Un cuarto de siglo que, en cualquier otro país, hubiera
bastado y sobrado para corregir los desequilibrios detonantes de uno de los
desgarramientos más escandalosos de la vida contemporánea, como que, son
señales de hambre, abandono, desesperanza, ira y decisión de los desesperados
de procurarse comida en la forma que sea.
En la Venezuela de Maduro y del “Socialismo del Siglo XXI”,
sin embargo, no hay duda que se han agudizado, y dado que el colapso económico
es también el colapso del Estado, veremos el fin del ciclo del castrochavismo
transfigurado en una nueva guerra, la del exterminio de los saqueos y de los
“saqueadores y saqueadoras”, con sus imágenes aterradoras de colas infinitas,
rupturas de las mismas, tiros al aire de policías, guardias nacionales y
soldados y después a los cuerpos de quienes se atrevan a romper “el orden”, o
violar la sacrosanta propiedad del Estado.
Sin anunciarla, el presidente “de los anuncios”, Maduro, “la
anunció” en el desfile o parada con motivo del “78 Aniversario” de la Guardia
Nacional “Bolivariana” el martes pasado, en el paseo monumental de Los
Próceres, en Fuerte Tiuna, donde aulló ante 4400 efectivos, en zafarrancho de
combate, “que la hora de la Patria ha llegado, y hay que desalojar las calles
de alborotadores, conspiradores, contrabandistas, bachaqueros, saqueadores y
saqueadoras y de otros agentes de la contrarrevolución y el Imperio”.
Le contestó el generalete jefe de la parada, de cuyo nombre,
sinceramente, no me acuerdo, también en zafarrancho de combate, “carapintada”,
recitando unos versos cursilísimos al Comandante Eterno (la única nota cómica
del evento, aparte de un actor que se disfrazó del general, López Contreras), y
prometiendo lucha, heroísmo, y triunfos sin fin para que el sucesor siga
durmiendo como un niño.
En otras palabras, pensaba yo, que la escasez, el hambre, las
colas y los saqueos llegaron para quedarse, y también el empeño del gobierno de
negarlos, solaparlos y ocultarlos, a sangre y fuego si es necesario y, para
ello, el poco apresto operativo que le resta a la FAN no estará dirigido a los
saquedores del territorio Esequibo (gobierno guyanés, el Caricom, Exxon Móbil,
los chinos) sino a estos hambrientos venezolanos que no dudan en arriesgar sus
vidas por algo de leche, harina pan, carne, aceite o papel toalet.
“Lo sentimos” podrían gritarles Raúl Castro, Maduro,
Cabello, Padrino López y el generalete de cuyo nombre no me acuerdo) “pero en
el socialismo se pasa hambre en silencio, y, si es posible, contentos y
agradeciéndole al “Comandante Eterno”, y su sucesor, una muerte tan digna, pues
¿de qué manera más gloriosa se puede morir en una revolución sin gloria sino en
un gobierno donde la corrupción, la incompetencia y el utopismo dejaron en el
hueso a todo el mundo, menos a la élite revolucionaria”?.
De los fusilados por Stalin en los “Juicios de Moscú” del año
38 se cuenta que morían gritando: “!Viva Stalin!” y de aquel general, Arnaldo
Ochoa, condenado a muerte por los Castro en la purga de 1989, se le oyó decir
por televisión que sus últimas palabras serian: “Gracias Fidel”.
“Gracias Maduro” quiere el sucesor que repitan una y otra
vez las multitudes que se atropellan en colas por días y noches seguidas,
rezando unos, escaldados de calor otros, temblando de rabia los más, y
preguntándose ¿dónde fueron a parar los billones de dólares del ciclo alcista
de los precios del crudo, o los que llegaron con el petróleo a 100 dólares el
barril y llegan ahora a 50?.
