmente, los guarimberos le están haciendo un enorme favor a Nicolás Maduro. El gobierno prefiere mil veces que los medios de comunicación estén ocupados con el tema de la violencia y no con el tema de la harina y del pollo, del alza de los precios de la cesta básica y de la escasez. El gobierno prefiere hablar de barricadas que de hospitales. Tiene más bombas lacrimógenas que medicinas.
Es más fácil controlar la verdad que controlar la inflación. A partir del 12 de febrero, el poder comenzó a desarrollar un trabajo paralelo a la activación automática de la violencia física: la construcción de una versión de la realidad que los pudiera salvar de sus propias acciones. Ya existe una narrativa oficial que busca consolidar un nuevo consenso en el país. Todas las noticias o declaraciones emanadas desde el gobierno, o desde las instituciones que están al servicio del partido de gobierno, han ido lentamente adquiriendo el mismo formato, el mismo lenguaje. Nada muy diferente de lo que nos ha enseñado la historia: la clase dominante intentando imponerle su voz al resto de la sociedad.
En el discurso oficial, por citar un ejemplo, ha habido una progresiva desaparición del sustantivo “estudiantes”. La única calificación que tienen ahora los sujetos de cualquier protesta se resume en tres palabras: “terroristas”, “mercenarios”, “paramilitares”. Como si las marchas fueran una convención de francotiradores. Como si la idea de la protesta fuera una fantasía inexistente en el país.
Este movimiento dentro del lenguaje es una estrategia, forma parte de un plan, de una batalla fundamental para el gobierno. Por eso Maduro escribe en The New York Times y le concede una entrevista a The Guardian. Porque su prioridad es el traslado simbólico de la culpa. Ya lo han dicho. Todos comienzan a declararlo como si fuera un mantra. Ahora sostienen que todos los muertos son responsabilidad de la oposición. Y lo repetirán hasta el cansancio o el infinito. Sin pudor.
El gobierno está desesperado por quitarse de encima la imagen del caos. Necesita que esa pequeña palabra esté asociada de nuevo a la oposición. Chávez era un experto en esas lides. Pero para Maduro o Cabello la faena es imposible. Escucharlos es escuchar el caos. Muy rápidamente quedan en evidencia. Ese es en el fondo parte de su problema: en el país del disimulo, el chavismo sin Chávez es cada vez más obvio.
El mismo TSJ que decidió que Maduro podía ser presidente encargado y candidato a la presidencia suspende a María Corina Machado, porque no puede ser diputada y al mismo tiempo estar acreditada por Panamá para hablar brevemente en la OEA. Los ejemplos sobran. La incoherencia oficial es lo único que no escasea: todo sube de precio, el billete de 100 ya parece un chiste, pero Jesús Farías asegura que más que devaluar el gobierno ha “revaluado” la moneda. Parece que ensayaran. No se contradicen más porque no pueden. A medida que pasan los días, la ausencia se hace más patética: Chávez era su congruencia, su lógica.
Quienes convocaron a “La Salida” quisieron capitalizar un descontento genuino y aprovechar una oportunidad política, corriendo el riesgo de convertir la calle en un espejismo. Probablemente, tampoco calcularon que la reacción inmediata del Estado sería una violencia tan salvaje. De eso jamás podrá salvarse este gobierno. Aunque pretendan borrarlo, el origen fáctico de todo el conflicto está en una marcha estudiantil sobre la cual dispararon funcionarios adscritos a organismos de inteligencia. El poder eligió la violencia como primera y única opción. Ese fue su punto de partida.
Hay que insistir. Cualquier debate, cualquier comisión de la verdad o conferencia de paz debe empezar por ese día. A partir de esas balas hay que comenzar a hablar. Porque ahí respira un discurso que ahora el gobierno no nombra. Una frase vieja y perversa que, aunque deseen ocultar, sigue presente en nuestra historia: dispara primero, pregunta después.
