La crisis fronteriza entre Colombia y Venezuela debe terminar cuanto antes y su fin depende exclusivamente de que el presidente venezolano, Nicolás Maduro, decida abrir la frontera que decidió cerrar unilateralmente el pasado 19 de agosto después de un enfrentamiento entre militares de su país y contrabandistas.
La internacionalización del problema generado por Maduro, con la visita de los ministros de Exteriores de Argentina y Brasil, puede tener utilidad para evitar que el incidente derive en consecuencias más graves, como una ruptura de relaciones, pero al mismo tiempo dilata los plazos de un asunto que, de querer el régimen de Caracas, tendría una solución inmediata.
La frontera entre ambos países es común, pero el reparto de responsabilidades no. Fue Maduro quien ordenó cerrar la frontera, quien deportó sin garantía legal alguna a más de mil ciudadanos colombianos residentes en Venezuela y quien reforzó militarmente la frontera. Frente a esta actitud, es de alabar la respuesta mantenida por el mandatario colombiano, Juan Manuel Santos, que ha evitado en todo momento cualquier atisbo de escalada que pudiera generar un conflicto mayor donde nunca debiera haber habido problema alguno. Santos había insistido acertadamente en que al menos se permitiera regresar a sus hogares a los esudiantes de ambos países que quedaron atrapados al otro lado de la frontera, cosa que al final se ha logrado.
Por el contrario, las manifestaciones de la ministra de Exteriores venezolana, Delcy Rodríguez, de que además Caracas exigirá ante organismos internacionales una indemnización a Bogotá por los refugiados que se han instalado en Venezuela a raiz del conflicto en Colombia muestran que el Gobierno de Maduro no está dispuesto a cejar en su intento de desviar la atención de sus problemas internos generando una polémica internacional.
Santos no cerró la frontera. Corresponde a Maduro reabrila.
Editorial
La responsabilidad de Maduro
El País. Madrid, 6 de septiembre de 2015