sábado, 12 de septiembre de 2015

Asdrúbal Aguiar: Justicia del horror de Venezuela

Pueden llamarse Susanas o Barreiros nuestros jueces del horror. Son esos quienes, a tenor de lo afirmado por un miembro innombrable del Tribunal Supremo de Justicia, cumplen con el deber de perseguir y condenar al que se oponga a la revolución bolivariana; despropósito criminal que entrega nuestro suelo a los hermanos Castro, disuelve la nacionalidad, acaba con el talante generoso que nos fuera propio a los venezolanos y desata nuestros lazos de afecto social y ciudadano para hacernos presa colectiva de la mendacidad.
De la mentira – como régimen y justicia del horror – habla crudamente y con escalpelo en mano el maestro Piero Calamandrei. "En verdad – dice - el régimen fascista fue algo más profundo y complicado que una torva ilegalidad: Fue la simulación de la ilegalidad, el fraude, legalmente organizado, de la ilegalidad”.
“Bajo tal sistema – señala - las palabras de la ley no tienen más el significado registrado en el vocabulario, sino un significado diverso,... Hay un ordenamiento oficial, que se expresa en las leyes, y otro oficioso, que se concreta en la práctica política sistemáticamente contraria a las leyes… La mentira política, en suma, que sobreviene en todo régimen, como la corrupción o su degeneración, en el caso del fascismo se asume como instrumento normal y fisiológico de gobierno", concluye.
Durante la Alemania nazi, la personificación de ese horror de la in-Justicia es el juez Roland Freisler, Presidente del Tribunal Popular. Como juez, jurado y fiscal al mismo tiempo, sus juicios son farsas célebres, llenas de crueldad y cinismo. En 1943 dirige los juicios contra los jóvenes estudiantes de Münich, manifestantes de la organización la Rosa Blanca – suerte de Voluntad Popular – y condena a la guillotina, sin inmutarse, a los hermanos Sophie y Hans Scholl. Y en 1945 juzga al teniente Fabian von Schlabrendorff, por complotar contra el Führer, a quien le dice que “le mandaría directo al infierno”. Pero éste responde, “con gusto le permito ir adelante”.
Recordado por humillar de manera grosera a sus víctimas y hasta de quitarles los cinturones para que sus calzones caigan en estrados y los hagan motivo de burlas, sobre él se escriben páginas inenarrables y hasta se hacen películas de cine y televisión. La novela Every man dies alone, de Hans Fallada, y el libro Los juristas del horror, de Ingo Muller, traducido al español por Carlos Armando Figueredo, son dos ejemplos.
La historia de la Masacre de febrero de 2014 en Caracas, que concluye con muertos, heridos y torturados, víctimas de agentes del Estado regentado por Nicolás Maduro y Diosdado Cabello, es registrada en sus detalles con el instrumental del siglo XXI para que siga viva y no se desfigure por la venalidad. Llegará el tiempo del juicio verdadero. No es el actual.
Lo que acaba de ocurrir, la condena a 13 años de cárcel de otro inocente – Leopoldo López y antes de Iván Simonovis – por una juez del horror, instruida a fin de que oculte lo probado y lo reduzca a su efecto secundario o adjetivo, agravándolo, como los destrozos de las puertas del Ministerio Público, es, cabe decirlo, una burda repetición entre nosotros de la Berlín del juez Freisler. No exagero. Es tenue e irrelevante, en tal orden, lo que dicen la ONU y la OEA sobre la falta de independencia judicial en Venezuela.
Rabia y dolor general concita el vejamen al que es sometido el símbolo de la democracia y el Estado de Derecho, Leopoldo. Ello es inevitable.  Mas, ha de transformarse en punto de ignición del incendio de libertad que, Dios mediante, ocurrirá el próximo 6 de diciembre y derribe las rejas de nuestros ergástulos.
Quizás como anunciación llega horas atrás y es desconocida por nuestra Justicia del horror la reivindicación internacional de RCTV, cuya señal apaga el mismo régimen para instalar su totalitarismo comunicacional goebbeliano.
No se olvide que un segundo crimen de lesa humanidad es ejecutado en vísperas de la condena que profiere en calidad de amanuense Susana Barreiros: la expulsión masiva de población civil dispuesta por la diarquía dictatorial en contra de los nacionales de Colombia, como suerte de Holocausto del siglo XXI y trastienda, revelando desesperación y agonía. También pesará y perseguirá a sus responsables y a esos jueces del horror, en lo particular los que lo autorizaran con sus firmas desde el Supremo Tribunal. No por azar, observa Tomás de Aquino, lo peor ocurre cuando los mejores se corrompen: Corruptio optimi pessima.  
Desde esta columna, así, vaya nuestra solidaridad con los hermanos expulsados hacia Colombia y los 98 presos políticos sufrientes de la mentira judicial, sus familias, esposas e hijos, en especial las de Leopoldo López, Antonio Ledezma, y Daniel Ceballos.


