Entrando a 2014 y obedeciendo a lo que afirmara en mi artículo “La tormenta perfecta”, cuando anticipara un año lleno de turbulencias sociopolíticas ante la desaparición del mecanismo regulador de las relaciones de poder entre el régimen y la MUD – elecciones bajo las coordenadas impuestas por el régimen y acatadas por los partidos opositores - anticipé profundos cambios en la correlación de fuerzas en el interior de la oposición democrática. La MUD, un organismo coordinador inter partidos para enfrentar procesos electorales, entraría en estado de latencia. Y las fuerzas democráticas, más vivas y agitadas que nunca, buscarían su expresión irrumpiendo con una fuerza desconocida en el escenario sociopolítico. Entonces escribí: “Este 2014 no habrá elecciones. Por lo tanto, esa entidad creada para articular la unidad electoral de la oposición democrática entra en latencia, vegetará en ese estado de semi vigilia en que invernan los animales de sangre fría, terminará acurrucada en el rincón del polvo y del olvido. Me refiero la MUD. Salvo que se convierta en una entidad política con capacidad de decisión articulada sobre todos los partidos que la integran y sus bases sociales: la sociedad civil. Algo por ahora impensable. Jamás fue un núcleo de dirección política orientada a diseñar e implementar una estrategia de Poder. Así, con mayúsculas. Que eludió exigir lo que correspondía a una auténtica, a una verdadera estrategia de Poder. Así lo fuera por la mediatizada vía electoral: condiciones electorales mínimamente decentes, compatibles con un sistema democrático”. De no hacerlo, su crisis se haría inevitable. Transcurridos estos meses, la crisis se ha hecho inevitable. (m.notitarde.com/nota.aspx?id=297864).
Un amigo de Acción Democrática respondió a mi predicción, no sin cierto sarcasmo, preguntándome en un tweet si hacía presagios adivinatorios o me ceñía a los hechos históricos. Además de recomendarle la lectura de “La tormenta perfecta” le pedí que se atuviera a los hechos que debían sucederse necesariamente y sacara sus propias consecuencias. Han sido categóricos: el mayor sacudón de la historia contemporánea de Venezuela después del 27 de febrero del 89, de naturaleza estrictamente política y libre de toda connotación criminal o motinesca, el desenmascaramiento del régimen en su naturaleza dictatorial, la llamada de atención al mundo sobre la brutal represión desencadenada por la dictadura cívico-militar encabezada formalmente por Nicolás Maduro, la injerencia desembozada de los países obedientes a las directrices del Foro de Sao Paulo y los intereses de la tiranía castrocomunista y un saldo de 46 asesinatos de jóvenes mayormente estudiantes universitarios.
Que a pesar del brutal empleo de las fuerzas militares, policiales y parapoliciales, incluido el hamponato al servicio de la dictadura, la oposición democrática no haya decaído un ápice y, muy por el contrario, se haya fortalecido y acerado el rumbo de su accionar se debe a la lucidez y capacidad de visión de tres líderes de incuestionable reconocimiento público, como que según la última encuesta de Consultores 21 encabezan el reconocimiento popular del país: Leopoldo López, María Corina Machado y Antonio Ledezma. Cumpliendo a cabalidad la más difícil y compleja de las tareas políticas: unir fuerzas, cohesionarlas y darles una dirección en tiempos de general extravío. Al extremo de dotar a la oposición en tiempos de vacatio electoralis – valga el latinazgo – de un organismo inédito en la historia política de la República: un Congreso Ciudadano. Abierto a todas las fuerzas sociales y políticas del país, que nace sin pretensiones competitivas, sino complementarias: cubrir el amplio espacio de la lucha contra la dictadura mediante la movilización de calle, sin por ello descuidar la necesaria y vital unidad de esfuerzos para la eventualidad de procesos electorales, sean los pautados para el futuro y ya inscritos en el calendario electoral del país, sean procesos ad hoc convocados con el fin que el desarrollo de la lucha política haga perentorios.
