sábado, 28 de junio de 2014

Fausto Masó: Chavismo sin socialismo

El default de la deuda externa, o llegar a un acuerdo con el FMI, ese es el dilema que enfrenta Nicolás Maduro, contar con dólares para importar lo que sea necesario o pagar puntualmente la deuda financiera. Pudiera también llegar a un acuerdo con FMI, lo cual sería enterrar el legado del comandante eterno. Las cosas no se arreglarán solitas, como parece confiar. O le paga a los tenedores de bonos en la fecha exacta del vencimiento, o no les paga y declara de un default para tener dinero con que pagar medicinas contra el cáncer, las baterías, las piezas para automóviles, la  comida. Hasta ahora ha rechazado la opción de no pagar la deuda externa, lo que lanzaría el país al caos y se parecería a la Cuba de los fusilamientos, la de 1959, no a la de ahora que les da todas las garantías a los inversionistas extranjeros.
Maduro quiere seguir en la cuerda floja, no declararse por un camino o por el otro, no invitar a los representantes del FMI para que le financie el  paso hacía una economía abierta, porque sabe que en ese caso duraría menos en el poder que Pérez II. Maduro no tiene madera de Pinochet, pero tampoco de Fidel Castro.
Maduro le aplica un default a las líneas aéreas y dicen, dicen repito, que ha disminuido los aportes a Petro Caribe. Por ahora, en vez de soluciones recibe cartas de Giordani y Navarro, porque en el PSUV hay una oposición feroz a un giro a la derecha, los chavistas duros no son precisamente neoliberales. Vaya usted a comprar un simple plátano para que compruebe como ha aumentado de precio 100% en unas semanas. En Los Palos Grades se vendía uno por 10 bolívares, hoy se pagan en Santa Paula 20 por un mísero plátano. El FMI exigiría devolverle las fincas de plátano a sus antiguos dueños, por ejemplo. Esto es imposible.
¿Hasta cuándo Maduro nos mantendrá en esta encrucijada? El mayor tiempo posible. Solo algo juega a su favor: la oposición democrática no representa ningún peligro, la chavista, constituye su verdadera amenaza.
Las últimas declaraciones de Maduro rayan en lo patético. ¡Yo mando! El que manda no tiene necesidad de decirlo. ¡A mí me escogió Chávez!, no vivirá siempre de ese cuento. ¡Yo manejo la política industrial! Cierran las ensambladoras…. ¡El que me lleva la contraria, es un traidor!
Así no llegará lejos, porque dentro del oficialismo la gente piensa y busca una solución, solo que el verdadero problema es pagar la deuda en dólares, o comprar medicina, comida, trigo, leche, soya.
Mientras tanto los fondos de inversión hacen su agosto con los bonos. Los venden al alza, los compran a la baja. Basta que declaren que viene la unificación  cambiaria para que suban de precio. Se reúnen con Maduro, o con Ramírez que regresa de Londres contento. Ilusiones. Publican artículos en la prensa internacional, insinuando que el ajuste está a la vuelta de la esquina, suben los bonos y ganan los tenedores.
¿Escogió Chávez a Maduro por las razones equivocadas? Maduro no había participado en el debate nacional, no lo acusaban de corrupto, no era conflictivo con los otros chavistas y al recorrer el mundo junto a Chávez había desarrollado esa relación que surge en los grandes viajes; canciller de un país petrolero lo recibían con una deferencia especial, con una majestad cercana a la presidencial; se dice que era el candidato de Dilma, Correa, Cristina, Ortega. Chávez lo creyó el discípulo ideal, alguien que cuando fue presidente de la Asamblea lo había obedecido a ciegas. Ahora Maduro exclama que a él hay que respetarlo, que él toma las decisiones, cuando la verdadera tragedia es que no se atreve a cortar el nudo gordiano, decidirse por el FMI, o usar los dólares para pagar la deuda en importar, por ejemplo, medicinas.
Los chinos no nos regalarán 40.000 millones de dólares, los hermanos latinoamericanos no tienen donde caerse muertos, a pesar que sus reservas en divisas sean hasta 10 veces las de Venezuela. En realidad los adversarios chavistas de Maduro tampoco tienen una respuesta, apenas saben lo que quieren. Quizá con su obstinación provoquen que a mediano plazo conozcamos a un chavismo sin socialismo.
La única salida real para Maduro es un gobierno de unidad nacional con empresarios, miembros de la oposición, chavistas, militares. Pero que no sueñe, la misma oposición rechazaría este gobierno unitario, sin darse cuenta que al final quizá lleguen al poder otros chavistas radicales. Ingenuamente algunos creen que necesariamente el poder les caerá en sus manos si Maduro renuncia.



Fausto Masó
Chavismo sin socialismo
El Nacional. Caracas, 28 de junio de 2014