domingo, 4 de octubre de 2015

Carlos Raúl Hernández: El inframundo: pasiones entre bobos y vampiros

La revolución bolivariana sella la fusión de dos visiones contrahechas de la realidad latinoamericana, que durante el siglo XX se mantuvieron separadas y cuyo matrimonio dio origen a esa laguna de oxidación que Hans Dieterich teorizó y bautizó como socialismo del siglo XXI. Estas dos pesadillas se integraron en una sola perspectiva letal, las ideas del marxismo leninismo y el populismo nacionalista, el populismo revolucionario. Entre las hilachas de pensamiento de los movimientos de Getulio Vargas en Brasil desde los 30 y Juan Domingo Perón en Argentina en los 50, por un lado y los grupos marxistas por otro, existió un abismo. Los primeros hasta mitad de siglo eran simples desórdenes autoritarios que perseguían torpemente mejorar con dádivas y reivindicaciones ilimitadas las condiciones de vida de los sectores populares, con lo que desmoronaban la producción.

Argentina estuvo hasta 1950 entre las tres primeras economías mundiales y desde Perón no sale de la sentina miserable. Los populistas mantenían la sociedad relativamente abierta pero generaban un caos por su incomprensión de las reglas básicas para que la sociedad satisfaga sus necesidades. Con un vago antiimperialismo que coexistía con la presencia de los capitales extranjeros y la propiedad privada, no creaban una dictadura del proletariado. No tenían eso que los seguidores de Lenin y Stalin denominaron un proyecto de sociedad. Eran folclóricos, malos administradores, autoritarios, improvisados y se preciaban de tener lo que Hegel llamó "el monopolio del corazón". Amaban a los pobres de la manera más nociva e idiota. Sus relaciones con los comunistas y derivados siempre fueron tensas, en primer lugar porque los populistas conquistaron rápidamente "las masas".

Fastidioso como un comunista preso

Los camaradas, enfrascados en problemáticas esotéricas, en difundir la producción de acero de la Unión Soviética, pretendían crear "partidos de cuadros", con conciencia de clase, al estilo bolchevique ("los mejores entre los mejores") mientras para los líderes populistas la noción de partido era vaga y difusa. Les interesaba "el movimiento" y eran caudillistas en tanto el iluminado no se sometía a disciplina de una organización, horma de su zapato. Los comunistas se comportaron fieramente en la lucha contra las dictaduras tradicionales y eran lo más fastidioso imaginable en las cárceles, porque llegaban a imponer cursos de formación política, lecturas aburridas y jornadas de adoctrinamiento a los demás presos. Publicaban heroicos periodiquitos sobre la URSS que nadie leía y que carecían del más elemental sexappeal para los trabajadores de los que se decían representantes.

Para colmo pretendían crear partidos obreros en países en los que no había casi obreros sino campesinos y sectores medios. Por eso la revolución fue imposible hasta 1959, cuando un carismático líder fascista, Fidel Castro, triunfó militarmente en una parada insólita y sin mucha política de por medio, Castro se hace un dictador comunista, totalitario, con un proyecto claro: destruir la sociedad existente y edificar su castillo de Drácula en la Transilvania del Caribe. Liquida la propiedad, la libertad de expresión, el derecho a pensar y crea un régimen totalitario unipersonal, como Stalin, Hitler y Mao. Se reserva el derecho a la vida y anula la vigencia de los Derechos Humanos. Rómulo Betancourt desarticuló y anuló esa monstruosa experiencia, derrotó la guerrilla latinoamericana y el espectro dejó de recorrer el continente.

Drácula ataca de nuevo

Pero en 1998 aparece un nuevo caudillo carismático en Venezuela, que cautiva a las elites y los sectores populares (Castro, aunque lo hizo después, no necesitó eso porque su triunfo fue militar) se apoya en las tradiciones nacionales, la música folclórica, el liquilique y la "defensa de la patria". Usa así los elementos exitosos de Perón, Vargas y varios otros, pero inicia el proceso la aplicación del proyecto castrista-marxista. Pero al haber triunfado por vía electoral, la consecución de ese objetivo estaba frenada por la existencia de un complejo institucional que no manejaba. La operación comenzó con la "asamblea constituyente" y a partir de ahí, paso a paso, y gracias a los cinco errores monumentales, descomunales, de la antipolítica, consolidó su poder en las condiciones del siglo XXI, sin paredones y con procesos electorales. El proceso funcionó mientras tuvo dinero para despilfarrar en su locura y comprar al electorado.