ALBERTO BARRERA TYSZKA
El Nacional. Caracas 6 de abril de 2014
Nadie sabe para quién trabaja. Finalmente, los guarimberos le están haciendo un enorme favor a Nicolás Maduro. El gobierno prefiere mil veces que los medios de comunicación estén ocupados con el tema de la violencia y no con el tema de la harina y del pollo, del alza de los precios de la cesta básica y de la escasez. El gobierno prefiere hablar de barricadas que de hospitales. Tiene más bombas lacrimógenas que medicinas.
Es más fácil controlar la verdad que controlar la inflación. A partir del 12 de febrero, el poder comenzó a desarrollar un trabajo paralelo a la activación automática de la violencia física: la construcción de una versión de la realidad que los pudiera salvar de sus propias acciones. Ya existe una narrativa oficial que busca consolidar un nuevo consenso en el país. Todas las noticias o declaraciones emanadas desde el gobierno, o desde las instituciones que están al servicio del partido de gobierno, han ido lentamente adquiriendo el mismo formato, el mismo lenguaje. Nada muy diferente de lo que nos ha enseñado la historia: la clase dominante intentando imponerle su voz al resto de la sociedad.
En el discurso oficial, por citar un ejemplo, ha habido una progresiva desaparición del sustantivo “estudiantes”. La única calificación que tienen ahora los sujetos de cualquier protesta se resume en tres palabras: “terroristas”, “mercenarios”, “paramilitares”. Como si las marchas fueran una convención de francotiradores. Como si la idea de la protesta fuera una fantasía inexistente en el país.
Este movimiento dentro del lenguaje es una estrategia, forma parte de un plan, de una batalla fundamental para el gobierno. Por eso Maduro escribe en The New York Times y le concede una entrevista a The Guardian. Porque su prioridad es el traslado simbólico de la culpa. Ya lo han dicho. Todos comienzan a declararlo como si fuera un mantra. Ahora sostienen que todos los muertos son responsabilidad de la oposición. Y lo repetirán hasta el cansancio o el infinito. Sin pudor.
El gobierno está desesperado por quitarse de encima la imagen del caos. Necesita que esa pequeña palabra esté asociada de nuevo a la oposición. Chávez era un experto en esas lides. Pero para Maduro o Cabello la faena es imposible. Escucharlos es escuchar el caos. Muy rápidamente quedan en evidencia. Ese es en el fondo parte de su problema: en el país del disimulo, el chavismo sin Chávez es cada vez más obvio.
El mismo TSJ que decidió que Maduro podía ser presidente encargado y candidato a la presidencia suspende a María Corina Machado, porque no puede ser diputada y al mismo tiempo estar acreditada por Panamá para hablar brevemente en la OEA. Los ejemplos sobran. La incoherencia oficial es lo único que no escasea: todo sube de precio, el billete de 100 ya parece un chiste, pero Jesús Farías asegura que más que devaluar el gobierno ha “revaluado” la moneda. Parece que ensayaran. No se contradicen más porque no pueden. A medida que pasan los días, la ausencia se hace más patética: Chávez era su congruencia, su lógica.
Quienes convocaron a “La Salida” quisieron capitalizar un descontento genuino y aprovechar una oportunidad política, corriendo el riesgo de convertir la calle en un espejismo. Probablemente, tampoco calcularon que la reacción inmediata del Estado sería una violencia tan salvaje. De eso jamás podrá salvarse este gobierno. Aunque pretendan borrarlo, el origen fáctico de todo el conflicto está en una marcha estudiantil sobre la cual dispararon funcionarios adscritos a organismos de inteligencia. El poder eligió la violencia como primera y única opción. Ese fue su punto de partida.
Hay que insistir. Cualquier debate, cualquier comisión de la verdad o conferencia de paz debe empezar por ese día. A partir de esas balas hay que comenzar a hablar. Porque ahí respira un discurso que ahora el gobierno no nombra. Una frase vieja y perversa que, aunque deseen ocultar, sigue presente en nuestra historia: dispara primero, pregunta después.
Carla Angola: Gobierno Infiltrado
¡Gobierno Infiltrado!
