Deseos no preñan. Por ahora, y por un buen tiempo, no hay ni transición ni apertura económica, pero sí muchas declaraciones oficiales que sugieran lo contrario. Puro aguaje, hasta que esto reviente y entonces surgirá la verdadera oposición, la chavista. Maduro no tiene capacidad de dar un paso hacia delante, hacia la izquierda o hacia la derecha, solo de hablar, anunciar.
Hasta que enfermó nada parecía impedir que Chávez gobernara largo tiempo, ni siquiera una crisis económica, había sobrevivido a varias devaluaciones. Ahora el gobierno vive una crisis permanente, semejante a otro cáncer terminal que se alarga y se alarga. Se proclama socialista pero el debate gira sobre la forma de realizar un ajuste económico, un tema capitalista, habla de Fidel Castro y se refiere al FMI al mismo tiempo. Maduro representa un gobierno frágil pero sin ninguna intención de abandonar el poder ni de modificar el sistema económico. Necesita dinero y, al estilo tradicional, devalúa el bolívar, paso a paso por temor a la reacción popular. No estamos cercanos a ningún ajuste ni a una disminución de la presencia abrumadora del Estado. Al pasar productos a la tasa Sicad II, Pdvsa obtiene una cantidad enorme de bolívares, lo que, sin embargo, no le alcanzará porque nos aproximamos a aumentos de sueldos en las empresas estatizadas y en el propio gobierno. Según la prensa, 56% de los créditos adicionales sirven para pagos laborales, porque los recursos calculados en el presupuesto no alcanzan. ¿De dónde sacar dinero? De la devaluación, porque la actividad privada continúa decayendo, no se reactivan la agricultura ni la industria, a la primera le faltan semillas, abonos, créditos, mientras que la segunda necesita dólares.
El gobierno avanza por un callejón sin salida: su búsqueda de recursos adicionales requiere una mayor devaluación, es decir, una mayor inflación, a la vez que la falta de dólares provoca una escasez sin control.
En realidad, y como siempre, solo un aumento brusco del precio del petróleo aliviaría la situación de Maduro y a largo plazo un aumento de la producción petrolera, porque el gobierno no cambiará su modelo económico, más allá de declaraciones para engañar bobos, como las que insisten en un cambio único para dar la ilusión de una posible apertura económica, lo que solo sirve para ocultar otra devaluación, lo que obliga a un deterioro creciente del nivel de vida de los venezolanos. No tiene forma de evitarlo, y hasta un cambio del sistema económico, una apertura a una economía de mercado, solo daría resultados a mediano plazo.
De cierta forma, Cuba y Venezuela enfrentan las mismas decisiones. Con la ventaja de Raúl Castro de gobernar en una dictadura abierta y represiva, y poder graduar a su conveniencia su apertura, hacerla a paso de tortuga. Este no es el caso de Nicolás Maduro, solo le queda aumentar la represión, disminuir la libertad de prensa, ya lo está haciendo, pero le toca enfrentar unas elecciones parlamentarias donde sufrirá una derrota.
Después de que el gobierno ganó las elecciones de diciembre pasado con el Dakazo, a las pocas semanas un sector de la oposición pidió la renuncia de Maduro y el cambio de modelo económico; solo lograron dividir a la oposición y fortalecer a Maduro, que ahora es cuando enfrenta una crisis terminal, no en febrero pasado.
¿Se acercan tiempos borrascosos? No, la tarea de la oposición es luchar por la unidad con la intención de destrozar un grupo a otro; no estarán contentos hasta destruir a la MUD. ¿Para qué? Para crear otra MUD, claro, con otro nombre.
No hay unidad sin disciplina y sin una línea de conducta clara. Quizá hasta se sienten en la misma mesa, por lo menos las conversaciones no cesan porque nadie es capaz de oponerse a la unidad, la que surgirá cuando haya un líder que se imponga, alguien como fue Chávez en 1998. Tampoco hay un programa común semejante al que unificaba la socialdemocracia medio siglo atrás, solo todos coinciden en querer desaparecer a Maduro por arte de magia.