Solo que Venezuela no es una isla pequeña y desventurada en los sesenta. Si en Cuba no comían era culpa del "bloqueo imperialista a un país pobre y digno". Pero... ¿a qué bloqueo echar las culpas de la ruina de una nación que manejó la riqueza más fabulosa del continente en el siglo XXI, y que podría ser hoy día Dubai? Ya no existe la cortina de intelectuales, artistas y medios de comunicación globales que apañó a Castro, y todo se desmorona. El populismo revolucionario está al borde de destruir ese prodigio de la naturaleza y convertirlo en una nación fallida. Y lejos de las deposiciones ideológicas del supuesto teórico Dieterich, el comunismo como propósito de justicia siempre ha sido inviable porque es la sumatoria de estupideces y elucubraciones malignas que en todas partes han resultado un horror similar.



Carlos Raúl Hernández
El inframundo: pasiones entre bobos y vampiros
El Universal. Caracas, 4 de octubre de 2015

Marta Colomina: Adiós al chavismo por “desmadre” de Maduro

No solo las encuestas registran la debacle oficial que se traducirá en una gigantesca derrota electoral el 6-D; además las airadas protestas de todas las clases sociales haciendo colas cada vez más largas porque la escasez promedia 80%. Y ni siquiera por la indignación de los pobres ante una inflación desbocada que en agosto puso la canasta alimentaria en 50.625,52 bolívares (8.943,82 bolívares más cara que en julio), para cuya adquisición se requieren casi 7 salarios mínimos (6,8), y la lonchera escolar a 6.916 bolívares mensuales por niño, en vista de que el PAE (Plan de Alimentación Escolar) no funciona en la mayoría de las escuelas, así que miles de niños se quedan sin comer. La derrota de Maduro se mide, sobre todo, en el desinhibido y cada vez más intenso desencanto del debilitado chavismo que se expresa en foros tradicionalmente oficiales. Con el “desmadre” de Maduro, Aporrea ya no puede ser lo que era, y a los chavistas que no son “enchufados”, pero tienen ojos que ven y oídos que oyen, no les cuadra el Maduro al que acusan de destructor del “legado” de Chávez, de haber llevado el país a la ruina, y de viajar a cada rato al exterior, gastando millones de dólares en lujosos hoteles, con una nutrida delegación de parientes (la “primera combatiente” exhibió en el viaje a China una cartera Chanel de más de 5.000 dólares, y la canciller otra de precio similar), mientras el pueblo pasa hambre y algunos mueren porque no hay medicamentos. Por eso indigna el cinismo del vice Arreaza cuando asegura que “96% de los venezolanos comen por lo menos 3 veces al día”.
Con sugerencias y críticas que Maduro desoye, han ido separándose del régimen varios ex ministros otrora chavistas, “mareas socialistas”, y hasta el embajador en Cuba, muy de izquierda, Rodríguez Araque, ha cuestionado los desaguisados económicos de Nicolás. Esta semana dos articulistas de Aporrea, Roland Denis –teórico chavista de larga data– e Iván Martínez, escribieron artículos demoledores. En “Adiós al chavismo” Denis inicia así su relato: “Al paso por calles y campos (...) sin duda alguna se encontrará con caras malgastadas, frustradas, rabiosas, despidiéndose de una historia que al fin y al cabo es la de ellos (...) que se ha llamado chavismo (...) la historia que no se pudo. Prefiero decir un NO a seguir convalidando” lo que Denis define como “las presencias de certeros engañadores a la zaga de la riqueza pública concentrada en el BCV y Pdvsa (...)ese es el mensaje que se siente entre bastidores de miles y miles de gentes que aún hacen lo posible por darle algún sentido a alguna franela roja que le sobre en el armario (...) Curioso país (...) al mando de quienes jamás entendieron lo que es un paso a favor de la alegría colectiva, ni tampoco les interesó lo más mínimo. Cuando no hay visión de nación (...) es simplemente una guerra que se mueve entre discursivas grandiosas de heroísmos pasados y las ansias desesperadas de tomar