CARLA ANGOLA
El Universal. 6 de abril de 2014
CARLA ANGOLA
El Universal. 6 de abril de 2014
Los poetas sabían que el ucevista iría a la guerra, con un canto infinito de paz. Confiaban en que las azules boinas, empujarían hacia el alma la vida, en un mensaje de marcha triunfal. Que el Alma Mater, siempre sería abierto cabildo, donde nuestro pueblo podría redimir su voz. El vate deseaba para todos un destino amable y, el ruego, se volvió juventud. Pero los iracundos violentan la academia, desnudan al aprendiz que sólo quiere instruir libertad y, se vuelven tan primitivos, que su crueldad no requiere motivo, sólo oportunidad. VTV celebra la "integridad" de una Guardia Nacional, cuyos escudos y cascos jamás los protegerán de la deshonra, o de haber dado permiso a la saña y al sadismo, de los civiles armados que reconocieron camaradas. Pero el país, ¡No los reconoce a ellos! ¡No se reconoce en ellos! Este gobierno de lo indebido y, cuyo corazón volvió simple víscera, no arrastrará consigo la pureza de toda una nación. Este gobierno se infiltró en una sociedad decente. Se persigue a quien revienta dos dientes y, se deja impune la bala, que apunta directo al discernimiento. Las barricadas son terroristas, mientras cientos de bandas criminales y carros lujosos cargados de secuestrados y armas largas, siempre han sido invisibles al poder. Sus sabuesos son eficientes cuando el caso salpica al adversario, pero pierden el olfato para encontrar a los asesinos de casi 400 cuerpos que ingresaron a la morgue, sólo este mes, en nuestro valle. La justicia no sabe de pruebas, depende de las ganas que te tenga el gobierno. El derecho, se aplica de revés. Y mientras tanto, marcan al pobre como ganado y les entregan casa digna, después de patearles la lealtad en un refugio, durante cuatro años. Pero el pueblo también tiene sus ganas y, la protesta no claudica. Tanto, que el gobierno intenta con desespero, remendar una ruina irreversible. Tanto, que hasta evalúan quitarnos la soga de un control cambiario de 11 años. Tanto, que los antiimperialistas ruegan a EEUU, restituir al embajador. Tanto, que hasta los herederos de Mussolini se niegan a que Maduro adultere su fascismo. Tanto, que hasta las monjas manchan el hábito de cemento y hacen de la inconformidad, oración. Tanto, que no hay necesidad de esperar un cambio. Venezuela ya repudia, decidida, a quien intentó contaminar su alma. A quien intentó cambiarla a ella.
@carlaangola
@carlaangola
Carlos Blanco: ¿Salida militar?
Tiempo de Palabra
CARLOS BLANCO
El Universal. Caracas, 6 de abril de 2014
¿Salida militar?Para criticar la propuesta de "la salida" hay quienes dicen que implica "la llegada de un Pinochet" a través de inevitable violencia. La opción, frente a la interesada versión que se arguye, habría sido -o es- un proceso de acumulación de fuerzas para uno de dos resultados: una crisis económica tan severa que obligara al régimen a pedir cacao -¿cambiar? ¿Renunciar?- o avanzar hasta las elecciones parlamentarias de 2015, el referéndum revocatorio presidencial o, al final, en las elecciones presidenciales de 2019. Según esa visión las opciones serían "Pinochet" ahora, o elecciones el año 2015, 2016 o 2019.
Los promotores de "la salida" tendrían dos culpas combinadas. Una, de no haber explicado con qué se come eso; dos, haber promovido la violencia que se extiende ya por más de dos meses en el país. Conviene analizar estos dos elementos, constitutivos ambos de falacias destinadas a corear las acusaciones en contra de Leopoldo López, María Corina Machado, Antonio Ledezma, como instigadores de la conmoción que se ha desplegado por más de sesenta imprevisibles días.
