La gravísima acusación contra la opositora venezolana María Corina Machado —conspirar para asesinar al presidente del país, Nicolás Maduro— no debería ser interpretada como uno más de los excesos dialécticos al que recurre con frecuencia el régimen venezolano en contra los líderes políticos que le hacen frente.
El hecho de que sea la fiscalía la que ha dado luz verde a un proceso judicial que puede terminar con la condena de Machado a 16 años de cárcel confirma la peligrosa senda por la que transita el Gobierno de Maduro. No se trata solo de silenciar a la oposición, sino de amedrentarla mediante el encarcelamiento de sus líderes. Ya ha sucedido con Leopoldo López: bajo la acusación de instigar a la violencia en las masivas manifestaciones del pasado febrero contra el Gobierno, López está en prisión desde ese mes: La fiscalía pide para él 10 años de cárcel.
El proceso contra Machado es digno de la obra homónima de Kafka. La exdiputada fue acusada de conspiración en mayo, durante una reunión del llamado Alto Mando Político de la Revolución, por un alcalde chavista que exhibió como prueba unos correos electrónicos. Poco importa que la propia Google dijera que esos correos eran falsos: para las autoridades venezolanas constituyen una prueba sólida.
El acoso a Machado no es nuevo. En mayo de 2013 fue golpeada en el interior de la Asamblea por diputados oficialistas, sufriendo la rotura de la nariz. Casi un año después, fue despojada de su acta de diputada por decisión del número dos del régimen y presidente de la Cámara, Diosdado Cabello. Y desde junio tiene prohibido salir del país.
Maduro insiste en sus discursos en la existencia de amenazas externas e internas contra su Gobierno y su persona. Lo único cierto es que aquellos cuya integridad corre serio riesgo en Venezuela son los líderes de la oposición.
Diario El País
Editorial: Acoso chavista
El País. Madrid, 6 de diciembre de 2014