Asdrúbal Aguiar
Justicia del horror de Venezuela
Diario Las Américas. Miami, 12 de septiembre de 2015

Washington Post: La absurda sentencia un lider opositor venezolano

A menudo hemos escrito sobre juicios políticos sesgados que parecen ser cada vez más comunes como mecanismo de represión en países no democráticos, que intentan mantener una apariencia de respetabilidad internacional. En los últimos meses hemos visto a periodistas y a activistas políticos cínica e injustamente enviados a la cárcel en Azerbaiyán, Egipto, Rusia y otros países. Pero por su descaro, nada iguala lo que le ocurrió este jueves al líder opositor Leopoldo López quien fue condenado a casi 14 años de prisión.
López, de 44 años, es un motivo de esperanza para el futuro de Venezuela a pesar del desastroso colapso político y económico del país bajo el régimen fundado por Hugo Chávez. Un izquierdista moderado educado en Estados Unidos, el Sr. López favorece un cambio democrático pacífico; en sus llamados a protestas contra el gobierno el año pasado, llamó a sus seguidores a actuar sin violencia. No en vano, su popularidad en encuestas supera a la del actual presidente Nicolás Maduro, por más de 20 puntos.
El régimen respondió a los discursos del señor López arrestándolo en febrero de 2014, acusándolo de se el responsable de los enfrentamientos que se produjeron después de una manifestación a pesar de que no estaba presente cuando se produjeron. Para desestimar sus claros llamados a la no violencia, el gobierno afirmó que los tweets del Sr. López contenían “mensajes subliminales” que inspiraron los actos violentos. Si, en verdad.
Luego vino el juicio, que fue cerrado a los periodistas y observadores independientes. En 70 audiencias que se extiendieron por más de 600 horas, el gobierno presentó 108 testigos acusadores – ninguno de los cuales, de acuerdo con un comunicado de Human Rights Watch, presentó evidencia alguna que respaldara sus acusaciones. Luego el señor López sólo tuvo tres horas para su defensa. La juez rechazó 58 de los 60 testigos de la defensa, y los otros dos se negaron a testificar. Entonces ella (la juez) sentenció la pena máxima solicitada por la fiscalía.
Llamar a este caso “una completa parodia de la justicia“, como lo hizo Human Rights Watch, le da más crédito del que se merece. Fue nada más que un crudo espectáculo de propaganda y un dispositivo para encerrar  a un oponente que el  régimen teme inmensamente.

Washington Post
Editorial
La absurda sentencia un lider opositor venezolano
Washington Post. Washington, 11 de septiembre de 2015
(Versión El Nacional, Caracas)