el control de las rentas de riqueza que deja el subsuelo sortario, entonces pueden estar seguros de que la razón revolucionaria (...) rápidamente se esfuma, como ciertamente ha pasado”. Denis hace críticas severas a Diosdado Cabello y cuestiona el caudillismo de Chávez: “Si hay un legado realmente oscuro es el no haberse sacado de encima el caudillo que le obligaron a ser para convertirse en el dirigente con disposición a utilizar el mando de Estado en contra del sustrato gansteril que lo acompañó desde su fase conspirativa (...) Sigo sin entender –subraya Denis– por qué dejó intacto el sustrato gansteril (...) El chavismo no deja nada que suponga inteligencia, productividad, ciencia, organización colectiva, de lo cual podamos estar orgullosos (...) El adiós al chavismo es el adiós a un extraordinario sueño que se nos convirtió en pesadilla (...) Es inútil proponerle salidas cuando su esencia quedó totalmente ahogada en el fichaje gansteril que gobierna el gobierno, gobierna sus bases, gobierna el saqueo monumental que han generado”. Denis concluye: “Ya llegó su fin, ya llegó el adiós que millones le estamos dando”.
En su “Autocrítica ante el desmadre”, Iván Martínez abre diciendo: “La Revolución bolivariana cada día pierde efectividad y se nota, no precisamente por las encuestas opositoras, sino por la opinión del ciudadano de a pie, que lucha cada momento de su existencia por sobrevivir ante la vorágine del sistema anormal que padecemos”. De seguidas relata los desastres de cada despacho oficial: “El ministro de Tierras no explica por qué los campos están improductivos y por qué Agropatria (empresa del Estado) está totalmente quebrada (...), por qué Veniran no produce los 5.000 tractores al año que deberían estar transitando los fundos zamoranos”. Omite Martínez que los campos son hoy tierra arrasada por culpa de los “exprópiese” de Chávez, Maduro y Jaua; que Agropatria fue robada por el gobierno a los propietarios de la entonces próspera Agroisleña, que estaba surtida de todos los insumos agrícolas de los que hoy carece la arruinada Agropatria. Que los “fundos zamoranos, como las fincas productivas confiscadas, son hoy un peladero. Al ministro de Trasporte, Martínez le reclama que las “carreteras no sirven”. Reprocha al de Industrias que “las empresas del Estado están produciendo poco o nada”; al del Interior le exige calidad en las policías que “permita bajar la alta tasa delictiva que masacra a la sociedad” y cuestiona que “los privados de libertad salgan a la calle a seguir robando y masacrando”. Regaña al de Comercio por no haber sancionado a bachaqueros y buhoneros que trafican con los alimentos. Sobre la Caracas llena de basura dice: “Cónchale, entendemos que ese despacho se creó para boicotear a la Alcaldía Mayor, pero Ernesto Villegas y Jorge Rodríguez, (...) dedíquense a planificar la recolección de la basura”. Sus reclamos siguen contra Min Salud; Alimentación (“quien debería renunciar”) y otra larga lista. Concluye IM con esta posdata: “Soy chavista, bolivariano, revolucionario (...) pero no soy ciego, ni sordo, ni mudo”.
Siguiendo su cínico hábito de “consejos vendo y para mí no tengo”, Maduro pidió a la ONU “acabar con la pobreza y la miseria”. Y lo dice obviando que el chavismo dilapidó en corrupción, chatarra militar y regaladera exterior, más de 1 millón de millones de dólares de la bonanza petrolera, y hoy Venezuela está en la ruina y pasando hambre. Desenmascarado su propósito de que el cierre de la frontera persigue suspender las elecciones del 6-D, Maduro advirtió en la ONU que “el mundo debe estar atento a cualquier intento de violencia el 6-D”, mensaje entendido por la comunidad internacional y los impedidos observadores de la OEA y de la UE  que, de haberla, esa violencia partirá de Maduro y del sustrato gansteril” que lo sostiene en el poder.

Marta Colomina
Adiós al chavismo por “desmadre” de Maduro
El Nacional. Caracas, 4 de octubre de 2015