El comentario es sugestivo en tanto Unasur ha sido siempre funcional a los objetivos del gobierno de Venezuela. Nadie olvida su función durante el “diálogo” de abril de 2014, con comillas. Estaban allí para mediar entre las partes, aunque en realidad para ser instrumento del gobierno. Arribaron con gran fanfarria, pero partieron en silencio. Nadie notó su ausencia porque el diálogo había terminado antes de comenzar. Solo tuvo el propósito de vaciar las calles. Unasur colaboró en la tarea, palabra grave, en más de un sentido, sin tilde.
No obstante, el tweet es revelador por venir de alguien demasiado dependiente de los recursos del chavismo; alguien que, cartel de Cali y DEA mediante, flota gracias al salvavidas bolivariano. Hay al menos dos opciones. La primera es que sea una trampa, como en otras oportunidades, y que al final del día haya fraude, también como en otras oportunidades. El fraude electoral de estos tiempos es sutil, no ocurre al momento del escrutinio sino que mucho antes. Ya no se trata de observar la elección, si el fraude ocurre en la conformación de la autoridad electoral, parcial, de los padrones, selectivos, y en el acceso a los medios durante la campaña, asimétrico. No sería ilógico, desde el punto de vista del gobierno, invitar a los observadores internacionales para legitimar una elección bastante decidida de antemano.
Las grietas que comienzan a abrirse pueden ser una oportunidad para salir de la parálisis
Sin embargo, la propuesta de Samper ya recibió el apoyo de la OEA y la Unión Europea, y debe tenerse en cuenta que el costo del engaño crece proporcionalmente con el número y la importancia de quienes son engañados. Es que la segunda opción bien podría ser que Samper esté adelantándose a los cambios, posicionándose para capitalizar un nuevo equilibrio de fuerzas, es decir, diversificando el riesgo de su propio portfolio. Samper bien podría tener pasta de buen timonel, esos que suben la vela adecuada al primer signo que el viento está por cambiar. Hay que navegar con su idea.
Es que el viento está cambiando. Primero fueron Andrés Pastrana y Tuto Quiroga, con su viaje a Caracas y sus múltiples columnas de opinión en la prensa internacional. Luego fueron las propias esposas de los alcaldes López y Ceballos, Lilian Tintori y Patricia Ceballos, en una sentida carta abierta pidiendo por sus maridos en huelga de hambre. En el camino Maduro dejó plantado al Papa, una mala decisión, y al mismo tiempo Aécio Neves anunció su viaje a Caracas, una mala noticia para el gobierno. Se trata de Brasil y de quien podría ser su próximo presidente.
Más tarde fue el viaje de Felipe González, menos exitoso de lo esperable, en tanto simplemente acató la prohibición de visitar Ramo Verde, habiendo podido presentarse en la puerta con la prensa tal como lo habían hecho antes Pastrana y Quiroga. No obstante, sus conversaciones con toda la oposición han servido para limar las asperezas creadas en ocasión de la manifestación del 30 de mayo, cuando la MUD rechazo el llamado de Leopoldo López por inconsulto.
Para rematar las malas noticias para Maduro, también se pronunció el mismísimo Desmond Tutu en una columna: “Liberen a los presos de conciencia de Venezuela”. Que el gesto de Leopoldo López al entregarse voluntariamente había tenido rasgos mandelianos, ya lo sabíamos. Que el propio Desmond Tutu trace el paralelo, lo hace oficial.
Invocar al Apartheid sudafricano no podría ser más pertinente. Es que, quizás como aquella, Venezuela es una sociedad atormentada, insomne. La muerte sobrevuela las cabezas de aquellos en su propia huelga de hambre, como si la autoflagelación fuera el precio justo a pagar. Uno queda sin saber muy bien cuál es la deuda. Tal vez el no haberse dado cuenta que el Punto Fijo era mejor que esto, y eso que era terrible. Tal vez el haber cometido el pecado de la impaciencia, crédulos de aquel Coronel de palabra fácil y sonrisa envolvente. Este desastre no habría ocurrido con “él”, dicen muchos. Algunos lo dicen solo por estrategia. Para otros es un pensamiento honesto pero mágico, tal vez la ceguera que causa el tormento.
Las grietas que comienzan a abrirse pueden ser una oportunidad para salir de la parálisis. Nada está resuelto ni mucho menos. Las transiciones son duras, a veces largas, inevitablemente zigzagueantes. Habrá que creerle a Samper, incluso a sabiendas que puede ser un engaño para que otro fraude electoral vuelva a perpetuarlos, valga la redundancia. Es un riesgo que hay que tomar. En el camino quizás haya una fecha y tal vez haya elecciones. Incluso con el engaño, un nuevo equilibrio político podrá amanecer.
No habrá certeza alguna, la política es siempre indeterminada. Un nuevo equilibrio anula el anterior, las incertidumbres lo son para todos por igual. Una grieta es una oportunidad: se puede profundizar, ensanchar, multiplicar. En el proceso, se irá resquebrajando el edificio entero; son las termitas de la democracia. Por lenta e incierta que sea, la transición estará en camino
Héctor E. Schamis
Grietas en el régimen
El País. Madrid, 14 de junio de 2015