El 27 de noviembre se realizó en Caracas el Congreso Federal de Un Nuevo Tiempo. Es una extraordinaria noticia que los partidos políticos se organicen, legitimen sus instituciones, elijan autoridades, y un síntoma de que el futuro será, como en las democracias fundamentales, el cambio y la renovación institucional, conjugados con las tradiciones políticas fundamentales. La democracia y la esperanza tienen mucho que agradecer a los que luchan por mantener organizaciones en la tormenta del caudillismo, la autocracia y la inconsciencia de algunos. En 2006 Manuel Rosales asumió la candidatura presidencial cuando la oposición democrática vivía su peor momento producto de las consecutivas y alocadas operaciones del antipartidismo. Derrota en derrota hasta la extinción era la ruta trazada por los "gerentes" metidos a líderes hasta esa fecha.
Con coraje, Rosales aseguró el Zulia y desafió al mandamás todopoderoso, hizo de tripas corazón, se impuso contra el abstencionismo e inició esta secuencia que pone nervioso al régimen: la vía pacífica, democrática, electoral y constitucional, sin fast track. 38% de votos en 2006, triunfo en el referéndum de 2007, reconquista de gobernaciones y la Alcaldía Metropolitana en 2008, victoria en las parlamentarias de 2010 y 49.3% del voto presidencial en 2013, cuando se alcanzó la mitad del país. Gracias a esa decisión de Rosales, la disidencia salió de las catacumbas donde la pusieron pasantes de líderes fuera-de-horas-de-oficina. Ahora no la dirigen diletantes de fin de semana, ni de las redes, sino hombres y mujeres dedicados día y noche a construir una alternativa, sin siestas, fiestas, ni feriados.
La democracia es social
Miguel de Unamuno decía que donde no hay mujeres no hay decencia. Igual donde no hay partidos no hay sensatez. El partido político moderno se creó para controlar los iluminati, sus clientelas y entornos, y sin ellos que den la cara, no habrá estabilidad para una alternativa. El antipartidismo es, entre otras cosas, un recurso inculto de caudillos vocacionales para hacer lo que les da la gana sin que les lleven la contraria. UNT se propone encarnar algo inobjetable en el país y en el mundo: la democracia social, que deja atrás un cementerio de vejestorios ideológicos, como las oposiciones imaginarias capitalismo vs. comunismo, reformismo vs. revolución, libertad vs. justicia y demás tonterías criminales nacidas del marxismo. Nadie está en desacuerdo: la democracia del siglo XXI es y tiene que ser social.
Le corresponde a los partidos democráticos seducir las bases populares de la revolución y devolverlas a la democracia. Algunos sectores identifican lo social con populismo, demagogia, estatismo, confiscaciones, "antiimperialismo", violencia, improductividad, control de cambios y precios, miseria. Y tienen razón. Ese mix condujo al continente por varias décadas trágicas. Social se hizo una palabra tóxica y sus reclamos olían a Perón, Castro, Velasco, Ortega, Torres, Torrijos y toda clase de criminales e inútiles. A partir de los 80 se produjo una renovación. Felipe González, Clinton y Blair, Mitterrand, Cardoso y Lula, Fernández, CAP, Sánchez de Losada, la primera Bachelet, hasta llegar a Torrijos (hijo) y el segundo Alan García, aggiornaron el significado de lo social.
El fracaso del centro
Gracias a ellos ahora sus componentes inseparables son democracia representativa, globalización, superación efectiva de la pobreza con joint venture entre el Estado, inversión privada y estímulo a la propiedad, descentralización, cambio tecnológico y reforma educativa. Romper con viejos mitos del Welfare State hizo a Clinton el mejor presidente de EEUU en el siglo XX. Colocó su país (ya Reagan había dado el empuje inicial) a la cabeza del mundo. Durante su gestión se crearon 20 millones de empleos y nace la Sociedad de la Información. González hizo el equivalente, e incorpora España a Europa. Esa renovación conceptual de la democracia social la frenaron los traspiés de Zapatero, Papandreu, Soares, Hollande, Obama y los dinosaurios de Venezuela, Argentina, y ahora Podemos en España. Sus lamentables gobiernos convirtieron el mundo en un enredo.
El Centro Europeo, la Socialdemocracia y la Democracia Cristiana fracasaron a comienzos del siglo XXI igual que Sarkozy, y triunfó Merkel. Por eso las grandes referencias pasaron ahora a Latinoamérica: Brasil, Chile, Uruguay, Colombia, Perú, demostraron que ser de izquierda no significa automáticamente ser tarado, pese a los esfuerzos en contrario. Al equipo integrado por Enrique Márquez, Luis Emilio Rondón, Luis M. Sculpi, Delsa Solórzano, Verónica Barboza, y Eveling de Rosales en Zulia -ellas, tres rosas de hierro en esta larga lucha- con la asesoría apertrechada de Omar Barboza, les aguarda una áspera tarea. Por un lado, defender la Unidad, porque derrotar la autocracia será una hazaña solo posible con ellas. Por otro, asegurar que el fin de la crisis sea por medio del diálogo y la unidad nacional, porque hay grupos de poder fácticos que invocan la fuerza, con el alocado fin de impedir las elecciones parlamentarias y ser ellos la alternativa, no los partidos democráticos. Prefieren militares que políticos.
Carlos Raúl Hernández
Vendrá un nuevo tiempo
El Universal. Caracas, 7 de diciembre de 2014