Normalización es continuismo
FERNANDO LUIS EGAÑA
El Nacional. Caracas, 20 de abril de 2014
Según voceros de la comisión de Unasur, ésta busca la "normalización" de la
situación política del país, lo que desde luego significa en la práctica que la
hegemonía impere sin mayores resistencias, o imponga su parecer sin mayores
conflictos. Eso que el canciller ecuatoriano y factótum de la comisión, Ricardo
Patiño, ha llamado el "normal funcionamiento" del estado de derecho y de la
institucionalidad...
Para lograr ese cometido se pretende que las reuniones miraflorinas o
ministeriales del diálogo sean el escenario principal para la dinámica
oposición-hegemonía, mientras que las protestas estudiantiles, vecinales,
socio-políticas, vayan disminuyendo en frecuencia e intensidad, hasta
confundirse con las expresiones puntuales de malestar o reclamo que, en tanto
fragmentadas y diversas, no suponen un riesgo para el continuismo
hegemónico.
Es decir, menos Gaby Arellano y más Edgar Zambrano, lo que sería un craso
error, porque el presente necesita mucho más del aguerrido movimiento
estudiantil que de los políticos de cabildeo. Todos son importantes, sin duda,
pero la prioridad debería estar en fortalecer la presión popular y no en
soslayarla. Lo dijo con acierto Julio Borges: no es diálogo o protesta sino
diálogo y protesta.
Y para que sea así, de verdad, del dicho se pasa al hecho. Esperemos que ello
ocurra. Esperemos que la plataforma unitaria se entrelace con los movimientos de
calle de todo el país. Esperemos que en esta oportunidad la hegemonía no consiga
oxigenarse con el concurso de variados opositores formales.
Y es que la vigencia de la ruta política, constitucional y electoral para
superar al poder establecido, depende, en gran medida, de que exista presión
popular. Algunos piensan lo contrario: que las protestas introducen un elemento
de incertidumbre que pone en riesgo la ruta señalada. Pero se equivocan. Lo que
en Miraflores, La Habana y la comisión de Unasur denominan la "normalización",
es lo que aleja las posibilidades de una salida constitucional a la tragedia que
padece Venezuela.
Porque "normalización" es un eufemismo para el "continuismo". Y el conjunto
de los venezolanos sabe bien qué implica eso: más penuria económica, más
violencia criminal, más abuso de poder, más represión, más dificultades de todo
tipo para la vida diaria de las personas, las familias y las comunidades. Y todo
ello dentro de una "jaula institucional" que Maduro y compañía denominan
"democracia revolucionaria".
La protesta justa y legítima, que surge de esas realidades, no debe ser
puesta de lado por una mesa de diálogo. El oficialismo, desde luego, quiere
hacerlo y por ello es que la oposición no debe permitirlo. Más grave sería que
el debilitamiento de las protestas, también estuviera en los planes de elementos
opositores, tanto por razones de competencia o mezquindad política como por
motivaciones de índole burocrática.
El próximo desarrollo de los acontecimientos dirá si las prevenciones al
respecto tienen o no asidero. En todo caso, la experiencia ha demostrado que la
presión de la protesta es indispensable para que cuajen las posibilidades de un
cambio sustancial. Y no hacía terrenos inexplorados o saltos en el vacío, sino
hacía la vigencia efectiva de una democracia constitucional.
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