José Domingo Blanco (Mingo): Pediatra sin bata… y sin vida

¡Huérfanos! No uno, ni dos; sino cientos de ellos. Porque, cuando el 19 de mayo de este año le arrebataron la vida al pediatra oncológico Jesús Gerardo Reyes Kattar, cientos de pacienticos con cáncer, atendidos por Jesús, perdieron también al padre putativo que batallaba junto con ellos para ganarle a la enfermedad. A Jesús lo mató un desalmado, porque no lo puedo tildar de otra manera. Un delincuente a quien la justicia solo consideró oportuno castigar con 10 años de prisión. Una condena ridícula que no compensará jamás la enorme pérdida de la familia Reyes Kattar, ni la de centenares de niños y adolescentes con cáncer que ya no tendrán a su doctor al lado dándoles esperanzas.
El caso, como todos recordarán, causó consternación e incluso generó protestas de trabajadores, pacientes y médicos del hospital J. M. de los Ríos, quienes trancaron la calle exigiendo seguridad y justicia. Ese 19 de mayo, lo último que se supo del doctor Reyes Kattar –quien a finales de ese mismo mes cumpliría apenas 44 años– es que salió de su guardia nocturna del hospital oncológico Luis Razetti rumbo a su casa. Su hermana Mayiri, al ver que no respondía a sus llamadas, decide ir al día siguiente a su apartamento y lo encuentra maniatado y sin vida. Una escena desafortunada, dura, dolorosa e impactante que nadie debería presenciar jamás. Una escena final totalmente inmerecida y mucho menos para alguien dedicado a salvar vidas.
Mayiri lo describe como un hombre excepcional, buena gente, amigo de todo el mundo, abocado a su profesión; sin hijos propios, pero con cientos de ellos, porque sus pacientes no eran un simple número de historia: eran sus niños valientes. Su misión como pediatra oncológico fue mucho más allá del simple diagnóstico y aplicación del tratamiento: era un padre, un amigo y un confidente de esos “niños o adolescentes que están empezando la vida y padecen una enfermedad que los llena de miedo y dudas”, como él mismo escribió en una oportunidad para describir su experiencia. Un médico que no se ponía la bata porque decía que eso asustaba a los niñitos.
Por eso, la indignación de su hermana y de los médicos que trabajaron con él cuando conocieron la sentencia del tribunal. Es verdad que, a diferencia de otros casos, la justicia quizá actuó con cierta rapidez. Encontraron al responsable, Wilkerman Infante Carrillo, de 21 años –quien desde los 19 años había entrado a distintos recintos penitenciarios por robo y algunos hechos de sangre–. Wilkerman, el asesino, estará recluido durante una década en Yare III. Pero, para los deudos, para quienes aún lloran a “Chucho” y lamentan su trágica muerte, diez años de condena –en un país donde las cárceles son escuelas para aprender a delinquir aún más– no indemnizará nunca el homicidio de Jesús, cometido con saña por un joven que, al cumplir con su pena –si es que acaso no es liberado antes– saldrá de la cárcel con mucha juventud a cuesta y, probablemente, con más experiencia en la actividad que lo llevó tras las rejas. “En este país, los delincuentes se reproducen más rápido que la gente decente”, dice Mayiri, entre el dolor, las lágrimas y la rabia.
Una afirmación que refrendan la cirujana neonatal Tibisay Osorio y Yelitza Fernández, maestra hospitalaria del Instituto Oncológico Luis Razetti, quienes trabajaron con eldoctor Reyes Kattar, a quien describen como un hombre entregado a sus pacientes. “Muchas veces, con su dinero, organizaba excursiones y paseos para los niños: les regalaba la oportunidad de alejarse de los sinsabores propios de la enfermedad. Les regalaba felicidad. Los enseñaba a no sentir vergüenza por la pérdida del cabello, ni por usar el tapabocas”, recuerdan.
Morir a manos del hampa, en Venezuela, es una posibilidad cada vez más certera. Un giro infortunado del destino que sesga la vida de gente valiosa, con futuros prometedores. Por eso, Mayiri, Tibisay y Yelitza, a casi cuatro meses del asesinato de Jesús, no se resignan. Como tampoco se resignan las madres de los niños con cáncer que Jesús atendía. Porque su muerte, de una forma u otra, significó también la paralización o retroceso de los avances hacia la curación de sus hijos enfermos…
Apenas diez años privado de libertad estará el asesino del doctor Reyes Kattar, uno de los cuatro doctores más destacados en el área de oncología pediátrica del país. El mismo número de años que pasó el doctor Reyes velando por la vida de los niños en el J. M. de los Ríos... “Podría narrar muchas anécdotas que ilustran lo que significa trabajar con pacientes pediátricos oncológicos; pero sin vivir esa dolorosa experiencia no se podría comprender a cabalidad. Un niño o un adolescente con cáncer es un ser especial a quien la vida le ha puesto un reto muy difícil de superar. Y tener que compartir con ellos esa adversidad desde el principio, sus alegrías entremezcladas con enojo, dolor y tristeza durante el tratamiento, poniendo él y su familia toda su fe en uno como médico, confiando que todo saldrá bien, me ha impulsado a crecer como ser humano. Ser testigo de cómo ese niño o adolescente se desarrolla como persona y enfrenta el cáncer en una pelea que, en ocasiones, lo acerca a una muerte prematura, ha hecho que no solo como médico, sino como persona, comprenda y valore más los pequeños detalles de la vida; que admire y haga una reverencia ante esa madurez que adquieren en forma fortuita cada uno de estos pacientes”… Este era Jesús y a su asesino poco le importaron las muchas vidas que dependían de él.




