Misión “Territorio Libre de Cáncer”. Esta debería ser una de las metas primordiales de los chavistas que nos mal gobiernan. Es más, como un gesto de misericordia y verdadera devoción a su líder súper galáctico –a quien no dejan descansar en paz- deberían donar parte de los recursos que sin explicación alguna –ni contraloría que los frene- han desviado a sus jugosas cuentas personales, y destinarlo –como obra de caridad y compasión- para erradicar la enfermedad que sufrió, padeció y mató a su “amado líder”. Esa es una de las razones por la que en nuestro país los pacientes se mueren de mengua, porque está gobernado por un grupete de incapaces que tomaron por asalto el timón y que sólo se han dedicado a desarrollar una mega campaña propagandística para demostrar cuán devotos son de Hugo Chávez, creando una especie de culto y autodenominarse adoradores del difunto presidente. La invasión propagandística del gobierno de Nicolás ha tratado de vendernos que Chávez es eterno, supremo, que vive y sigue gobernando desde el más allá. No me extrañaría que dentro de muy poco tiempo promuevan su santificación, incluso antes que la del propio Venerable, José Gregorio Hernández.
Maduro y su combo, en vez de abocarse a lo verdaderamente sustantivo e importante, se han dedicado a inyectarle a las personas sin mucho arraigo religioso, una especie de espiritismo o santería donde Chávez es el Tótem o Gurú. Algo así como, “no importa qué problemas tengas, si el hampa mata a tu familia, si no tienes qué comer o no encuentras las medicinas: sigue creyendo en Chávez y en nosotros, sus representantes en la Tierra”. Y, con este cuento, pretenden perpetuarse en el poder. Apalancándose en la imagen de un difunto presidente, cuyos cuadros siguen engalanando todas las instituciones del Estado.
Chávez murió de cáncer, sin duda una enfermedad penosa, dolorosa, que lo debe haber hecho sufrir mucho. A pesar del secretismo que rodeó su enfermedad, a pesar de estar atendido por la crema de la crema de la medicina cubana, brasilera o de quién sabe qué otro país, ¡Chávez murió de cáncer! un mal muy de nuestros tiempos, que sigue causando estragos en la población venezolana, que la sufre terriblemente porque los medicamentos que se necesitan para combatirlo, o los reactivos que se usan para diagnosticarlo, no llegan a donde deberían llegar. La enfermedad avanza- al igual que muchas otras- y está matando a los venezolanos, que fallecen ante la mirada indiferente de Nicolás.
Por eso, yo le propondría a Maduro – sobre todo a él, el autoproclamado hijo de Chávez- que si quiere subir un poco en las encuestas, se diera a la tarea, en un lapso prudencial, de hacer de Venezuela un territorio libre de cáncer. Si aquí hay tanto dinero, como lo repite hasta la saciedad Ramírez, ¿por qué no crear una partida presupuestaria para combatirlo, invertir en los equipos más sofisticados del mundo, inyectarle recursos a fundaciones y organismos que hoy subsisten a duras penas e intentan mantenerse en pie? En nombre de Chávez, Nicolás debería jugarse la “batalla final contra el cáncer”.
Está comprobado que el cáncer puede prevenirse, controlarse, mantenerse al margen, incluso curarse cuando se detecta a tiempo. Y si Chávez murió de esta enfermedad ¿por qué resulta tan cuesta arriba que se haga una verdadera revolución para combatirla? Deberían, en honor al difunto presidente, proponerse un futuro promisorio y hacer que Venezuela sea la referencia mundial en la erradicación del mal.
La tarea es titánica. ¿Desde cuándo los especialistas no han propuesto salidas para enfrentar los problemas de salud pública? Han repetido hasta la saciedad cómo deben atenderse los servicios de salud pública. Nos han explicado que el gobierno central se tiene que ocupar de establecer el marco legal para su funcionamiento, los Estados que conforman el conglomerado federal tendrían la reserva administrativa de la red hospitalaria y los municipios tendrían que estar a cargo de las redes ambulatorias. Es decir, todos los proyectos, se inclinan por la descentralización de la salud.
Sabemos que deben desarrollarse políticas públicas en materia de salud, que necesitamos programas de atención intergubernamentales; que lo centralizado deben ser las normativas, el financiamiento y supervisión; y lo descentralizado, su funcionamiento. Los ambulatorios deben estar en manos de los municipios. ¿Cuántas veces se ha dicho que se debe implantar el sistema de facturación hospitalaria para elaborar la factura, aun cuando la atención sea gratuita, para que el Estado conozca cuánto le cuesta cada paciente? Reconozcamos que la tarea es difícil, pero si hay tanto “amor” como el que ventilan los del gobierno, para que ese amor sea auténtico, Maduro y su gente deberían traducirlo en una realidad: ¡acabar con el cáncer, enfermedad de la que murió Chávez! Es algo que le deben a su comandante supremo, es un punto de honor.
Se requeriría una mayor comprensión de los líderes chavistas. Demostrarían que realmente idolatran a Chávez si se empeñaran en que ni un solo venezolano más muera de cáncer. Dejen descansar a Chávez en paz, pónganse a trabajar contra ésta y otras enfermedades. ¿Chávez vive? ¡No! ¡El cáncer es el que sigue vivo y proliferando: matando a los venezolanos, tanto como la inseguridad!
mingo.blanco@gmail.com
@mingo_1
José Domingo Blanco (Mingo)
¿Chávez vive? No, ¡El cáncer!
La Patilla. Caracas, 14 de agosto de 2014