Pasar unos días vacacionando en Venezuela es hacer turismo de aventura. Decidí junto a mi esposo salir cinco días de Caracas, luego que el régimen me cercenara mi derecho "sagrado" al trabajo como reza la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Carta Magna que sólo sirve para leerla porque ni se aplica ni se cumple.
Lo primero fue buscar pasajes en un ferry luego de averiguar telefónicamente que un carrito en alquiler en Margarita cuesta 3.000 bolívares diarios, es decir tres millones de los de antes... ¡ah! pero no hay. Lo lamentable es que pasajes por mar no pudimos encontrar porque los turistas -al igual que nosotros- pensaron que ahorrarse miles de bolívares en vehículo es lo ideal.
Un amigo de la isla nos ofreció prestarnos su vehículo, ya que él estaría por otros lares. Agradecidos por la oferta y el ahorro, buscamos entonces pasajes aéreos. Conviasa quedó eliminada entre las opciones, ya que a mí me está negado utilizar esa línea aérea perteneciente al Estado del cual formo parte por haber nacido, crecido, trabajado y multiplicado en esta tierra. Pero por ser periodista independiente y crítica, no sumisa ni enchufada, no me está permitido el traslado en sus aeronaves.
Luego de mucho llamar, buscar en internet y contactar a un par de amigos de agencias de viajes, conseguimos un vuelo chárter, un poco más costoso de lo normal pero, con el carrito prestado, la opción del chárter se hizo viable.
Hacer el chequeo en el aeropuerto fue como todo en revolución... una gigantesca cola. Luego de superada la primera, hicimos otra para entrar hacia la puerta de embarque. Tres horas teníamos por delante así que decidimos comer algo. Un sándwich de algún tipo de queso desconocido, sin jamón ni salsas, "ud sabe doñita, la escasez".
Las tres horas se convirtieron en cinco, ni tanto ¿verdad? ya que conversamos con quienes tenían hasta 12 horas esperando un vuelo. Y es que en esa andamos, pensando "no me fue tan mal, podría ser peor".
Llegamos al aeropuerto de Margarita en 37 minutos de vuelo, pero esperamos una hora a que salieran las maletas. Los pasajeros, nosotros incluidos, comenzaron a protestar, aplaudir, gritar y enojarse... nadie explica, los funcionarios brillan por su ausencia, sólo un vigilante nos pidió a todos que tuviéremos PACIENCIA. Lo increíble del asunto es que no había ningún otro vuelo, ¿a qué se debía el retraso en la entrega del equipaje? No hubo respuesta.
Margarita, sus playas, su clima y su gente son sin duda espectacular. Hasta ahí.
Luego de recoger el carrito nos paramos en un abasto a comprar agua y algo para los desayunos, porque afortunadamente llegamos a un apartamento familiar con cocina. Pues bien, el costo de lo que pudimos conseguir (pan, queso, una docena de huevos, dos tomates, un jugo de naranja, una pasta de dientes, un jabón de baño, un refresco, unas galletas saladas, dos laticas de atún de marca desconocida, tres limones, una mano de cambur, un cuarto de kilo de café horrible), totalizaron un sueldo mínimo.
El almuerzo siempre el mismo... empanadas de cazón... 50 bolívares por unidad, es decir, 50.000 de los viejos... sin refresco ni agua... porque en la isla no hay.
Pasear por los centros comerciales de Margarita es ver en vivo y directo la destrucción de nuestra economía, tiendas cerradas unas, otras quebradas y otras con pocos artículos. Una camiseta no baja de 3.000 al igual que un par de zapatos "Made en China". Sentarse a saborear un asopado de pescado para dos personas, un quesillo y dos jugos le puede costar 2.000 mil bolívares... ¿Cómo hace una familia de cinco personas? ¿Cuánto gasta diariamente si llega a un hotel donde tiene que pagar alojamiento, comidas y traslados? ¿Esto es turismo chévere?
La Margarita nocturna es cosa del pasado. Ahora la gente se recoge tempranito, los señores que tienen sus locales en las orillas de la playas recomiendan que salgamos de ellas antes de las cinco de la tarde ya que los amigos de lo ajeno trabajan a partir de esa hora generalmente y hacen su agosto pidiendo al turista "que les colaboren entregando sus pertenencias, celulares, carteras, cámaras, etc.".
Por cierto, otra de las circunstancias por las que hay que abandonar las playas, es gracias al racionamiento de agua. El líquido circula por las tuberías de 7 a 8 pm y si llega tarde, le tocará dormir con el salitre en el cuerpo.
Como el resto del país, la oscuridad caída la tarde, es intensa. El alumbrado público apagado, las calles parecen boca de lobo y esa alegría reinante en otros tiempos ha desaparecido. Miedo es lo que se siente, con miedo vive el margariteño, miedo se respira, nos dormimos con calor, porque los cortes o racionamientos de luz son constantes y así esperamos el amanecer para correr a el mar, a las playas de la Perla del Caribe que espera como el resto de nuestra geografía, mejores tiempos, rescate de la democracia y las libertades para poder progresar.
Nitu Pérez Osuna
En Margarita ¡Turismo chévere no hay!
Diario Las Américas. Miami, 17 de septiembre de 2014