Ya se ha dicho con suficiencia que los planteamientos del 23 de enero y del 2 de febrero formulados por los dirigentes mencionados fueron para iniciar una discusión sobre los mecanismos constitucionales de reemplazo del régimen de Maduro; hay quienes argumentan, sin embargo, que esa fue la fachada, que lo que estaba en el fondo era la provocación del caos, tal como sostiene el Gobierno. Les atribuyen una capacidad de adivinación que cualquier brujo o curioso desearía para sí. La verdad es que nadie sabía, ni ellos ni nadie, el grado de furia y desesperación existente, que emergió no por un llamado que a la luz de hoy parece modesto, sino por la represión y los asesinatos cometidos por las fuerzas policiales, militares y paramilitares del régimen. Hasta el Gobierno tuvo que conceder que los asesinatos del 12 de febrero, con motivo de la inmensa manifestación convocada por los estudiantes, fueron directa responsabilidad de sus fuerzas.
Resulta extraño que la propuesta de "la salida" (no menos precisa que la de esperar elecciones en las que hipotéticamente se ganaría) reciba los denuestos de quienes la consideran abstracta. Desde luego que hay temas más subalternos, como sobre quiénes son los líderes y cuál es su autonomía de vuelo. Hoy los líderes son los dirigentes de la calle, los estudiantes, los jóvenes, y sin duda los mencionados dirigentes políticos. Expresan el momento, así como Henrique Capriles expresó el momento electoral de 2012 y 2013. Nadie está en un lugar definitivo, porque el liderazgo es líquido y no depende de lo que se ha hecho, sino de lo que se hace. Nadie es jefe definitivo. Desde esta esquina se ha insistido en lo que son los líderes, cómo dejan de serlo, y cómo algunos "caídos" retornan. Nada está escrito y están para testimoniarlo: Carlos Ortega, Pedro Carmona, Enrique Mendoza, Manuel Cova, Julio Borges, Teodoro Petkoff, Carlos Fernández, Juan Fernández, Manuel Rosales, Henrique Capriles, Antonio Ledezma, Leopoldo López, María Corina, para nombrar algunos de los más relevantes. Sólo la interpretación cabal de una situación compleja permite el ejercicio del liderazgo y es lo que ha ocurrido con la multitud de dirigentes estudiantiles y juveniles, así como los portavoces de "la salida". Son dirigentes en la medida en que interpretan y -hasta cierto punto- canalizan la energía inmensa que hoy se despliega, pero no tienen -ni quieren, ni podrían tener- la capacidad de domesticar la calle.
LOS MILITARES. ¿Qué pueden venir los militares? ¡Por favor! Para quienes no lo hayan advertido, los militares no sólo están acá sino que de la mano de Chávez crearon un régimen militarista, en el cual hay militares en la sopa, debajo de las alfombras, y dentro y fuera de las cajas fuertes. Hay casos históricos en los cuales civiles acompañan e incluso presiden gobiernos militares y militaristas, el civil Juan María Bordaberry en Uruguay presidió uno de los gobiernos militares más represivos de los que se tenga memoria en América Latina.
La salida del actual régimen no demanda un golpe militar, tal como el de Chávez en 1992, sólo que exitoso. El reemplazo de este bochinche requiere que todos los sectores democráticos cumplan con sus obligaciones y, deseablemente, que la Fuerza Armada cumpla con su deber constitucional, que se concreta en no acatar órdenes inconstitucionales o ilegales, que no se comporte como la guardia pretoriana de un régimen muy debilitado y que no reprima la protesta popular.
A los militares conviene que en Venezuela no exista un régimen militarista; a los militares conviene un fortalecimiento de la institución, bajo la subordinación constitucional al poder civil -no al poder de un civil militarista- , al poder republicano. Los militares pueden contribuir a la consecución de este objetivo y ya lo hicieron en 1958. El 23 de enero se explica porque la lucha ciudadana y civil fue acompañada por el desacato de órdenes inconstitucionales del dictador por parte de la mayoría de los oficiales; surgió una Junta de Gobierno presidida por un militar, Wolfgang Larrazábal, quien cumplió en forma impecable la tarea de conducir a Venezuela hacia unas elecciones libres y limpias. En ese caso, los militares cumplieron la tarea de contribuir a reemplazar un régimen que proclamaba gobernar en nombre de las Fuerzas Armadas, para transitar hacia un régimen civil. ¿Qué obtuvieron los militares? Una institución que fue sólida y confiable por muchos años, pero mucho más importante, el respeto de la República y de sus ciudadanos.
