viernes, 17 de abril de 2015

Juan Carlos Monedero: Fantasmas de ayer y hoy en Venezuela

He conocido cinco momentos revolucionarios en mi vida. El de mis viejitos republicanos, la revolución cubana, la revolución de los claveles en Portugal, la revolución sandinista y la revolución bolivariana. Esta última es la que he hecho mía y con la que he echado mi suerte en los últimos cinco años. Quien habla no es una persona de fuera, sino una persona que habla desde dentro de un proceso con el que lleva mucho tiempo trabajando.

No nos vamos a detener en los logros de la revolución bolivariana ni en la importancia del liderazgo del presidente Chávez. Ambos aspectos son claros y están fuera de duda entre todos los presentes. Hace justo una semana pudimos salir a la opinión pública a repetir los avances enormes que ha logrado Venezuela en los últimos cinco años, a contarle a la derecha mundial que en Venezuela se está construyendo una alternativa, a defender el liderazgo del presidente Chávez como referente político del proceso bolivariano. Hoy estamos aquí convocados a otra cosa.
El pensamiento crítico es aquel que dice que lo que existe no agota las posibilidades de la existencia. Por eso siempre tiene que ir más allá de lo evidente.
Esta reunión tiene la ventaja de que no necesita demostrar lo que para nosotros es obvio: la Venezuela bolivariana ha devuelto la esperanza en la política a los desahuciados de la IV República, ha aproximado el sueño socialista a una encarnación práctica, que como práctica siempre estará por debajo de la potencia de los sueños, y demuestra su rumbo esperanzador por la fiereza y condición de sus enemigos.
Enemigos con muchos focos y medios pero sin ideas, como hemos podido ver recientemente en Venezuela en la reunión de la derecha extrema, reunida en Venezuela porque es aquí donde está irradiándose el cambio para todo el continente.
Es obligación de los intelectuales mirar las zonas no alumbradas, quitar velos, iluminar caminos prometedores y alertar sobre senderos improductivos o desaconsejables. A diferencia del intelectual complaciente, el trabajador crítico de las ideas, como dijo Aristóteles, quiere mucho a Platón pero quiere más a la verdad.
Por eso nunca es complaciente, siempre tiene un punto de molestia y vive siempre con una sensación de insatisfacción permanente.
Tres son las tareas de los intelectuales honrados:
  • En primer lugar, aportar como trabajadores de las ideas argumentos para mejorar la justicia y la libertad de los pueblos.
  • En segundo lugar, hacer de contrapeso al poder, no solamente al de los gobiernos, sino también de los poderes escondidos que trazan las sendas de las sociedades a través de la fuerza del dinero, del control de los medios, de las armas o de cualquier otra forma de dominación.
  • En tercer lugar, corresponde a los intelectuales proponer alternativas sostenidas en su conocimiento de la historia, su mirada integral y su capacidad de construir marcos teóricos sobre la experiencia de los pueblos.
En Venezuela, la intelectualidad crítica ha cumplido con creces la primera de las tareas. Ha estado a pie de obra para criticar todos los problemas de la IV República, ayudó a alumbrar la nueva republica, argumentó política y constitucionalmente el nuevo sistema y apoyó puntualmente al gobierno del presidente Chávez como posibilidad de que la defensa del pueblo fuera una realidad. Porque el presidente Chávez era la garantía de continuidad de la revolución, todos los ataques se juntaron para intentar derribar de cualquier forma al presidente. De ahí que lo correcto era defenderlo de todos esos ataques internos y externos. Igualmente cumplió la segunda de las tareas, quitando los velos de un poder que llevaba mandando en el país desde siglos.
Pero ha tenido menos espacio o fortuna para construir los escenarios alternativos, para mantener una crítica constructiva y para dar su opinión sobre escenarios alternativos. Los que estamos hoy aquí hemos venido manteniendo una defensa cerrada del proceso bolivariano. En esta reunión vamos a demostrar que la crítica es posible en Venezuela. La oposición ha estado a punto de ganar una batalla que debilita profundamente al gobierno: descartar cualquier crítica como contrarrevolucionaria o pagada por la CIA. Los presentes somos todos hombres y mujeres que llevamos muchos años arriesgando para defender este proceso y los procesos hermanos de otros países. Quien nos acuse de contrarrevolucionarios por ejercer la crítica al proceso desde dentro del proceso son las personas que están haciendo de la política un ámbito de privilegio, personas que no defienden ideologías sino espacios rentistas. No es el caso en esta reunión.
Quiero señalar en este escaso tiempo la importancia del peso de la historia en cada país. En España, cada momento de crisis resucita el enfrentamiento entre la España republicana y la España franquista. Aún hoy, en el ADN de la democracia española hay mucho de franquismo, al igual que de antifranquismo.
