El otro día me enteré que un conocido fue a ofrecerle un producto en venta a un general del ejército. Éste se mostró interesado, pero cuando supo los montos, reculó. “Es que la guerra económica nos está asfixiando”, le dijo.
Yo quisiera creer que fue una excusa para no comprarle, pero si no es, resulta preocupante que un general del ejército crea que la crisis por la que estamos pasando es producto de una “guerra económica”. Sobre todo porque ese señor que hoy además de estar detrás de un escritorio como cualquier burócrata, supervisa a quienes venden pollos, cortan pelos y sacan piojos, será quien tendrá que ponerse al frente de divisiones de soldados en caso de un conflicto con Guyana.
No puedo evitar imaginarme el panorama: a los tanques venezolanos que no pudieron llegar a la frontera con Colombia aquella vez que Chávez los mandó, les costará que friega llegar a Guyana. Si llegan, la guerra económica que vive en la mente del general tendrá que dar paso a la guerra convencional. Ojalá que los guyaneses no se enteren de que algunos generales aquí creen todo lo que les dicen, pues no tendrán que pelear, solo inventar unos cuentos horripilantes de gigantescas arañas monas que comen gente que se viste de verdeoliva, de bombas solo-mata-generales que fabricaron los ingleses antes de irse, o del coco aquel con el que nos asustaban cuando estábamos chiquitos para que salgan corriendo y lleguen a Ciudad Bolívar en menos de los que dura un suspiro. Porque alguien que cree en el cuento de la guerra económica que fabricó el gobierno (o los asesores cubanos) cree también en las arañas monas gigantes, las bombas solo-mata-generales y en el coco.
Craso error el de darles beligerancia política a los militares. Ciertamente todos tienen simpatías y antipatías, pero por lo mismo era imprescindible tenerlos en sus cuarteles, no tentarlos con la manzana de la política, los negocios de la política y las mieles del poder. Ahora costará un puyero regresarlos al lugar del que nunca han debido salir.
Está circulando un video donde un trabajador de Polar de apellido Ponte o Aponte, la noche del miércoles pasado cuando los funcionarios del estado llegaron a desalojar los galpones de La Yaguara, indignado vocifera a los medios allí presentes que “aquí el único que trabaja es Mendoza, es el único que le echa bolas (sic), y si el gobierno fuera como Mendoza fuera una maravilla. Pero estamos escoñetaos (sic), estamos pelando bola (sic) y quisiera tener una reunión con los sabelotodos del gobierno, pero eso sí, en cadena nacional, y que me den todo lo que me quieran dar: apartamento, nevera… pero cuando vaya a votar en cadena nacional les voy a decir “¡fuera!” y tomen todo lo que me dieron, porque lo que yo quiero me lo gano con el sudor de mi trabajo, echándole bola (sic), hay que trabajar, hay que trabajar… El gobierno se mete con Polar porque es el único que trabaja como hay que trabajar…”
Obviamente, es señor tiene clarito el valor del trabajo, sabe quién trabaja y quién no y no cree en “guerras económicas”. Sugiero que si hay guerra con Guyana –Dios nos ampare- lo pongan a dirigir a las tropas. Porque ése, además de que no se come ningún cuento, tiene la garra y el valor que les faltan a algunos que están en verdaderas posiciones de comando.
Carolina Jaimes Branger
¡Qué guerra económica ni qué ocho cuartos!
El estímulo. Caracas, 4 de agosto de 2015