“Venezuela se está descapitalizando intelectualmente”. Y la frase, expresada por un sociólogo de la USB, me sonó a sentencia de muerte. Sólo imagino desolación, tierra yerma y abandono. Resulta que, según sus estudios nosotros, los venezolanos, que nunca tuvimos ganas de emigrar, ahora sí. Y cada vez más. Las cifras de compatriotas que ya no quieren permanecer en el país se duplican de manera alarmante. La migración parece un virus que contagia a otros. Tanto así que el número de inscritos en el REP en otros países se multiplicó. Y la cifra me horroriza. Se está yendo el talento de la nación. Sin duda, con justificadas razones, las cuales no puedo criticar. Pero, no sería honesto si no expreso lo que siento: no quiero que esto siga ocurriendo. Es más, me niego a aceptar que las cifras sigan aumentando.
Con la frase del sociólogo retumbándome en la cabeza, tomo el celular y le mando un mensaje a mi hija, la mayor, que estudia en Dallas, a quien extraño inmensamente. “Hola hija, estoy pensando escribir sobre venezolanos valiosos como tú y exhortarlos para que regresen. Decirles que este es su país, que hacen mucha falta, que los necesitamos para, juntos, salir de esto. La verdad es que el tema me resulta sumamente complicado. No quiero herir a nadie. Porque además, respeto las razones de quienes tomaron esa difícil decisión de despedirse de Venezuela. Pero, necesito escribir algo así como una especie de manifiesto… Más que un manifiesto, es un sentimiento que quiero vociferar: si queremos sacudirnos este neocomunismo opresor y a estos militares trogloditas procubanos, tenemos que hacerlo aquí. Dando la lucha en Venezuela. Todos sentimos que se están agarrando el país, ¡NUESTRO PAÍS! Que lo manejan como si fuera solo de ellos, y es porque se lo estamos permitiendo. No podemos seguir consintiendo que gente valiosa continúe emigrando. Mientras seamos menos dando la batalla, solos, aquí, más cuesta arriba será el rescate de lo nuestro. El pensamiento de Fidel y el Che Guevara tenemos que erradicarlo inmediatamente, rescatando nuestra venezolanidad, aquí y ahora. No desde afuera y mañana. La gente que huye de su país y no lucha por él no puede sentirse parte de su esencia ni su naturaleza”.
Mi hija solo atina a responderme: “escríbelo, papi. Y mándamelo”. Una respuesta corta a un tema que podría tenernos todavía discutiendo. El asunto es que desde chiquitos nos han enseñado que los países lo construyen sus hombres y sus mujeres. Hijos de esta tierra. Si no nos duele a nosotros lo que ocurre aquí, no le dolerá a nadie más. Hemos vivido en los últimos años una estampida justificada, que no se discute, que tiene sus razones; sin embargo, a propósito de esa desbandada y huida de venezolanos valiosísimos -de diferentes estratos y profesiones, con múltiples talentos y oficios- las familias están quedando completamente desmembradas; lo que le ha brindado a esta gente que nos mal gobierna el caldo de cultivo perfecto para cogerse el país para ellos, y hacer con Venezuela lo que les venga en gana.
Lo he advertido en otras oportunidades: se necesita el consenso de la mayoría de los venezolanos para sacar a nuestro país adelante. Por eso mi exhorto; porque se requiere la suma de voluntades. Necesitamos que los que se fuero, regresen. Entiendo los motivos que los llevó a tomar la decisión de irse. Incluso sé, porque me lo han contado, que comenzar la vida en otro en país, no es nada sencillo. Eso no está en discusión. Lo que sí me ha molestado –y mucho- es escuchar a compatriotas, que recién estrenan sus nacionalidades, quizá embriagados por el viejo sueño americano, decir que los que permanecemos en Venezuela merecemos el gobierno que padecemos. El punto al que quiero llegar es que cuando una tierra es invadida, solo puede ser recuperada cuando los propietarios, los verdaderos dolientes, se embraguetan y luchan para recobrarla.
La gente se va porque corre atemorizada a resguardarse de las dictaduras sangrientas, de los asesinos totalitarios, por preservar la vida. Y es válido apostar a otros derroteros. Pero, si sigue esta huida, seremos muy pocos para defender lo que queda de país. Cada vez somos menos para confrontar al petro Estado comunista que ha diseñado y creado esta gente, con sus socios cubanos. Por eso, necesitamos que regresen. Vuelvan para que por fin seamos muchos enfrentándonos a este régimen.
El que no pelea por su país, lo pierde. Hay que jugársela por Venezuela. Si no, ¿cuándo? ¿Cuándo Maduro y su combo, que están atornillados, salgan como por arte de magia? Necesitamos que regresen, cargados de esa calidad de vida que conocieron en otros destinos, para que la edifiquemos y repliquemos, juntos, en Venezuela. No esperen a que ni siquiera la nostalgia forme parte de sus recuerdos. No esperen a que las nuevas costumbres de las nuevas naciones a las que decidieron migrar se apoderen de su esencia venezolana. No se limiten con sólo ir al Consulado de Venezuela a votar en contra de esta barbarie, ni a blandir una bandera de la patria en otros rincones del planeta. Estamos perdiendo la venezolanidad porque se está imponiendo la cubanidad; pero, también porque esos espacios que han dejado ustedes, mis compatriotas, los están ocupando los cubanos, o los ciudadanos de otras regiones con los que este régimen comparte perversos intereses comunes.
Qué lástima: ustedes, por allá y nosotros por aquí, no vamos a solucionar el problema de Venezuela… ¡Regresen!
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José Domingo Blanco (Mingo)
Venezolanos, ¡regresen!
La Patilla. Caracas, 28 de agosto de 2014