En un abrir y cerrar de ojos a Nicolás Maduro le sobrarían los dólares, pero nunca aceptará que el padre eterno metió la pata cuando trajo el oro para Caracas; bastaría que lo enviara de vuelta a la Banca de Londres, porque ese oro en Londres serviría de garantía para préstamos inmediatos de miles de millones de dólares, como se hacía en el pasado, a un interés bien bajo. Los dólares seguirán bajo la cama de Maduro y terminará vendiendo Citgo y hasta la plaza Venezuela para pagar las importaciones de aspirina, azúcar, café y hasta toallas sanitarias.
A Maduro también le sobrarían los bolívares con dos o tres medidas. Pero se quedará con los brazos cruzados. Cualquier día descubre que el Guaire está sucio y que no se consigue cemento desde que las empresas son del pueblo, ja, ja, ja...
Chávez tomaba decisiones en un instante, equivocadas muchas veces. Trajo las reservas de dólares oro temeroso de que se lo confiscaran por alguna demanda de una empresa extranjera. Ahora tenemos 15.000 millones de dólares en oro que no sirven para nada, antes ganaban hasta intereses.
Todo es una locura. Por ejemplo, cuando uno cambia un cheque el banco lo abruman con billetes de a 50 y de 100 bolívares. El gobierno no imprime billetes de 500 o 1.000 bolívares para no reconocer como anda la inflación.
Alí Rodríguez, que conoce la situación de los países vecinos, acepta que las empresas estatizadas andan mal, igual que voceros de la oposición; pero no da el siguiente paso, pedir que privaticen Agro Patria, las cementeras. Las empresas de la CVG, con la excepción de la Sidor de Techin y Venalum, las siempre dieron perdidas en todos los gobiernos.
Maduro debiera dar una .vuelta por el centro de Caracas para ver a los buhoneros vender los productos que escasean y que alguien se los facilita; aparte de los que compran los infelices haciendo colas en los automercados.
Castro cumple 88 años, cuando tenía 74, se despidió de la lucha armada en el Aula Magna de la UCV, aceptó que no era posible una segunda Cuba; ya no presentaba su revolución como el futuro de la humanidad, sino como un pasado remoto, producto de circunstancias irrepetibles, y reconocía que la democracia se había consolidado en América Latina y había que llegar al socialismo por los votos. Ahora Maduro es el heredero real del patria socialismo o muerte. Maduro y un viejito, el propio Castro representan el final de la revolución. Castro le dejó a su hermano la tarea de la transición hacia la economía de mercado, él prefiere que lo recuerden con las armas en la mano.
Iban a crear un hombre nuevo, y todo terminó con los revolucionarios en sillas de rueda, visitados por dignatarios extranjeros que los vienen a ver como los turistas van a los museos, monumentos, cementerios; quieren ¡darle la mano a Castro, qué emoción!
Cuando le recordábamos estas verdades a Orlando García, unos días antes que muriera asfixiado por una enfermedad que contrajo por haber pasado años en una oficina con techo de asbesto, meciéndose en una mecedora, en un humilde apartamento de Miami, con una bomba de oxígeno al alcance de la mano, contestaba, ¡alguien tenía en América Latina que poner en su lugar a Estados Unidos!
Le decíamos que un ex embajador cubano en Venezuela contaba a un amigo en La Habana: “Gracias a la revolución mis 7 hijos se volvieron ingenieros, médicos, artistas, menos el más pequeño que rechazó estudiar y hoy trabaja de mesero en un hotel de lujo y alquila el garaje de su casa a las putas, en dólares. Hoy gana 1.500 mensuales y todos, los doctores, el exembajador, yo, vivimos de su dinero”.
Maduro no da un paso hacia la izquierda, ni hacia la derecha. Vive paralizado en Miraflores.
¡Y todos nos quejamos por la falta de dólares!, mientras Maduro virtualmente los tiene escondidos bajo su cama. Tenemos un montón de reservas en oro que no sirven para nada. Quizá sea mejor así, para que no las despilfarren en unos meses.
Fausto Masó
Maduro, ¡un montón de dólares bajo la cama!
El Nacional. Caracas, 16 de agosto de 2014