La salud del Presidente. En cualquier parte del mundo el estado de salud de un mandatario es del interés colectivo, en todo caso, ni los Papas llegaron a ocultar sus dolencias; sólo en los Gobiernos dictatoriales el estado físico de los gobernantes constituye un misterio, aunque no son pocos los ejemplos de los mandatarios que estaban más allá del bien y el mal; pero, aún así la historia es irreversible; tenemos el caso de Fidel Castro, cuyo resbalón en un acto público hizo que el cubano descubriera que el barbudo no era infalible. El quebranto de un Presidente no es poca cosa. Nuestro Gobierno presume de democrático, entonces qué tiene de malo que el país sepa si el jefe de Estado estornuda. No quiero insinuar siquiera que la salud de Maduro sea endeble, pero, no olvidemos que Chávez sabiendo que no se encontraba en buenas condiciones (según Castro) guardó por diez años sus dolencias. ¿Pudo haberse curado? Quizás sí, pero, prefirió el sacrificio, probablemente bajo la falsa creencia de lo supra terrenal de un Presidente. Una vez, en una revelación que a los opositores les pareció escatológica, Chávez admitió que también los presidentes podían sufrir de cólicos y contó su desventura buscando un sitio donde poder dar rienda suelta a su intestino sin evacuarse en los pantalones; no obstante, a la hora de la chiquita, Chávez quiso pasar por superhombre y calló una dolencia más grave. Por eso, hoy vale la pena recordar que también los presidentes se enferman. No hay humanos eternos, inclusive, cuando pensamos que sus legados lo son, también erramos, porque hoy puede parecerlo, pero mañana puede estar cuestionado y dejar de tener vigencia. Si no lo advertimos así entonces no somos dialécticos. Todo cambia, todo se transforma. Todo está en movimiento. ¿Maduro está enfermo? Razones tiene para estarlo, salvo que sea un pata é rolo. Hay que pensarlo bien para estar en su pellejo. La preocupación debilita y en Venezuela hay cosas por las cuales intranquilizarse. Para colmo de males, rebasando el vaso tenemos esa vasta e impenetrable madeja que se teje a la sombra de la lucha por el poder. Es inquietante acostarse sin dejar de pensar (en el mejor de los casos) en que una tropera lo saque a uno de la cama y lo monte en un avión con destino desconocido. Sin duda que el mortificarse (según los médicos) conlleva a debilitar las defensas, de tal manera que un simple catarro puede convertirse en una riesgosa pulmonía. Si Maduro está enfermo, que el Gobierno diga cuál es su verdadero estado. Él no es Cipriano Castro (aunque sobra quien quiere serrucharle la silla), pero es mejor un reposo a tiempo; acá en Venezuela un jefe de Estado no suele tomar vacaciones, algo verdaderamente incomprensible. Antes, al menos en los feriados y asuetos largos, el Presidente se iba a Kanavayen (la Gran Sabana) o a La Guzmania si no quería estar muy lejos de Miraflores; hoy es costumbre ver al gobernante con grandes ojeras y el rostro sudoroso dando cuenta de noches de insomnio. Mientras, en la calle se piensa que si éste no duerme es porque trabaja. Como antítesis tenemos a Luis Herrera, cuyas siestas eran motivo de burla en el pueblo. Un hombre familiar y común mortal no es el estereotipo de presidente que esperamos los venezolanos, todo lo contrario, admiramos a aquel mandatario insomne y de amoríos agazapados. ¿Maduro está enfermo? Sí, probablemente resfriado.
Miguel Salazar
Salud en vilo?
Las verdades de Miguel. Caracas, 21 de junio de 2015