Sea que gane o pierda las elecciones del próximo domingo, Juan Manuel , jamás podrá olvidar la rasgadura psicológica en que se le convirtieron las últimas dos semanas y media. Inflexión que deriva de la derrota que le aplicó el 25 de mayo pasado el uribista, Oscar Iván Zuluaga, en la primera vuelta electoral por cómodos 4 puntos, amenazando con que, la semana que viene, el presidente de todos los colombianos, sea él y no Santos.
El “nuevo mejor amigo” de Chávez lucía, en efecto, hace un año, como imbatible en todas las encuestas, y bien podía el exministro de la Defensa de Uribe, soñar que su mandato se extendería por otros cuatro años y quizá más.
¿Qué sucedió entonces en 365 días? Pues que Santos, en su empeño por demostrase a sí mismo que podía ser un líder con agenda propia, que no le debía nada a Uribe, y que no era cierto que resultó electo porque le había prestado su carisma, se lanzó a hacer algo que, por supuesto, Uribe rechazaba con todas sus fuerzas.
Fue, nada más y nada menos, que ir a un proceso de paz con los guerrilleros de las FARC, ofreciéndoles incorporarlos a la política, perdonarles sus monstruosos crímenes y garantizarles una vida futura, donde aparte, de no ser perseguidos, se les daba amplia seguridad jurídica.
Una salida, en fin, de muy buen corazón pero que olvidaba algunos detalles: las FARC tienen un rechazo del 80 por ciento, son muy pocos los que dudan que es un grupo terrorista y muchos los que creen que, simple y llanamente, es otro cartel del narcotráfico.
Pero que en ningún caso, tenía porque ejercer efectos catastróficos en la campaña de Santos, sino hubiera sido porque se empeñó en presentarla como el principal logro de su gobierno.
Resultó todo lo contrario, y Santos podría esta el lunes buscando a su jefe de campaña para aplicarle “un falso positivo”.
@MMalaverM
Manuel Malaver
La mala hora de Juan Manuel Santos
El Diario de Caracas. Caracas, 12 de junio de 2014