El papel de las fuerzas armadas en las transiciones es crucial. Pinochet fue derrotado por la unidad política en el referéndum pero intentó desconocer el resultado; entonces el general Fernando Matthei, comandante de la Fuerza Aérea y otros generales se le enfrentaron al dictador. Fue una decisión del generalato chileno, "la cual aceptó" el enfadado Pinochet. Igual ocurrió en Brasil que tuvo 21 años de gobiernos militares de 1964 a 1985, el general Ernesto Geisel uno de los presidentes de la serie, fue el que encabezó la idea de la "apertura" y la "descompresión" que tardó casi cinco años en dar sus frutos, hasta que apareció un poderoso movimiento por elecciones -¡Directas Ya!- que abrió camino, al principio zigzagueante, a la ahora fuerte democracia brasileña.
Hoy, en un año o en diez, para el retorno a la democracia será indispensable que los militares dejen de reprimir como hoy lo hacen, eso significará una de dos cosas: o que sectores del chavismo comprendan que tienen que abrir camino a una transición que ya va siendo estrepitosa o que los militares dejen de acatar las órdenes de reprimir a los ciudadanos, porque éstos no vencen sin armas a los armados. En todas las crisis políticas de América Latina los militares han dicho su palabra.
Twitter @carlosblancog
CARLOS BLANCO
El Universal. Caracas, 6 de abril de 2014
¿Salida militar?Para criticar la propuesta de "la salida" hay quienes dicen que implica "la llegada de un Pinochet" a través de inevitable violencia. La opción, frente a la interesada versión que se arguye, habría sido -o es- un proceso de acumulación de fuerzas para uno de dos resultados: una crisis económica tan severa que obligara al régimen a pedir cacao -¿cambiar? ¿Renunciar?- o avanzar hasta las elecciones parlamentarias de 2015, el referéndum revocatorio presidencial o, al final, en las elecciones presidenciales de 2019. Según esa visión las opciones serían "Pinochet" ahora, o elecciones el año 2015, 2016 o 2019.
Los promotores de "la salida" tendrían dos culpas combinadas. Una, de no haber explicado con qué se come eso; dos, haber promovido la violencia que se extiende ya por más de dos meses en el país. Conviene analizar estos dos elementos, constitutivos ambos de falacias destinadas a corear las acusaciones en contra de Leopoldo López, María Corina Machado, Antonio Ledezma, como instigadores de la conmoción que se ha desplegado por más de sesenta imprevisibles días.
Ya se ha dicho con suficiencia que los planteamientos del 23 de enero y del 2 de febrero formulados por los dirigentes mencionados fueron para iniciar una discusión sobre los mecanismos constitucionales de reemplazo del régimen de Maduro; hay quienes argumentan, sin embargo, que esa fue la fachada, que lo que estaba en el fondo era la provocación del caos, tal como sostiene el Gobierno. Les atribuyen una capacidad de adivinación que cualquier brujo o curioso desearía para sí. La verdad es que nadie sabía, ni ellos ni nadie, el grado de furia y desesperación existente, que emergió no por un llamado que a la luz de hoy parece modesto, sino por la represión y los asesinatos cometidos por las fuerzas policiales, militares y paramilitares del régimen. Hasta el Gobierno tuvo que conceder que los asesinatos del 12 de febrero, con motivo de la inmensa manifestación convocada por los estudiantes, fueron directa responsabilidad de sus fuerzas.