Quizá no lo saben, pero parte fue a cuentas cifradas de la
Banca de Andorra, el HSBC, o la banca alemana o la portuguesa, a nombre de
revolucionarios como Diego Salazar, Alejandro Andrade, Marco Torres, y
Aguilera, perfectamente guardadas y rentabilizadas si no hubiera sido porque
autoridades financieras de Estados Unidos y de la UE descubrieron que estaban
integrados a la red mundial del dinero negro o lavado de dólares.
Quién sabe si para auxiliar a unas finanzas iraníes
golpeadas por el embargo de la ONU, o las rusas que temblaban por la caída de
los precios del crudo, o redes terroristas como las de Hizbolá o Hamas.
Y las incautaron, con algo así como 30, 40 o 50 mil millones
de dólares, y de ellos nunca hablaron el muy hablachento Maduro, y el más
hablachento Cabello, muy callados a la hora de noticiar, informar o explicar el
paradero de la más grande riqueza que ingresó al país en toda su historia.
Cómo tampoco se habla que tenemos más de 10 años financiando
la bancarrota de la inviable economía de la dictadura de los hermanos Castro, o
subsidiando la de los “hermanos” nicaragüenses, ecuatorianos, y bolivianos, o
traspasando recursos en petróleo barato para el Caricom. Centro América y el
Caribe, o en pingues negocios para los siempre hambrientos populistas
brasileños, uruguayos y argentinos.
Riqueza, enorme riqueza, de la cual queda un repele, pero
nada de gastarlo o invertirlo en comida y medicinas para un pueblo que se está
muriendo de hambre y enfermedades, sino para comprar armas, equipos
antimotines, toneladas de bombas lacrimógenas, máscaras antigás, tanques y
tanquetas para la nueva guerra que se avecina, la guerra contra “los saqueos y
los saqueadores y saqueadoras”.
Se cumple, entonces, la teoría de que el chavismo no es sino
el fin del ciclo del populismo petrolero transformado en petrosocialismo y para
confirmarlo no habría sino que fijarse en que cómo uno y otro proceso
comenzaron su final sacudidos por saqueos.
Ahora bien, en el fin del gobierno de Pérez se dio el
intento de recuperar la economía para adosarle a los saqueos algo así como un
“nunca más”, y para lograrlo, aparte del horrible expediente de la represión,
se diseñó un programa de reformar económicas que, vía un acuerdo con el FIM,
permitió en poco tiempo recuperar las reservas internacionales, bajar la
inflación, revaluar el bolívar, lograr un crecimiento del 7 por ciento, que, en
tiempo relativamente breve, ubicó otra vez a Venezuela entre las economías con
más futuro en la región y el mundo.
No es exactamente de lo quiere oír hablar “Maduro y sus
generales”, quienes, de los saqueos del “Caracazo” solo quieren quedarse con la
represión, con los cuerpos policiales, la GNB y el Ejército volcado a las
calles para custodiar las colas, vigilarlas y garantizar que los hambrientos no
van a desmandarse y lanzar el mensaje de que no nacieron para esclavos.
Que es como los quiere la dictadura de Maduro, Cabello y
Padrino López, en perfecto orden en las colas, en perfecto silencio en los
repartos y en perfecto silencio cuando se retiran a sus casas a planear como
harán mañana para sacarles algo a estos dadores de vida y de felicidad que los
quieren contentos mientras observan como suben de peso y visten y calzan de
acuerdo al último grito de la moda.
Modalidad, o consecuencia monstruosa del crepúsculo del
petropopulismo transformado en petrosocialismo que, en su nueva versión no
conoce límites y tal como Hitler no admitía otro final que no involucrara la
desaparición de Alemania y Fidel Castro le dijo a Jruschov durante la crisis de
los cohetes del 62 que había contemplado la destrucción de Cuba en caso que se
desatara una Tercera Guerra Mundial, Maduro, Cabello y Padrino López podrían
gritar ahora: “Patria, Petrosocialismo o Muerte”.
Manuel Malaver
Los saqueos y el fin del petrosocialismo chavista
Diario de Caracas. Caracas, 9 de agosto de 2015