Los dramáticos cambios en la correlación de fuerzas que se han hecho manifiestos en los últimos meses no obedecen a aviesos propósitos de desplazamientos de liderazgos por fuerza de la manipulación personalista o del influjo de maquinarias en terrenos de propiedad acotada. Han sido el resultado del triunfo de posiciones justas y necesarias, cuando más indispensables se han hecho para garantizar la sobrevivencia de la República. Ni Ramón Guillermo Aveledo renunció por imposición ajena a su estricta voluntad individual ni la nueva correlación de fuerzas en el interior de la MUD se debe al maquiavelismo de ambiciones y apetencias de Poder, que no sean las legítimas y sagradas de ponerse al frente de la lucha en defensa de la Libertad, la Honra y la Dignidad de la República. A quienes proyectan sus propios vicios y taras manipulativas sobre el accionar de líderes de incontestable grandeza sólo cabe aplicarles el leit motiv de la realeza británica: “Honni soit qui mal y pense”, “Deshonrado sea el que interprete con ruindad”.
Un amigo de Acción Democrática respondió a mi predicción, no sin cierto sarcasmo, preguntándome en un tweet si hacía presagios adivinatorios o me ceñía a los hechos históricos. Además de recomendarle la lectura de “La tormenta perfecta” le pedí que se atuviera a los hechos que debían sucederse necesariamente y sacara sus propias consecuencias. Han sido categóricos: el mayor sacudón de la historia contemporánea de Venezuela después del 27 de febrero del 89, de naturaleza estrictamente política y libre de toda connotación criminal o motinesca, el desenmascaramiento del régimen en su naturaleza dictatorial, la llamada de atención al mundo sobre la brutal represión desencadenada por la dictadura cívico-militar encabezada formalmente por Nicolás Maduro, la injerencia desembozada de los países obedientes a las directrices del Foro de Sao Paulo y los intereses de la tiranía castrocomunista y un saldo de 46 asesinatos de jóvenes mayormente estudiantes universitarios.
Que a pesar del brutal empleo de las fuerzas militares, policiales y parapoliciales, incluido el hamponato al servicio de la dictadura, la oposición democrática no haya decaído un ápice y, muy por el contrario, se haya fortalecido y acerado el rumbo de su accionar se debe a la lucidez y capacidad de visión de tres líderes de incuestionable reconocimiento público, como que según la última encuesta de Consultores 21 encabezan el reconocimiento popular del país: Leopoldo López, María Corina Machado y Antonio Ledezma. Cumpliendo a cabalidad la más difícil y compleja de las tareas políticas: unir fuerzas, cohesionarlas y darles una dirección en tiempos de general extravío. Al extremo de dotar a la oposición en tiempos de vacatio electoralis – valga el latinazgo – de un organismo inédito en la historia política de la República: un Congreso Ciudadano. Abierto a todas las fuerzas sociales y políticas del país, que nace sin pretensiones competitivas, sino complementarias: cubrir el amplio espacio de la lucha contra la dictadura mediante la movilización de calle, sin por ello descuidar la necesaria y vital unidad de esfuerzos para la eventualidad de procesos electorales, sean los pautados para el futuro y ya inscritos en el calendario electoral del país, sean procesos ad hoc convocados con el fin que el desarrollo de la lucha política haga perentorios.
Los dramáticos cambios en la correlación de fuerzas que se han hecho manifiestos en los últimos meses no obedecen a aviesos propósitos de desplazamientos de liderazgos por fuerza de la manipulación personalista o del influjo de maquinarias en terrenos de propiedad acotada. Han sido el resultado del triunfo de posiciones justas y necesarias, cuando más indispensables se han hecho para garantizar la sobrevivencia de la República. Ni Ramón Guillermo Aveledo renunció por imposición ajena a su estricta voluntad individual ni la nueva correlación de fuerzas en el interior de la MUD se debe al maquiavelismo de ambiciones y apetencias de Poder, que no sean las legítimas y sagradas de ponerse al frente de la lucha en defensa de la Libertad, la Honra y la Dignidad de la República. A quienes proyectan sus propios vicios y taras manipulativas sobre el accionar de líderes de incontestable grandeza sólo cabe aplicarles el leit motiv de la realeza británica: “Honni soit qui mal y pense”, “Deshonrado sea el que interprete con ruindad”.
@sangarccs
Antonio Sánchez García
Bienvenidos al congreso ciudadano
El Nacional. Caracas, 12 de agosto de 2014