Resulta extraño que la propuesta de "la salida" (no menos precisa que la de esperar elecciones en las que hipotéticamente se ganaría) reciba los denuestos de quienes la consideran abstracta. Desde luego que hay temas más subalternos, como sobre quiénes son los líderes y cuál es su autonomía de vuelo. Hoy los líderes son los dirigentes de la calle, los estudiantes, los jóvenes, y sin duda los mencionados dirigentes políticos. Expresan el momento, así como Henrique Capriles expresó el momento electoral de 2012 y 2013. Nadie está en un lugar definitivo, porque el liderazgo es líquido y no depende de lo que se ha hecho, sino de lo que se hace. Nadie es jefe definitivo. Desde esta esquina se ha insistido en lo que son los líderes, cómo dejan de serlo, y cómo algunos "caídos" retornan. Nada está escrito y están para testimoniarlo: Carlos Ortega, Pedro Carmona, Enrique Mendoza, Manuel Cova, Julio Borges, Teodoro Petkoff, Carlos Fernández, Juan Fernández, Manuel Rosales, Henrique Capriles, Antonio Ledezma, Leopoldo López, María Corina, para nombrar algunos de los más relevantes. Sólo la interpretación cabal de una situación compleja permite el ejercicio del liderazgo y es lo que ha ocurrido con la multitud de dirigentes estudiantiles y juveniles, así como los portavoces de "la salida". Son dirigentes en la medida en que interpretan y -hasta cierto punto- canalizan la energía inmensa que hoy se despliega, pero no tienen -ni quieren, ni podrían tener- la capacidad de domesticar la calle.
LOS MILITARES. ¿Qué pueden venir los militares? ¡Por favor! Para quienes no lo hayan advertido, los militares no sólo están acá sino que de la mano de Chávez crearon un régimen militarista, en el cual hay militares en la sopa, debajo de las alfombras, y dentro y fuera de las cajas fuertes. Hay casos históricos en los cuales civiles acompañan e incluso presiden gobiernos militares y militaristas, el civil Juan María Bordaberry en Uruguay presidió uno de los gobiernos militares más represivos de los que se tenga memoria en América Latina.
La salida del actual régimen no demanda un golpe militar, tal como el de Chávez en 1992, sólo que exitoso. El reemplazo de este bochinche requiere que todos los sectores democráticos cumplan con sus obligaciones y, deseablemente, que la Fuerza Armada cumpla con su deber constitucional, que se concreta en no acatar órdenes inconstitucionales o ilegales, que no se comporte como la guardia pretoriana de un régimen muy debilitado y que no reprima la protesta popular.
A los militares conviene que en Venezuela no exista un régimen militarista; a los militares conviene un fortalecimiento de la institución, bajo la subordinación constitucional al poder civil -no al poder de un civil militarista- , al poder republicano. Los militares pueden contribuir a la consecución de este objetivo y ya lo hicieron en 1958. El 23 de enero se explica porque la lucha ciudadana y civil fue acompañada por el desacato de órdenes inconstitucionales del dictador por parte de la mayoría de los oficiales; surgió una Junta de Gobierno presidida por un militar, Wolfgang Larrazábal, quien cumplió en forma impecable la tarea de conducir a Venezuela hacia unas elecciones libres y limpias. En ese caso, los militares cumplieron la tarea de contribuir a reemplazar un régimen que proclamaba gobernar en nombre de las Fuerzas Armadas, para transitar hacia un régimen civil. ¿Qué obtuvieron los militares? Una institución que fue sólida y confiable por muchos años, pero mucho más importante, el respeto de la República y de sus ciudadanos.
El papel de las fuerzas armadas en las transiciones es crucial. Pinochet fue derrotado por la unidad política en el referéndum pero intentó desconocer el resultado; entonces el general Fernando Matthei, comandante de la Fuerza Aérea y otros generales se le enfrentaron al dictador. Fue una decisión del generalato chileno, "la cual aceptó" el enfadado Pinochet. Igual ocurrió en Brasil que tuvo 21 años de gobiernos militares de 1964 a 1985, el general Ernesto Geisel uno de los presidentes de la serie, fue el que encabezó la idea de la "apertura" y la "descompresión" que tardó casi cinco años en dar sus frutos, hasta que apareció un poderoso movimiento por elecciones -¡Directas Ya!- que abrió camino, al principio zigzagueante, a la ahora fuerte democracia brasileña.