José Domingo Blanco (Mingo)
Pediatra sin bata… y sin vida
El Nacional. Caracas, 12 de septiembre de 2015

Fausto Masó: La difícil alegría del 7 de diciembre

En la frontera hay un paro petrolero al revés, ahora es el gobierno el que quiere paralizar al país. Rara vez se ha visto un jefe de Estado tan empeñado en sembrar la ruina, como en el caso venezolano.
Maduro anda angustiado. ¿Seguirán financiándolo los chinos o, como Putin, le cerrarán la bolsa? A pesar del mal tiempo, Maduro sigue disfrazado de generoso y le regala millones a una islita. No ha entendido que lo están dejando solo, hasta Brasil apoya ahora a Guyana, nadie levanta la voz en su defensa con la excepción de Bolivia. Se habla de un default venezolano, una catástrofe para un país al que la comida llega del extranjero. Todo son malas noticias. El valor de las exportaciones de petróleo cayeron a su nivel más bajo desde 2004. Venezuela enfrenta hiperinflación. Maduro intenta llegar hasta el 6 de diciembre, aspira a sobrevivir porque no le encuentren sustituto.
Pdvsa carece de recursos económicos y humanos para aumentar la producción. Agencias internacionales bajan los bonos venezolanos a la categoría de bonos basura, a nadie convencemos con el cuento de que poseemos las reservas mayores del mundo: todos saben que no podemos extraer ni un barril; nuestro petróleo no es fácil de producir y necesitamos complejas refinerías. Pdvsa tiene grandes proyectos en la famosa faja asociada con Repsol, Chevron, Rosneft y, la empresa china CNPC, solo que ninguno avanza un centímetro. Tampoco producimos lo que Maduro dice, estamos lejos de los 3 millones de barriles y a Pdvsa le falta dinero para sus operaciones diarias. Se acumulan las deudas, los acreedores esperan por el 7 de diciembre.
Venezuela está perdiendo mercados tradicionales, sigue exportando a países amigos que no pagan, o pagan a pecios subsidiados. Arabia Saudita amenaza con quitarle el mercado chino e indio, y el costo de producción venezolano no cesa de aumentar.
Eulogio Del Pino quiere poner orden en Pdvsa, aumentar la producción y mejorar la relación con las empresas extranjeras. Maduro intenta mandar al demonio la herencia del presidente eterno. Del Pino quiere aumentar el número de taladros. No lo logra en la cantidad necesaria.
El día siguiente después del 6 de diciembre condiciona la política, la economía y hasta el sexo en Venezuela. Maduro quiere aprovechar los días que le quedan, teme que los chavistas en la Asamblea, junto con los diputados de oposición, le señalen la puerta de salida. Todo dependerá de la magnitud de la derrota, aunque algunos andan hablando de trampas que revertirían la votación. Se equivocan, es demasiado grande la diferencia. El 7 de diciembre los que siguen soportando largas colas para comprar un poco de arroz, o de harina PAN, si están disgustados con los resultados asaltarán los automercados. ¿Quién apoya a Maduro? Su familia, aunque ya en los ministerios no les gustan las visitas de Nicolasito.
Con Chávez vivíamos mejor. Avanzábamos hacia el desastre con mayor ruido. Con Maduro al país lo están olvidando, desaparece del escenario mundial. La Venezuela maduristsa es un cero a la izquierda.
No es pesimismo, sino reconocer que los jóvenes que buscan la salida por Maiquetía no están locos.
No hay mejor negocio que comprar desodorante, gasolina, papel, cualquier cosa y pasarlo a Colombia.
Santos espera pacientemente el desmoronamiento del chavismo. Tiene razón. Al resto nos queda tener paciencia o, mejor dicho, mirar el futuro con mucha impaciencia.
¡Cuándo llega el 7 de diciembre!, ¡por Dios!
El 7 de diciembre será un día alegre. ¿Qué viene después? Ni Belcebú lo sabe, pero por lo menos el 7 habrán pasado 24 horas después del 6. Es algo.

Fausto Masó
La difícil alegría del 7 de diciembre
El Nacional. Caracas, 12 de septiembre de 2015