La extraña proposición de Maduro de cambiar a Leopoldo López por un preso puertorriqueño, desconocido en Venezuela, ha pasado casi desapercibida. Pero aunque absurda y yo diría hasta insultante, vale la pena examinarla porque revela algunas características del señor que en este momento gobierna nuestro país.
En primer lugar, la manía de asimilarse con Cuba. Raúl Castro pactó con Obama, intercambiaron prisioneros, ¡pues hay que hacer lo mismo! Lo malo es que en Venezuela no existen presos gringos, ni tampoco hay algún chavista en cárceles de Estado Unidos. De allí que se saca de la manga a este señor, llamado Leopoldo también, que muchos venezolanos tuvimos que googlear porque nunca habíamos oído hablar de él.
Luego viene la parte insultante. Tanto repiten que en la oposición somos pitiyanquis, vendidos al imperio, que quizás lo creen y piensan que ir a EEUU es una aspiración para todo político local. Pero resulta que Leopoldo López es un ciudadano venezolano y uno de los principales líderes de lo que es hoy la mayoría política del país. Leopoldo no tiene razones para abandonar su patria donde lo espera un futuro brillante, ni tiene que ser cambiado por un preso caribeño. Leopoldo debe ser juzgado en su país y si existiera justicia ser declarado inocente y salir inmediatamente en libertad para seguir ejerciendo sus derechos políticos. Eso es lo que no quiere entender el cada día más patético Maduro. En su mente simple piensa que, así como el mundo aplaudió el gesto de Obama, de la misma manera él logrará recuperar algo de su perdida popularidad sacando a Leopoldo de su patria. No entiende que en este nuevo año, ya su gobierno es el pasado y Leopoldo junto con los otros líderes democráticos del país representan nuestro inmediato futuro.
Maruja Tarre
Maduro y Leopoldo
El Universal. Caracas, 9 de enero de 2015