En el ADN de la V República hay mucho “cuartarrepublicanismo sociológico”, y también de mantuanismo sociológico, de perezjimenismo sociológico, de “guerrafederalismo sociológico” que obliga a una especial alerta ante los fantasmas políticos de la historia de Venezuela.
La V República ha dado respuesta a muchos de estos problemas, pero no con la suficiente intensidad. Una somera lista de estos fantasmas que vienen con la historia de Venezuela es la siguiente. A todos estos problemas se les ha buscado algún tipo de solución en la V República, pero aún queda mucho por hacer:
Hiperliderazgo, propio de países con un escaso cemento social, con un débil sistema de partidos democráticos y con altos porcentajes de exclusión. El hiperliderazgo permite situar una alternativa a la selectividad estratégica del Estado heredado, siempre un freno a la transformación; además, tienen la ventaja de articular la desestructuración y la fragmentación con formas de cesarismo progresista –en expresión de Gramsci–, pero que desactivan la participación popular demasiado confiada en la capacidad heroica del liderazgo.
Centralización: es otra cara de la misma debilidad de la sociedad civil. La descentralización se ha usado en Venezuela para que entrara de facto el neoliberalismo más duro, pero en un mundo complejo, la descentralización es un requisito de eficiencia.
Clientelismo partidista: ayer de un signo, hoy de otro, que funge como una forma alternativa de articulación política, pero siempre inferior en términos de emancipación que formas impersonales de imperio de la ley y de la puesta en marcha de derechos civiles, políticos y sociales. Además de que roba dignidad a quien se clienteliza. Una revolución popular no precisa formas clientelares pues todo el poder reside en el pueblo.
Mentalidad rentista, que considera que los venezolanos y las venezolanas no necesitan trabajar para vivir como reyes. Esto les lleva a exigir al gobierno que les solucione la vida sin la necesaria corresponsabilidad.
Corrupción e ineficiencia: son las dos caras de un mismo problema, que articuló la campaña de 1998 y que aún está esperando una respuesta; la corrupción arrasa con recursos que son de todos y los pone al servicio del privilegio de nuevas castas que hacen del lujo y de la ostentación un objetivo. Lo que en otros procesos ha tardado una generación, en Venezuela se ha construido en apenas los cinco últimos años. Es posible por la debilidad de un Estado que arrastra Venezuela desde la Colonia, cuando no fue virreinato sino capitanía general. Hay determinadas frases que siguen siendo usuales y que marcan la elación con el Estado: Caminos verdes, resolver, cuánto hay para esto…
Militarismo, solventado en la V República con la unión cívico-militar pero que necesita formas más audaces que avancen en el papel del ejército en la democracia socialista. ¿Dónde están los estudios que aventuren nuevas formas de esta relación?
Violencia: con ese contraste entre la amabilidad de las formas y la dureza de la vida cotidiana, en el tráfico, en los barrios, en el lugar de trabajo.
Este es un abanico de problemas pendientes. La solución, entiendo, no pasa por ahondar en ninguno de estos aspectos, sino en lograr alguna forma de aufhebung hegeliana, una superación que siga alumbrando como hasta ahora ha hecho el camino de la emancipación a este pueblo y los que lo miran atentamente desde América Latina. El primer paso consiste en alumbrarlos como problemas. Lo que no se ve no permite identificarse como fuente de dolor, lo que no duele no se transforma, y lo que no se transforma se necrosa.
El papel esencial desempeñado por la revolución bolivariana en la emancipación en Venezuela y en el continente hace de este proceso el más importante del continente. El peso en este seminario de las críticas no significa que sean más los problemas que las soluciones. Estoy convencido de que lo mejor que le ha pasado a Venezuela en decenios ha sido la revolución bolivariana. Y en este contexto histórico, la revolución bolivariana ha sido palanca esencial para todo lo ocurrido después con la izquierda latinoamericana. Razón de más para que entre todos cuidemos este proceso y lo hagamos avanzar. A los trabajadores de las palabras y las ideas les corresponde desvelar los problemas, iluminar nuevos rumbos y prevenir ante posibles nudos. Ojalá estas reflexiones, junto a las que salgan de este seminario, ayuden en esta dirección. El socialismo del siglo XXI se diferencia del socialismo del siglo XX, principalmente, en su apuesta por la participación. En nuestro caso la crítica forma parte de nuestra manera de participar. Y criticando somos parte del proceso revolucionario. Muchas gracias.

*Intervención en las Jornadas “Intelectuales, democracia y socialismo. Callejones sin salida y caminos de esperanza”. 2 de junio de 2008


Juan Carlos Monedero
Fantasmas de ayer y hoy en Venezuela
El Nacional. Caracas, 17 de abril de 2015