No importa hasta donde pueda llegar el coraje de la Administración Obama en su intento por sancionar a un grupo de funcionarios del gobierno de Maduro acusados de violar los derechos humanos… Lo trascendente es que ya están ahí… En la ominosa lista de forajidos que más temprano que tarde tendrán que dar cuenta de sus crímenes en tribunales nacionales e internacionales.
Identificados, clasificados, numerados, codificados, buscados, porque, por más que las burocracias estatales globales se esmeren en proteger y garantizar la inmunidad de los suyos, siempre habrá poderes independientes, ONG e instituciones de la sociedad civil tras la caza de estos asesinos a quienes les resbalan más cada día los disfraces para camuflarse.
Condenados a vivir en la cárcel de sus propios países, o de naciones “amigas y aliadas”, siempre escasas, siempre caras, que en el retroceso al pasado, a la quiebra económica y moral, ofrecen poco atractivo para disfrutar y despilfarrar lo robado, lo saqueado.
En el caso de los SANCIONADOS del madurismo, ya existe, aparte de la ominosa lista, evidencia abrumadora de cómo ordenaron, o ejecutaron personalmente operaciones donde estudiantes y ciudadanos fueron ultimados de tiros en la cabeza, gaseados para que perdieran el conocimiento y murieran pisoteados en los tumultos, o heridos con perdigones en el rostro que los dejaran desfigurados por vida.
Sí, hay centenares, miles de videos, películas, fotografías, grabaciones en las cuales, generales, coroneles, tenientes coroneles o tenientes se ponen al mando, o son comandados por civiles armados, bandas de paramilitares, a cuyo frente hacen razias en plazas, calles, avenidas, apartamentos o urbanizaciones cuyos habitantes son llevados a calabozos sin explicarse exactamente lo que pasa.
Testimonios de calidad excepcional realizado por testigos que, vía celular, tabletas, cámaras digitales, o cualquier otra herramienta simulable, colocaron en las redes “para el mundo”, la primera ola represiva “en vivo” de una revolución, del salvajismo de que es capaz una élite de fanáticos cuando, aparte de corruptos, piensan que son esclavos de la historia.
“En la revolución la represión no será televisada” es la consigna y la cumplieron cabalmente los dueños de la televisión llamada “privada” que, en Venezuela, es, feroz e indisolublemente, parte del sistema, mejor dicho: es el sistema mismo.
En ese silencio, surgieron las torturas, porque los detenidos debían confesar que eran parte de conspiraciones, o de atentados, o de golpes de estado contra Maduro, pues de algo debían colgarse los esbirros para que los jueces de Luisa Ortega Díaz, la Fiscal y de Gladys Gutiérrez, la presidenta del TSJ, procedieran a enjuiciarlos y condenarlos por el delito de vivir en el lugar donde se llevaba a cabo la represión.
Que también podía transformarse en un negocio, en un buen negocio para los represores, y así, no más los detenidos pasaban el umbral de los sitios de reclusión, sus padres o representantes eran contactados por agentes que les ofrecían “la libertad” de los “alzaos” a cambio de una “buena paga”.
Una aterradora muestra de la “Guerra Asimétrica”, que se presta idealmente para que al enemigo se le castigue con todo y por todo, sin reglas, normas, códigos, ni nada parecido, sino con todo el instrumental para que aprenda que desafiar al “Gran Poder”, al “Big Brother”, tiene un costo alto, altísimo, y solo le resta quedarse en casa o mudarse de país.
Por eso, en las pandillas armadas, todos los que apoyan el orden son bienvenidos, todos los que se atrevan a matar, torturar, atropellar, militares de escuela, civiles con cualquier prontuario en el cual conste que por atracos, secuestros o arrebatones mataron sin piedad, o simples piezas o gatillos de los partidos de la ideología gobernante, modelados en la práctica de que la revolución se defiende a cualquier precio.
“Guerra, la Asimétrica”, que no teme la división de los países en disímiles y minúsculas partes, siempre y cuando en una de ellas, esté el tótem, caudillo, padre y redentor, con la corte que llama gobierno, que no es sino otra parafernalia para que estados iguales o parecidos consigan buenos mercados y a precios de remate.
Que ya la Venezuela de “Maduro y sus generales” ha recorrido un buen trecho en esta vía se revela, no solo con la intentona de reducir a sangre y fuego la justa protesta popular, sino también en la forma como ha llevado al foso la economía del país, desvalijándola de sus mecanismos productivos, y aun de los ingresos con los cuales importaba hasta lo mínimo para cubrir los déficits del inviable, inútil y menesteroso socialismo.
Hoy se sufre la crisis de la falta de alimentos, medicinas, insumos para la industria y los servicios que nos han transformado en una sociedad de buscadores de lo que haya para poder sobrevivir.
Es la consecuencia de la escasez de los dólares que siempre llegaron por las exportaciones de petróleo que se han estancado por la estabilidad de los precios, y porque PDVSA, que tendría reservas para enviar a los mercados crudos que compensen la caída de los precios, es una industria en franco deterioro, transformada, de la tercera empresa petrolera de la región, a una de categoría ambigua e inclasificable.
Somos, por todo ello, un país en un default “sucesivo y selectivo” pues día a día se agrupan en la taquilla de pago acreedores nacionales y extranjeros a los que, simplemente, no se le honran los compromisos, porque: “Dólares no hay”.
Pero pronto también escaseara el efectivo para pagar las nóminas de empleados públicos, de trabajadores de empresas del Estado, de la salud y de la educación que percibirán que sus salarios son apenas papeles que van a alimentar el incontrolable incendio de la inflación.
Hora, entonces, para que el país pase a ser un gran campamento, el reino de militares, paramilitares, milicianos, reservistas, colectivos, de hombres armados de todos los tipos, que saldrán día y noche a saquear y hacer acopio del fruto del trabajo de una sociedad que ya solo es una población esclava.
Para controlarla, los policías, los agentes del orden, los cuerpos especializados, las bandas de la delincuencia común o la delincuencia organizada, todos adheridos al engranaje para castigar el hablar, el gritar, el manifestar, el protestar, para que “Su Majestad, Nicolás I”, pueda dormir tranquilo.
Una apología del mundo tranquilo, ruinoso, destartalado, en venta, que los SANCIONADOS han elegido como su propia cárcel, pues asomar al exterior es correr siempre el riesgo de ir a dar cuentas de sus fechorías en la Haya o en el Tribunal de Roma.
La Corea del Norte, donde impera el último vástago de la dinastía fundada por Kim Il Sung, Kim Jong-un, y la Cuba en la cual los octogenarios hermanos Castro se preparan a fundar la propia, no son una fantasía, son una realidad y cuando respiramos la realidad venezolana de hoy, es imposible no pensar en ellas.
Lo cual no quiere decir que Venezuela está situada en Asia Oriental, ni viva en los años 60, los de la terrible “Guerra Fría”, sino en un continente y un tiempo donde la libertad se estableció para permanecer y no para perecer.
Los sancionados
Manuel Malaver
La Razón. Caracas, 1 de junio de 2014