Siempre se ha sabido que el actual régimen es militarista. Pero los recientes acontecimientos en torno al sector castrense deben hacernos reflexionar sobre el camino que ahora se toma.
Hubo un tiempo en que los propios oficiales exigieron al finado Hugo Chávez el respeto a los símbolos militares y la prohibición de que usara el uniforme en actos públicos. La decadencia se fue apoderando del país y el respeto a la institución armada se fue degradando aceleradamente. De un momento a otro, Chávez dejó de ser presidente para convertirse en comandante y luego exigir el trato de "Comandante en Jefe", las charreteras retornaron a su obeso cuerpo como máxima afrenta a aquellos quienes pretendieron mantener la neutralidad de la FAN, a la que se le exigió primero ser "socialista" y luego "chavista".
La lisonja se convirtió en la forma de legitimar un cuerpo que se corroía por el tráfico de drogas y armas, así como la corrupción pura y simple, esa del peaje, de la mordida. A la vez fueron invadiendo ministerios, gobernaciones, hicieron el salto al Poder Legislativo nacional hasta llegar a infiltrar el TSJ. Una fuerza armada independiente debía ser neutralizada corrompiéndola, otorgándole cargos y prebendas, creando una milicia armada de 100.000 hombres que fuera independiente de la estructura constitucional y utilizada como guardia pretoriana.
Hoy ese militarismo "chavista-socialista" se impone sin pudor. En lugar de ser los aduladores de antes, son ahora un verdadero ejército de insaciables a quienes se les dan premios de periodismo por liderar la más cruel represión de la historia, se les inventa una estación de TV, se les regala un banco o se nombra a uno de sus oficiales como presidente del Banco Central de Venezuela.
No conformes con eso, el TSJ legaliza la creación de un partido militar, contraviniendo la prohibición constitucional de actuar al servicio "de persona o parcialidad política alguna" y de "participar en actos de propaganda, militancia o proselitismo político". Aunque no se trata de nada nuevo, el aval del impúdico Poder Judicial pretende seguir socavando la institucionalidad democrática.
El giro castrense y castrista (está en Cuba el origen de esta maniobra) es más que evidente, pero ello también debe leerse como un gran miedo, no sólo a sectores institucionales que todavía pudieran prevalecer dentro de la propia fuerza armada sino, mucho más importante aún, a una sociedad civil cada vez más inconforme con el mal manejo del Estado, más consciente de su rol en la historia y decididamente dispuesta a hacer respetar sus derechos y recobrar la democracia.
@carrillomarcos
Marcos Carrillo
El partido militar
El Universal. Caracas, 4 de julio de 2014