Hasta que enfermó nada parecía impedir que Chávez gobernara largo tiempo, ni siquiera una crisis económica, había sobrevivido a varias devaluaciones. Ahora el gobierno vive una crisis permanente, semejante a otro cáncer terminal que se alarga y se alarga. Se proclama socialista pero el debate gira sobre la forma de realizar un ajuste económico, un tema capitalista, habla de Fidel Castro y se refiere al FMI al mismo tiempo. Maduro representa un gobierno frágil pero sin ninguna intención de abandonar el poder ni de modificar el sistema económico. Necesita dinero y, al estilo tradicional, devalúa el bolívar, paso a paso por temor a la reacción popular. No estamos cercanos a ningún ajuste ni a una disminución de la presencia abrumadora del Estado. Al pasar productos a la tasa Sicad II, Pdvsa obtiene una cantidad enorme de bolívares, lo que, sin embargo, no le alcanzará porque nos aproximamos a aumentos de sueldos en las empresas estatizadas y en el propio gobierno. Según la prensa, 56% de los créditos adicionales sirven para pagos laborales, porque los recursos calculados en el presupuesto no alcanzan. ¿De dónde sacar dinero? De la devaluación, porque la actividad privada continúa decayendo, no se reactivan la agricultura ni la industria, a la primera le faltan semillas, abonos, créditos, mientras que la segunda necesita dólares.
El gobierno avanza por un callejón sin salida: su búsqueda de recursos adicionales requiere una mayor devaluación, es decir, una mayor inflación, a la vez que la falta de dólares provoca una escasez sin control.
En realidad, y como siempre, solo un aumento brusco del precio del petróleo aliviaría la situación de Maduro y a largo plazo un aumento de la producción petrolera, porque el gobierno no cambiará su modelo económico, más allá de declaraciones para engañar bobos, como las que insisten en un cambio único para dar la ilusión de una posible apertura económica, lo que solo sirve para ocultar otra devaluación, lo que obliga a un deterioro creciente del nivel de vida de los venezolanos. No tiene forma de evitarlo, y hasta un cambio del sistema económico, una apertura a una economía de mercado, solo daría resultados a mediano plazo.
De cierta forma, Cuba y Venezuela enfrentan las mismas decisiones. Con la ventaja de Raúl Castro de gobernar en una dictadura abierta y represiva, y poder graduar a su conveniencia su apertura, hacerla a paso de tortuga. Este no es el caso de Nicolás Maduro, solo le queda aumentar la represión, disminuir la libertad de prensa, ya lo está haciendo, pero le toca enfrentar unas elecciones parlamentarias donde sufrirá una derrota.
Después de que el gobierno ganó las elecciones de diciembre pasado con el Dakazo, a las pocas semanas un sector de la oposición pidió la renuncia de Maduro y el cambio de modelo económico; solo lograron dividir a la oposición y fortalecer a Maduro, que ahora es cuando enfrenta una crisis terminal, no en febrero pasado.
¿Se acercan tiempos borrascosos? No, la tarea de la oposición es luchar por la unidad con la intención de destrozar un grupo a otro; no estarán contentos hasta destruir a la MUD. ¿Para qué? Para crear otra MUD, claro, con otro nombre.
No hay unidad sin disciplina y sin una línea de conducta clara. Quizá hasta se sienten en la misma mesa, por lo menos las conversaciones no cesan porque nadie es capaz de oponerse a la unidad, la que surgirá cuando haya un líder que se imponga, alguien como fue Chávez en 1998. Tampoco hay un programa común semejante al que unificaba la socialdemocracia medio siglo atrás, solo todos coinciden en querer desaparecer a Maduro por arte de magia.
@faustomaso
Fausto Masó
¿Transición a la vista?
El Nacional. Caracas, 12 de julio de 2014