Antes no lo hacía, pero ahora sí: estoy bloqueando a los insultadores de Twitter.
Cuando algunos tuiteros alcanzamos cierta cantidad de seguidores, nos transformamos en víctimas de los guerrilleros de Twitter. Estos guerrilleros, generalmente, pertenecen a organizaciones radicales de derecha o de izquierda. Son insultadores anónimos quienes, a veces por cuenta propia y otras veces organizados en grupos, atacan cual buitres hambrientos a determinado usuario.
Acepto todo tipo de críticas con respecto a lo que digo y escribo. Parto del hecho de que mis lectores tienen derecho de discrepar de mis ideas o de mis proyectos. Lo que no acepto más son insultos y amenazas, que curiosamente llegan por toneladas, cuando sostengo que la única forma de comenzar a cambiar este desastre es salir a votar en masa el 6-D.
La intolerancia de estos grupos no tiene límite, incluso arremeten en contra de familiares del insultado, sobre todo si es conocido o tiene alguna influencia sobre la opinión pública.
A veces, los insultos y agravios son por cosas insólitas, tal como ocurrió un domingo en el que Laureano Márquez cometió el pecado de publicar un selfie desde el balcón de su apartamento. La foto iba con una notica: “Aquí, amaneciendo. Tomándome un cafecito mientras miro el Ávila”.
¡Más vale que no! Le llovió todo tipo de insultos y descalificaciones: “Claro, escuálido de m… como tú eres rico”…, o “mientras tú te tomas un café, hay presos políticos y el país se está cayendo”.
He de destacar también la agresión que recibió el poeta Leonardo Padrón, cuando protestó ante el intento de unos pendejos que querían sabotear una feria del libro en la plaza Altamira. Todo el que osó defenderlo también fue vejado por estos fascistas de izquierda y de derecha, quienes se comportan igual y tienen el mismo mazo.
Muchos de estos guerrilleros del agravio por Twitter viven en Miami y, desde allí, a punta de 140 caracteres de insultos y blasfemias, pretenden dirigir la resistencia en Venezuela y están prestos a destruir a quienes convocamos a votar. Otros, aparentemente, viven aquí y desde una cómoda poltrona, la mayoría de las veces en anonimato, despotrican, vociferan y atacan.
También quiero agradecer a los cientos de miles de seguidores que, de buena fe, me saludan o critican decentemente. ¡Muchas gracias!
A los guerrilleros del insulto: como yo también soy muy malo y vengativo, además de bloquearlos, les deseo… ¡Ay, se me acabó la página!
Claudio Nazoa
Guerrilleros de Twitter
El Nacional. Caracas, 5 de octubre de 2015