Hoy, en un año o en diez, para el retorno a la democracia será indispensable que los militares dejen de reprimir como hoy lo hacen, eso significará una de dos cosas: o que sectores del chavismo comprendan que tienen que abrir camino a una transición que ya va siendo estrepitosa o que los militares dejen de acatar las órdenes de reprimir a los ciudadanos, porque éstos no vencen sin armas a los armados. En todas las crisis políticas de América Latina los militares han dicho su palabra.
Twitter @carlosblancog
Carlos A. Romero: ¿Y La Habana?
¿Y La Habana?
CARLOS ROMERO
El Universal. Caracas 6 de abril de 2014
La repulsa popular ante la injerencia antillana crece cada día más
No es la primera vez que Cuba observa una crisis en un cercano aliado en América Latina y el Caribe, pero nuestra situación es la que presenta mayores dimensiones, por el tiempo transcurrido y por la profundización de esos vínculos. Se trata de unas relaciones que se perjudicarían bastante si hay un cambio en nuestro país. La Habana no quiere perder lo logrado con Caracas. ¡Y no es para menos! De hecho, su experiencia con sus "protectorados" no ha sido del todo satisfactoria. Cuba apostó por tres gobiernos en situaciones difíciles: Chile bajo la Unidad Popular de Salvador Allende (1970-1973); el New Jewel en Granada bajo el liderazgo de Maurice Bishop (1979-1983) y la Revolución Sandinista en Nicaragua (1979-1990).
Cuba desarrolló unas relaciones políticas ideológicas y económicas muy estrechas con cada uno de esos procesos, pero no pudo evitar su derrota: el primero, por un golpe militar (analizado a fondo por Joan Garcés); el segundo, por la división del liderazgo revolucionario que generó un vacío de poder y la posterior invasión de Estados Unidos (estudiadas por Gordon K. Lewis); y el tercero, por una derrota electoral (narrada en forma magistral por Sergio Ramírez).
Los cubanos aspiran a que eso no se repita en Venezuela. De Chile, toman la lección de que la Fuerza Armada debe ser controlada y socializada a favor del régimen. De Granada, que no se deben estimular las fracciones internas en el liderazgo. De Nicaragua, que se deben evitar unas elecciones que se celebren dentro de un entorno adverso.
El gobierno cubano ha apoyado abiertamente al presidente Maduro estimulando la unidad del movimiento revolucionario, profundizando la cooperación militar, alentando la tesis de no convocar a elecciones libres y buscando un sólido apoyo internacional para el chavismo. Pero estas tareas no son tan fáciles de cumplir. En Venezuela se olfatea un destino mejor, la repulsa popular ante la injerencia antillana crece cada día más y el modelo de los Castro languidece.
romecan53@hotmail.com
Cuba desarrolló unas relaciones políticas ideológicas y económicas muy estrechas con cada uno de esos procesos, pero no pudo evitar su derrota: el primero, por un golpe militar (analizado a fondo por Joan Garcés); el segundo, por la división del liderazgo revolucionario que generó un vacío de poder y la posterior invasión de Estados Unidos (estudiadas por Gordon K. Lewis); y el tercero, por una derrota electoral (narrada en forma magistral por Sergio Ramírez).
Los cubanos aspiran a que eso no se repita en Venezuela. De Chile, toman la lección de que la Fuerza Armada debe ser controlada y socializada a favor del régimen. De Granada, que no se deben estimular las fracciones internas en el liderazgo. De Nicaragua, que se deben evitar unas elecciones que se celebren dentro de un entorno adverso.
El gobierno cubano ha apoyado abiertamente al presidente Maduro estimulando la unidad del movimiento revolucionario, profundizando la cooperación militar, alentando la tesis de no convocar a elecciones libres y buscando un sólido apoyo internacional para el chavismo. Pero estas tareas no son tan fáciles de cumplir. En Venezuela se olfatea un destino mejor, la repulsa popular ante la injerencia antillana crece cada día más y el modelo de los Castro languidece.
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